27 de Marzo


Cuando estaba revisando la lista de artículos que publicar en el libro uno de los primeros artículos que consideré imprescindibles era el que trataba sobre el 4 de marzo. Necesitaba una buena reforma, pero el concepto en sí mismo era muy intrigante, y se trataba de algo totalmente original que nadie había mencionado antes.

La Wikipedia tiene una página para cada día del año. En ella se enumeran nacimientos, defunciones, eventos y otras peculiaridades que han tenido lugar en ese día en concreto. Así, podemos ver que el 25 de diciembre de 1989 fue condenado a muerte el Presidente de Rumanía, Nicolae Ceaușescu, que el 25 de diciembre de 1983 murió Joan Miró o que el 25 de diciembre es también un festivo islámico en Pakistán.

De entre estas 367 páginas (pues hay una dedicada al día 29 de febrero, pero también otra al 30 de febrero (!)) uno espera una distribución más o menos aleatoria de eventos. Sin embargo un usuario anónimo de Internet se había dedicado, de una forma metódica e implacable, a realizar graduales modificaciones en el artículo de la Wikipedia inglesa referente al 4 de marzo hasta conseguir que fuera el artículo dedicado a un día del año más largo de todos, muy por encima de claros candidatos como el 1 de enero.

A pesar de mi interés en la historia, acabaría escapando del libro. En gran parte porque tendría que reescribirse por completo, aunque no en menor medida porque evité resaltar los artículos más conspiranoicos, a pesar de ser una de mis especialidades.

Me gustó que de forma totalmente casual había detectado a un tío raro de Internet que se pasaba las horas realizando modificaciones de la forma más discreta posible. Su nivel de perversión mental tenía todo mi reconocimiento. Dicho editor, identificado en la Wikipedia con el nick de Acumen76 comenzó su trabajo en febrero de 2006 pero sería detectado por mí, y seguramente por primera vez, en marzo de 2007.

Para aquel entonces, ya había conseguido el liderato para su fecha de preferencia. Su página era un 30% más grande que la segunda mayor de todas, la relativa al 1 de enero. Para ello había tenido que rellenar todo tipo de referencias a dicho día, algunas tan oscuras como indicar que la narración de la novela de Sherlock Holmes A Study in Scarlet comienza en dicha fecha.

A pesar de la enorme repercusión que tuvo el hecho de que hubiera sido mencionado en mi blog, Acumen76 siguió con su trabajo. Todavía en marzo de 2018 pueden leerse algunas de sus modificaciones en dicho artículo, que inexorablemente ha seguido mejorando durante más de 12 años.

La historia era rara de por sí, hasta que de repente, de forma inesperada, surgió un nuevo actor: el 27 de marzo, de la mano del aún más misterioso usuario 86.5.161.217.

De dicho usuario solo se conoce que vive en Reino Unido. Su aventura comenzó mucho después que la de Acumen76, en agosto de 2012, seis años después del hombre del 4 de marzo. Su perfil es aún más misterioso que el de Acumen76. Si éste estaba obsesionado con una única fecha, en la que realizaba todas sus modificaciones, 86.5.161.217 se dedicó a realizar cambios en muchas páginas de la Wikipedia, con un foco especial en las fechas, concentrándose sobre todo en las de marzo y dando especial atención al 27 de marzo.

Así, el primero volcó todos sus esfuerzos en modificar el 4 de marzo, con pocos cambios muy extendidos en el tiempo, en un trabajo que se extiende ya en más de 12 años. El segundo sin embargo, tuvo una actitud casi robótica: decenas de modificaciones, muy concentradas en el tiempo, pero con el foco en una fecha en particular que casi no se nota entre tanta publicación. Pero su esfuerzo titánico acabaría dándole el codiciado premio: tras muchos años de reinado, el puesto de honor pasaba al 27 de marzo: la página de la Wikipedia, relativa a un día del año, con más nacimientos y muertes.

Atrás había quedado la manipulación desmesurada de Acumen76, que durante años consiguió que la página más extensa de todas fuera la de su día del año. Hoy en día la relativa al 1 de enero es un 100% más extensa que la del 4 de marzo (Acumen76) o el 27 de marzo (86.5.161.217), pero la lucha ahora está en el número de nacimientos y defunciones.

Hasta el que gana una guerra, lo hace a veces con heridas. En marzo de 2014 el usuario 86.5.161.217 fue penalizado durante un año sin poder editar la Wikipedia. Aunque tratándose de un usuario eminentemente anónimo, y ante la continua evolución de dicha página, queda bastante claro que siguió haciéndolo usando algún otro usuario.

Si bien mi artículo de 2007 destapó la extraña labor de Acumen76, uno mucho más profesional aparecería en 2015, firmado por Jennings Brown y que también se había encontrado con la historia por casualidad. Para aquel entonces, la nueva reina del baile ya no era el 4 de marzo, sino el 27 de marzo.

En dicho artículo muestra el número de nacimientos o fallecidos en cada artículo de la Wikipedia para cada día del año. Hay una grotesca anomalía en dichos días. Por ejemplo para los nacimientos, el 4 de marzo muestra 637 celebridades, mientras que el 27 de marzo tiene aún más: 821. Esto contrasta con fechas más razonables, como el 14 de marzo donde tan solo hay 250. Muy pocos son los que superan las 300, ni qué decir la desmesurada marca de 821.

Desde su artículo en 2015, Wikipedia se ha vuelto mucho más estricta y ahora no se admite tal volumen de efemérides. Para los nacimientos de celebridades, los números han bajado mucho:
4 de marzo: 394
27 de marzo: 265
14 de marzo: 202

En una batalla épica, que supera de largo la década, Acumen76 y su 4 de marzo está lentamente desangrando a la paciencia británica de 86.5.161.217, el loco detrás del 27 de marzo. Ahora vuelve a ser el 4 de marzo la fecha con más efemérides.

Aquí tenéis enlaces a las páginas del 4 de marzo y el 27 de marzo. Para ver el alcance desesperado por incluir fechas de nacimiento de cada uno de los usuarios, el 27 de marzo cuenta con Marc Muniesa, un jugador del Girona, mientras que el 4 de marzo tiene a Fran Mérida, un jugador del Osasuna.

Anuncios de caballos

Tampoco tengo del todo claro por qué, pero me ha dado por buscar caballos en Mil Anuncios. Y he encontrando un filón notable para el bizarrismo, que paso a exponer. Los resaltados son míos.

Los anuncios tienen que estar llenos de faltas de ortografía. Pero como usan un montón de jerga específica, te dejan una sensación de que el paleto eres tú.

Se vende caballo anglo-árabe hijo de jicarón de la yeguada militar, alazano, careto y calzado de una mano. 1, 60 a la cruz, 9 años perfectamente domado y saliendo al campo, a romerías y a todos sitios, haciendo toda la reprise de doma. no cambio , solo vendo . NO ES UN CABALLO BARATO. por favor abstenerse gente aburrrida. lo vendo por estar trbajando fuera de la peninsula. gracias

Arreglando algunas faltas, las descripciones de los caballos son a veces super empalagosas, aunque llenas de adjetivos y cualidades a menudo contradictorias.

Se vende caballo noble donde los haya y tranquilo. Metido en ferias y encierros sin ningún tipo de problema. Se deja tocar por todos los lados, caballo con corazón y ganas de trabajar. Caballo andalón y con mucha nobleza. Más información por privado.

Los anuncios son muy similares a los de coches. Sólo falta mencionar que tienen la ITV pasada. A estado pasa a engrosar mi vocabulario de Whatsapp.

Caballo muy iniciado en vaquera noble para cualquiera hispano árabe puede probar sin compromiso se acepta pruebas veterinarias 5 año 1, 63 a la cruz a bastón A estado en todo tipo de evento rocio feria ect 2 Riendas Marchando por todos lados Sin problema de nada andao Válido para cualquiera feria roció algo negociable

Hay muchas alertas diciendo que solo llame gente seria, parece ser que hay mucho aburrido que llama preguntando por los caballos para tocar las narices.

Se vende pony de 8 años de edad entero de 1, 25 ala cruz muy bien enganchado y montado sano como una pera, esta herrado, desparacitado y con la boca recien hecha, no da bocados ni patadas aparte tengo un charret y 2 juegos de arreos el precio es solo por el pony no cambio por bestia un saludo

Queda claro que la bestia era el anunciante.

