Preámbulo
Ante todo quería felicitar a los que me desearon de pensamiento o de palabra que me tocara de presidente de mesa en las próximas elecciones, tras aleccionar sobre formas imaginativas de ejercer el voto nulo. Vuestra petición fue oída por el Altísimo. Ahora sólo os sugiero que os pongáis metas más altas y provechosas, que vuestras plegarias vayan orientadas a tareas más necesarias para el bien común. Tenéis un don que merece ser usado para el bien.
El caso es que en estas elecciones Europeas del 2009 me tocó ser Presidente de Mesa, ni suplente ni vocal venido a más. Presidente de primeras. La notificación es un excelente ejercicio de persuasión. Apenas si te dan más datos que los siguientes:
a) Tienes que estar allí a las ocho de la mañana.
b) Si no vas, penas de prisión de 14 a 30 días.
c) Si quieres poner una excusa, esta tiene que ser muy sólida e ir acompañada de documentación muy concluyente.
Antes de empezar
Es la típica situación en que una persona de extracción social baja recibe la notificación, la tira o la rompe en el acto y luego no le pasa nada. Pero el ciudadano de poca monta entiende que no tiene otra que ir. Asín que me tocó contar con que el domingo siete de junio era un día que tendría que destinar a otros.
El primer debate de interés es qué sentido tiene que un país, que puede estar orgulloso de tener un potente ejército de desempleados, emplee para uno de estos trabajos a los pocos que aún conservan su empleo. Y por si la productividad española estaba en tela de juicio, al día siguiente las empresas que los contratan tienen que regalar cinco horas libres porque sí. Eso si los miembros de la mesa electoral no trabajan en domingo porque en tal caso también tienen que regalar el día completo.
La causa de que en España no se pueda hacer algo así es que las listas del censo no tienen relación ni se cruzan con las del Ministerio de Trabajo o el de la Seguridad Social. Nuestra obsesión por la seguridad de la información sólo sirve para que cada cual tenga su archivo propio de datos. En cierto modo hay que entenderlo, si para realizar la selección de la mesa se dispusiera del dato de que un elector está parado o no, se podría realizar un cálculo del número de desempleados en el que el Gobierno no podría influir. Porque ese dato, al formar parte del censo, estaría accesible para cualquier partido político que lo solicitara. La oposición podría ajustar las cifras hasta el céntimo de parado. Y eso no es bueno.
Además, se podrían hacer envíos de publicidad electoral personalizados, al parado prometiéndole que recuperaría el trabajo y al trabajador prometiéndole que no perdería el suyo.
La información censal es mínima. Nombre, apellidos, edad, dirección y nivel de estudios. Cuando te preguntan el nivel de estudios lo hacen única y exclusivamente para saber tus opciones de cara a ser elegido en las mesas electorales. Porque para ser Presidente de Mesa tienes que tener algo más que la enseñanza escolar mínima. No mucho más.
En otros países la opción empleada para seleccionar a los miembros de la mesa es permitir que puedan asistir voluntarios. Aunque el sueldo es propio de un McDonald’s de países en vía de desarrollo, siempre habrá alguna persona que esté interesada en hacer el trabajo voluntariamente. Y luego, si quedan vacantes, se puede recurrir al censo.
Pero si cruzar los datos del censo con los del Ministerio de Trabajo puede ser útil, hacerlo con los de la Seguridad Social es ya casi imprescindible. No se puede hacer, lo entiendo. Pero se debería.
Las primeras horas del día
Porque llega el día de las elecciones y el Presidente de Mesa, los Vocales y los numerosos suplentes se presentan en el colegio electoral. Los primeros resignados; Los segundos rezando por no tener que cubrir la vacante.
La situación es extraña. En cuanto te presentas en la mesa junto a la caterva de suplentes deja de haber orden alguno. Tú pasas a estar al cargo de toda esa gente y de organizar las cosas. Y es un problema porque en menos de una hora estarán votando los primeros jubilados.
