El libro de los avaros

Se acerca la Navidad, tiempo de exprimirse el bolsillo pero también de devanarse los sesos buscando regalos medio decentes. El equipo de Pons Asinorum os ofrece una serie de ideas interesantes para regalar a vuestras personas queridas. Esta recomendación en particular va para esos amigos y familiares indeseables que no se conforman con leer lindezas como El Señor de los Anillos o El código Da Vinci. Esos a los que se acaba comprando una biografía de Savonarola y resulta que ya la habían leído.
Mientras España estaba sometida bajo el yugo de los infieles y el más culto de nuestros compatriotas tenía menos educación que un borrico en el rabo, en el mundo islámico florecía una de las culturas más prósperas que quepa imaginar. Allá por los lejanos Iraq e Irán, antes agrupados bajo un mismo reino escribiría Al-Yahiz su desconocido Libro de los avaros.
Estamos hablando de un libro de la mitad del siglo IX, en pleno tiempo fantasma. Aunque para la literatura árabe es tan importante como el Lazarillo de Tormes para la castellana, para los comunes mortales se trata de un obra desconocida. Es un libro del género adab:

Consiste en una prosa miscelánea, sin principio ni fin, cuyo objetivo es instruir y agradar al lector proporcionándole conocimientos y entreteniéndole.

Así contado, parece un buen blog. Es imposible hablar de este libro sin citar a su traductor al cristiano. Sólo existe una edición en castellano, de Serafín Fanjul. Un flipado del árabe, una de esas personas capaces de llevar a cabo una tarea tan titánica como traducir un libro asín aún sabiendo que el número de lectores interesados en él será de un par de miles, tirando muy por alto. Me quito el sombrero ante él.
El libro consta de una muy interesante y extensa introducción, pero en la que han elegido el absurdo de usar la cursiva de principio a fin. Tras leer diez páginas en cursiva, necesitas matar a alguien. En dicha introducción el autor hace una descripición de una sociedad y una época del todo desconocidas para los occidentales. El Islam de antes de Harun-al-Raschid y el Islam de fuera de la piel de toro.
Después viene el propio libro, que no es más que libro, por cuanto el género adab no admite otra categoría. Intercaladas con historias hilarantes se encuentran algunas descripciones soporíferas de recetas inverosímiles de comidas de la época, disertaciones sin pies ni cabeza justificando de forma burda lo injustificable. Si eres una de esas personas enfermas que acaba teniendo el libro entre sus manos, te recomiendo que te las saltes pues no merecen la pena.
La descripción que se da de la época nos acerca a un mundo árabe envidiable. Un respeto por Dios dentro de lo razonable y hasta de lo deseable. Unas gentes amigas de sus amigos – odio esta expresión – educadas, dispuestas a disfrutar de la vida y sin prejuicios ni pájaros en la cabeza. Algo parecido a lo que se respiraba en la antigua Grecia, con sus esclavos, sus mujeres oprimidas pero cierto aire de libertad de la que ya no existe.
Y bueno, unas historias desternillantes, aún para ser de cuando son. Voy a seleccionar un par de ellas, espero que el señor Serafín Fanjul y editores tengan la suficiente visión de mercado para entender que con esto no pretendo quitarle las habichuelas, antes bien, fomentar la compra masiva de una obra tan interesante.
Según el autor, no hay gente más miserable en el mundo que los de la región del Jurasán y en particular los de Merv.

Otros amigos me informaron de que un grupo de jurasaníes compartían una casa y se arreglaron sin alumbrado tanto como fue posible, hasta que hubieron de pagar a escote para el aceite, pero uno se negó a participar entrando en el pago. Así pues, cuando encendían el candil le vendaban los ojos con un pañuelo y de esa guisa quedaba hasta que para dormir apagaban la candela y – una vez hecho esto – le destapaban los ojos.

Sigue leyendo El libro de los avaros

La otra loteria

Vuelve la lotería de Navidad y con ella es difícil no escribir una entrada llena de topicazos.

