Remora

Cuenta Plutarco en uno de sus libros menores que han sobrevivido, las Cuestiones, sobre el pez llamado rémora:

Chaeremonianus el Tralliano, cuando estábamos tomando una gran cena de pescado, señaló un pez pequeño, largo, de cabeza afilada, diciendo que la rémora (echenis) era parecida a él, puesto que a menudo las había visto cuando navegaba por el mar de Sicilia y que poseen una fuerza misteriosa; son capaces de detener todo el barco si se fijan a ellos. No pudieron mover el barco hasta que un marinero se dio cuenta de que estaba pegada al barco y la arrancó de allí.

La rémora es uno de los peces más conocidos por el hombre, pero al mismo tiempo es mucho lo que desconocemos sobre él.
Ya su alimentación es todo un misterio. Se sabe que la rémora se fija a animales mucho mayores, como tiburones, ballenas, tortugas o rayas y come de lo que este captura. Sin embargo no sabemos en qué términos se establece esta relación.
Existen tres posibilidades:

  • La rémora come las sobras del alimento de su anfitrión.
  • La rémora le quita una pequeña parte del alimento a su anfitrión.
  • La rémora come las heces de su anfitrión y se alimenta de otros parásitos de la piel del anfitrión.

Aunque la primera opción es la más considerada, parece que depende del tipo de especie de rémora. Dependiendo de la especie se relacionará con unos animales u otros y tendrá un comportamiento diferente.
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La rémora mide entre 30 y 90 centímetros de largo. Su capacidad para fijarse a otros animales es tan portentosa que entre ciertas tribus pescadoras se le usa como método de pesca. Se lanza una rémora viva al mar, atada con una larga y fina cuerda. Cuando la rémora se pega a otro pez mayor, se tira de la cuerda y se recuperan tanto la rémora como el pez mayor. Es una especie de pesca ecológica en la que ni siquiera hay que sacrificar el cebo.
Este método para capturar tortugas en la isla de Cuba por los indios taínos ya fue oído por el propio Cristóbal Colón.
Otra descripción del método puede leerse en este libro:

Usaban la rémora como se usa el halcón para cazar. Este pez, no más largo que un pie, se mantenía cautivo, se le alimentaba y cuidaba y era entrenado para la pesca.

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Hasta los tiempos de Sebastián de Covarrubias (1539-1613) sobrevivió la creencia de que la rémora era capaz de fijarse a los barcos y enlentecer su marcha. Gran parte de culpa tiene de que el sentido que hoy en día tenga este término se deba a sus escasos conocimientos científicos.
Lo cual no deja de ser curioso, porque el propio Plutarco y sus compañeros de mesa se partieron de risa al oír la superstición, según el primero cuenta en la antes citada cena junto a Chaeremonianus.
El primero en dar cierta credibilidad a la capacidad de la rémora para detener barcos fue Plinio el Viejo en su monumental Historia Naturalis. Y no deja de sorprender hasta qué punto tergiversó o interpretó a su conveniencia fuentes como los trabajos de Aristóteles que afortunadamente aún se conservan.
Plinio incluso se atrevió a relacionar a tan pequeño pez de portentosas capacidades con una de las batallas navales más importantes de la antigüedad: La Batalla de Actium que enfrentó a César Augusto contra Marco Antonio.
Dice la Wikipedia sobre la batalla:

Las naves de Antonio, grandes y lentas, dirigidas por el cónsul Cayo Sosio, fueron derrotadas por las naves más pequeñas y maniobrables de Agripa y su superior armamento

