El cuatro de diciembre de 1998 a las 19:30 horas me encontraba en mi habitación preparando el equipo de música. Me sentía intranquilo porque un acontecimiento importante estaba a punto de ocurrir. No era una una conjunción planetaria ni mi primera vez pero dentro de lo que cabe tenía su trascendencia.
Aquel día iban a retrasmitir una ópera de Philip Glass que se estrenaba en España y no sólo la emitirían por la radio sino que incluso lo harían por televisión (por la 2). Philip Glass es lo más que un músico de clásica puede parecerse a un grupo de pop o rock. No tiene a gente que le guste su música, sino a fans y seguidores.
En aquella época había pocos discos suyos en España, muchas de sus composiciones no llegaban a España y era el empuje de cuatro gatos, entre ellos Ramón Trecet, el que permitía que esta escasa música llegara a nuestro país. El hecho de que saliera una ópera nueva (una ópera son siempre palabras mayores) y además con presentación en directo, era una oportunidad única.
Además en aquella época la única forma razonable de conseguir música era grabándola de la radio. No es que los CDs de música fueran caros, es que uno no tenía mucho dinero. Igual costaba salir de copas, hacer un remedo de viaje. Cuando no se tiene trabajo todo es caro.
Por eso ese día, que no es que recuerde como Funes sino que lo he localizado con Internet, me encontraba preparado para grabar la ópera en cintas de casete.
Ya he indicado que la música clásica no es la idónea para el mp3, pero es que tampoco las cintas resultan las más apropiadas. Algunas piezas tienen longitudes obscenas, sobre todo las escénicas, y no hay forma de trocear una de estas composiciones en dos caras que queden más o menos equilibradas. Me viene a la mente la sinfonía nº6 de Chaikovski, de la que tenía una versión enormemente desproporcionada. Una cara estaba rellena sólo por la mitad. Pero seguro que hay ejemplos de composiciones aún más desiguales.
Tener que grabar una ópera en cinta de casete implicaba que en un momento dado habría que interrumpir la grabación, voltear la cinta lo más rápido posible y volverla a dejar grabando. Esto exigía cierta maestría – que nunca tuve. Además de un estado de tensión complejo. Lo ideal es que el giro se produjera en una transición entre dos movimientos. Pero también tenía que ser hacia el final de la cinta, para no desaprovecharla.
Era muy difícil llegar a un compromiso en que el resultado fuera aceptable. Los giros de cinta eran algo un tanto triste, pues destrozaban por completo la continuidad musical.
Volviendo al caso de marras, la ópera que se estrenaba en España era ni más ni menos que Corvo Branco (Cuervo Blanco). Esta ópera se compuso con motivo de la Exposición Universal de 1998 en Lisboa. Se trataba de un acontecimiento importante y para ello no escatimaron en gastos: Philip Glass y Robert Wilson, dos de los más reconocidos creadores de óperas – cada uno en su área. Y Luisa Costa Gomes como libretista, que me imagino sería una de las más adecuadas y costosas dentro de su país.
Este tipo de proyectos son los que hacen que un músico tenga un año bueno. No tienes que pelear por estrenar, ni buscar patrocinadores. Es pronto pago y sin preguntas ni limitaciones económicas. En aquella época, y hoy aún más, una ópera de esa envergadura era económicamente inviable.
Pues bien, para mi era una pena que para un día en que podría ver una ópera en directo no tendría más remedio que estar atento a la grabación de casete. Se me olvidaba indicar que, al ser una retransmisión en directo, si había una interrupción de algún tipo (entreacto, escena con muchos aplausos) uno tenía que parar la grabación, so pena de encontrase luego con un discurso del locutor que, aunque molesto al principio, con el paso del tiempo se transforma en una pesadilla, pues memorizas las frases contra tu voluntad.
Mejor o peor, al final del día tenía una grabación de la ópera, de la que sólo pude ver unos fragmentos que me parecieron bien bizarros. Luego al oír las cintas una parte estaba con muy mal sonido, uno de esos momentos en que se había ido la sintonización y se oía ruido de fondo. Por supuesto para el final de la ópera no alcanzó la cinta. No tenía sentido tener media cara con el final de una ópera.