La lotería de Navidad no es la que reparte mayores premios, por ejemplo la misma lotería del Niño tiene un primer premio más elevado. Si te toca el primer premio por mucho que invites a todos tus vecinos del barrio no tendrás para más que algún capricho o tapar los famosos agujeros. Los 200.000 euros del primer premio son muchos euros pero hay abuelos que no están dispuestos a vender su piso del yugo y las flechas por tan irrisoria cantidad.
La lotería de Navidad es una actividad social, en que la gente compra lo mismo que sus amigos y compañeros; tiene un tema de conversación en común y sabe que si tiene suerte esta no le beneficiará sólo a él, sino a todos sus allegados.

Los cuatro gatos que no compran lotería de Navidad son unos amargados que, al final, recuerdan el absurdo de comprarla. Porque comprar lotería de Navidad es participar de una ficción: imaginar en qué se gastaría el dinero, hablar con los compañeros de trabajo, deberle dinero de medio boleto a un amigo, es algo que une pero al fin y al cabo una pérdida de dinero. El que no compra hace de Némesis que nos pone los pies en el suelo.
En bolsa, si crees que un valor va a subir, compras acciones y ganas dinero. Pero si crees que va a bajar puedes operar con futuros, apostando a que la empresa irá mal. Y también ganar dinero.

En los portales de apuestas puedes jugar a que el Atlético de Madrid gana, pero también puedes apostar en su contra. Tener información, no importa el resultado, te puede hacer ganar dinero.

Con la lotería de Navidad parece que no hay opción: o se juega y se pierde dinero – en promedio – o no se juega.

Sin embargo la peculiaridad de este sorteo permite pasarse al lado del enemigo. Uno puede hacer de banca en la lotería de Navidad y asociarse con el Estado. De la recaudación, sólo la mitad va destinada a premios. Esto quiere decir que el beneficio que obtiene el Estado es del 30% de la ventas, un margen escandaloso.

Al igual que se puede apostar porque este año nos lo merecemos y seguro de que sí, uno puede jugar del lado del Estado: apostar a que no le va a tocar el premio…y ganar dinero.

La técnica es sencilla: basta con vender participaciones de un número que no se tiene. Digamos que encargo unos talonarios de participaciones de los décimos 35003 y 60651. No importa al precio al que lo haga, aunque para disimular tendría que obtener un sobrebeneficio. Lo más probable es que me lleve limpio todo el dinero que consiga. Es muchísimo dinero. La probabilidad de que tenga que devolver casi todo el dinero (con dos reintegros) suponiendo que hubiera dos, es bajísima (2%) y la probabilidad de que no de ningún reintegro es del 62%, esto es, muy alta. Pero como en este sorteo sólo hay un reintegro, el beneficio está asegurado.

Que ocurran premios mayores es algo bastante improbable. Si hay unos 100.000 números y sólo se reparten 1.700 pedreas, la probabilidad de que toque una de estas es de nuevo insignificante. Con los terceros, segundos y primeros premios ocurre lo mismo. Y todos sabemos las probabilidades de estos (una entre cien mil, menor que la probabilidad de que te parta un rayo).

Los inconvenientes están ahí. El miedo a que tocara el premio – con la consiguiente necesidad de empadronarse a más de 5.000 kilómetros de Madrid – hará que más de uno no se atreva. De todas formas, todos los años hay gente que usa este método para ganarse un sobresueldo muy interesante. A algunos los descubren porque acaban vendiendo números que consiguen premio. Ya es tener mala suerte.

De todas formas este procedimiento, que aquí se enuncia de forma teórica, es del todo ilegal y no recomiendo a nadie que lo ponga en práctica, es más, si conoces a alguien que lo haga, deberías denunciarlo en la Comisaría de Policía más cercana.

Artículos relacionados:

♦ Viajar gratis

Causas de muerte

Una de esas estadísticas que, bien presentadas, hacen que nadie se las cuestione.
Probabilidades de morir, en función de la causa:
Ver gráfico detallado
De enfermedad cardíaca: 1 entre 5
De cáncer: 1 entre 7
De un infarto: 1 entre 24
De accidente de tráfico: 1 entre 84
De suicidio: 1 entre 119
….
En un terremoto: 1 entre 117.127