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Mi carrera militar

Mi primera opción cuando terminé la universidad era trabajar en el ejército. Ni grandes empresas, ni la gran teta del Estado, ni montar mi propio negocio. Mi idea era entrar en el ejército y hacer carrera.
Ahora con la perspectiva creo que no hubiera sido una gran idea. Que tenía una visión poco realista de lo que sería el ejército. Pero el caso es que siempre me ha gustado lo militar: las grandes batallas de la historia, las armas blancas y de fuego, pegar tiros, ganar medallas, ir todo el mundo vestido igual, comer en bandejas de plástico.
Con un título universitario en el bolsillo iba camino de la escuela de suboficiales. Porque una cosa es que a uno le guste el ejército y otra que quiera dedicarse la mitad de su vida a limpiar letrinas, cargar sacos de arena o desmontar fusiles. Es como en la cocina, puedes ser un fanático de las espumas de Ferrá Adriá pero no ves tu futuro en la cocina cortando pimientos y fregando encimeras. Porque lo bonito de la cocina es crear, así lo bueno del ejército es dar más órdenes que recibirlas.
Tenía buena forma física, la cabeza más o menos bien amueblada y ganas. Podría pasar con holgura los exámenes psicotécnicos y las pruebas físicas. Pero sin embargo había un gran impedimento que hizo que tuviera que descartar mi vocación: era un tarado.
Hoy en día los criterios para acceder al ejército han cambiado mucho. Ahora no hace falta ser español, basta con vivir en España o haber visto muchas películas españolas. Antes había que tener un cociente intelectual determinado ahora basta con saber pronunciar cociente intelectual o con saber disparar a alguien que sepa pronunciarlo.
En mi época había que hacer un filtro porque no había necesidad de soldados. Hoy en día, con ejército profesional y sin la mano de obra barata que eran los soldados de reemplazo, hay una demanda que nunca está suficientemente cubierta.
Como veía menos que un gato de yeso no podía acceder a la Escuela de Oficiales. Mis opciones de guiar un caza eran más bien escasas pero es que según los baremos no servía ni para organizar la tarea de los encargados de limpiar los suelos.
Así, viendo que porque tenía una tara no podría ser oficial y caballero no me lo pensé dos veces: si no puedes unirte a ellos, lucha contra ellos. Y fue entonces cuando aproveché mi condición de lisiado para librarme del servicio militar.
Porque en los años 90 aún los jóvenes tenían que hacer el servicio militar. Sólo los que estaban estudiando se podían librar del mal trance de manera temporal, pero al final tenían que pasar el compromiso con la Madre Patria.
Quiso el tiempo y un gobierno de derechas que esto cambiara. Si hubiera continuado prorrogando mi paso por el ejército – a base de inscribirme en absurdas oposiciones o en cursos universitarios – me habría librado como hicieron casi todos mis compañeros de estudios.
Pero en mi caso, tenía problemas de vista y podía aprovecharlos para aclarar mi situación. Y asín lo hice.
Lo primero fue hacer un examen médico. Fui a la seguridad social y me dieron cita para el oftalmólogo para dentro de tres meses. Como la prisa apremiaba opté por ir a un médico de pago pagado de mi propio bolsillo. Me tocó hacer la pregunta que tanto desagrada y que sólo hacen los muertos de hambre, tras pedir cita tuve que preguntar “¿Y cuánto me costará todo incluido?”.
Con el papel del médico rellené unos documentos y luego me tocó esperar una barbaridad de tiempo. Después de un montón de meses me llamaron para hacer el examen médico militar. Me tocaría ir a Sevilla, la capital de Andalucía. Y como tenía el examen a las nueve de la mañana tendría que hacer noche en la ciudad de la Torre del Oro.

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Problemas con Movable Type 4

Por una vez he sido un pionero en la migración a la última versión de Movable Type, que la verdad es visualmente espectacular y tiene unas opciones estupendas que hacen que la anterior pareciera ridícula.
Pero este cambio me ha dado enormes quebraderos de cabeza y problemas sin fin. La migración fue un éxito a la primera pero luego sin explicación posible todo dejó de funcionar.
Tras probar todo lo que me se ocurrió no tuve otra que contactar con el servicio técnico de mi Hosting que contrariamente a lo que esperaba me resolvió muy bien el problema, aunque eso sí, si yo hubiera sido un usuario con pantuflas me habrían toreado para echarle toda la culpa a la gente de Movable Type.
Mientras todo el mundo se pasa o se apunta al carro de WordPress, yo sigo en este sistema cada vez más marginal.
Tengo dos razones de peso.
La primera es que soy un defensor de los segundones. Todo son ventajas. El segundo suele estar esforzándose por alcanzar al primero y eso se nota en que surgen todo tipo de mejoras. También el segundo es uno de los primeros con lo que no es especialmente malo.
La segunda y principal es el spam. La ventaja que ahora tiene WordPress como sistema de publicación es tan grande que todo spammer que se precie puede dedicarse exclusivamente a personalizar sus métodos pensando en la configuración de un blog en WordPress (otra cosa es blogger, pero aquello ya es un cachondeo, se ataca casi sin esfuerzo). Muchos de esos métodos simplemente no funcionan contra Movable Type (aparte que tengo un sistema antitanque con tres métodos antispam a cual considerado más seguro).
También para un hacker es mucho más fácil atacar un programa tan estándar. Las password y usuarios por defecto, las ubicaciones de archivos, las vulnerabilidades, todas son muy conocidas.
En general se suele alabar a aquellos que usan las tecnologías más modernas, pero para mi el estar con productos anticuados y desconocidos es más una ventaja que un inconveniente. Por supuesto que si ahora quisiera montar un blog desde cero, y si no conociera lo que conozco (y más ahora tras esta semana perdida tratando de levantar el blog) de Movable Type me apuntaría sin pensar a WordPress.

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El origen del petróleo

Hoy en día se habla mucho sobre el petróleo (o pretóleo en lenguaje oral) y su posible agotamiento. Me preguntaba si tiene alguna coherencia el origen que siempre se ha atribuido. Se supone que el petróleo es materia orgánica de la época de los dinosaurios (helechos, algas, dinosaurios hechos pedacitos) que se mezcló de tal buena suerte con la piedra idónea, la temperatura adecuada, la presión y los movimientos de Tierra, hasta crear los miles de millones de barriles diarios que se extraen cada año (más los muchos millones que son innacesibles o de los que no resulta rentable su explotación). ¿De verdad había tanta materia orgánica como para generar tantísimo petróleo?