No quiero hacer una crítica destructiva, todo lo contrario. Quizás el punto más débil de todo el proceso de las elecciones sea este punto. Un hombre un voto. Vale. Pero el sistema asume que cualquiera puede formar parte de una mesa electoral.
Aquí entramos en disquisiciones sobre los propios ideales de la democracia y aquello de los derechos y deberes. Te toca estar en una mesa y lo asumes: deberes. Pero al mismo tiempo tienes el derecho a formar parte de este circo. Y claro, eso no admite ningún tipo de exclusión.
Volvemos a lo de antes. El censo electoral es una lista de nombres, niveles de estudios, edades y direcciones. Sólo las personas mayores de 65 años se libran de formar parte de una mesa electoral.
Pues bien, esa exclusión es una auténtica aberración. Es decir, que basándote en la poca información que aporta el censo sólo puedes determinar que ciertas personas no están en condiciones de realizar ese trabajo por la edad (los mayores no forman parte de las mesas) o por el nivel de estudios (los iletrados no pueden ser Presidentes de Mesa). Ahora bien, en cualquier actividad del planeta tierra se sabe que existen muchos otros condicionantes que excluyen a una persona de realizar estos trabajos.
Una mujer embarazada de 8’9999 meses tiene el derecho y el deber de estar en la mesa, si tiene la suerte de que le toque. Pero si tiene un bebe de días también podría tener que realizar estos trabajos.
Un tetrapléjico tiene la posibilidad de no participar en las elecciones, pero no es una exclusión inmediata. Es decir, él tiene que solicitar antes de las elecciones el ser excluido de la mesa. Si no lo hace, tiene la opción de presentarse en la mesa.
Cualquier persona con algún tipo de minusvalía considerable: un ciego, un sordomudo, un deficiente intelectual, un loco, todos tienen la opción de excusar su participación pero es simplemente una opción.
Porque ellos pueden decidir que es más engorro solicitar varios certificados y asistir a la Junta Electoral para demostrar su incapacitación que la propia asistencia a las elecciones en un domingo.
Y aquí llega el punto más importante. El Presidente de Mesa no puede decidir que una persona no está en condiciones para realizar ese trabajo. Es decir, te toca capitanear un barco y la tripulación la eligen al azar.
Desde luego el trabajo no es complejo, pero está claro que hay personas que no pueden hacerlo. Tener en la mesa a alguien que se pase las horas sentado sin hacer nada, porque mejor que no lo haga, es absurdo y contradice todo el sentido de las elecciones. Hacen falta tres personas en una mesa. Si no vas, prisión al canto, pero luego si no haces nada, no importa. Se supone que tu no asistencia es un grave perjuicio para la democracia y bla,bla,bla, pero luego si tu única misión es cumplir el onceno mandamiento: no estorbar, no hay de qué preocuparse.
Pues bien, esto es sólo una opinión personal, no hay que entenderla de otra forma, ni en modo alguno como una sugerencia. El único riesgo de ser imputado por esos 14 a 30 días es que no se pueda constituir la mesa. Hay un montón de suplentes y suplentes de suplentes. Nueve personas para tres puestos. Allí nadie pasa lista con lo que si falta uno, se corren los puestos de acuerdo al orden que cada uno tenga. Si el segundo suplente de segundo vocal no se presenta y no es requerido nadie se va a dar cuenta ni siquiera de que existía.
No se rellena una lista de presentados, simplemente se eligen a los tres miembros o miembras y el resto que se marche para casa. Ahora bien, si por un enorme cúmulo de desaciertos no se llega a las tres personas, tierra trágame.
