It’s raining frogs!

En realidad, la Biblia no habla de una lluvia de ranas, simplemente de una plaga. Pero referencias a la lluvia de ranas existen hasta en el lenguaje. El idioma inglés tiene la expresión “tell someone that is raining frogs from the sky”(Decirle a alguien que están lloviendo ranas del cielo) que significa que le estás contando algo que no puede entender. Y es que si llovieran ranas del cielo no podríamos entender la causa. Una de las personas que más facilitó que pudiéramos llegar a entenderlo fue Charles Fort.
Charles Fort fue un personaje fascinante que se dedicó durante toda su vida a recopilar sucesos extraños de publicaciones de todo el mundo. Su especialidad fueron las lluvias extrañas. Entre ellas, la más común de todas es, sin lugar a duda, la de ranas.
Hay miles de referencias sobre el hecho, hasta el punto de que nadie se atreve a negarlo. Han ocurrido en casi todos los países del mundo, España no está exenta. Indagando por Internet, he podido averigüar que, sin embargo, otros tipos de lluvia extraña también han invadido la Tierra a lo largo de la Historia. Desde sangre, hasta peces, productos malolientes extraños, incluso hay quien habla de monedas. Ni que decir tiene, una gran parte de estos testimonios son fraudes. Pero no todos. Recomiendo la lectura de los siguientes links para sorprendernos hasta qué punto han podido suceder cosas así:
En inglés
La continuación
Muy completo, en español
Curiosamente, el director de Magnolia conocía la obra de Fort, sin haber oído hablar de la Biblia. Todo un ejemplo de incultura provechosa.

La eliminación del céntimo

Me resulta curiosa la progresiva asimilación del euro en la población española. Antes de que se implantase, la gente temía que los precios se redondeasen al alza. Así, si algo valía 1400 pesetas, pasaba a valer 8,4141 euros y esos 0,0041 euros(que son 0,682 pesetas) se los tenía que comer el vendedor.
Esto generó temor entre el ciudadano medio. Una insistente serie de anuncios de televisión financiados con dinero público se encargó de avisarnos de que los rendondeos se debían hacer bien.
En realidad, un correcto redondeo significaba que si algo costaba 1500 pesetas = 9,01518 euros pasaba a costar 9,02 euros. El redondeo obligaba a subir, en este caso. En otros, como el anterior de las 1400 el empresario salía perdiendo. En cualquier caso, unas cantidades compensaban a las otras y lo comido por lo servido.
Así, nos estábamos peleando por menos de una peseta. Algo indigno en un país que nunca trató bien a su moneda patria. Pero era así. Lo ridículo fue el gasto en publicidad ante un hecho que en poco podía afectar a nuestros bolsillos ( o al IPC que es lo que preocupa a los gobiernos).

La eliminación de los céntimos

Después pasó el tiempo de la redondelización, como yo lo llamo, en que la montaña fue a Mahoma y ya que hacer las cuentas era tan complicado, el café que valía 100 pesetas pasó a su equivalente psicológico, el euro. Y la cerveza a 125 pesetas pasó a 1,2 euros. Las mil pesetas se convirtieron en 10 euros. Las 5.000 en 50 euros. Este fenómeno, mezcla de proceso psicológico con argucia picaresca y simplificación, es realmente digno de interés. Sin embargo, nadie parece haberse preocupado por él.
Este proceso, generó una subida de, aproximadamente, el 66% en muchos productos. Sobre todo los de bares, restaurantes y similares, pero también los de cobro de precio fijo por servicio, como peluquerías(corte de 1000 pesetas a 10 euros), consultas médicas privadas, despachos de abogados. En otros negocios la subida era inviable, por ejemplo en supermecados, gasolineras, impuestos públicos, recibos del teléfono.
Un tercer grupo de negocios tuvo olfato fino para sacar su tajada. Las tiendas de ropa, por ejemplo. La idisincracia de su negocio hace que sus productos siempre estén en torno a ciertos números. Ahora se las apañaron para “mover” esas cifras, cambiaron los números de oferta. La prenda a 20 euros, por ejemplo, era todo un chollo para las textiles, porque engañaba con las 3.000 pesetas.
También la oferta de los 40 euros, en productos de mayor calidad, les permitía algún engorde de precios. En cualquier caso su incremento de beneficio estaba en torno al 10%. También es interesante la estela del DVD, nacido casi al tiempo que el euro, que magistralmente supo aprovechar la mímesis con su antecesor, el video, para hacer que la película que antes valía 2000 pesetas ahora valiera 25, 20 euros, y todos contentos. Mis felicitaciones al departamento de Mángueting.