Comprar un caballo por capricho. ¿Qué puede salir mal?

Se vende pre de 9 años todavia entero no esta mui montado io lo compre por el caprichio de tener un caballo pero no tengo nunca tiempo para dedicarle por eso la venta algo negociable

Por lo visto hay caballos que se venden por partes, supongo que como los coches, para piezas de recambio.

La complejidad de los árboles genealógicos, que supongo la gente del mundillo conoce, muestra nombres nobles mezclados con otros bastante talegueros.

Disponible para cubriciones semental PRE, castaño, 1, 65 de alzada, de nombre Malegro. Compitiendo a nivel San Jorge en Doma clásica. Muy buenos movimientos y excelentes orígenes. Hijo de Karateka ( por Gaucho III y Baviera IV) origen miura por Panadero VIII.

Grotesco de arriba abajo (sentado y de piel) lo más extraño de este anuncio es que tiene un punto al comienzo del texto. Supongo que en algún momento, la tecla dejó de funcionar.

Muy noble doma alta escuela vaquera y doma libre. colo blanco con pinta marrón cola manos patas y crine negra talla buena si quiere compra una yegua cómprala cono esta muy noble haciendo de todo esta interesado ponte en contacto conmigo y te informo de todo contesto whatsapp un saludo y llamara doma de la yegua paso moviendo el moquero de oreja a oreja se tumba en el suelo echo el muerto se levanta contigo se arrodilla y se sienta de culo trabajo en circulo paso a la derecha y a izquierda paso de costado a una mano y a la otra para dentro y para fuera y de frente para un lado y para el otro paso atrás paso adelante haciendo el paso español para alante y después para atrás passat levantando muy bien las manos y las patas saludo en tre remo levantando una mano en redondo y después la otra trote a una mano y a la otra galope a una mano y a la otra galope media pirueta a la izquierda y a derecha galope de costado para dentro y para fuera y de frente para un lado y para el otro galope arreón pirueta entera a la derecha y a izquierda arreón parada en seco saludo con la mano levantada y de piel

Rollito vegano-pacifista.

Vendo Potro Palomino de 28 meses apto para consumo con sus papeles en regla y su microchip. Es hijo de spartaco un gran caballo Pre con una Percherona va a ser un gran caballo. Acepto yegua como parte del pago. Un Saludo

Vendo burro zamorano leones de tres años cubriendo perfectamente respetando a las hembras suelto en libertad esta en el pasto con un hilo de pastor se entrega desparasitado con la documentación en regla apto para el consumo humano atiendo wasap se vende por esceso de sementales

Burra de raza enana mide sobre un metro en la cruz no ha parido de cinco años muy guapa, con papeles precio negociable Cambio tmb por algo que me interese articulos de caza remolque tienda. abtenerse no interesados y graciosos

Machete al machote.

Vendo pony perla de 4 años muy bonito apto para el consumo humano También cambio por pony hembra o algo que me interese Solo llamadas

Caballo no apto para mujeres.

Vendo yegua súper mansa, se pone a prueba se pueden montar niños y hombres mejor verla hablar sin compromiso. (SOLO ATIENDO WHASTAPP)

Más críptico que el Manuscrito Voynich.

No queda claro si el niño está incluido en el precio o no.

Está claro que los caballos no son muy prácticos para conducir por ciudad.

Edad 5 años alzada 1. 57 doma de cuadra está entero no está capado cambio por moto que me interese gilera runner 180 cr kx rm yz kawasaki yamaha suzuki Solo WhatsApp SOLO ESTá SEMANA ESE PRECIO

Semen fresco, congelado, hasta el ADN secuenciado te lo ponen en el anuncio. Sólo de leer el anuncio ya te sientes como si hubieras participado en un bukkake.

Los caballos no se escapan de la tiranía de la altura, éste parece un marginado del Tinder.

Se vende potro PRE 1, 60 a la cruz, es noble. Tiene todos sus papeles, madre yeguada del sol y padre Paco Lazo, tiene 5 años esta sin domar. Cambio por caballo cruzado menos de 10 años y mida mas de 1, 65. Precio negociable.

Este anuncio da pinceladas de un drama épico de fondo.

Se vende castano morcillo precioso es pura raza español pero sin papeles esta entero y tiene 12 años es un gran caballo paso español, costados, cesiones, espalda dentro, cara al muro muy domado el caballo ha toreado con álvaro montes en la suerte de matar mide 1. 59 apto para aficionados con nivel medio se puede ver sin compromiso. Vendo por problemas médicos actualmente lo montaba un chico de 12 años. Seriedad.

No tengo tiempo para el caballo, pero lo cambiaría por otro.

Se vende por falta de tiempo lleva sin montarse desde septiembre no tengo tiempo para dedicarle echado pa lante paso trote y galope talla 1, 52 edad 5 años precio negociable Esta capado. Capa bayo. acepto cambio por caballo domado de 8 años en adelante gracias

Yegua dominante.

Vendo yegua muy guapa y noble, va muy bien, este año esta preñada para abril de un caballo normal porque paso el verano en el puerto, la vendo porque no le mando nada, cualquier cosa wasapp (precio algo negociable)

Kinder sorpresa no negociable.

Vendo burra de unos 9 años de edad muy grande montada y trabajos con arado. . . Posiblemente preñada de un caballo no negociable

Se traspasa caballo fresquito.

Historia de mis relojes

Estos son los cuatro relojes que tengo y esta es su historia.

Empezaré con el segundo por la izquierda, de la marca Duward, modelo Aquastar. Me lo regalaron mis compañeros del último trabajo normal que tuve, cuando me despedí. Fue un regalo muy elegante, old school. En el pasado, cuando la gente llevaba mucho tiempo en una empresa, se le solía regalar un buen reloj. Hoy en día nadie dura en un puesto de trabajo lo suficiente, así que es posible que mi reloj sea uno de los últimos que tengan algo que ver con la tradición.

En la empresa solíamos recoger 3 ó 6 euros para los regalos. Dependiendo de la persona y de la importancia del evento, se decidía un importe u otro. La tarifa era siempre discutida: de un lado estaban los que eran próximos al homenajeado ─más proclives a las mil pesetas─ y del otro los que simplemente pasaban por el aro de la presión social y el hoy por tí mañana por mí. Cuando se pedían 3 euros, casi todo el mundo apoquinaba, porque tampoco era el fin del mundo. Pero los regalos de 6 euros se encontraban con una participación siempre algo menor, que podía poner en cuestión la conveniencia de pedir más para acabar ganando menos.

Creo que ese Duward se corresponde con una recogida de seis euros: es ambicioso en las intenciones, pero falla en la realidad de compañeros que pasan de pagar dinero por alguien con quien no se llevaban tan bien. Era el último regalo que pudiera esperar: tenía ya otros dos relojes que solía llevar a menudo y normalmente los regalos que se hacían a otros compañeros eran mucho peores. Por superstición nunca me preocupé por mirar cuánto podía haber costado, pero ahora con Internet puedo estimar que el precio estaría en torno a los 150-180€, algo que se escapa por completo a los exiguos y llenos de ausencias presupuestos de seis euros. Así, termino por pensar que alguno de mis mejores compañeros puso bastante más que eso. Posiblemente fue un regalo diferente, en que unos pocos y muy buenos compañeros pusieron mucho dinero.

Que fuera un buen regalo no está reñido con que lo considerara totalmente inadecuado. Ahora tenía 3 relojes que alternar, cuando con uno bueno me hubiera bastado. De los cuatro relojes es posiblemente el más estiloso, pero el que menos se ajusta a mi estilo propio, de persona a la que viste su madre.

Vamos ahora con el primero por la izquierda: Zodiac Speed Dragon. Este reloj me lo regalaría mi expareja. Hace años, cuando se decía expareja era para dejar abierta la posibilidad de que esa persona fuera también un maromo. Con los tiempos modernos, hemos conseguido trascender y ahora también recoge connotaciones de malos tratos, denuncias falsas o no, pasos por juzgado y niños a los que no ves cuando quieres. En mi caso lo pongo no porque me dieran por culo ─de una forma u otra─ sino porque las digresiones sin sentido son la esencia misma de este blog.