Lo más normal es que esa mesa no se pueda formar, salvo que el Estado tire de funcionarios contratados de emergencia. Según la Ley, esa mesa tendría que votar el día siguiente al de las elecciones y claro, en un colegio. Sería como meter una gran piedra en un engranaje. Si todo va bien, va como la seda. Pero si se bloquea el mecanismo, todo se va al garete. Tienes a toda España votando menos a unos pocos de un barrio, al colegio que no sabe que hacer, los niños quizás tengan que faltar a clase. Costaría mucho dinero y entonces alguien tendría que dormir a la sombra unos días por culpa de ello. Pero esto ocurrirá en un caso entre un millón.
Como Presidente de Mesa mi primera labor fue reconocer a mis vocales. El primer vocal era el toxicómano del barrio. Vamos, el yonqui que todo el mundo ha visto una y otra vez por el barrio. Me estuvo contando que si no estaba en condiciones de hacer su trabajo, que estaba en tratamiento psiquiátrico, que si no sabía leer ni escribir. Todo el mundo sabe que eso es mentira, pero también que es un hombre de 45 que aparenta 75.
Mi primer error en el cargo de Presidente fue decidir que esa persona no estaba en condiciones de ejercer ese trabajo. Lo mandé para casa y me quedé con la primera suplente. Con la Ley en la mano, no estaba facultado para hacer eso. Porque se supone que es un trabajo que cualquiera puede hacer.
En realidad todo el mérito fue de las suplentes que eran dos mujeres muy comprensivas y entendieron que ese hombre no contaba para el puesto. La segunda suplente de vocal aceptó y luego cuando vimos que la primera suplente también estaba le consulté y ella aceptó quedarse.
Es una situación interesante que merece ser pensada para futuras elecciones. Hice lo correcto pero tal vez legalmente obré incorrectamente. Aquí usé el sentido común pero eso a veces te lleva a la cárcel. Pues un problema de las elecciones es el que estás metido en las entrañas de la democracia. Puedes descargarte la discografía completa de Telemann de internet y es más grave que si te la robas del Corte Inglés, pero es que si cometes un “delito electoral” pasas a la misma categoría delictiva que personas que han dado un golpe de Estado, políticos con niveles de corrupción extraplanetarios y falsificadores de moneda y timbre.
Cuando estás en una mesa tienes que cumplir aquello de “El desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento” pero sabiendo que los desconocimientos pueden tener consecuencias muy graves. No es lo mismo cometer un error que se cita en un anexo a una Ley que es una enmienda de otra Ley que cometer un error que afecta a un artículo de la Constitución Española.
El caso es que acepté las excusas del vocal y me quedé con la primera suplente. En otra de las mesas no sucedió esto. A la Presidenta le tocó lidiar con dos personas que aparentemente eran normales pero que luego se vio que una no oía ni veía casi nada y la otra no sabía apenas leer o escribir. Para ella las elecciones fueron una pesadilla pues tuvo que hacer casi todo el trabajo. Estuvo al borde del síncope y el ataque epiléptico durante doce horas de trabajo. Eso no está pagado.
La jornada electoral
Mi mesa electoral fue un lujo. Mis dos vocales eran personas encantadoras, entretenidas, trabajadoras y eficientes. Sólo el recuerdo de lo que podía haber sido hacía la jornada mucho más llevadera. Pero es que eran como dos compañeros de trabajo estupendos, como cuando llegas a una oficina y al cabo de unas semanas te das cuenta de que sólo hay dos que trabajan de verdad. Pues a mi me tocó con esas dos personas.
El trabajo en unas elecciones consiste en lo siguiente. Llega un individuo, normalmente un ser humano. Te entrega la documentación y compruebas su identidad. Buscas su nombre en una lista del censo y si lo encuentras haces una señal de que ya ha votado y escribes en otra hoja el orden de ese votante. Esa lista es muy curiosa, pues te permite saber no sólo quienes votan sino en qué hora (aproximadamente) lo hacen.