Luego otros dicen que la probabilidad de que un hueso de dinosaurio se fosilizara es de una entre miles de millones y nadie se lleva las manos a la cabeza. Parece como si su destino fuera convertirse en petróleo.

Una teoría alternativa y poco tenida en cuenta en Occidente (no asín en Rusia) es la teoría abiogénica. Mendeleev, el creador de la tan famosa como odiada tabla periódica de los elementos fue uno de los primeros exponentes. Según ella, el petróleo existe desde los orígenes de la Tierra y lo que vemos es una pequeña muestra de lo que puede ser algo muy común dentro de las capas interiores de la Tierra.

En este caso los hidrocarburos no tendrían origen biológico con lo que su volumen podría ser hipotéticamente casi infinito (bueno, Pi por 6.320 elevado al cuadrado…).

Del origen de la gasolina resulta curiosa su etimología:

Tanto la palabra gasoline como la palabra petrol provienen de dos marcas comerciales que no se llegaron a registrar formalmente. En su momento los competidores del petrol llamaban a su producto con nombres tan rimbombantes como Motor Spirit.
Ambos términos significan gasolina en inglés.

La evolución del concursante

El 14 de abril de 1987 escribían en “El País” sobre un nuevo concurso:

Con mucho ritmo y agilidad que será presentado por Constantino Romero.

Ese concurso sería “El tiempo es oro”.
En la programación de televisión de hoy, también “El País” dice de otro concurso:

Un concurso diario ágil, dinámico y cargado de premios.

En este caso se trata del concurso “El negociador”.

Han pasado 20 años entre uno y otro. Los tiempos han cambiado tanto que lo que antes se consideraba ágil es totalmente lo contrario de lo que ahora.
En su momento “El tiempo es oro” sería un concurso de enorme éxito que convertiría a su presentador en una celebridad. Era un concurso a la antigua usanza: preguntas complicadas y concursantes sumamente cultos y preparados.

Buenos premios. Si el concursante acertaba preguntas ganaba mucho dinero. Si no las acertaba, era descartado.
Hoy en día “El negociador” es un concurso nuevo en que el concursante pierde su papel principal. Ya no depende de sus habilidades, sino que su premio dependerá del azar eligiendo unos sobres.
Hay que entender que con el paso de los años los concursos hayan ido cambiando. La gente ya no disfruta oyendo a un tipo recitar datos que nadie conoce. En “El tiempo es oro” cada concursante tenía que elegir un tema, aquello que mejor conociera.
Recuerdo cuando participó Lincoln Maiztegui, un tipo conocido por su afición al ajedrez. Cuando lo vi en pantalla no dudé que hablaría del ajedrez. Sin embargo para mi sorpresa su tema fue “La zarzuela”.
De ese tema se le hacían todo tipo de preguntas, normalmente muy complejas porque se entendía que si el concursante era un experto, tenía que demostrarlo. No importaba sin embargo lo que le preguntaran a Lincoln, respondió a todas las preguntas correctamente, y eran muchísimas.
Luego tenía que responder a preguntas de cultura general, se defendía admirablemente en ellas, pero no dejaba de ser un concursante más. Porque para participar en “El tiempo es oro” tenías que ser extraordinario.
Ahora para participar en un concurso se exigen otras habilidades. Se ha de pasar un casting en el que normalmente será más importante la simpatía y la espontaneidad.
Incluso para concursos como “Cifras y letras” que aún tienen un regusto intelectual. Tienes que contar una anécdota personal. Si no lo haces con cierta gracia y soltura, no importa lo bueno que hubieras sido en las pruebas de cifras y números. No te llamarán para participar. Así de absurdo.
De un lado han cambiado los gustos del público. Ya resulta molesto estar oyendo una sucesión de preguntas sobre las que uno no puede opinar, ni de lejos.
¿En qué año terminó la Guerra de los Cien Años? Para la mayoría de la gente es como elegir un número entre el 800 y el 1900, al azar.
¿Con quién mantuvo George Sand su relación amorosa más conocida? Y bastará con decir un nombre cualquiera de mujer.
Son preguntas demasiado complejas para un país en el vagón de cola de los datos de Educación.

Primero llegaron las respuestas tipo test. Uno al menos tenía que elegir entre algunas opciones, podía decir “algo que le sonaba”. En este caso, los despropósitos son constantes. Uno puede lamentarse oyendo razonamientos incorrectos, o ridículos, para llegar a la respuesta acertada.
Sólo con suerte se puede llegar lejos en algunos concursos. A veces una mala elección de las opciones posibles es suficiente para “por descarte” acertar la respuestas.
Poco a poco el perfil de los concursantes fue cambiando. Cada vez eran menos cultos y más mundanos. En algunos casos hasta llegar a la pura chabacanería, aceptando a concursantes que parecieran ser pura clase media. Amas de casa que nunca han leído un libro, jubilados agresivos pero de poco conocimiento. Fanáticos del deporte que no estudiaron mucho por falta de tiempo.