Asumiendo los datos como ciertos y teniendo en cuenta que se aplican a los Estados Unidos, tendríamos que la tasa de suicidios de ese país es de 1 por cada 119 habitantes, esto es, 840 suicidios por cada 100.000 habitantes.
Si miramos el nº de suicidios por país y año, veremos que los Estados Unidos tendrían una posición “de privilegio” en dicha gráfica, decuplicando al segundo clasificado:
Ver gráfico con los primeros puestos de la clasificación mundial
El índice de suicidios se refiere al número de personas que, respecto del total, se han suicidado en un año dado. Este valor suele estar en torno a las 20-30 por cada 100.000 personas. Sin embargo, cada uno de los 99.980 que se salvan pasan a tener una nueva oportunidad al año siguiente, en que volverán a morir otras 20-30 personas. Con excel se puede realizar el cálculo, que muy a ojo puede parecer que es de unas 20 * 80 / 100.000, pero que cuando se tienen en cuenta los cocientes “ridículos” de 9.998/10.000 y no se simplifican como 1, se llega a la conclusión de que casi hay que dividir por dos. Esto es:
Probabilidad de morir de suicidio en un año dado, para Estados Unidos, 20 de cada 100.000.
Probabilidad de morir de suicidio en toda la vida, para Estados Unidos, 20 * 80 /1,82 = 864 de cada 100.000 = 1 de cada 115, tal y como refleja el gráfico.
Con esto, si pensamos en los países críticos, como Lituania, con 80 muertes de cada 100.000 ciudadanos, por año, el dato es terrorífico:
80*80/1,82 = 3.456 de cada 100.000 = 1 de cada 29 personas.
Esto es, en Lituania, lo más probable, es que alguno de tus compañeros de colegio, alguno de tus compañeros de instituto, alguno de tus compañeros de universidad, alguno de tus compañeros de trabajo y alguno de los miembros de tu familia, se haya suicidado.
Artículos relacionados:

♦ El suicidio en el mundo


♦ Suecia y el suicidio


♦ Soria y el suicidio


Camus y Granados

Albert Camus, autor de las monumentales novelas El extranjero o La caída, además de la excelente La peste, fue el ganador del premio Nobel de Literatura en 1957, con tan sólo 44 años. A pesar de tan importante premio, Camus sentía que su carrera no había hecho sino empezar. Si embargo murió apenas dos años después, el 4 de enero de 1960, en un accidente de tráfico cerca de Sens.
Sens, en francés, significa sentido, significado, dirección. En 1942, en su obra El mito de Sísifo, Camus diserta sobre el sentido de la propia vida, uno de sus temas fundamentales, y en ese contexto escribiría:

Je ne sais pas si ce monde a un sens qui le dépasse. Mais je sais que je ne connais pas ce sens et qu’il m’est impossible pour le moment de le connaître. Que signifie pour moi signification hors de ma condition?

No sé si este mundo tiene un sentido que le sobrepasa. Pero sé que no conozco ese sentido y que para mí, en este momento, es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí sentido fuera de mi propia condición?

El lugar donde moriría se llamaba “Le Grand Fossard”, en el pequeño pueblo de Villeblevin. Volvía a Paris junto con su editor y amigo Michel Gallimard. En el bolsillo interior de su abrigo se le encontró un billete de tren sin usar. Camus planeaba realizar el viaje en tren, porque no le gustaban los coches, pero Gallimard le convenció de lo contrario.
En el coche iban Michel Gallimard al volante, su esposa Janine y su hija Anne detrás, junto con Albert Camus. Rene Char también fue invitado a ir con ellos, pero declinó la oferta para que el coche no fuera demasiado lleno e hizo el viaje en tren. El coche se salió de la carretera y Albert Camus murió inmediatamente. Michel Gallimard lo haría cinco días después en el hospital; las dos mujeres resultaron ilesas.
Paradójicamente, Camus siempre había dicho durante su vida que la forma más absurda de morir era en un accidente de tráfico.
Años después de la muerte de Camus, aún se publicaron dos novelas suyas. La primera, Una muerte feliz, había sido escrita en 1938 y fue publicada póstumamente en 1971. La segunda, El primer hombre, había quedado incompleta a su muerte. El manuscrito de la novela fue encontrado, junto con el famoso billete de tren, en el coche del fatídico accidente.