Este dato es tan significativo que incluso los partidos políticos tienen a interventores que se pasan la jornada copiando la lista de votantes, como los números de la lotería de Navidad. Copian por orden los números de votante, sin llegar al detalle de la hora. Imaginaros 4.847 mesas electorales en que un interventor del Partido Popular y otro del PSOE tienen que localizar el número correspondiente al votante y apuntarlo en una casilla, así durante once horas. Volveremos a esto un poco más abajo.
A mi me gustó formar parte de la mesa electoral. Era entretenido, muy pesado por el total de horas pero es como trabajar en una tienda. Hay ratos en que no hay clientes y otros en que llegan todos de golpe.
Los votantes
Y es que no deja de ser un baño de realidad. Es uno de esos sitios de los que escribí una vez, llamándolos lugares democráticos. Un lugar que te devuelve al mundo real, dejas de ver a personas iguales que tú, de tu misma clase social, ves la media desde dentro.
Me sorprendió la cantidad de personas que están hechas polvo. Mayores que son vegetales con ruedas, que están vivos porque votan. Muchas personas con retraso mental (o el eufemismo que prefieras usar) que normalmente no ves por la calle. Gente que está muy mal y no sabes exactamente por qué.
Pero ya digo que me gustó la experiencia, porque a veces se pierde un poco el contacto con la realidad y qué mejor manera de hacerlo que esta. Cada persona llegaba de una forma distinta, pero todos a hacer lo mismo. Siempre trato de aprovechar lo bueno y lo malo y pensé que si pasaba un montón de horas ahí sentado podía hacer unas pocas de encuestas a pequeña escala.
Las personas con problemas graves suelen no votar. Vienen con alguien y ese alguien hace todo: enseña su documentación y entrega su voto. El votante virtual queda como un monigote sin voluntad. Teóricamente el voto lo tiene que entregar cada persona de su mano, pero no hay que ser más papistas que el papa.
Luego me sorprendió que había hombres de mediana edad que no llevaban su propia documentación. Que la mujer con el superbolso llevaba todos sus papeles. En general los hombres son unos parias en todo lo que tiene que ver con el trato administrativo. Lo veo a menudo en los hoteles del extranjero, cuando una pareja viaja a un país en el que usan otro idioma, es casi siempre la mujer la que saca las castañas del fuego, aunque sea en un castellano gesticulante. Otra de las secuelas de un país volcado en la construcción.
Las mujeres, siempre con esas carteras gruesas como el tomo de Guerra y Paz. Llevan toda su vida en ella, sin darse cuenta de lo inútil que es pasear las tarjetas del Ikea, Carrefour, Fnac, tres tarjetas de crédito, fotos de la familia, billetes de metro de cuando lo inauguraron, recuerdos de la Alhambra, amuletos, cartas del Tarot, teléfonos útiles y otros no tanto, recibos de haber sacado dinero y facturas. Vas paseando toda tu vida en un bolso y luego si te lo roban, te lamentas de haberlo perdido casi todo.
En la cartera hay que llevar lo justo. El DNI (documento de identidad) apurando, una tarjeta de crédito como mucho y el efectivo que necesites. Porque luego te pasa lo siguiente que noté en las elecciones:
Mucha gente va con documentación falsa. Tuve que mandar para casa a una señora que sólo tenía una fotocopia en color de su DNI. Pero también tuve que lidiar con un señor que tenía un DNI que a todas luces parecía falso. Y no digo que fuera otro elector, pues la foto era la suya sin dudarlo, sino que hay gente que hace fotocopias en color de su DNI y lo plastifica a conciencia de forma que aquello parece un DNI pero le faltan los rasgos de relieve y marcas especiales. Y si haces un documento que parece verdadero pero no lo es, entonces es un documento falsificado. No importa que tú seas el dueño del documento original, la falsificación es independiente del poseedor de la misma.
La señora que no votó decía que había perdido el DNI hacía años y ya no se planteaba el sacárselo de nuevo. Es decir, asumía que a partir de ahora tendría una falsificación de su documentación, para siempre.