Como en cualquier profesión, si cualquiera puede hacer el trabajo, no puede esperarse que obtenga unos enormes ingresos. El monto de los premios fue bajando considerablemente hasta llegar a la situación actual, en que lo habitual es salir del concurso con lo mismo con que se entró: nada.
La ironía es que en estos concursos se suelen establecer premios delirantes. 1 millón de euros, 500.000 euros, 100.000 euros. Eso sí, sólo están al alcance del concursante si son capaces de responder a preguntas tan dispares como difíciles. ¿Nombre de la cuarta ciudad más poblada en Nigeria? ¿Teniente de alcalde en San Salvador en 1981? ¿Que carrera estudió Dolph Lundgren?
O se le promete ese premio en caso de que elija una opción entre cincuenta. Azar puro.
La ineptitud de los nuevos concursantes les lleva a pensar que cualquiera de sus elecciones condicionadas con el azar se debe a una especie de sabiduría. Un torpe participante de “Allá tú” (el concurso de las cajas) que por pura casualidad de con el premio máximo es capaz de justificar su elección del número “sabía que el 14 tendría un buen premio”.

Todo esto abochorna a los que tienen dos dedos de frente que ya ni intentan participar. Si algún incauto lo intenta, queda descartado en los castings preliminares. ¡Queremos gente normal, no cerebritos! Si no sabes cantar, no te queremos en nuestro concurso de preguntas.
Como ya indicaba, la bajada en la cotización de los concursantes ha ido de la mano con el descenso en los premios. Es frecuente ver como una persona que ha tenido una actuación “aceptable” sale con un premio de 300 o 600 euros. Puede incluso darse el caso de que un concursante que permanezca varios concursos, en aquellos que sean por eliminatorias, pierda dinero. Porque al ser los premios tan bajos puede que acabe hasta ganando menos que en su empleo habitual, aún habiendo quedado “ganador” durante varias semanas.

La vuelta de tuerca fue cambiar la orientación del concurso. Antes el presentador era un tipo que leía preguntas, un busto parlante que daba el protagonismo a los concursantes. Con la desprofesionalización de los participantes, empezaron a perder relevancia, hasta caer en la situación actual en que parece que fueran simples actores. Ahora el protagonista es el presentador.
Nadie recuerda a ningún concursante del 50×15, pero todos conocen a Carlos Sobera, capaz de hacer cambiar la respuesta al participante que había señalado la opción correcta. Ahora lo importante es tener un buen presentador. Que saque lo peor de cada concursante. Que se ría de él. Que juegue con su endeble pysche para que acabe renunciando a un premio millonario y optando al de consolación. Para ver después su cara de derrotado.

El desafío es hacerle creer que va a ganar el máximo premio. O que pierda el que tenía. O forzarle a responder una pregunta de la que no tiene ni idea, tras ensalzar sus inexistentes cualidades. Los presentadores cada vez tienen más protagonismo. A veces, el único, como en el citado concurso de “El negociador”.
Ya no se va a concursar, sino a figurar. Se obtiene un sueldo de figurante, si es que se cobra. Se pasa ridículo. Se pierden días de trabajo. Todo por salir en la tele. Gracias a Youtube, cada vez este sueño es menos inalcanzable.

Cartas del pasado

I

Toda mi vida me han estado ocurriendo cosas surrealistas. En parte por cómo soy, en parte porque me gustan y no pongo impedimentos a que sucedan. Pero sobre todo porque estoy predispuesto a ver las cosas con otros ojos.
Antes me carteaba con alguna gente, de ahí que conozca el correo convencional y mire los buzones con más interés que el que sólo espera recibir publicidad y facturas.
La carta más sorprendente que me han enviado – y creo que esto ya lo he escrito antes – es una que recibí escrita por mí mismo. Uno mismo es la última persona del mundo que esperarías que te escribiera una carta, aún por detrás del Rey de España y Paris Hilton. Por eso la impresión que me causó fue inexplicable.
Tardé cosa de un minuto en entender lo que sucedía, pero fue un minuto muy largo. La carta venía del pasado. La había escrito unos seis meses antes. En realidad no había escrito la carta, sino el sobre. Era el permiso de conducir de mi padre, renovado. El papeleo iba del siguiente modo: enviabas la documentación para la renovación junto con un sobre en el que figuraba tu nombre y dirección, ya con el sello pegado. El funcionario tramitaba el nuevo permiso y lo metía dentro del sobre, lo cerraba y colocaba en el buzón de correos. Todo esto podía llevar casi seis meses, el tiempo que tardé en recibir una carta escrita por mí mismo.