Durante mucho tiempo esa fue una de mis músicas preferidas. Obviamente el proceso manual, la preparación y la vigilia antes del señalado día aportaron mucho. Cierto es que la música era de Philip Glass, pero una parte de mi estaba en esa cinta. Me había costado trabajo conseguirla y por eso la apreciaba.
Pasaron muchos años y en una de mis primeras consultas en el Emule se me ocurrió introducir Philip Glass. Ahí estaba, una selección de 17 cds en un único fichero, con muchas fuentes. A un click de distancia y sin pagar nada.
Entre esos discos había algunas joyas, como Einstein on the Beach, que llevaba años queriendo tener. Y otros que ni siquiera conocía. Pero también notables ausencias, como su ópera Akhnaten. Al margen de dar opiniones, me gusta rascar en la verdad. Casi desde que tengo el blog he estado pensando “¿Si tuvieras que recomendar una única pieza de Philip Glass, cuál sería?”. He dedicado muchas horas a decidirlo y finalmente creo que la respuesta correcta es Akhnaten.
Pero siempre tuve un cariño especial por la extraña ópera Corvo Branco, que tiene que ser más rara que un perro verde. Como los textos están en portugués, se entienden frases enteras, lo que la hace aún más enigmática. Ya no sé dónde andarán esas cintas, hace años que les perdí el rastro. Pero desde siempre quise conseguir la grabación de Corvo Branco.
Que sea música clásica – y contemporánea – no ayuda a la hora de usar los métodos convencionales. Pero después de investigar un poco llegué a la conclusión de que es que nunca se había editado en CD.
El típico problema de las óperas es que son deficitarias. No hay forma de producir una ópera rentable, salvo las representaciones para el pueblo llano con grandes aforos. Cuando le encargaron la ópera a Glass para la Exposición de Lisboa, fueron los sufridos portugueses los que pagaron de sus impuestos el experimento musical. Y aunque fue un acontecimiento importante, ninguna discográfica iba a llegar y tratar de realizar una edición en disco.
La representación en el Teatro Real en 1998 fue una verdadera excepción. Lo habitual de estos estrenos es que se representen una vez y caigan en el olvido. O que tengan un insospechado éxito. Pero dos representaciones, es algo inusual.
A pesar de todo siempre he seguido la pista a Corvo Branco. Cualquier día hacen una grabación que te sorprende. Pero no, no se da el caso.
Hoy sin embargo probé suerte en el Emule y para mi sorpresa me encontré que había varias canciones sueltas disponibles. En realidad estaban todas. Con una única fuente pero era una muy buena noticia, porque confirmaba que ya existía una grabación de Corvo Branco.
Me dispuse a buscar por Internet y la verdad es que para mis sorpresa había páginas de descargas que ofrecían el disco entero. Había que pagar una pequeña cantidad, menos de 2€. Mucho mejor que esperar a que una única persona en el mundo se conecte al Emule.
Antes de dar mis datos a nadie indagué un poco sobre esa página y resultó ser de una empresa rusa que causa muchas sospechas por los precios tan bajos que ofrece. Mejor no correr riesgos innecesarios. Así que tras buscar y buscar me encontré numerosas páginas que con otro nombre y diseño eran en realidad copias de la primera (legalsounds.com es una de tantas). Han hecho un gran trabajo de distribución por Internet, todas las búsquedas son para ellos.
Tras recorrer un montón de páginas finalmente di con un enlace que me llevaba a un sitio de descarga directa (rapidshare). Y tras esquivar las molestias de usar rapidshare sin pagar un céntimo, acabé consiguiendo un disco que no había podido tener desde hacía más de diez años.
La calidad de esta versión es bastante baja. Se nota que no es de un disco original, sino que la deben haber obtenido de alguno de los archivos de estas representaciones en directo. Así se explica que puedan vender una música desde Rusia sin tener que pagar a la discográfica. Es que no la hay.
