Derechos por sorteo

Navegando por Internet encontré publicidad que me llevó a una página de lo más sospechoso: anunciaban un sorteo para obtener un permiso de trabajo en los EEUU. Me pareció el colmo de la desfachatez: para trabajar lo más importante ha dejado de ser las motivaciones y cualidades de los trabajadores, ahora un derecho constitucional en España es un privilegio para algunos extranjeros con intención de emigrar a los Estados Unidos. Por supuesto, para participar en dicho concurso tienes que pagar. Dicen que son gastos administrativos o de tramitación, para quitarle fuego al asunto, pero luego no es más que dinero que uno mismo debe valorar si es razonable o no.
En España, cuando se realiza una convocatoria de vivienda protegida por parte del gobierno, el número de candidatos supera con creces al de plazas. Para unos 800 pisos pueden haber unas 80.000 solicitudes. Las personas con mayores cargas familiares, minusvalías y problemas se los llevan sin grandes dificultades. Luego queda la masa de personas medias, digamos 50.000 que se pelea por las sobras, unos 100 pisos. En este caso, son personas que no ganan ni mucho ni poco, que no tienen niños – porque todavía no tienen donde meterlos – y que no tienen un cuñado en el Ayuntamiento. Estos pobres diablos acceden a las plazas por sorteo. Porque una vivienda protegida cuesta menos de la mitad que una de libre mercado, además de las múltiples facilidades que te ofrece el gobierno, mucha gente se tira a por ellas, aun cuando no la necesite. De esas 80.000 personas, al menos 1.000 van a probar suerte en esa combola pensando en vender el piso, en alquilarlo a inmigrantes a precios desorbitados, en especular con la vivienda.
Enfrente de casa tengo un colegio. Hay que caminar 10 segundos para llegar a él. Sin embargo, eso no es garantía de que mi vecina pueda apuntar a los niños en él. En realidad, tienen prioridad los chicos de familias marginales, de familias con más hermanos y de gente que gane más dinero. Al final, quedan unas pocas plazas, que también se sortean. Ella tuvo mala suerte y para llevar los niños al colegio tiene que coger el coche. Sin embargo, si un día tiene vacaciones los gritos de los niños en el colegio además de despertarla le recordarán que no tuvo suerte con sus derechos.

Gracias

Cuando alguien nos beneficia en alguna forma, lo normal es responder dando las gracias. La expresión “gracias” tiene la doble función de hacer entender al benefactor que hemos entendido el suyo como un gesto amable y la de recompensar a esa persona, aun cuando no sea más que con palabras.
Con el tiempo y las convenciones sociales, dar las gracias se ha convertido en parte de la rutina de todo diálogo cotidiano entre personas. – ¿Me pasas la sal? – Gracias. – Me pasas el pan – Gracias. En una simple comida de trabajo pueden darse las gracias 20 veces sin problemas.
En su novela “Los asesinos”, Hemingway indica que existen tres niveles de agradecimiento: “gracias”, “muchas gracias” y “mil gracias”. Esto permite precisiones, así, cuando, por convencionalismos nos vemos obligados a agradecer algo, usamos la primera, la más simple. Cuando realmente alguien nos está aportando algo, podemos utilizar, a libre disposición, cualquiera de las otras dos.
Un problema que surge es el de las personas que no dan las gracias. En casos como el de pasar el pan puede tratarse de mala educación o desprecio por manidos convencionalismos. Sin embargo, en otras muchas ocasiones es toda una grosería. Si le cedo mi asiento a una anciana y no me da las gracias me sentiré ofendido. No olvidemos que el agradecimiento forma parte de un quid pro quo, espero mi parte tras la buena acción, quiero las palabras mágicas. Algo tan simple como una reiterada negación por los demás a soltar la frasecita tiene consecuencias realmente negativas pues redunda en que la gente disminuya el número de favores que hace. Así, si frecuentemente no escucho respuesta ante insistentes cesiones de asientos acabaré optando por no dejarlo más. Pensaré que si la gente no entiende que le estoy haciendo un favor en realidad no lo estoy realizando y, puestos así, no haciendo nada, mi sitación personal mejora. Me quedo en el asiento.
Otras personas, peores si cabe, son las que apenas aciertan a agradecer del todo. Por un lado saben que tienen que decirlo pero por otro no querrían hacerlo. Ahora encuentran la salida del inglés. Vengo observando que en un amplísimo porcentaje la gente opta por decir Thank you o similares cuando en realidad querrían no decir nada. Es una vergüenza como se ha llegado, desde la época de Hemingway de las mil gracias a media o, las más de las veces, a ninguna.