Es posiblemente el regalo más desacertado que he recibido jamás. Lo vi un reloj pretencioso, quiero y no puedo con correa de cuero. Lo imaginaba el típico reloj de la gama más baja dentro de una categoría de relojes de calidad media. No digo que en su momento no me gustara, pero es solo ahora que me he dado cuenta de que ese reloj de segunda habría costado entre 200 y 300 euros, una cantidad totalmente desmesurada para un regalo de cumpleaños. Fue un acto muy generoso pero quedó totalmente oculto entre la humildad de la regaladora y la superstición y falta de conocimientos del mundo de los relojes por parte del agasajado.

Hay que tener mucha modestia para hacer un obsequio tan caro, que la otra persona no se de cuenta y no traer a colación la distracción que está ocurriendo. Era, desde luego, un regalo que habría sabido apreciar mucho mejor si hubiera sabido lo que había supuesto comprarlo. Ahora en perspectiva, lo veo un error: se suele decir que lo que cuenta es el detalle, pero si no eres conocedor del alcance del detalle, la estás cagando por completo.

Vamos ahora al tercer reloj empezando por la izquierda. Un Sturmanskie Traveller comprado como auto regalo en San Petersburgo. Me costó unos 150€ al cambio, pero con el deterioro implacable del rublo, desde que lo compré hasta que el banco se llevó el dinero de mi cuenta, me había ahorrado por lo menos un 10%. Antes de ese viaje había estado indagando sobre qué podía llevarme de recuerdo de un país asín. Con el total desconocimiento del mundo de los relojes que estoy plasmando en este artículo, me tropecé con alguna descripción de los relojes Raketa. Una de las pocas marcas rusas que tiene algo de prestigio en el exterior, sus relojes tienen cierto reconocimiento. Entre los modelos más famosos, existe una curiosa serie de relojes pensados para el Ártico.

En el Círculo Polar Ártico la medida del tiempo crea problemas inesperados por latitudes más soleadas: noches interminables alternadas con días sin luna hacen que algo tan baladí como distinguir entre las 8 de la mañana y las 8 de la tarde no siempre resulte obvio. Así, Raketa creó una serie de relojes que rompe uno de los patrones de diseño más común: el reloj con la esfera de 12 horas da paso a una versión diferente, con 24 horas.

Un cambio tan sencillo tiene sin embargo grandes implicaciones en el diseño. El minutero tiene que seguir recorriendo el mismo espacio de la esfera, pero ahora la división de 60 minutos en grupos de 5 no funciona: al tener 24 horas ya no hay una forma exacta de dibujar los minutos basados en las señales de las horas. Las horas pares coinciden con los bloques de minutos tradicionales, pero las horas impares quedan entre dos señales de minutos que causan algo de desasosiego estético.

Vamos ahora al último reloj, el primero por la derecha en la foto: un Swatch convencional, elegido en un Corte Inglés como regalo a la carta. Si los otros relojes no encajan del todo con mi gusto estético, este suple su adecuación con la impersonalidad de un regalo elegido por uno mismo, comprado antes de la verdadera fecha del cumpleaños y de precio conocido. La elección se corresponde con mi poca vista y el gusto por poder saber la hora sin tener que pensarla ni una fracción de segundo. Muchos relojes modernos están llenos de florituras que dan elegancia pero quitan claridad. El Deward, por ejemplo, no tiene escritas más que cuatro cifras: 2, 4, 8, 10 y las agujas tienen poco contraste sobre el dial. Otros relojes son literalmente oscuros. Este Swatch no es muy complejo, pero si tuvieras que elegir un reloj sobre el que explicar la hora a un niño, sería ese.

Su aparente simplicidad estética se compensaría con su compleja personalidad. Nada más salir de la tienda, de forma inexplicable, el reloj dejó de funcionar. Hubo que volver a la tienda a que lo miraran y un simple cambio de pila fue suficiente para que volviera a la vida. El caso es que pasaron los años y el reloj siguió funcionando con total normalidad. A cada año que pasaba, el cambio de pila se volvía más y más siniestro. Al final, puntual como un reloj, exigió un nuevo cambio a los 10 años, lo que me llevaría a pensar. ¿Cómo es posible que un reloj al que la pila le dura, literalmente, diez años, se agotara el mismo día que me lo compraron?

Ese reloj nunca tuvo muy buena presencia. Agotó tres correas de cuero, cumpliendo el dicho de que el dinero del pobre va dos veces a la tienda (o incluso tres), antes de aceptar el desembolso de una correa de metal que costaba casi tanto como el reloj original. Su presencia desgarbada, sería la causante de que años después, primero una expareja y luego unos compañeros de trabajo, consideraran que necesitaba un reloj nuevo.

Incluso yo mismo, pasados los años, decidí que tenía que encontrar el reloj perfecto y que ese sería un Raketa Artic. Pero la conjunción de un rublo débil con una extraña moda prehipster llevó a que los Raketa estuvieran a precios exorbitantes para cuando tenía pensado hacer mi viaje a San Petersburgo. El Sturmanskie era una buena alternativa, encajando totalmente con mi estilo: parece un reloj más barato, como el Zodiac de la correa de plástico. Muestra mi totalmente desprecio hacia las marcas, entrando casi en una versión de marca blanca de un reloj famoso. Y tiene la esfera más clara que un reloj tan complicado puede permitirse.

Ese Sturmanskie alimenta su personalidad con el hecho de que lo compré a pocos pasos de donde solía vivir Dostoievski, entre las calles que él menciona en algunas de sus más famosas novelas. No es del todo descabellado pensar que en la misma tienda donde conseguí ese reloj de pijo low cost, Dostoievski había comprado el pan hace casi dos siglos.

En algún momento impreciso de esta historia, tras su puntual cita con el cambio de pila, el Swatch del principio había dejado de funcionar. Con tan elegante competencia, no fue un mayor problema. No sé si tanto por ser un regalo como por el hecho de que, de alguna forma, los relojes capturan la historia que hay detrás de ellos, decidí darle una oportunidad con un cambio de pila que, desgraciadamente, no fue suficiente. El reloj pasó a una caja como paso previo a acabar en la basura ─los objetos tienen un ritual según el cual van degradando su existencia antes de desaparecer. Primero van a una caja elegante, luego a un cajón de sastre. En cuanto entran en una bolsa, ya están con un pie en el contenedor de la basura.

La historia del Swatch sin embargo se cruzaría con la del Deward. Este, más pijo pero con peor corazón, acabó gastando la pila poco tiempo después de ser regalado. El Sturmanskie, que se activa con el movimiento de la muñeca, no necesita pilas, pero aún no era ni siquiera un proyecto. Antes de llevar el Deward a recargar, pasó un tiempo descansando junto al Swatch cadáver. En un gesto desesperado y que en realidad acercaba más al Swatch al contenedor de la basura, lo paseé hasta la tienda del relojero el mismo día que preparaba la vuelta a los ruedos del Deward.

El relojero, un personaje peculiar que daría para otra historia en sí misma, limpió el reloj con la esperanza del que está acostumbrado a producir milagros, y ese gesto, junto con un cambio de pila, fue suficiente para que el destrozado Swatch volviera a la vida con una promesa firme de vivir diez años más.

Años después, volvería al mismo cirujano con mi reloj de ajedrez, que es como el de la siguiente foto.

Los relojes de ajedrez sirven para medir el tiempo que tiene cada jugador para reflexionar en una partida. Tienen dos botones encima, cuando uno se pulsa, se para uno de los relojes y se activa el otro. Es de esa forma como se registra el tiempo que cada jugador ha consumido en una partida de ajedrez. Estos relojes se han convertido en auténticas reliquias, sustituidos hace décadas por los electrónicos, mucho más claros en mostrar el tiempo restante. Con los relojes electrónicos sufro la brecha tecnológica en mis carnes. Un jugador muy asiduo de ajedrez en la época analógica, la llegada de los relojes electrónicos me pilló retirado y ahora soy como uno de esos abuelos que no saben manejar un teléfono móvil: a pesar de mi muy digno nivel ajedrecístico, no sé cómo se ponen en hora los relojes analógicos de ajedrez.