Es curioso que tras tantos años uno vuelva a la misma música, de nuevo con una versión que tiene que ser casi artesanal. Como recuerdo perfectamente la anterior, juraría que esta no es la que se representó en Madrid, o no la de la noche del estreno.
Han pasado diez años largos y prefiero una ópera menor con poca calidad de sonido a otras muy superiores en todos los sentidos. La música gratis por Internet habrá matado a las discográficas, pero también a algo más. Esa especie de comunión entre una música y el que la oye creo que se ha perdido, o al menos yo la he perdido para siempre. La abundancia de productos de altísima calidad ha llevado a que ya nada resulte verdaderamente especial. Ahí tengo las sinfonías de Mahler, en versiones selectas, que había recomendado, almacenadas y sin oír.
El consumismo se suele asociar a productos de baja calidad, pero en la música estamos ante una sobreabundancia de exquisiteces. Por eso el mito de que ya no se hace buena música. Si Gustav Mahler hubiera poseído la discografía completa de Beethoven, Mozart y Bach, en versiones de máxima calidad, nunca se habría atrevido a componer ni una nota.
Cuando se habla de valores que hay que inculcar en la juventud, me hago una idea de que son como esto de la música. El valor es una cinta que has grabado en pésimas condiciones y con un resultado aún peor. Es parte de la enseñanza del esfuerzo, de que muchas de las cosas importantes en la vida cuestan o es bueno incluso que cuesten. ¿Que cuestan porque hay un montón de aprovechados que encarecen los precios naturales de los discos? Me da igual, tiene su parte buena, la que pocos quieren ver.
Disclaimer: Cobro a menudo altas cantidades por escribir estos artículos en el blog. Hasta el momento me han pagado de las discográficas (en general), de McDonald’s y empresas de distribución cárnica, de Altadis y Philip Morris, de Danone, de Amazon, de Yahoo, de Microsoft, de Pets.com, de Nintendo, de Coca-cola, de la agencia de Turismo de Armenia y de Laboratorios Roche.
Lo de Roche estaba cantado. Sólo así se explica que no haya aparecido ningún artículo censurando la famosa vacuna contra la gripe A.
Tampoco me extrañaría nada que hubieses recibido alguna que otra subvención de algún grupo ultracatólico, por los vituperios lanzados en numerosas ocasiones contra el colectivo homosexual.
Muy interesante el artículo, y completamente de acuerdo con el valor que se le da a las cosas cuando éstas con escasas y difíciles de conseguir. Para un joven de hace 30 años, un disco nuevo de los Beatles era el acontecimiento del mes, y ahora con un sólo click puedes conseguir la discografía de los escarabajos en pocas horas. Y lo digo yo, que soy joven y coleccionista compulsivo de todo tipo de música por internet. Tengo más de 300 gigas de música (rock, jazz y clásica), de los cuales habré oído sólo la quinta parte.
Por cierto, mira el enlace:
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=bizarro
En castellano, bizarro significa valiente, como puedes ver. El uso que le damos en nuestros tiempos es incorrecto, se debe a un mal transplante de la voz bizarre del inglés (o del francés, ahora no estoy seguro). Sin embargo, como la lengua se hace al hablar, seguro que en poco tiempo la rae tendrá que aceptar el nuevo significado.
[Comentario zrubavel: Gracias por tu comentario. Ya he tenido la misma indicación sobre “bizarro” en otro comentario hace algunos años. Una palabra significa lo que la mayoría de la gente cree que significa, como “hacker“. El origen o lo que diga el diccionario no tiene tanto valor, por ejemplo “asín” sí que viene en el diccionario.
Respecto a la música no es sólo cuánta has oído, sino que antes llegaba un disco nuevo y a lo mejor lo oías una vez al día durante dos semanas, algunas veces hasta más de una vez al día. Pero ahora esto es casi imposible, hay que saltar de una cosa a otra, se oye el disco, se disfruta y luego a por otro, que hay más música buena esperando.]