Sigue leyendo Camus y Granados

La variante Goteborg

Desde que las azafatas de avión no necesariamente tienen bonitas piernas y la bebida hay que pagarla, viajar en avión sólo tiene la ventaja del ahorro de tiempo respecto de otros medios de transporte. A mediados del siglo pasado los desplazamientos aún se solían hacer en barco. Lo que puede parecer un medio romántico de viajar no deja de ser una enorme incomodidad. Los deportistas de élite que tenían que celebrar competiciones mundiales se veían obligados a pedir largos permisos en sus respectivos trabajos, que podían significar estar hasta tres meses fuera de casa.
En el verano de 1955 una expedición de cuatro jugadores argentinos había tomado rumbo a las lejanas tierras de Suecia. Allí participarían en Gotebörg en el Torneo Interzonal. Este tipo de torneos, que estuvieron vigentes hasta casi 1970, servían para elegir al candidato al título mundial. El vencedor del Interzonal tenía la oportunidad de jugar en un encuentro particular a varias partidas contra el vigente Campeón del Mundo. Tras seleccionar a unos ocho jugadores, tras rondas eliminatorias se decidía un aspirante al título que jugaría un match contra el Campeón del Mundo. El vencedor de ese encuentro sería el nuevo Campeón. Así, el Interzonal era el torneo más importante que se celebraba en tres años.
Los cuatro jugadores argentinos eran Miguel Najdorf, Carlos Gimard, Herman Pilnik y Oscar Panno. En el larguísimo viaje hacia Suecia, tuvieron oportunidad de jugar muchas partidas amistosas entre ellos. Pero también se ayudaron mutuamente, preparando variantes de aperturas en común. Se presume que en ese viaje fue donde nació la variante Goteborg.
Los jugadores arribaron al famoso puerto sueco y el 15 de Agosto comenzaron tan importante torneo. Debían ser 24 jugadores, pero los representantes de Canadá (Yanovsky) y dos de los Estados Unidos (Reshevsky y Evans) no se presentaron. De los 21 participantes restantes, había una clara supremacía de soviéticos, con seis jugadores, y argentinos, con cuatro.
Fueron sucediéndose las rondas, hasta llegar a la decimocuarta. En esta ocurrió una increíble coincidencia: los cuatro maestros argentinos tenían que enfrentarse a cuatro maestros rusos. Además, los cuatro jugadores argentinos debían jugar con las piezas negras.
Los encuentros fueron Keres-Najdorf, Spassky-Pilnik, Geller-Panno y Petrosian-Gimard.
Después de cinco jugadas, había surgido otra curiosa coincidencia. Mientras Petrosian había planteado un aburrido gambito de dama, sus compatriotas habían iniciado la partida con el peón de rey. Tres de los tableros ofrecían la misma posición.
goteborg1.jpg
Esta posición recibe hoy en día el nombre de variante Najdorf de la defensa siciliana. El nombre lo recibe de uno de estos jugadores argentinos y da muestra de que no eran estos unos corderitos en manos de los rusos. Los rusos fueron haciendo las mismas jugadas mientras que los argentinos hacían otro tanto. Sin darse cuenta, los rusos se encontraban frente a una de las preparaciones del viaje en barco. Con un avance de peón en el flanco de rey y una posterior retirada de caballo, las negras enfrentaban a sus rivales a una posición del todo desconocida.
goteborg2.jpg