Los que asistían con carnés de identidad caducados eran los menos, pero alguno apareció con uno que llevaba veinte años caducado. Eso es legal, la fotocopia en color no. Me llamó la atención que las personas mayores tienen ya carnés de vigencia perpetua, para ahorrar esas molestias. En los carnés más modernos el sistema asocia una fecha de vigencia hasta el año 9999 (cómo se nota la mano informática) mientras que en el formato anterior figuraba la palabra “perpetua”. Y es en el penúltimo de los formatos en el que no se recogía esta posibilidad y donde se encuentra uno las caducidades de récord.
Me estuve fijando en los nombres y apellidos de la gente, algunos muy curiosos e interesantes. Un señor mayor llegó contándonos un ingenioso monólogo sobre su genealogía, pues su madre tenía el inusual nombre de Leona. Estas personas resultan entrañables, sabes que han contado eso mismo un montón de veces, sin cambiar una coma, y la ilusión con que lo cuentan te contagia y te hace sentir feliz.
La estadística no falla. Por la mañana sólo votan las personas mayores. Al medio día los matrimonios, por la tarde los jóvenes. En general, en mi barrio, la población joven es muy escasa. O bien porque son la mitad que no vota, o bien porque la pirámide de población ya no tiene forma de pirámide.
Mejorando el sistema
Me he quejado de algunos aspectos que creo que deberían cambiarse, pero tengo que reconocer que el sistema electoral me pareció un diseño muy eficiente. Tenía claro que en lugar de quejarme iba a tratar de pensar en cada momento qué cosas podrían mejorarse y cómo. Cuando llegas a las 8:00 ya está todo montado, hay gente que ha estado trabajando desde mucho antes de que tú llegaras y mientras se realiza el recuento hay otros que van recogiendo. No son los clásicos diez operarios en que trabaja uno y el resto mira. Eran dos personas que trabajaban con conocimiento y eficacia, desmontando las cabinas de votación y recogiendo urnas y papeles.
Los policías estaban siempre presentes y hacían su trabajo como mejor sabían. Había una funcionaria del gobierno que estaba para atender cualquier consulta (no tenía ni idea pero por lo menos podía llamar a alguien que supiera y te alegraba la vista de vez en cuando). Un cartero pasó a recoger la información necesaria, dos veces en la jornada electoral. Otra persona llegó a medio día para pagar la compensación a los miembros de la mesa. Otra funcionaria apuntó el recuento parcial y final para enviarlo de inmediato al centro de estadísticas central y que los telediarios tuvieran cosas que contar.
Me pareció que estaba todo bien pensando, no había desperdicio de funcionarios o de gorrones. Felicito a los que hayan dedicado su tiempo a perfeccionar el proceso porque es casi impecable.
La única opción de mejora es la informatización y siendo racionales encarecería el sistema, lo haría más complicado de usar y menos confiable. No es lo mismo manejar una caja llena de papelotes que tener que preparar terminales, terminales suplentes, buscar enchufes en colegios que no los tienen, personas que sepan usar el ordenador, etcétera.
La misma esencia de las elecciones es el localizar a una persona en la lista, indicar su número de orden de votación y que ya ha votado. Esto se hace con Excel casi por defecto. Para un programador informático sería trivial hacer una aplicación que hiciera lo siguiente:
Escribes las primeras letras del apellido y te va mostrando coincidencias en ese censo o en otros de ese mismo colegio. Si la persona está en otra mesa el sistema indicaría el número de dicha mesa y si está en la correcta, con un click se acepta el nombre y se tiene apuntado el orden de votación, la hora de votación y que esa persona ya ha votado.
Como esta información es pública y no tiene misterio alguno, podría actualizarse en tiempo real y se podría hacer una gráfica continua de participación, sin los arcaicos saltos de “recuento a las 12:00”, “recuento a las 16:00”, “recuento a las 18:00”. El problema estaría en que serían necesarios terminales portátiles para los miembros de las mesas y eso sería muy caro.