II

La segunda carta fue, si cabe, más extraña. Mis adorados vecinos tenían costumbre de robar correspondencia (no para leerla porque leer es aburrido sino en la remota esperanza de encontrar giros postales y billetes envueltos en papel de periódico) así que siempre podía uno esperar encontrar un sobre abierto o que llegara varios días después de la fecha del matasellos.
La carta en cuestión tenía matasellos de por lo menos hacía seis meses. Pero no estaba abierta.
Lo más intrigante no era eso, sino que el destinatario no era yo – ni nadie de mi casa. No coincidía la dirección. Aunque el nombre de la calle era parecido, el número no tenía nada que ver y el código postal tampoco. Aunque en el destinatario coincidía el primer apellido (bueno, se le parecía mucho) el nombre y el segundo apellido, no acertaban ni de lejos.
La carta no era, evidentemente, para ninguno de nosotros, pero la leímos con mucho interés.Tenía unas tarjetas de un pub y unas breves líneas que poco decían. No tenía remite ni datos que nos sirvieran para determinar el origen o el verdadero destinatario. La falta de Internet hizo que dedicáramos mucho tiempo a especular sobre el origen y el destino correcto para esa carta.
Pasaron varios meses y mi hermano tuvo que ir a una farmacia del centro de la ciudad. Al traspasar la puerta se fijó en que el Licenciado de turno tenía un apellido parecido al suyo. Al salir por la puerta tenía todos los cabos atados. La dirección escrita en la carta no coincidía con la de la Farmacia, pero el nombre era más parecido que el de la nuestra. El segundo apellido del supuesto destinatario también era diferente; En conjunto había divergencias pero las similitudes eran las suficientes como para probar suerte. Mi hermano le llevó la carta y efectivamente era para el farmacéutico.
¿Cómo pudo ocurrir algo así? ¿Cómo llegó la carta hasta mi casa, cuando nada coincidía?
La explicación menos probable es que un genial cartero recibió una carta que tenía, evidentemente la dirección errónea – era una calle inexistente en mi ciudad.
En lugar de devolverla, pues no tenía remite, trató por su cuenta de encontrar el destinatario. Necesitó varios meses hasta poder limitar la elección a dos posibles candidatos, el farmacéutico y mi hermano. El farmacéutico era el destinatario más probable, pero en caso de error la carta nunca habría llegado a mi casa. Tras haberse tomado tantas molestias el cartero estudió un poco a los aspirantes. Finalmente prefirió la segunda opción, pues en caso de error era más probable que mi hermano encontrara al otro sujeto, puesto que este atendía un negocio público y porque mi hermano era muy observador.
Tal vez no todo fue tan sorprendente como lo he contado. Lo que sí que es cierto es que la carta era imposible que llegara a mi casa y aún más imposible era que después pudiera llegar de vuelta al destinatario correcto. Y asín ocurrió.