Sigue leyendo La variante Goteborg

Love me tender

Algunos de mis conocidos se juntaban para hacer lo que ellos llamaban un tende. Hacer un tende era patearse las calles del barrio, buscar un tendedero más o menos accesible y llevarse la ropa que mejor pinta tuviera. Un delito de la peor catadura.
El tende se basa en el principio del descuidero: robar lo fácil, abstenerse ante lo difícil. Para un verdadero ladrón, el descuidero es la vergüenza de la profesión, algo así como lo que siente un ingeniero superior de informática ante un biólogo metido a programador.
El descuidero sería el hacker del delito, mientras que el ladrón es el cracker. Un descuidero podría pasar meses sin robar; un ladrón tiene que hacerlo con la regularidad del que tiene una profesión. Mis conocidos habían detectado un fallo en el sistema: todo el mundo protege sus coches y casas con cerraduras de máxima seguridad pero nadie espera que te roben unos jeans mojados.
Un día en que no me sonó el despertador, tuve que ir corriendo a la estación de metro, a sabiendas de que llegaría tarde. Coincidió que cuando arribé al andén justo se acababa de marchar el tren. En uno de los asientos del andén, alguien se había olvidado una bolsa de mano. En condiciones normales la habría tomado y la habría dejado en la taquilla de la estación. Quizás habría barajado la posiblidad de quedármela y si hubiera algo de valor quizás me lo hubiera guardado. El caso es que aquella vez, las prisas, me hicieron preocuparme más por tomar el próximo tren antes que por el descuido de un pobre diablo. Sin embargo, pensé que seguro que alguien se daría cuenta de la bolsa, y efectivamente, mirando a todas partes apareció un tipo, con su corbata, dispuesto a ir a su trabajo, que aún con sus reparos, cogió la bolsa como si fuera suya y se metió en el metro.
No le recriminé su actuación, al fin y al cabo estuve tentado de hacer lo mismo· Cualquiera de nosotros es un descuidero en potencia. Todo depende de las situaciones que surjan. Fuera del mundo criminal, se le llama al descuidero oportunista, y aún recibe otros muchos adjetivos cada vez más positivos: avispado, despierto, listo.
La gradación de la criminalidad entre los ladrones dentro de un centro comercial es interesante. El más profesional y por tanto más criminal es el que va allí con un objetivo: hoy me llevo una Play Station. Ese es el ladrón por definición. Tiene una tarea y debe llevarla a cabo al precio que sea.
Luego llega el tipo que quería llevarse una Play Station y se encuentra con que aquello tiene más seguridad que Alcatraz después de un motín. Y entonces se va a la sección de embutidos y se lleva una pieza de lomo calidad XXXL. Ese ha sido un ladrón práctico: ha valorado sus posibilidades y ha decidido llevar a cabo aquello del “si lloras por haber perdido el Sol las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”(Tagore). Por si alguien no entiende el símil, el Sol sería la Play Station.

Sigue leyendo Love me tender

Italiano para principiantes

Todavía me acuerdo de lo primero que puse en descarga con el Emule: Italiano para principiantes una película danesa.
En su momento la película tuvo cierto éxito y está bastante bien considerada. El caso es que no la acabé viendo, sobre todo porque los subtítulos que me descargué no estaban bien sincronizados con la imagen. Y la película tenía pinta de ser un señor tostón.
El argumento sin embargo es muy interesante. Varios corazones solitarios de una ciudad danesa coinciden en un curso de italiano para principiantes. Partiendo de la experiencia del curso, muchos acaban entablando una relación afectiva.
El tratamiento de la película, según parece pues insisto que no la he acabado viendo, trata de indicar más el hecho del momentum que el iniciar un curso de idiomas, siendo una persona ya adulta, puede significar en una vida que, quizás, se había vuelto un poco monótona y aburrida.

I

Los cursos de idiomas para adultos son un lugar altamente interesante y del todo recomendable. En primer lugar, es una experiencia positiva, que implica un deseo de crecimiento personal. Empezar a aprender un idioma, cuando tienes treinta o cuarenta años, no puede hacerse sino desde una postura humilde, la de la certeza de que quizás nunca se acabe dominando ese nuevo lenguaje. Esa mezcla de ganas de mejorar sin pretensiones grandilocuentes me parece simplemente maravillosa.
No debe sorprender por ello que en los cursos para adultos de idiomas se encuentren personas realmente interesantes. Aunque sólo fuera por este motivo, merece la pena apuntarse a las clases.
Hay madres que tienen hijos que van al instituto y que se plantean aprender aquello que la vida que tuvieron nunca les había permitido conseguir. Hay directivos pisando la cincuentena que se niegan a no conseguir un ascenso por no saber ruso. Hay jubilados con más iniciativa que la de empadronarse en Benidorm.
Pero sobre todo, hay gente con tiempo libre, que ha terminado la universidad, o lleva unos pocos años trabajando. Son personas ambiciosas que no se conforman con el primer empleo con que se han topado y que, tras ver las orejas al lobo, intuyen que algo más que un inglés nivel medio puede ayudarles y mucho en sus carreras. No hablo de los fanáticos de la titulitis, que prefieren obtener un Proficiency antes que pasar un año en Inglaterra o Irlanda. Hablo de gente que, de la nada, se enfrenta al chino, al alemán o al italiano.
La mayoría acabará siendo capaz de mantener una insignificante conversación en el idioma objetivo. Y no llegará más lejos en sus logros. Cuantos más años se tiene, más difícil es aprender y más fácil olvidar. Lo importante, insisto, no es en el hecho del idioma que se aprende, sino en la actitud de la persona.