El reloj de ajedrez de madera de esta historia fue muy probablemente un regalo, pero ya no consigo precisar exactamente de quién y en qué condiciones. Era una de esas tecnologías antiguas pensadas para durar toda la vida. Y así sería, lo tengo desde hace unos 30 años. La única pieza frágil en un mecanismo casi perfecto diseñado en Alemania es la manecilla de plástico que se usa para ajustar la hora del reloj. Con el paso del tiempo, dichas manecillas no se rompieron sino que se desintegraron.

Tras haber sido testigo del milagro del relojero, pensé que para él sería una fruslería simplemente encontrar unas piezas de plástico compatibles. Pero no fue tan sencillo como esperaba. No pudo, desde luego, hacerlo en un primer intento. Le dejé el reloj, con la promesa de una llamada una vez estuviera solucionado el problema. Pero la llamada tardó demasiado en llegar. Tras un par de visitas infructuosas a su tienda, me lo llevé de vuelta a casa tal y como lo había dejado. Es curioso como un mismo profesional puede dar dos imágenes tan distintas: en la primera salvó un reloj que otros habían dado por desahuciado de la vida. En la segunda dejó totalmente olvidado mi encargo durante meses. Creo que en la vida uno no debe guiarse por los promedios, prefiero un relojero como este, con sus ventajas e inconvenientes, a uno anónimo del que no sé nada.

Otros tiempos, otras costumbres. Ahora la gente tiene relojes para medir los pasos y las pulsaciones. Los jóvenes ─o aspirantes a no dejar de serlo─ posturean con los Casios que vuelven a la moda. Los que como yo sean viejos atrapados en el cuerpo de un joven, comprenderán algo de esta historia. Ahora con mi reloj automático y sin pilas del barrio del Dostoievski, siento que la historia se ha vuelto contra mí. Ahora soy yo el que tengo que alimentar la vida del reloj, moviendo la muñeca de vez en cuando. Si quiero que estos relojes traidores sigan contando mis horas, tengo que seguir cuidando de ellos hasta que se me acaben las horas: nunca regaléis relojes.

Mal de altura

Jon Krakauer es un periodista americano muy aficionado al montañismo, al que una revista de escalada le propuso en marzo de 1995 escribir un articulo sobre la comercialización de la ascensión al Everest.

Como en todos los trabajos interesantes, las condiciones laborales eran bastante precarias. La revista dio a Jon 5 días para decidir si aceptaba o no el encargo ─que hubiera supuesto un viaje de unos tres meses al Himalaya en una expedición que partía de inmediato. Qué tiempos para el periodismo en que un reportero podía pensarse si aceptar o no una propuesta así, con todos los gastos pagados por parte de la revista.

Si Jon rehusó la oferta no fue porque no le tentara, sino por el hecho de que era un periodista especializado de verdad. Hasta el punto de que la idea de ir al campamento base, situado a 5.400 metros de altura y contar desde allí cómo un grupo de ricachones se planteaba subir al techo del mundo, con sus 8.848 metros, le parecía insuficiente. Su rechazo sin embargo vino acompañado de una alternativa aún más ambiciosa: contaría esa historia el año que viene ─tras la necesaria preparación física─ si la revista, en lugar de pagarle los gastos para ir al Himalaya, subía un poco la apuesta y le inscribía como uno más de esos millonarios. Jon subiría el Everest con los demás y podría contarlo todo en primerísima persona.

La revista hizo sus cuentas: algo así se salía totalmente de presupuesto (inscribirse con una de las agencias que ayudaban a subir al Everest era un gasto de 65.000 dólares, aparte de los necesarios desplazamientos, seguros, permisos y equipamientos). No obstante estamos hablando de los años 90, mucho antes de la época de Internet en que se pasaría a pagar 30 euros por artículo publicado. La revista dijo que algo así se salía totalmente de su presupuesto, pero que lo intentarían.

Jon tenía una buena papeleta en casa. Su mujer también era una seria aficionada al montañismo, lo suficiente como para entender los riesgos. Una de cada cuatro personas que habían subido al Everest había acabado muerta. El periodista no estaba en la mejor forma física. Como tantos otros montañeros, su pasión por el deporte estaba limitada por su presupuesto. Quizás había escalado montañas de una dificultad técnica muy superior, pero los medios económicos siempre lo habían mantenido alejado del Himalaya y sus grandes cumbres. Distanciado por necesidad, era uno de los que echaba pestes del Everest, hasta que el mundo le puso una oportunidad en bandeja: y sin pensarlo mucho, aceptó de inmediato la propuesta.

Así es como comienza el libro ‘Mal de altura’ de Jon Krakauer. Lo que no cuenta la introducción del libro, y lo que lo hace aún más fascinante, es que en 1995, mientras se preparaba para la expedición al Everest, estaba escribiendo su primer libro: Into the Wild (Hacia rutas salvajes) que se convertiría en un éxito de ventas y del que años más tarde se haría una también famosa versión cinematográfica. Dicho libro, basado en hechos reales, cuenta la historia de un chico joven de clase acomodada que decide comenzar un viaje en solitario y sin contar nada a nadie, sin un plan claro hacia Alaska, con el fin de conocerse a si mismo.

Pero volviendo al libro del que yo había venido a hablar, imaginaos la situación. El periodista partía en marzo de 1996 hacia el Everest, una montaña a la que solo se puede subir en unas fechas muy específicas por cuestiones de climatología ─en su caso con una coronación prevista para comienzos de mayo. Según lo que he podido averiguar, el libro fue publicado en enero de 1996 ─una fecha terrible para publicar un libro, alejada de la Navidad u otras fechas donde la gente compra más libros. Imaginaos la sorpresa del autor al encontrarse con que el libro se convierte en un superventas. Y en lugar de recrearse en la promoción o el éxito, no tiene otra sino que marcharse, en el mejor momento de su vida, al Everest, a una expedición donde el 25% de la gente, acababa muriendo. Igual ese porcentaje no os dice nada, pero imaginad, la próxima vez que subáis a un ascensor, que uno de los que estáis en él, va a terminar falleciendo en un mes. Sí: podrías ser tú.

Entonces, ahora sí volvemos a Mal de altura. Tenemos a un escritor de éxito, que sabe contar historias. Tenemos una historia real y como último giro de tuerca el destino nos brinda el ingrediente que falta: una tragedia extraordinaria que destrozaría la estadística de ‘un muerto cada cuatro personas’.

Era el 10 de mayo de 1996, a primera hora de la tarde. Hacía cincuenta y siete horas que no dormía. La única comida que había sido capaz de tragar en los tres días precedentes era un bol de sopa de ramen y un puñado de cacahuetes. Semanas tosiendo con violencia me habían dejado dos costillas separadas que convertían en un tormento el mero hecho de respirar. A 8.848 metros, en la troposfera, me llegaba tan poco oxígeno al cerebro que mi capacidad mental era como la de un niño retrasado. En aquellas circunstancias, poca cosa podía sentir a excepción de frío y cansancio.

La escalada al Everest es muy diferente a cualquier otra montaña. De un lado, es la más deseada de todas, por lo que representa. Por otro, es una de las más fáciles, por el negocio que se ha creado en torno a ella.

Puede decirse que básicamente hay una cuerda que va desde el Campo Base [5.400 metros] hasta la cima [8.800 metros]”, según un guía veterano.

El negocio del Everest surgió justo cuando Jon Krakauer se unió a una expedición para escribir su artículo. Más de 20 años han pasado de aquello y hoy en día su escalada es una empresa totalmente establecida, con docenas de empresas diferentes que compiten entre sí en precios y servicios. El coste de la ascensión se mueve entre los 30.000 y los 120.000 dólares, dependiendo de las condiciones.

Todo esto ha multiplicado la asistencia de escaladores, más o menos preparados. Hoy en día se ha triplicado el número de personas que consiguen subir a la cima, comparado con el de aquellos que lo hacían en los 90.

Como contaba el periodista de National Geographic que hizo la fotografía de más arriba, el problema hoy en día se que hay tanta gente que sube que puede darse el caso de que no puedas pisar la cima porque literalmente no hay sitio donde poner el pie, de tantos escaladores que suben cada día ─sólo puede subirse una serie muy limitada de días al año.

Desde que Tenzing Norgay y Edmund Hillary lo ascendieran en 1953, hasta 4.000 personas han llegado a la cima del Everest. Es una cifra de locura. El Caminito del Rey, una famosísima ruta escénica de montaña en Málaga ─que posiblemente pueda realizarse hasta en silla de ruedas─ apenas si consigue ese número de visitantes en una semana. Y aunque la comparación suene paradójica la idea es mostrar que estamos hablando de cifras de turismo casi masivo.