El surnormal

Tengo un primo que cuando nacio se vió que no andaba muy católico de cráneo para adentro. Sin embargo para los padres, mis tíos, era un niño absolutamente normal y así se le tenía que tratar. Ahora con la distancia no sé qué es lo que tenía. No parece que fuera Síndrome de Down pero desde luego se notaba a golpe de vista que algo fallaba.
En presencia de mis tíos todo era de lo más normal en el niño pero cuando volvíamos a casa se hablaba sin tapujos de que habían tenido un niño subnormal, con una poca de maldad porque mi tío era un hijo de puta “y se merecía algo asín”.
El niño fue creciendo y su sur(porque era un niño del sur de España) y normalidad (porque era perfectamente normal a los ojos de sus padres) se iban haciendo más y más evidentes. Tenía más cabeza que un burro blanco y gestos bruscos con la cabeza que no hacían presagiar nada bueno.
Con mi primo di mis primeros pasos en la hipocresía y en la tolerancia. Puede pensarse que tengo más desarrollada la primera cualidad o incluso algo atrofiada la segunda. El caso es que me resultaba tremendamente absurdo oír los planes de los padres sobre los futuros estudios universitarios de su hijo. Derecho estaría muy bien, pero habrá que esperar a ver qué decide él.
Las historias sobre sus problemas en el colegio eran constantes, casi siempre culpa de profesores y compañeros. El tratarlo como a una persona normal se convertía en un perpetuo problema. Los padres no querían entender por qué los niños se metían con él o se peleaban con un niño perfectamente sur-normal.
Las reuniones familiares eran tristes porque la mayoría de la gente se alegraba de que si algo así tenía que ocurrir le hubiera ocurrido a mi tío, que era un degenerado. Aunque tenían que tratar a mi primo como a un niño normal el trato era de forma inconsciente como el que recibe un niño pequeño. Los regalos por su cumpleaños eran de dos y tres años menos de su edad física y a él le encantaban.
Mis tíos seguían sin embargo hablando de su paso por el instituto, de cuando se echara novia y su inevitable paso por la universidad. Era mi tía la que sobre todo se preocupaba por él, tanto por hacerle la vida lo más normal posible como por hacernos creer a los demás que aquello alguna vez ocurriría.
Cuando mi primo despertó a la adolescencia lo hizo como un animal de bellota. Era un tipo corpulento, muy superior a su edad física y cuando le daba un calentón y se encontraba con la chica de la limpieza no atendía a razones. Esta lo conocía de hace muchos años pero no dejaba de ser un tío como un armario con la polla en la mano y más dura que el cemento armado. Esta lo rechazaba con mano izquierda pero cada vez le era más difícil. Al final la tuvieron que despedir.
Su despertar a la sexualidad fue infernal, lo hizo incontrolable. Las anécdotas se contaban con demasiada seriedad. Al niño le gustaba más un culo que a un tonto un lápiz. Quizás recibió algún tipo de medicación para detener lo que podía acabar en tragedia. No lo sé porque no le pregunté a mis tíos.
Estos se separaron. Los motivos son lo de menos. Llevaban muchos años sufriendo a un hijo perfectamente normal. Se echaban la culpa mutuamente por tener un ADN defectuoso. Mi tía porque fumaba durante el embarazo. Mi tío por ser medio estéril. En el divorcio salieron todos los trapos sucios del mundo. Mi tía, por no ser de sangre, quedó marcada por mi familia como la culpable de todo: del nacimiento del niño, de su incorrecta educación, de la separación. Además se quedó con el niño y con la casa.
En este caso la custodia fue una bendición para mi tío que nunca había hecho nada por su hijo y que por fin lo podía perder de vista. Tenía los fines de semana pero iba a por él uno sí uno no, y eso si no estaban las vacaciones de por medio. Además, por ser un niño perfectamente normal no tenía que pagarle ninguna manutención especial. El niño era culpa de mi tía y ella tuvo que encargarse de él.
Un día mi tía entendió que algo no había ido bien y decidió apuntar al niño a una formación profesional agrícola para que aprendiera alguna cosa práctica. En mi familia se vió como una rendición y motivo más para insultar a mi tía: había renunciado a la sur-normalidad de mi primo, echándolo a los leones de la Formación Profesional. Aparte esta era una formación profesional para tontos.
De esta historia tengo sólo un regusto amargo. Sé que mi tía es, fue y será una persona íntegra y admirable. Y mi tío un desgraciado. La supuesta normalidad de mi primo fue un continuo problema por cuanto mis tíos tenían que sufrir constantemente las frustraciones que da el no cumplir los objetivos de una vida normal. El no poder entender determinadas matemáticas o filosofía elemental, el no tener verdaderos amigos, el no poder dejar al niño solo, el que no quisiera salir con los amigos por las tardes, el no poder encontrarle novia, el no saber controlar sus instintos.
Gran parte del problema creo que estuvo en no aceptar una situación desde su origen. Mi primo era un subnormal, o deficiente mental, o necesitado de educación especial. De haberlo sido cualquiera de sus resultados (como aprender a jugar al ajedrez, terminar la primaria con cierta normalidad, el no jugar mal al fútbol) se podía entender como un pequeño triunfo. Pero al ser una persona absolutamente sur-normal se convertían en trivialidades que no merecían la más mínima celebración.
Esto por un lado frustraría a mi primo, que nunca tenía nada de qué alegrarse o que le hiciera sentirse mejor que los demás. Por otro acababa con la paciencia de mis tíos que sólo vivían en continua derrota. Mi tía podría haber recibido comprensión por parte de su familia y la vida habría sido más llevadera. Pero eligió un camino demasiado duro y lleno de sufrimiento.
Por eso mi opinión es que las personas diferentes tienen que serlo y no deben esforzarse lo más mínimo en tratar de conseguir la normalidad, que además suele ser patológica. La búsqueda de una normalidad inexistente causa enormes frustraciones y al final suele terminar en la rendición tras una agotadora lucha. Derechos para todos, igualdad ante la ley y ante los ojos de los demás, pero con diferencias.
Gracias a mi primo aprendí que merece la pena ser subnormal.
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Historia de los bucaneros

A mediados del siglo XVI, la isla de Santo Domingo o Hispaniola como se la conocía entonces, estaba habitada por una comunidad de hombres salvajes, rudos, fieros y desaseados. Estos colonialistas de origen francés reforzaban cada cierto tiempo su población con ciudadanos de los peores barrios de la Europa Continental. Vestían con ropas que ellos mismos se confeccionaban con las pieles de los animales que cazaban. Llevaban gorras y botas que usaban directamente sobre sus pies desnudos y cinturones bastos en que colgaban los sables y cuchillos. También se armaban con arcabuces rudimentarios capaces de disparar dos proyectiles.

El sitio donde secaban y salaban la carne se llamaba bucana y de ese término se hicieron llamar bucaneros. Eran cazadores y de hábitos bastante salvajes. Se dedicaban a la caza de jabalíes, cerdos y otros animales salvajes y con ella comerciaban con los viajeros holandeses. Comían y dormían en el suelo. Su mesa era una piedra, su almohada el tronco de un árbol. Su techo el cálido y brillante cielo de las Antillas.

Los españoles, a los que molestaba que cualquier otra nación pusiera un sólo pie en tierra americana, decidieron deshacerse de estos salvajes pero por otro lado inofensivos bucaneros. Para ello expulsaron a todos los cazadores de Hispaniola; y para asegurarse de que nunca volvieran, exterminaron los animales salvajes. Este fue el peor error que los españoles pudieron cometer, porque estos hombres salvajes se vieron forzados a buscarse otra forma de sustento. Fletaron sus propios barcos y así comenzó el gran periodo de piratería que fue la causa última del declive del poder español en las Indias Occidentales.