La desaparición del céntimo

Ahora surge un nuevo proceso que es el de la muerte del céntimo. Tras las primeras desconfianzas en que veías como la gente esperaba las vueltas de 1 céntimo de euro y jamás daba propina, tras volver a la situación normal, nos damos cuenta de que las monedas de un céntimo de poco sirven. Las máquinas expendedoras no las aceptan. Nada vale 1 céntimo, como antes le ocurría a la peseta. Los picos se han redondelizado, han buscado el número entero.
Personalmente tengo unos 20 céntimos en la cartera, entre monedas de 1 y 2 céntimos, desde hace tiempo, y sé que me va acostar darles salida.
Los finlandeses, que son uno de los pueblos más avanzados intelectualmente del mundo, de salida decidieron no preocuparse con esa minucia. Y no emitieron monedas de 1 y 2 céntimos. Se evitaron pasar por etapas estúpidas de evolución. Poco después los austríacos, que tienen un nivel de vida que te pasas(o al menos tienen unos precios desorbitados) hicieron por quitarse la moneda de encima. También los holandeses.
Ahora empiezan a oírse voces en el resto de la Unión Europea, España incluida. Me divierte que el principal argumento en contra ante esta simplificación del sistema monetario es el miedo al redondeo. Porque, dicen, “la población tiene la sensación de que han subido los precios”. Los políticos parecen vivir en una urna de cristal. Desconocen el precio de las cosas. No es una sensación, es una realidad. Y no han subido algo, han crecido muchísimo.
El principal problema que yo encuentro a la desaparición del céntimo es que los precios deberán ajustarse de nuevo. Algo que ocurrió ya con el cambio de moneda. Y por eso he intentado recalcar el proceso subsiguiente, de redondelización de precios. Por supuesto, dado que los precios han alcanzado números redondos en los productos que parecían exigirlo, esta nueva apreciación, posterior al redondeo, será menor con el cambio de moneda, pero a buen seguro que se producirá.
Poco después de implantar el euro en Italia, el país de la zona euro que tenía la moneda más devaluada, surgieron problemas. Pasar de pagar cientos de miles de liras a unos pocos euros desembocó en que en este país los precios subieran más que en ningún otro lugar de la Unión. Porque estos procesos de subida descritos para España han tenido distintas e interesantes evoluciones en cada uno de sus países de origen, en función de los siguientes aspectos:
-Permisividad de los gobiernos.
-Precio medio de los productos antes del cambio de moneda.
-Constante de cambio de dicha moneda.
Por ejemplo, en Alemania, el cambio euro – marco alemán era inmensamente simple. Dos marcos eran un euro. Esto fomentó que apenas se pudieran engordar precios. Aún así la gente encontró maneras, pero nunca tan provechosas como en países como el nuestro.

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La muerte de los zurdos

Un hecho aceptado por la ciencia durante años fue que los zurdos tenian una esperanza de vida de unos 10 años menos que los diestros. Afortunadamente, este hecho es rotundamente falso. El sentido común sale en defensa de la verdad, ¿Qué lógica tiene pensar que por ser zurdo se va a vivir menos? Sin embargo, un estudio realizado por prestigiosos psicólogos demostró tan paradójico resultado.
Pasarían algunos años hasta que se detectaran los errores de dicho estudio. Pero el mal ya estaba hecho. Cuando se realizó la investigación todos los medios de comunicación se hicieron eco de semejante paradoja. Era una noticia interesante para contar en las comidas, y para bromear con los infrecuentes zurdos. Después, nadie se preocupó de divulgar la refutación, pues no resultaba una noticia golosa, algo divertido y contradictorio. Así, en muchas cabezas quedó ese dato erróneo.
Aunque a cualquiera el resultado le olía a chamusquina – no tiene sentido que ser zurdo empeore nuestra esperanza de vida más que fumar cuatro cajetillas de tabaco diarias – el estudio, serio y con datos verificados, parecía irrefutable. Según él, se tomó una elevada muestra de personas fallecidas. De cada una de ellas se anotó su lateralidad y su fecha de defunción.
Calculado así, los resultados eran evidentes: las personas zurdas habían muerto mucho antes que las diestras.
Sin embargo, era difícil encontrar la falacia del argumento. Y el truco está en que la proporción entre zurdos y diestros ha ido cambiando a lo largo de la historia. De todos es conocido que antes ser zurdo era ser raro, tendencioso, malo. En las escuelas no se permitía a los niños pequeños escribir con esa mano. La religión también censuraba lo que podía. Aún así, había zurdos. La proporción actual es de 1 zurdo por cada 10 personas. Antes podía de ser de 1 por cada 20, o incluso inferior.