En 1996 apenas si estaban comenzando todos estos problemas. Krakauer cuenta a la perfección cuáles eran las verdaderas dificultades. Como la muy acertada traducción española ─por una vez mejor que el título original de Into Thin Air─ el verdadero protagonista de la subida al Everest es la enfermedad. Las poblaciones previas a la escalada en solitario son unas auténticas cochiqueras donde los montañeros contraían todo tipo de enfermedades: gastroenteritis más o menos agudas y problemas respiratorios. En esas condiciones, tenían que afrontar semanas de escalada, sin terminar de curar sus enfermedades y con un extraño protagonista: el mal de altura.

Conforme se sube más y más, los niveles de oxígeno en el aire se van contrayendo hasta valores que son totalmente insalubres. Bajo esas condiciones, el cuerpo vive en estado de total emergencia. Aparecen enfermedades mortales como el edema pulmonar y el edema cerebral. Y cuando se cruza la raya, aparecen las congelaciones de dedos, que acabarán teniendo que amputarse. La ausencia de oxígeno además afecta a cada persona de una forma diferente. En general hay un cansancio absoluto, no se puede dormir bien, la comida no se digiere y la inteligencia está muy mermada (‘mi capacidad mental era como la de un niño retrasado’).

En los últimos tramos de la escalada, todos los miembros del equipo se encuentran con la peor versión posible de sus compañeros: personas que dejan de razonar, que toman decisiones propias de drogadictos, afectadas por la ausencia de oxígeno en uno de los lugares más peligrosos del mundo. Para Krakauer uno de los hechos más traumáticos de su narración en primera persona es la total incertidumbre sobre lo que cuenta del día en que llegó a la cumbre. Sus capacidades sensoriales y su memoria estaban tan dañadas que no es capaz de trazar la línea entre ficción y realidad, viéndose obligado a contar una versión de consenso tras entrevistar al resto de participantes en su traumática expedición.

A diferencia de otros libros que os he destrozado, en este no voy a daros la oportunidad. Es uno de los mejores libros que vais a poder leer en vuestra vida, y si lo dejáis pasar, aparte de tener una vida mucho menos interesante, se os congelarán un par de dedos de los pies.

Quiero una sopa

Traducido libremente de un comentario en Reddit a la pregunta, ¿Cuál es la obsesión más ridícula que has visto?

Hace tiempo trabajé en un buen restaurante dentro de una ciudad con una amplia proporción de ingenieros y trabajadores de empresas tecnológicas. No es que tenga nada contra ellos, pero qué duda cabe que algunos dentro de ese sector son bastante peculiares.

Uno de los pocos platos cutres que servíamos en el restaurante eran las sopas. Llegaban en bolsas industriales desde British Columbia y simplemente le añadíamos caldo, las calentábamos y las decorábamos un poco con pan tostado y tonterías similares. Nunca promocionábamos las sopas, simplemente era un plato que esperas encontrar en un restaurante grande como el nuestro.

Sin embargo teníamos un cliente habitual que estaba obsesionado con ellas. Venía varias veces a la semana y siempre pedía un filete con sopa. Depende de a qué camarero preguntaras, el tipo estaba en un punto entre síndrome de Asperger y un genio autista. Pero era muy generoso con las propinas y según veíamos no era más que un tío solitario que disfrutaba mucho con su solomillo al punto y su sopa (que venía de un paquete).

En uno de los cambios de nuestro menú, decidimos retirar las sopas de la carta. Como podéis imaginar, este cliente no lo tomó nada bien. Nos lo imaginábamos, así que pedimos un paquete extra de la sopa industrial sólo para él. Al fin y al cabo era un cliente habitual que dejaba buenas propinas.

Cuando la bolsa se acababa, empezó una cruzada personal para que las sopas volvieran al menú. Cartas escritas a mano dirigidas al Presidente de la cadena del restaurante, el Chef Ejecutivo, el Consejo de Administración y cualquiera que estuviera dispuesto a escucharle. Se quejaba desaforadamente ante todos los encargados del restaurante, pidiendo que trajeran las sopas de vuelta. Tiempo más tarde me enteré de que la cuenta de Twitter de la empresa le había bloqueado. Escribió decenas de opiniones en Yelp quejándose de la desaparición de las sopas.

Antes de que se le vetara del restaurante llegó a arrinconar al jefe de cocina en el aparcamiento, exigiéndole la receta de su sopa favorita. Al final, el cocinero se lo contó: “tío, esas sopas son industriales, simplemente cómpralas tú mismo. Echarle el caldo a la sopa no cuesta nada”. El cocinero estaba tan asustado que hasta le dio los datos de contacto de la fábrica. Tiempo más tarde me enteré de que mandó emails al Presidente, Director Financiero y al Jefe de Ventas de la fábrica de sopa, implorando que recuperaran el contrato de distribución con nuestro restaurante.

Al final, se volvió demasiado agresivo hacia los camareros y un día le tiró un bol de sopa —uno de nuestros mejores intentos de recrear su favorita— a una de las camareras. Se cursó una orden de alejamiento contra él y jamás volvió por allí.

Autor invitado

Como acción especial veraniega, un artículo nuevo por un autor invitado: el negro de Asinorum, pseudónimo de mi hermano (al que dediqué el libro que arrasa en Amazon).

La dedicatoria, entre otras razones, era porque siempre ha estado en la sombra de algunas entradas muy interesantes. En este caso él ha escrito la historia y yo me he limitado a convertirla desde el Word. Espero que la disfrutéis.

La beca Guggenheim.

La beca Guggenheim

La beca Guggenheim se creó en 1925 con un fondo de tres millones de dólares, equivalente a unos 41.9 millones de 2017. Supone un subsidio otorgado a profesionales avanzados en todos los campos del saber salvo en las artes escénicas. Fue creada por Simon Guggenheim (senador norteamericano) y su esposa como una forma de recordar a su hijo John, que había fallecido de mastoiditis en 1922. A partir de 1929 la Fundación comenzó a entregar becas fuera de los Estados Unidos. Desde su creación se han concedido alrededor de 15000 becas por un importe que ronda el cuarto de billón de dólares.

Las becas se otorgan en dos concursos anuales, uno para ciudadanos y residentes permanentes en Estados Unidos y Canadá y otro a ciudadanos y residentes en América Latina y el Caribe. Los subsidios no están abiertos a estudiantes ni instituciones, sólo a “profesionales avanzados en media carrera” como, por ejemplo, autores publicados. Quienes resulten elegidos y subsidiados pueden gastar su dinero libremente, ya que el propósito es otorgarles “bloques de tiempo en los cuales puedan trabajar con tanta libertad creativa como sea posible”, pero también deben estar “suficientemente libres de sus deberes regulares”. Se requiere a los solicitantes que envíen referencias, currículum y un portafolio. Para acceder a la oferta, el modelo de solicitud y los requisitos hay que entrar en la página de la Fundación a partir del 15 de junio.

La Fundación tiene un comité de selección para cada zona geográfica, pero la decisión final se toma tras consultar con eruditos y artistas reconocidos, quienes darán su opinión y punto de vista acerca de las posibilidades y condiciones del solicitante. Para acceder a la beca se puede estar disfrutando de otras así como formar parte de otros centros de investigación, aunque la fundación dará prioridad a aquellos que soliciten por primera vez las becas Guggenheim.

Las becas generalmente son concedidas por un año, y en ningún caso por un período menor de seis meses consecutivos. En 2006 las becas para América Latina y el Caribe fueron 34 por un total de millón doscientos mil dólares (un promedio de 35.294€ por beca). La solicitaron 434 personas entre los 29 y los 62 años. Desde su creación, más de 1800 artistas e investigadores latinoamericanos han recibido la beca.