Mueble tirado

Esta noche he tirado un mueble(algo prohibido en España) para guardar el equipo de música. En el trayecto desde el contenedor hasta el balcón de mi casa(100 metros) alguien ya lo había cogido.
La gente no se lo piensa dos veces.

Elecciones

Cuando en España ganó las elecciones Zapatero, en todo el mundo nos llamaron cobardes, por dejarnos influir en la votación por los terroristas.
Cuando en EEUU ganó las elecciones Bush, en todo el mundo llaman a los estadounidenses idiotas, por votar a un presidente que tiene mucho de inepto.
La globalización ha llevado a que, hasta los no gobernados quieran votar. En realidad, deben ser los ciudadanos los que lo hagan, porque aunque las decisiones de Bush me afecten, yo no pago impuestos ni me sé Barras y Estrellas ni me sé el listado de anteriores presidentes. No nos metamos en gobiernos ajenos, que el país de los toreros no es de cobardes y el país de la tecnología no es de idiotas.

El SanchoPanza

El concepto que abarca al SanchoPanza siempre lo tuve muy claro, pero no fue hasta que encontré el brillante Sanchiguarro que di con un nombre adecuado. Se trata según ahí se describe de “Las mujeres españoles se buscan un sanchopanza que les sirva de perchero, portador de bolsas, chófer, rol social de novio, futuro inseminador, probable sufragador, pagador de hipotecas, hinchador de cuentas-vivienda y acompañante del Carrefour.” Lamentablemente, más del 50% de las mujeres aspiran a algo así. Un hombre que haga lo que hacía su padre, con el añadido – con moderación – de cubrir facetas sexuales. Que siga pagando las cuentas, que la acompañe a los sitios a los que hay que ir acompañada. Que esté presente cuando ellas necesiten hablar. Pensemos en la gente que conozcamos, veremos cuantas parejas están hechas de amor y cuántas de Sanchopanzas.
La pareja Sanchopancera se forja en lo material desde su origen. El chico que se compra una moto a los 16, que tiene el peor coche del mundo a los 18, que empieza a trabajar para sufragarse el mejor coche posible. Siempre acompañado de la chica que necesita alguien que la acerque a su casa en las primeras noches de salida. Que la lleve a sitios chick y la recoja de la Universidad. La atracción surge del medio de trasporte. El chico se conforma con llevarse un achuchón algún año antes que sus compañeros.

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Los buenos

Tener como primer objetivo el ganar dinero hace que la Empresa Privada esté mal vista. Se la considera como un ogro que se alimenta de dinero y que todo lo supedita a este. Sin embargo, otras grandes compañías que también se nutren de euros están muy bien vistas. La causa, que la sociedad tiene como línea de negocio principal prestar servicios sociales.
Cuando uno piensa en la ONCE se le viene a la cabeza una frasecita que no es más que un eslogán de la compañía, “hacemos un gran labor social”. Si fuera el “siempre Coca-Cola” o el “Just do it” nos sentiríamos manipulados por la publicidad, sin embargo, aquí lo estamos tanto que ni nos damos cuenta. Y sin embargo, el mecanismo que ha alterado nuestro cerebro ha sido el mismo. La imagen del cieguito que nos vende el cupón nos basta para pensar que esta empresa es de las buenas, de las que ayuda, y que con nuestro euro o fracción que cueste el cupón estamos colaborando con los ciegos de España.
Pero no nos engañemos, también estamos haciendo más cosas. Cuando llamas por teléfono, una fracción de un céntimo de euro va a parar al Fernando Alonso. Pero también otra va a ayudas al tercer mundo. Aunque claro, tenemos la idea de que estas ayudas son menores que las que pueda aportar la ONCE. Sin embargo, no es en modo alguno así. La ONCE es una compañía moderna que se preocupa de juntar un duro con otro y tratar de obtener el mayor beneficio posible. Es por eso que aporta una fracción a labores sociales, no tan grande como debiera ser. Se escudan en que dan trabajo a muchos minusválidos, pero no es oro todo lo que reluce.

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