Hay que ser idiota. La guía de estilo de colonizadores se escribe con los sucesivos errores de los españoles, a cual peor. Estos hombres acumulaban todo lo que no quisieras encontrar en un enemigo: eran austeros, autosuficientes, fuertes, sin vínculos emocionales, acostumbrados a valerse por sí mismos. Con el ingenio que da la vida salvaje unido al odio que acumularon hacia los españoles y la temeridad del que no tiene nada que perder arrasaron el imperio español.
Y no lo hacían por avaricia, sino por pura y simple venganza. Los resultados los conocemos todos por los libros de Historia.

Apología del Zodiaco

I

El Movimiento raeliano es una organización religiosa que promueve la creencia de que unos seres extraterrestres muy avanzados científicamente, conocidos como los Elohim (una de las palabras que se usan en la Torah para referirse a Dios), crearon la vida sobre la Tierra mediante ingeniería genética. Según la doctrina raeliana, una combinación entre la clonación humana y la “transferencia mental” podría, en última instancia, proveer a los humanos del don de la inmortalidad. El Movimiento Raeliano es considerado como una nueva religión por sus afines, y como una secta por sus detractores.

Claude Vorilhon (nacido en 1946), más conocido como Rael, fue en su día un periodista deportivo, que llegó a tener su propia revista sobre el mundo el motor, Auto Pop, con bastante éxito.

II
Tratando de encontrar información fiable sobre la Astrología pensé que la fuente más fiable debía ser la Wikipedia (en inglés). Tratándose de una materia tratada desde la época egipcia pasando por Aristóteles hasta la antigüedad, me imaginaba que encontraría una extensísima reseña. Sin embargo, el artículo sobre Rael y su religión inventada hace pocos años es tal vez más extenso.
Las descripciones de los distintos signos del horóscopo son casi telegráficas y hechas a desgana. Pero entrando en las secciones de discusión y el historial uno se encuentra con que los defensores de lo científico machacan una y otra vez a aquellos que tratan de incluir información sobre su materia, hasta el punto absurdo de dejar el artículo en una extensión inusualmente pequeña y falta de interés.
III
Está claro que muchas de las presunciones de la Astrología carecen de fundamento hoy en día. Pensar que la posición de los planetas y estrellas el día de nuestro nacimiento pueda decidir nuestra personalidad y futuro es una temeridad. Pero qué duda cabe de que se trata de una de las supersticiones o seudociencias que más fuertemente han arraigado en la sociedad superando todo tipo de dificultades. Aunque sólo fuera por un tratamiento histórico la materia merecería más respeto del que se le concede. Con millones de adeptos en todo el mundo, no se puede ignorar aquello que predica aunque uno tenga una postura absolutamente divergente. Es conocimiento humano, es historia y es presente.
IV
El hecho que me interesaba comprobar era el postulado de los astrólogos que defienden que las personas nacidas bajo un mismo zodíaco tienen personalidad similares.

Los Aries son temperamentales, celosos, posesivos, egoístas, desconsiderados, despiadados, histriónicos y presuntuosos.

(No hay artículo para Aries (como signo zodiacal y no como constelación) en la Wikipedia española).
No creo que eso tenga algo que ver con que la Tierra se encuentre en la casa de Venus cuando uno nace. Pero el caso es que lo que hace que la Astrología sobreviva después de miles de años es que este tipo de pronósticos parecen bastante acertados.
Una explicación es la de pensar que al dar explicaciones muy generales cualquiera puede sentirse identificado con ellas. Como en el horóscopo genérico que sirve para cualquier signo y para cualquier día del año:

Eres una persona sensible con mucho sentido del humor que se preocupa por las personas que le rodean. Te esfuerzas en tu trabajo pero a veces sientes inseguridad por tu futuro. Hay veces que la gente te exige demasiado pero normalmente eres capaz de llevarlo bien. Tienes algunos defectos físicos que no le has contado a nadie. No te molestan los niños pequeños pero soportas los programas de televisión infantiles. A veces te cansas de tu vida y piensas que te gustaría visitar lugares nuevos. Mucha gente te presiona. Te gusta salir y necesitas tiempo para desconectar…