En 2005, un año después de su muerte, a Mario Levrero, escritor uruguayo que en 2000 ganó la beca de la Fundación Guggenheim para terminar de escribir un texto literario al que llevaba dándole vueltas veinte años, le publicaron La novela luminosa, considerada una de las más importantes obras de la Literatura Latinoamericana de los últimos tiempos. A pesar de darle el título de novela, más de cuatrocientas páginas del texto es el “Diario de la beca”. La novela, propiamente dicha, sólo serán cien páginas casi al final del libro. El Diario se estructura como prólogo y epílogo a la obra, en el que el narrador en primera persona cuenta la historia de su relación con la propia escritura, con el dinero de la beca, como todo ello afecta a su salud y transforma su cuerpo y como no, es el relato de su relación con la Fundación Guggenheim.

Mario Levrero es un autor excéntrico con una obra excéntrica, sin embargo no es un autor impostado, siempre estuvo al margen de las modas e influencias, sin pudor alguno en mostrar sus opiniones por muy políticamente incorrectas que fueran y aunque en ellas dejara claro su desconocimiento de la literatura o del mundillo literario, donde siempre parece obligatorio mostrar una erudición que deje claro a los lectores que escritor no puede ser cualquiera. Levrero olvidaba siempre las fechas y por eso no las decía, pero con las fechas olvidaba los datos y los nombres. Como a Sherlock Holmes que creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra, si algo no le interesa, no le interesa lo más mínimo, y si algo no le gusta, no se deja influenciar por la opinión de nadie. En La novela luminosa llegará a decir que no sabe si los frescos de la Capilla Sixtina son frescos o si son de Miguel Ángel, no lo recuerda. Para él lo único importante de la obra es el contacto del dedo de Adán con el de Dios. Flaubert le parece un autor de mamotretos falsos basados en fichas que sólo transmite información falsa y deprimente. Beethoven le recordaba a un niño tocando el tambor a la hora de la siesta opinión que vio reforzada en Maestros Antiguos de su admirado Thomas Bernhard: Escuchamos continuamente un cómico desvalimiento cuando oímos a Beethoven, lo retumbante, lo tiránico, la estupidez de la música militar. Sin embargo confesaba tener un gusto perverso por las canciones de Julio Iglesias diciendo que lo descubrió un día mientras rechinaba los dientes.

Siempre fue un artista marginal, un artista de culto, un escritor de los que gustan a los escritores. En definitiva un autor no leído y poco vendido, por lo que tuvo que vivir de otras actividades poco artísticas como por ejemplo dirigir talleres literarios, en los últimos tiempos incluso online; editar revistas de crucigramas componiendo los propios crucigramas o vender libros usados.

La novela puede resumirse como el relato de cómo se gasta el dinero de la beca sin escribir ni una línea. Es el relato pormenorizado de esa no escritura, de la pérdida de tiempo, el detalle absurdo de lo cotidiano: “hice venir al electricista y cambié de lugar los enchufes de la computadora”, “no, hoy tampoco me afeité”, “vino mi amigo, se fue mi amigo”, “me picó un mosquito”, “fui hasta el cajero automático y saqué doscientos dólares del señor Guggenheim”, “estoy listo para el proyecto, ya tengo aire acondicionado”. Profundiza en las vicisitudes de su cargo de conciencia culpando en el fondo a las condiciones de trabajo, defendiéndose porque aquello no es “verdaderamente un trabajo”, de la transformación destructiva que se produce en el proceso artístico cuando la literatura pasa a ser un trabajo. La beca se convierte en un problema, sobre todo al estar gastándola. El artista necesitado, el crucigramista que nunca había estado patrocinado, en su madurez, no tiene nada que crear. Por lo tanto Levrero, desesperado explora el vínculo entre el dinero y literatura, mecenazgo y creatividad, se transforma en víctima y delincuente, se interroga y confiesa, como San Agustín se convierte en un ente confesional, más bien confesante, esa confesión es el making off de la escritura de la novela. Su culpabilidad —que no es más que la imposibilidad de devolver el dinero de la beca— le obsesiona, sabe que está incumpliendo un contrato pero también se rebela porque arte y dinero deberían ser universos antagónicos.

Ese es su mayor descubrimiento, no hay disociación entre literatura y dinero. Esto que parece una obviedad, no se traduce en su obra de cualquier forma sino que define su propia vida en actos literarios. Su primer acto literario será comprar un sofá para poder sentarse confortablemente y tener tiempo para leer novelas policiacas. Luego compra librerías para llenarlas con esas novelas policíacas de segunda mano, de las que se confiesa adicto. En realidad la base de todas sus lecturas son novelas policiacas de ínfima calidad que se vendían en los quioscos. Sus mayores referentes eran Dashiell Hammett y Raymond Chandler. En La novela luminosa dirá: “Las adicciones actúan así, y uno puede llegar a sufrir grandes humillaciones por necesidad de droga. Ya sé que un día voy a terminar leyendo a Agatha Christie”. Gran parte del libro describe su búsqueda de esas novelas por Montevideo, por supuesto de forma intrascendente. El hecho de que sean de segunda mano también es un acto literario, puesto que lo hace para preparar el libro, si fueran nuevas sería un dispendio. Cuando llega el verano se comprará un equipo de aire acondicionado y un nuevo teclado para el ordenador. En todo momento está mejorando la infraestructura para escribir, sin escribir, pero detallando cada proceso. Compra una escultura de una amiga que mucho antes de ganar la beca quería poseer y que tenía un nombre muy apropiado El libro, y aunque no luzca en su casa y quede apretada en el salón forma parte del proceso creativo, además insiste en que la ha comprado por un precio muy inferior a su valor de mercado. No puede evitar defenderse de cualquier gasto que hace. A medida que avanza en estas mejoras se da cuenta que nada le ha ayudado, han sido malas inversiones, porque ha logrado mejorar su vida pero no su literatura y por supuesto la novela no avanza.

El dinero es tiempo y se gastan al mismo ritmo. Su siguiente paso es organizar su tiempo: horarios para dormir; tiempo para navegar en Internet; para escribir, leer, comprar libros, comer, ver amigos y amigas, tomar antidepresivos. Diseña entonces un programa informático que lo ayude a manejar el tiempo y cumplir el propósito final de terminar la novela. Su situación además tiene un agravante, ha pedido la beca Guggenheim para reescribir un viejo manuscrito que llevaba veinte años en un cajón. El texto sigue inalterado y sigue escribiendo, pero sólo el Diario de la beca, el relato de su incapacidad para escribir. La Fundación Guggenheim le está juzgando y debe justificar su trabajo. La literatura, su vida diaria está siendo vigilada por el señor Mr. Guggenheim. Es una traducción del universo literario de Kafka trasladado a la vida cotidiana. Su vida es el texto que escribe. El escritor se transforma en un esclavo, el narrador explora formas de evasión, pero al haber confundido la literatura con su vida, no hay fuga posible. Su vida es una trampa y ya está condenado. Posiblemente toda su vida no ha tenido sentido hasta que la beca se lo ha dado. En sentido socrático, la beca le ha descubierto quién es.

Incapaz de escribir la novela, inventa nuevas formas de perder el tiempo, pasa los días espiando la vida de unas palomas del edificio contiguo y visitando páginas pornográficas. Resuelve problemas domésticos, reflexiona en como le afectan el calor, la comida o el insomnio. La culpabilidad le produce dolor de estómago, le sube la tensión y le va transformando su propia personalidad, agudiza su agorafobia y deja de salir a la calle. En este proceso de desintegración pierde incluso a la mujer que ama.

El incumplimiento de los fines para los que se daba la beca de la Fundación Guggenheim tuvo un antecedente con el artista argentino Federico Peralta Ramos. Después de diferentes intervenciones en el vanguardista Instituto Di Tella de Buenos Aires y un ingreso en un hospital psiquiátrico para evitar una pena de cárcel por haber comprado un toro semental en una subasta sin tener dinero, Peralta Ramos recibió la beca Guggenheim en 1968 y decidió utilizarla en una cena pantagruélica para 25 amigos en uno de los restaurantes más caros de Buenos Aires, el Alvear Palace, fiesta que continuó en una discoteca, la Boité Áfrika. Con el dinero de la beca, además, se mandó hacer tres trajes a medida, pagó deudas pendientes de una exposición y compró cuadros a sus amigos. El resto del dinero lo invirtió en una entidad financiera y con el capital y los intereses que generó compró tres obras más de amigos.

El 14 de julio de 1971 en una carta personal dirigida a Mr. Mathias, el representante de la Fundación, Peralta Ramos le describe el uso que le dio a los fondos de la beca.