La modernización podría llegar por parte de los interventores. Ellos copian esa misma información para los partidos políticos. Es un trabajo engorroso, molesto y muy sujeto a errores. Si lo hicieran con un programa informático para móvil les resultaría sencillísimo y podrían enviar los datos con cualquier periodicidad en tiempo real. Los partidos políticos podrían implementarlo en algunos teléfonos, como sistema de prueba, para los interventores que fueran personas jóvenes. Cuando los teléfonos se conecten a Internet con normalidad y sin mecanismos ortopédicos sería posible realizar algo así de forma muy sencilla.
Y sería entonces cuestión de meses que la Junta Electoral, al encontrar un sistema que reduce el tiempo de recuento de votantes a menos de la cuarta parte, lo emplease de forma masiva. Pero insisto que el sistema actual es muy eficiente, dentro de las posibilidades que permiten el papel y el lápiz.
Otra posible forma de mejora es el uso de las personas en la Mesa Electoral. En realidad toda la carga de trabajo está al principio y al final. La figura de miembros de la mesa a tiempo parcial sería interesante. Si no fuera por el final, que tiene que agilizarse al máximo para tener el recuento lo antes posible, se podría hacer el mismo trabajo con la mitad de gente, aunque puntualmente se formarían colas.
Gentes de la política
Los interventores son personas de los partidos que se incrustan en la mesa para comprobar que todo va bien y se realiza con legalidad. Es una figura interesante y respetable. Pensaba que eran veteranos con gran conocimiento del proceso electoral. La verdad es que saben más bien poco y a veces dan datos equivocados. Llevan mucho tiempo sentándose y apuntando pero no están seguros del funcionamiento de las elecciones y te sacan de pocas dudas. Dentro de sus limitaciones, el manual que te dan junto a la funesta carta de nombramiento como miembro de la mesa está muy bien redactado y es de gran ayuda. Es un ejercicio de concisión y dice lo importante en pocas páginas. Buen trabajo.
Los interventores son la esencia de la política. Los que yo vi eran la base verdadera de toda esa maquinaria que a veces nos repugna. Vemos al bronceado político de bolsillos llenos y sentimos asco. Pero en la base de la escalera se encuentran mucha personas que con cierta candidez defienden unos ideales que a veces saben que tienen mucho de ideales y poco de posibilidad de llegar a la práctica. Gente que se alegra de recibir una carta genérica firmada por el Presidente del Partido en el que les agradecen su trabajo. Que con chocar la mano de un político de regionales se dan por satisfechos. Los que envuelven los bocadillos que se reparten en los mítines. Puedes no estar de acuerdo con lo que hacen, como con los editores de la Wikipedia en castellano, pero siendo personas animadas por valores te despiertan simpatía y admiración.
Entre partidos rivales se llevaban como lo que eran, compañeros de trabajo en distintos departamentos. Me gustó lo que oí por parte de uno de los del Partido Popular, hablando con los del Socialista. Decía que las campañas habían sido nefastas y un cúmulo de insultos. Que le sorprendía cómo el Partido Socialista no había aprovechado o por lo menos intentado aprovechar que su candidato era una eminencia (varias carreras universitarias, doctorados por todo lo alto, premios extraordinarios). Y es verdad, uno ve a un político canario o andaluz y siempre se queda con la idea de persona dicharachera y se olvida que en muchos casos es alguien con una formación impresionante.
Que yo me enterara por boca de alguien del PP, el mismo día de las elecciones, de todo esto, es señal de que algo se ha hecho malamente.