V
Pero supongamos que la personalidad viene en función del signo del zodíaco. Creo que puede haber algo de cierto, sobre todo hoy en día.
Por ejemplo, he tenido la desgracia de conocer a varias personas que habían nacido el 1 de enero. Entre otras desventajas, los nacidos en este día se enfrentan a la necesidad de ser los menos jóvenes de su clase desde la guardería a los últimos años de la escuela primaria. Estos son los capricornios que claro, aunque sólo fuera por cuestiones físicas tienen que convivir en los primeros años de clase con alumnos que han vivido un 10% menos de vida que ellos. Eso se traduce en que probablemente serán los más fuertes de su clase y eso de alguna manera influirá en su comportamiento. También el hecho de ser los que aprenden todas las cosas más tarde podrá ser un motivo para que tengan una formación intelectual un poco inferior a los demás.
Otra situación es la edad en que uno aprende a andar. Los niños aprenden a andar sin tener que apoyarse a los 14 meses. En un niño que sea Aries eso coincidirá con los primeros meses de verano. En el hemisferio occidental la temperatura será cada vez más elevada y tendrá que vestir menos ropa. Con menos ropa tendrá mayor amplitud de movimientos y quizás aprenda a andar mejor. O tal vez al revés, el estar menos amortiguado ante los golpes le hará perder confianza y andar peor.
Una situación parecida es la de desprenderse de los pañales. Aquellos niños que puedan hacerlo en épocas de calor tendrán mayores perspectivas de éxito y eso dependerá del mes en que hayan nacido, o del zodiaco si se prefiere.
El caso es que el desarrollo de los niños puede verse afectado significativamente en función del signo y hay una enorme diferencia entre aprender a andar con 12 meses o a hacerlo con 14, aunque normalmente con el tiempo estas diferencias desaparezcan sí que podrían afectar a la personalidad.
En la época adulta puede influir el celebrar el cumpleaños(los cumpleaños son un momento de gran trascendencia psicológica y prueba de ello es su enorme relación con los suicidios) en verano (a lo mejor organizando una fiesta en la playa) o en invierno (fiesta en casa) o en agosto (sin amigos). Ese tipo de factores tienen infinitamente más influencia en la personalidad que los planetas pero al final tienen en común el que sirven para agrupar personalidad similares con alguna base científica.
Lamentablemente los propios astrólogos se echan piedras en su tejado. Para ellos lo primero es tratar de justificar que los astros intervienen en nuestra personalidad. No se preocupan en tratar de demostrar que aunque su base es insignificante sus resultados, que son los que les avalan y les han hecho sobrevivir durante milenios, tal vez tengan alguna validez.

P.S.
Hay numerosos estudios al respecto, más o menos infructuosos. Pero según parece los resultados en los primeros años de la escuela – tan decisivos en la formación intelectual – están directamente relacionados con el mes del año en que se nazca. También determinadas enfermedades tienen más afección entre los que nacen en determinados meses del año, por ejemplo las alergias.

Conciertos para viejos

La imagen que uno tiene de los conciertos de música clásica es la de un espacio elitista de hombres encorbatados y mujeres en traje de noche. Puede ser asín en La Scala de Milán y en ciertos conciertos pero lo general es encontrar a gente vestida en ropa de calle de lo más normal.
En España lo habitual es que los conciertos estén atiborrados de abuelos y abuelas. No es exagerado decir que la media de edad del público debe estar en torno a los 60 años, a pesar de algunos padres demasiado comprometidos que llevan a sus hijos a empaparse de cultura y a salvar la media.
Es triste que la cultura sea un reducto de ancianos pero perfectamente comprensible. Si los responsables del Ministerio de Cultura tuvieran dos dedos de frente y observasen eso se darían cuenta de que algo no va bien y tal vez intentasen cambiarlo.
Lo habitual es la vía frívola: conciertos de Alejandro Sanz acompañado por una Orquesta Filarmónica. Conciertos con versiones para orquesta de piezas de Ragetón o bandas sonoras.
Digo yo que podría tratarse el tema con la seriedad que se merece. La música clásica es casi siempre subvencionada con lo que no veo problemático distribuir esas subvenciones de otra forma. Los abuelos van a los conciertos porque para ellos no resultan especialmente caros. Sin embargo sí lo son para los jóvenes, entendiendo por jóvenes esa categoría tan extensa y moderna de personas de menos de 35 años. 20 euros por un concierto puede resultar disuasorio cuando uno no es un maniático de la música.
Nunca hay descuentos para jóvenes en los conciertos. Con precios generales para todos no se puede. A veces descuentos pírricos como un 5% para quienes tengan el Carné Joven. Para una pareja joven que aún esté estudiando en la Universidad es sencillamente inviable o un malgasto absoluto.
Me gusta el modelo que tienen en Londres. Allí el teatro es caro, como todo, pero está tirado de precio para los jóvenes. Recuerdo que vi un Hamlet que costaba 60 libras (unos 90 euros) y resultaba totalmente inasequible a mi bolsillo pero que gracias a un carné de estudiante se redujo a 10 libras. Sí, eso son descuentos para jóvenes, no un 5% sino un descuento de más del 80% del precio.
Aquello no estaba abarrotado de jóvenes ni mucho menos pero tampoco parecía un viaje del IMSERSO. Era una muestra de población normal y corriente, con gente de todas las edades, como debiera ser. El joven que se aficione al teatro o la clásica no tendrá más narices que pasar por el aro de la cultura cara cuando tenga edad. Pero al menos llegará a ese momento. Aquí el joven hace lo que tiene que hacer: aquello que puede permitirse.
Sin embargo la directora de la institución, María José Prieto se jacta de que entre sus planes se encuentra:

Entre los próximos objetivos destacan reforzar el papel de la orquesta dentro de RTVE, potenciar el archivo sonoro y rejuvenecer el público que asiste a los conciertos.

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