Cuando la Fundación Guggenheim recibe la carta, no se siente satisfecha y le pide que le devuelva el dinero, al menos 3000 dólares. Peralta Ramos le responde en otra carta: “ustedes me dieron esa plata para que yo hiciera una obra de arte, y mi obra de arte fue la cena”; “Leonardo Da Vinci pintó La última Cena, yo, en lugar de pintarla, la di”, y añade: “Una organización de un país que ha llegado a la Luna, que tenga la limitación de no comprender y valorizar la invención y la gran creación que ha sido la forma en que yo gasté el dinero de la beca, me sumerge en un mundo de desconcierto y asombro. Devolver los tres mil dólares que Uds. me piden sería no creer en mi actitud, por lo tanto he decidido no devolverlos. Esperando que estas líneas sean interpretadas con temperamento artístico, saludo a Uds. muy atentamente, Federico Manuel Peralta Ramos”.

La carta de Peralta Ramos se expone hoy enmarcada en la sede neoyorquina de la Fundación Guggenheim. Tras recibir esta carta, los responsables de la institución decidieron no volverle a pedir cuentas a ningún artista y se dejó de exigir la justificación de en qué se gastaban sus becas los beneficiarios.

Como lector anárquico Mario Levrero seguramente no conocía esta historia.

Este texto está basado:
El artículo publicado por Sara Mesa en Jot Down por Sara Mesa titulado El famoso Flaubert. Puaj y otras opiniones contundentes de Mario Levrero.
https://www.jotdown.es/2018/07/el-famoso-flaubert-puaj-y-otras-opiniones-contundentes-de-mario-levrero/
El artículo de Graciela Montaldo publicado en la revista Coroto 3 de 2012, págs. 45-52 titulado La culpa de escribir:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5228295.pdf
Información sobre la beca Guggenheim de la Wikipedia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Beca_Guggenheim
Artículo de Eduardo Bravo sobre Federico Peralta Ramos publicado el 13/06/2017 en Yorokubu:
https://www.yorokobu.es/peralta-ramos/

Estadísticas sorprendentes

Leyendo por encima los comentarios más votados del artículo ¿Cuál es una estadística sorprendente? publicado en Reddit, algunas que me han parecido merecen ser destacadas:

Hay más gente de Líbano viviendo en Brasil que en Líbano. A lo que uno añade: también hay más gente de Tayikistán en Afganistán, que en el propio país; y más gente de Afganistán viviendo en Pakistán que en el propio Afganistán.

Casi el 60% de los hombres adultos de China fuma. La proporción más alta quizás de todo el mundo. En España fuma en torno a un 29% de la población.

Las mujeres cometen más intentos (fallidos) de suicidio que los hombres, mientras que los hombres mueren de suicidio en una proporción muy superior a las mujeres. En España, un 75% de las víctimas son hombres. Y además la cifra es enorme: 3.500 muertes al año, casi las mismas que por violencia de género si se escribe el número al revés (0053).

Al mismo tiempo, las mujeres sufren (no provocan) más accidentes de tráfico, pero son más hombres los que mueren en accidentes de tráfico.

Ahora mismo —y no importa cuando leas esto— hay en el cielo entre medio millón y un millón de personas, volando en aviones. Puede verse en tiempo real en esta página. Así, puede decirse que hay más gente en el aire que en la ciudad de Sevilla, que tiene 690.000 habitantes.

Los veterinarios tienen tasas de suicidio muy superiores a médicos y dentistas y hasta cuatro veces más altas que la población general. Fuente.

De las 163 muertes por electrocutamiento de 2010 en Estados Unidos, el 100% de las víctimas fueron hombres. Es razonable que haya más víctimas entre los hombres, pero altamente improbable que se llegue a un número del 100%. Fuente.

El 12.8% de los gays que viven en Londres tienen VIH (Sida). La cifra va entre uno de cada siete o uno de cada ocho. El dato es enorme teniendo en cuenta que menos del 1% de la gente del país tiene la enfermedad. Fuente.

Lo mejor de esos estudios es cuando se atreven a decir “hay más de cuatro mil personas que tienen la enfermedad y no lo saben”. Es algo muy habitual en los informes de ONGs que parecen disponer de total carta blanca a la hora de enumerar los datos. Imaginad cualquier encuesta en que se le preguntara a la gente información personal y luego se pudiera decir ‘pues a los que dijeron que sí, añado 4.000 que dijeron que no, pero por desconocimiento’.

Las negligencias médicas son la tercera causa de muerte en Estados Unidos, tras el cáncer y las enfermedades cardiovasculares.

El 65% de todos los presos en los Estados Unidos están a la espera de juicio. Sólo un 35% de los presos están ya condenados.

La esperanza de vida de una transexual en Latinoamérica es de 35 años. Fuente.

Cómo volar de Londres a Londres

En su libro Skin in the game Nassim Nicholas Taleb menciona de pasada que desplazarse entre dos aeropuertos en la misma ciudad (Nueva York) mediante un vuelo ‘no es el método más eficiente’. La pregunta interesante es, ¿Hasta qué punto es posible?

Utilizando un ejemplo europeo, con la más conocida Londres, si uno quisiera volar entre sus dos aeropuertos principales, Gatwick y Heathrow, ¿Qué vuelos tendría que tomar?

Obviamente no hay vuelos directos entre dichos aeropuertos, por lo que una escala es necesaria. Supongamos que partimos de Heathrow. ¿A dónde podemos volar que no sea muy lejos y tengamos vuelos de vuelta a Gatwick?

La mayoría de herramientas de búsqueda de vuelo habituales no permiten realizar búsquedas cuando el origen y el destino son la misma ciudad – por el enorme peligro de que el mundo se colapsara en caso de realizar los cálculos necesarios.

Google nos sugiere un trayecto en coche de apenas 39 minutos, al tiempo que nos indica que se niega a buscar algo así usando el avión.

Con una búsqueda menos algorítmica y a la antigua usanza, miremos hacia dónde se puede volar desde el aeropuerto de Heathrow.

La opción más clara sería ir hasta Manchester, en un vuelo que puede durar exactamente una hora. Pero resulta que no hay vuelos desde Manchester a Gatwick, todos van a Heathrow. Por lo que la ruta queda descartada. Del mismo modo sucede con Leeds o Newcastle.

Incluso con vuelos internacionales, como a Bruselas – que tiene un aeropuerto de mucho tráfico – no existe la opción de hacer la vuelta hasta Gatwick.

La opción internacional más próxima es Dublín.

Asumiendo que no habría esperas en el aeropuerto – algo optimista entendiendo que es un vuelo internacional entre un país que no es Schengen – se podría volar entre los dos aeropuertos de Londres sin cambiar de compañía en unas 3 horas y 35 minutos.

En un tránsito más realista, evitando fronteras internacionales (al menos a fecha de 2018), la mejor opción parece ser Edimburgo.

Con un cambio de vuelos que apenas deja 15 minutos entre la ida y la vuelta, también sin cambiar de compañía, es posible volar de Londres a Londres en tan sólo 3 horas y 15 minutos.

Una pregunta especulativa ante una entrada que lo es aún mas: ¿Qué sistema de Inteligencia Artificial no se pondría muy nervioso ante un cliente con un plan de vuelo tan poco razonable?

Por qué España no gana Eurovisión

Turquía

El LIX Festival de la Canción de Eurovisión, celebrado en 2014 en Copenhague, terminó con la controvertida victoria de Conchita Wurst de Austria. Conchita Wurst, definida por la Wikipedia como ‘un personaje artístico’ que representa a una mujer barbuda, no era la típica cantante y recibió bastantes críticas por parte de los países más tradicionalistas. Rusia estaba a la cabeza de dichas críticas y durante los meses posteriores al Festival amenazó con abandonarlo definitivamente o crear una especie de festival paralelo. Al final, no cumplió sus amenazas.

Gracias al siempre confuso discurso progresista, en la población de algunos países se asoció a Turquía como país damnificado. Tradicionalista donde los haya, había renunciado a participar en el Festival de Eurovisión, pero no por la participación o la victoria de Conchita Wurst. La realidad es que Turquía había abandonado la competición en 2013, un año antes de la controvertida victoria de Austria.