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DIA%

Entrar en un supermercado DIA es hacer una incursión en el tercer mundo. De salida, los comercios suelen ser pequeños y sucios. Las cestas de mano y las estanterías no han sido limpiadas desde la inauguración del local. Lo siguiente en que te fijas es que la mitad de los productos que buscabas no están, esto es una constante que hace que tengas que ir el doble de veces de lo normal al supermercado. Los suministros llegan un par de días a la semana, y han de ser las propias cajeras(tal vez el término trabajador multifuncional fuera más idóneo) las que – en los escasos huecos que el atender las cajas brinden – se encarguen de rellenar las estanterías. Aparte de las frecuentes ausencias, sabes que sólo podrás encontrar lo básico, olvídate de cualquier producto que se salga de lo elemental. Si quieres pan de molde, hay, pero sólo de dos marcas y modelos. Y si quieres de otro tipo, te vas a otro sitio. Y así con todo.
El siguiente punto que sorprende es la explotación al personal de estos supermercados. Se dejan la piel durante toda la jornada laboral, no tienen un minuto de descanso. Me consta que están muy mal pagados y se deben sentir totalmente utilizados por la empresa, que se hace de oro ahorrando en personal. Un supermercado que abarque un pequeño barrio puede estar atendido por 2 personas – menos que un comercio tradicional – con el consiguiente descontrol y agobio de sus empleados.

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The Prodigy

Nunca había reparado en que una de las principales deventajas que posee el Top Manta sobre el comercio habitual es que tienen retraso en la colocación de los Hits. Con las películas es fácil: se las bajan de Internet y pueden vender mientras la película está en los cines. Con la música suele ser más complicado, pues tienen que esperar a que salga el disco a la venta, realizar la copia masiva, que el vendedor vaya a reponer existencias, que el vendedor exponga los nuevos productos.
Este retardo les depara pérdidas que su estatus de ilegalidad les impide poder reclamar. Muchos fanáticos de grupos musicales no podrán esperar un par de semanas a que el negro saque el CD y acabarán pasando por el aro de las discograficas.
Si no fuera por mi paciencia infinita, ya habría caído en la tentación con el último disco de Prodigy. Y es que cuando un grupo tarda 7 años en sacar disco, crea una expectación sin límites entre sus seguidores. Contaba los días hasta que saliera en la tienda y luego empecé mi tournee por las mantas de toda mi ciudad, buscándolo. Me di cuenta de que no era posible encontrarlo. Al principio lo achaqué al retardo antes citado. Luego pensé más bien que han dejado de ser un grupo de primera fila para pasar a ser casi música alternativa. Y es que el top manta huye de todo lo que no sean superventas, el disco que no quieran miles de personas no será vendido. Y contra dichos discos no queda más que pagar. Así le ocurre a la música clásica, al Jazz, al flamenco auténtico, a los grupos que hacen más arte que dinero.
The Prodigy fue toda una sensación durante los 90, vendían discos como churros, su provocadora puesta en escena y sus controvertidos videos musicales alimentaban a la prensa rosa en alas de vender más y más discos. Era la época de la música dance (o el bakalao, nunca entendí bien a qué se refería cada término) y ellos dieron una patada al género, renovándolo y enriqueciéndolo por completo. Detras de unos chiflados llenos de piercing estaba un buen hacer musical, con canciones muy trabajadas y de gran calidad. Algo parecido a Marylin Manson, un cantante que, cuando se quita el disfraz de pirado, es una persona del todo razonable e inteligente, pero sabe que para vender discos no basta con hacer buena música.
Pero The Prodigy ha dejado pasar demasiado tiempo entre disco y disco. Supongo que lo que ocurrió en realidad es que, forrados de pasta, se separaron y, ahora que algunos de los componentes necesitarán dinero, han vuelto a unirse. Las canciones que he oído son realmente buenas, pero ahora la gente no quiere oírles. Al menos tanto como antes. Porque una gran parte de la cuota de mercado que antes abarcaban se ha pasado al Hip-Hop o al Rap. Algunos, sin saber quiénes eran estos pirados ingleses. Esto, al final, está redundando en que el top manta rehuya el disco y yo no tenga más remedio que comprarlo en la tienda. Todo un abuso.