Todavía me acuerdo de lo primero que puse en descarga con el Emule: Italiano para principiantes una película danesa.
En su momento la película tuvo cierto éxito y está bastante bien considerada. El caso es que no la acabé viendo, sobre todo porque los subtítulos que me descargué no estaban bien sincronizados con la imagen. Y la película tenía pinta de ser un señor tostón.
El argumento sin embargo es muy interesante. Varios corazones solitarios de una ciudad danesa coinciden en un curso de italiano para principiantes. Partiendo de la experiencia del curso, muchos acaban entablando una relación afectiva.
El tratamiento de la película, según parece pues insisto que no la he acabado viendo, trata de indicar más el hecho del momentum que el iniciar un curso de idiomas, siendo una persona ya adulta, puede significar en una vida que, quizás, se había vuelto un poco monótona y aburrida.
I
Los cursos de idiomas para adultos son un lugar altamente interesante y del todo recomendable. En primer lugar, es una experiencia positiva, que implica un deseo de crecimiento personal. Empezar a aprender un idioma, cuando tienes treinta o cuarenta años, no puede hacerse sino desde una postura humilde, la de la certeza de que quizás nunca se acabe dominando ese nuevo lenguaje. Esa mezcla de ganas de mejorar sin pretensiones grandilocuentes me parece simplemente maravillosa.
No debe sorprender por ello que en los cursos para adultos de idiomas se encuentren personas realmente interesantes. Aunque sólo fuera por este motivo, merece la pena apuntarse a las clases.
Hay madres que tienen hijos que van al instituto y que se plantean aprender aquello que la vida que tuvieron nunca les había permitido conseguir. Hay directivos pisando la cincuentena que se niegan a no conseguir un ascenso por no saber ruso. Hay jubilados con más iniciativa que la de empadronarse en Benidorm.
Pero sobre todo, hay gente con tiempo libre, que ha terminado la universidad, o lleva unos pocos años trabajando. Son personas ambiciosas que no se conforman con el primer empleo con que se han topado y que, tras ver las orejas al lobo, intuyen que algo más que un inglés nivel medio puede ayudarles y mucho en sus carreras. No hablo de los fanáticos de la titulitis, que prefieren obtener un Proficiency antes que pasar un año en Inglaterra o Irlanda. Hablo de gente que, de la nada, se enfrenta al chino, al alemán o al italiano.
La mayoría acabará siendo capaz de mantener una insignificante conversación en el idioma objetivo. Y no llegará más lejos en sus logros. Cuantos más años se tiene, más difícil es aprender y más fácil olvidar. Lo importante, insisto, no es en el hecho del idioma que se aprende, sino en la actitud de la persona.