El recuento
Contar los votos es la parte más importante. Las cuentas tienen que cuadrar: número de sobres, número de papeletas y número de votantes de la lista que se va rellenando durante todo el día. Con un equipo ejemplar hicimos el recuento de una forma metódica, alemana y casi suiza. Cuando sacamos el último sobre estaban todos en sus montoncitos bien ordenados, cuadrados como las papeletas que se presentan para elegir el voto. La mesa daba gusto verla. Todas las cuentas cuadraron al detalle. Es cierto que los votos nulos causan molestias a la mesa. El resultado parcial fue una victoria del Partido Socialista, por pocos votos.
La parte del recuento se hace con presión para dar los datos lo antes posible. Y todo el mundo quiere copia de todo, por lo que hay que rellenar un montón de hojas. En mi mesa todo fue sencillo. En la mesa en que una compañera se encontró con dos pesos muertos como vocales, hubo un descuadre de votos gigantesco (de más del 20%). Es lo malo de que cualquiera pueda estar en una mesa electoral. Al final la pobre presidenta tuvo que hacer todo el trabajo para conseguir tener las cifras bien.
En una hora ya tenía el recuento realizado y la documentación preparada. Faltaba la parte final, en que el Presidente de la Mesa tiene que entregar un par de sobres en el Juzgado. Este es el segundo pie de que cojea el sistema electoral. Puedes convencer a un funcionario de que pase un domingo en un colegio a cambio de una gratificación. Y a un cartero. Y a los policías. Pero a los jueces no. Porque no hay tantos y porque su trabajo no es ese. Ellos trabajan en el juzgado, un domingo por la noche. Y te toca ir allí a darles la documentación.
El punto es que la documentación que entregas no sirve para nada. Son originales de documentos que nadie va a exigir porque lo que cuenta, que es el recuento, se lo ha llevado un cartero a las nueve de la noche y la copia la ha presentado la funcionaria para que se pueda hacer el recuento de la televisión. Lo otro es “la parte oficial” de este circo. Para que en caso de una reclamación se pueda localizar el documento original.
Pero es que se hace el recuento en una hora y sin embargo tienes que esperar durante más de una hora (hora y media en mi caso) a que vengan a recogerte para ir al juzgado con la documentación. Teóricamente no puedes ir por tu cuenta, te tiene que llevar la policía. Y no lo hace en un coche patrulla, lo hace en un autobús escolar que va realizando una ruta por un montón de colegios. Esto en Madrid significa que tienes que perder un montón de horas, tras un día de mucho trabajo, para entregar un par de sobres que no sirven para nada.
Y esto desquicia a muchas personas que están deseando cerrar ese día. Tras haber pasado por tanto, toca esperar durante horas muertas sin la certeza de cuándo llegará ese autobús. Pero bueno, que al final llega. Y en el juzgado está todo muy automatizado y hay que esperar poco para entregar los sobres, que nadie abre.
Esta es la otra parte que habría que mejorar, pero no sé muy bien cómo. Supongo que el cartero es confiable sólo hasta cierto punto y por eso uno debe realizar el envío de la documentación por sí mismo. Los jueces no pueden desplazarse, eso es lógico. La policía no puede poner un coche patrulla por cada Presidente de Mesa, porque la mitad de la policía está ejerciendo labores de escolta para los políticos y sus familiares. No hay medios para la fiesta de la democracia, sólo para los feriantes de la misma.
Resumen
No es una experiencia que se desee repetir, pero es como la mili, con el tiempo se recuerda todo mejor y te hace un hombre. Tiene aspectos positivos, te reconcilia con tu barrio. Me gustó ver la mesa de al lado, que tenía a un toxicómano rehabilitado y que terminó con todo antes que mi propia mesa, que trabajaba como un consulado suizo. Ahí se ve lo idílico del reformar a una persona, ver que alguien así trabaja codo con codo con personas “normales” y puede sentirse bien haciendo correctamente un trabajo valioso.
Tiene alguna ventajas estar en la mesa, al día siguiente te dan cinco horas libres en el trabajo. Yo he gastado la mitad en contar mi experiencia. También te dan un bolígrafo, un fluorescente y una regla numerada. Menos da una piedra.