Un tema recurrente en la página es el juego. Me gustan las historias de los que consiguen ser más listos que todos los demás y ganar dinero donde todos el resto lo pierde.
Una historia muy interesante, bien narrada y bastante inusual es la de Don Johnson, un jugador que consiguió ganar unos cinco millones de dólares de media a tres casinos de Atlantic City jugando al Black Jack.
Uno espera la típica historia de matemáticos y contadores de cartas, o de un estafador con un programa para Iphone, pero no, su historia es la mucho más simple e interesante.
La forma en que este jugador consiguió romper la banca a estos tres casinos requiere conocer el negocio de los casinos de Atlantic City, que, a pesar de mover mucho dinero, se encuentran en una continua pérdida de ingresos y beneficios. En gran parte no es más que por la liberalización del juego. Cada vez hay más alternativas para jugar. No solo internet, sino más estados que crean interesantes complejos de casinos. Aumenta la oferta, todo el mundo gana un poco menos.
Así, los casinos están peleando de forma muy agresiva por los clientes. Y una de las principales fuentes de ingresos no es la típica ama de casa con sobrepeso y un cubo de palomitas lleno de monedas que echar en la tragaperras. Bueno, la verdad es que sí, esa es la principal fuente de ingresos y beneficios de los casinos, pero es una vía en la que poco más se puede hacer. A los gurús del marketing les gusta más apuntar a otro grupo de clientes que mueve mucho dinero: los grandes jugadores (high rollers). Y digo grandes no porque jueguen muy bien, sino porque tienen alto poder adquisitivo, apuestan grandes cantidades de dinero. Y cuando pierden, pierden mucho.
Estos casinos compiten entre sí por atraer a este tipo de clientes de élite, capaces de perder cientos de miles de dólares en una noche sin que sea ningún drama para sus vidas. Y aquí aparece un mundo totalmente diferente, donde se intenta atraer a los clientes con beneficios de todo tipo: suites de lujo, vuelos privados de ida y vuelta al casino, limusinas, champán, mujeres. Todo gratis para estos clientes privilegiados.
Como en toda escalada de lujos, como con las ofertas de móviles, llega un momento en que se está regalando tanto, que casi no se está compensando lo ganado con el juego. Pero en los casinos se tira mucho de matemáticas, y las cuentas salen.
Así, Don Johnson es uno de estos grandes jugadores. No es un matemático frustrado y muerto de hambre. Es el presidente de una compañía bastante grande, relacionada con el juego. Un tipo con mucho dinero y aficionado a estas lides, alguien que ha perdido mucho dinero en ocasiones anteriores, viajando invitado por el casino.
Pero a diferencia de muchos de los que disfrutan jugando, sin importar el resultado, Don Johnson es un gran jugador. En el black jack no basta con serlo, porque las reglas del juego son tales que, aún contando cartas y con un ordenador y tiempo por delante, la banca tiene cierta ventaja, aunque solo sea de un 51% contra un 49%, suficiente para que, en el largo plazo, siempre acabe ganando más partidas y más dinero. Este avispado jugador no cae en la miseria estadística de rapiñar decimales gracias a contar cartas .En el black jack de Estados Unidos se suelen usar seis barajas y se pueden aproximar estadísticamente las probabilidades considerando las cartas que ya han salido. Con tantas cartas, los cálculos mejoran los aciertos mínimamente. Don Johnson no cae en eso, él simplemente conoce la mejor estrategia ante cada situación. No es tan difícil, basta con memorizar una serie de cartas.
Por ejemplo, si tú tienes 12 puntos y la banca muestra un 10, tu estrategia óptima siempre va a ser pedir otra carta. Si tú tienes 20 puntos y la banca muestra un 9, lo mejor es que te plantes. Hay unas pocas docenas de combinaciones y es cuestión de recordarlas y aplicarlas a rajatabla. No hay corazonadas, ni hay emoción de ludópata. Es tan mecánico como el juego de la oca.
Así, Don Johnson conoce esta tabla de secuencias y las aplica en el juego normal. Con ellas sabe que, en el largo plazo, siempre acabará perdiendo dinero. Pero como gran jugador, los casinos no se limitan a ofrecerle champán y comida gratis. Las ofertas llegan a ser mucho más complejas e interesantes, por ejemplo uno de los casinos le ofrecía, igual que a tantos otros clientes, un 20% de descuento sobre pérdidas a partir del medio millón de dólares. La típica oferta trampa que sólo se produce cuando pierdes, es decir, que si pierdes 400.000 dólares, pues los has perdido y te vas a casa. Pero si pierdes 500.000, el casino te devuelve 100.000, un 20% de lo perdido. Si es que son así de majos.
El caso es que este inteligente jugador notaba la tensión y las ofertas agresivas entre los distintos casinos. Y llegó a un punto aún más interesante: negoció las reglas del juego.
Tanto el casino como él realizaron sus simulaciones y cálculos. Las reglas que propuso Don Johnson, hasta donde el artículo llega, fueron las siguientes:
- Jugar con seis barajas, mezcladas manualmente.
- El derecho a doblar la jugada hasta cuatro veces de una vez (cuando salen dos cartas iguales seguidas).
- “Soft 17” (17 suave). El derecho del jugador a que ante un as y un seis, el as pueda contar tanto como 1 como 11. Mientras que para el casino el as siempre contara como 11.
Esta última regla demuestra hasta qué punto se estaba negociando con tiralíneas. Según los cálculos, la situación quedaba ajustada a un 50,125% a favor del casino frente a un 49,875% para el jugador.
Don Johnson lo tuvo todo en cuenta. La limusina, las reglas favorables (lo que más) pero también el 20% de descuento en caso de pérdidas superiores a 500.000 dólares. No es un cálculo fácil de establecer, pero parece que las condiciones finales eran favorables al jugador, porque en el largo plazo el casino había perdido parte de su ínfima ventaja, dando al jugador ese 20% de margen inferior.
Así, se tenía que sentar sobre la mesa con un millón de dólares, jugando manos de hasta 100.000 dólares por apuesta (números delirantes comparados con los máximos habituales de los casinos). En el peor de los casos, arriesgaba 800.000 dólares. Para los beneficios, no había límite, más allá del tamaño de la banca.
Jugando bien, en la sala VIP, sin trampas, ni grupos de amigos conchabados, simplemente negociando las matemáticas antes de empezar, Don Johnson ganó en una noche unos seis millones de dólares del casino Tropicana. Días después marchó al Casino Borgata, con quien había negociado condiciones de juego similares, ganando unos cinco millones. Finalmente se llevó unos cuatro millones del Casino Caesars.
Y no hubo revuelo ni prohibiciones para que volviera al casino. Simplemente la gente del departamento de marketing se había excedido en sus funciones. Don Johnson volvió a casa con mucho más dinero del que suele ganar por su trabajo y pasó automáticamente a ser conocido como “el mejor jugador de black jack del mundo”. Recibiendo invitaciones de todo tipo por parte de celebridades, que querían sentarse a jugar al black jack con él.
En resumen, una interesante forma de ganar en los casinos, sin trampas, sin genios. Como lo habría hecho Steve Jobs.