Para los que no sepan mucho de geografía, la no participación de Turquía es tan significativa como la ausencia de Armenia o Azerbaiyán. Del mismo modo, son muchos los que no se sienten cómodos teniendo a Rusia en el concurso. Pero para la organización de Eurovisión, que piensa en el negocio subyacente, estos dos países son totalmente fundamentales. Turquía tiene 80 millones de habitantes, Rusia 144 millones. Su población combinada es un 50% de la de todos los países de la Unión Europea juntos.

Ucrania

Eurovisión es un enorme negocio, con audiencias masivas y cuantiosos derechos de publicidad. La organización del evento cobra onerosos derechos a las televisiones de cada país que pretende participar. Las cuotas son tan elevadas, que los países que atraviesan crisis económicas a veces deciden no competir. Portugal ganaría el concurso en 2017, pero había decidido no participar en 2013. Ucrania, ganadora en 2016, había descartado su participación en 2015, a pesar de obtener excelentes clasificaciones en 2013 (tercer puesto) y 2014 (sexto puesto).

Siempre es interesante pensar la perspectiva y los debates ideológicos vacíos en torno a la participación española en Eurovisión —problemas del primer mundo, o problemas de gente que no tiene problemas— mientras que en Ucrania se preocupan de si tendrán dinero suficiente para participar al año siguiente, a pesar de sus excelentes resultados.

Chipre

Cuando uno se encuentra tan notables ausencias en el Festival de Eurovisión, no queda sino sorprenderse de que Chipre, un país minúsculo, aparezca una y otra vez. La clave está en que los onerosísimos derechos de televisión están ponderados a la población y el tamaño del país participante. Turquía, Rusia y Ucrania son los grandes perjudicados a la hora de pagar. Junto con los grandes países de la Unión Europea. Pero estos llevan tantos años participando y pagan tanto dinero, que tienen un trato totalmente diferenciado y prioritario: si cualquiera de ellos dejara de participar, el espectáculo perdería mucho dinero.

Big Five

Así, hay cinco países especialmente destacados en la organización de Eurovisión: Reino Unido, Alemania, Francia, Italia y España. Este grupo recibe el nombre de Big Five (Los Cinco Grandes) y tiene un privilegio sobre todos los demás: el pase garantizado a la final, sin tener que pasar el filtro previo de las semifinales.

Las semifinales de Eurovisión, un subproducto tan poco interesante que son emitidas por La 2, son un paso previo para acceder al gran Festival de Eurovisión. Algo menos de la mitad de los países participantes se quedan en este filtro, una derrota aún más deshonrosa que la que España suele sufrir: no tener siquiera el derecho a participar.

Momento para ir recapitulando. ¿Por qué Turquía no participa en Eurovisión? No es porque los turcos sean racistas, sexistas, integristas u homófobos. Es porque Turquía se siente perjudicada —al igual que Rusia— por tener que participar en una semifinal, mientras que los grandes países democráticos disfrutan de derechos dinásticos que parece que nadie pudiera cuestionar.

Para colmo de males, los países que tienen que pasar por la semifinal se encuentran con que Los Cinco Grandes tienen derecho a voto en las mismas. No solo pasan automáticamente, sino que tienen derecho a opinar si los demás pueden hacerlo o no.

Real Big Five

Y mientras España, Francia, Alemania, Italia y Reino Unido disfrutan sus beneficios, hay otros países que sufren para pasar, una y otra vez, el suplicio de las semifinales. Azerbaiyán, Rumanía, Rusia, Ucrania y Australia forman el grupo de Los Cinco Grandes Auténticos: aquellos que siempre consiguen pasar a la final, por méritos propios. No es sorprendente, por tanto, que entre dichos nombres aparezcan algunos de los más recientes ganadores del concurso.

Del grupo de Los Cinco Grandes —ignorando a Italia que se incluyó en 2011 y ha obtenido resultados muy aceptables— las decepciones son continuas y solo han conseguido una victoria recientemente: Alemania en el 2010.

Sirva como muestra el resultado de Viena 2015, donde Los Cinco Grandes fueron masacrados inmisericordemente. En ese varapalo se incluyó al país organizador, que también tiene un puesto directo en la final.

La votación

La elección del ganador de Eurovisión se realiza mediante la votación de un grupo de cinco expertos de cada país que toma partido en la final. Hay también un voto popular, otra forma enmascarada de ganar más dinero para la organización, que en 2018 tuvo el mismo peso que la votación de los expertos.

La forma de ponderar el grupo de expertos y los votos de la audiencia son otro motivo de polémica. La Unión Europea tiene mucha experiencia enseñando que no hay que dejar a la gente que vote libremente, porque luego no vota lo que debería. Cuando se deja valorar con independencia, la gente elige a menudo aquellos países que le resultan más simpáticos, o simplemente aquellos países con mejores relaciones internacionales o más inmigrantes. Portugal a España, España a Reino Unido, Reino Unido a Irlanda, Suecia a Noruega…en este intercambio de estampitas, los grandes damnificados suelen ser los países pequeños. Andorra, Luxemburgo o Mónaco renuncian a participar. Mientras tanto, Turquía se sabe beneficiada de un sistema de votación que da más peso a la gente y menos a los expertos, la última de sus protestas para dejar de participar en el Festival. Rusia está cansada de protestar por lo mismo: los jurados no les votan nunca, pero el voto popular les trata muy bien.

Sobre el papel, tener la clasificación directa a la final es una ventaja competitiva enorme para Los Cinco Grandes. Pero la realidad es diametralmente opuesta: el resto de países y audiencias se dejan las uñas en las semifinales, esperanzados en ver pasar a sus naciones a la final. Y cuando lo consiguen, se encuentran con un grupo de países elitistas, que se han saltado la cola de espera y que tienen la absurda pretensión de ganar sin siquiera haberse manchado las manos.

Skin in the game

Los países que tienen que luchar en una semifinal se han jugado la piel para llegar a la final. Por un lado tienen que llevar una canción lo suficientemente buena como para, al menos, llegar a la final. No les basta con una canción cualquiera que quizás dé la campanada y acabe ganando. Tiene que tener más calidad que la media, para no quedarse en el filtro preliminar, que es una forma de ridículo. Por otro lado, han pasado la prueba de una votación previa. El resto de países ha estudiando sus actuaciones, ha valorado su esfuerzo. La noche de la final todo el mundo espera a ver con qué sorprende Reino Unido o Francia, mientras que los países perjudicados cantan canciones que ya se han oído una vez antes. Y las buenas canciones suelen gustar aún más la segunda vez que las oyes.

El público de los países sin privilegios suele ver sus semifinales y llega a la gala final con alguna canción candidata, que por supuesto no será una de Los Cinco Grandes, que aún no ha tenido oportunidad de oír. Siempre es posible que cambie de favorita en el último momento, pero ya existe una desventaja de salida. Luego están las apuestas, que por un lado llevan al voto con el bolsillo —votar a aquello a lo que has apostado— y por otro a sugestionar sobre cuáles son las canciones con más opciones. Las casas de apuestas suelen puntuar más alto a los países que han obtenido los primeros puestos en las semifinales.

Pero por encima de todo está el sentimiento de injusticia inherente a que un país tiene ventaja sobre otros, lo que lo convierte en un favorito forzado, una rueda de molino con la que el sistema intenta que comulgues: eso nunca funciona.

El underdog (desvalido o desamparado en español) siempre tiene el favor del público. Olvidémonos por un momento de que Eurovisión es un concurso de canciones. ¿A quién votarías, a Albania, que ha pasado por una semifinal o a Alemania, que no? Hay una simpatía natural hacia el país desfavorecido que además ha llegado donde los grandes por su propio esfuerzo, no por tener una clasificación automática. Eso se trasmite automáticamente a las votaciones, que deciden al ganador.

Así, al margen de la elección de cantantes, de los errores en las actuaciones, del estilo musical, España tiene una losa por el simple hecho de ser finalista de forma directa. El resto de países lo perciben como una injusticia y solo por eso, son reacios a votarla. En el debate posterior a una debacle eurovisiva todo el mundo tiene una opinión al respecto pero me llama la atención que nadie argumente con el que parece obvio es el principal problema y el motivo de queja de casi todos los demás países: la existencia del ‘Big Five’.

Paradójicamente la mejor forma para que España pudiera ganar sería que tuviera que correr el riesgo de quedar excluida de la final de Eurovisión.