Cada loco con su tema, recuerdo a mediados de los 90, yo estudiaba en Barcelona, en aquellos tiempos (ahora no sé) la Filmoteca madrileña era muy superior en contenidos a la catalana.
Cuando veía que en Madrid iban a proyectar varias joyas en un par de días seguidos (por cierto la única manera de saberlo era llamando directamente) me subía a un infame autobús que en ocho horas te dejaba en Madrid en donde me alojaba en un no menos infame hostal, me veía todas las que podía y me volvía a Barcelona.
En aquella época estaba convencido de que había logrado ver películas que no tendría oportunidad de volver a ver jamás.
Recuerdo los Cineclubs que organizaban entusiastas que alquilaban el proyector y la película en 16mm y se juntaban en el sótano de algún bar de barrio.
Me encanta internet y gracias a esta maravilla he podido ver cosas increíbles, pero por ejemplo hace un par de años que tengo unas pelis de Philippe Garrel pendientes de que encuentre el momento adecuado para ellas. Si hace diez años me hubiera enterado de que las pasaban en un pueblo perdido de Jaen habría ido aunque fuera haciendo autostop.
El acceso gratuito a la cultura suena bonito y parece un argumento difícil de contrarrestar pero no sólo creo que se debe pagar porque hay producciones como óperas o películas en las que intervienen muchos factores y mano de obra que cuestan dinero sino porque lo que se paga se valora.
P.S.: Mientras escribo esto escucho de fondo Akhnaten en el Spotify, de vez en cuando la interrumpe un fulano que me pide que apueste dinero en el Barça Madrid.
[Comentario zrubavel: Eso sí que es pasión por el cine.
Precisamente las personas que más limitaciones tienen para acceder a la cultura son las que más la disfrutan. Me conozco a un abuelete que es un enamorado del cine y una lumbrera y el pobre hombre está a expensas de que las películas se las pasen del Emule, o le encuentren subtítulos a algunas clásicas que sólo están en versión original. Él sí que las vive, no el que se baja un estreno tras otro al día siguiente de salir en los cines.
También lo veo en alguna gente que tiene páginas web y que no usa el Emule (no sólo por miedo, hay gente que lo rechaza por cuestiones éticas) y que de vez en cuando cuenta cómo consiguió una película o un disco, casi como un acto heroico, y luego lo buscas en el Emule y lleva ahí semanas y era cuestión de un par de clicks.
La gran diferencia es que gente como tú saben una burrada de cine y normalmente eso se debe a esa etapa anterior de tu vida, en que tenías que viajar hasta para ver las películas. El que acumula películas vistas lo tiene mucho más complicado, porque aunque ha visto lo mismo le falta el que esto forme parte de una experiencia vital. No sabe lo que se pierde.]
Es, por así decirlo, la ley de la oferta y la demanda, aplicada al plano emocional. Cuanto más cuesta conseguir algo, más valor acaba teniendo.
Sospecho que es una de las razones por las que está tan de moda la teoría “los artistas hacen dos canciones buenas y el resto del álbum es relleno”. Quizá el fondo psicológico del asunto es que nos cuesta sentarnos una hora a paladear un disco, habiendo –como dices– tanto material interesante a la espera. Antes, cuando te habías gastado muchas pagas de fin de semana en esa única cassette y no tenías otra cosa que oír, la exprimías de principio a fin.
Me ha encantado el artículo, y el comentario de shevek es la guinda del pastel.
Ah! El programa de Trecet, que recuerdos…
si, se que dar el ejemplo que voy a dar desentona un poco con el tema, es decir, tu das el ejemplo de lo que te costó conseguir una opera o peliculas extranjeras sin subtitulos… yo daré como ejemplo lo que cuesta encontrar justo la pelicula porno que uno busca entre literalmente toneladas de porno, y uno se tiene que venir a obsecionar con el que borran
http://www.encyclopediadramatica.com/Holy_Grail