Sigue leyendo Italiano para principiantes

Claude Bloodgood

Todo el mundo tiene muy claro que el mejor jugador estadounidense de ajedrez ha sido Bobby Fischer. Aclamado por los fanáticos como el mejor jugador de la historia, consiguió acabar con el reinado indiscutible de los jugadores soviéticos, como perpetuos campeones mundiales.
El segundo mejor jugador de los Estados Unidos es, sin embargo, un título incierto. Desde la época de la Guerra Fría, Estados Unidos se ha ido nutriendo de jugadores formados en la Unión Soviética, que escapaban de su país y eran acogidos en la república de las barras y estrellas.
En las Olimpiadas de Ajedrez siempre ha resultado irónico ver el listado de nombres de los jugadores de Estados Unidos. Con jugadores como Boris Gulko, Alexander Shabalov, Roman Dzindzichashvili, Gregory Kaidanov o Alex Yermolinsky no era de extrañar que a la selección norteamericana se la suela llamar Rusia B.
De entre todos esos rusos, sólo Gata Kamsky apuntó posibilidades de alcanzar el título mundial. La historia de Gata Kamsky puede leerse aquí (en español). Les aseguro que no tiene desperdicio.
Anterior al propio Fischer, Samuel Reshevsky estuvo mucho más cerca de conseguir el título mundial, justo antes de que los jugadores rusos eclipsaran al resto del mundo. Reshevsky comparte con Kasmky el haber sido un niño prodigio y el haber dejado el ajedrez profesional en algún momento de su vida.
Si medimos la importancia de una persona por el tamaño de su página en la Wikipedia, el segundo jugador norteamericano más famoso no es ninguno de los hasta aquí citados. Tal vez fuera Claude Bloodgood.
Nacido en 1937 como Klaus Frizzel Bluttgutt III, su origen no es del todo claro. Hijo de emigrantes alemanes, no es seguro si nació en México o directamente en Alemania. Lo que se sabe de él comienza con su participación en la Federación de Virginia de ajedrez, a finales de los 50. En aquella época pudo conocer de primera mano el funcionamiento del sistema de rating del ajedrez, el ELO, que acababa de ser instaurado. Hoy en día, más de cuarenta años después, el sistema sigue usándose de forma más o menos idéntica a como Claude Bloodgood lo encontró. El primer rating que se adjudicó a este jugador fue el de 1656, propio de un aficionado.
Mientras se entretenía con el ajedrez, y a pesar de su buena sangre Bloodgood comenzó a tener problemas con la justicia. Uno detrás de otro, lo que le llevó a la cárcel allá por 1960. Recién salido de ella, en 1969, asesinó a su madre. Fue condenado a Pena de Muerte.

Sigue leyendo Claude Bloodgood

Extrema derecha

Una de las principales causas de que en la mayoría de los países sólo existan dos partidos políticos mayoritarios – republicanos y demócratas, izquierda y derecha, centro izquierda y centro derecha – es la actitud de los votantes.
El votante es un animal de instintos muy primarios: votará al partido que quiera que gane las elecciones.
El simple hecho de dejarse guiar por un principio tan simple es un grave error. El ecologista sabe que el partido de Los Verdes no podrá ganar las elecciones y en muchas ocasiones ni siquiera recibirá un voto del que sería su votante natural, porque este creerá que se trata de un voto inútil.
Los mismos partidos políticos suelen hacer, en la campaña electoral, una llamada hacia el voto útil. Lo cual no deja de ser un insulto a la inteligencia de los votantes, por cuanto cualquier partido, por muy minoritario que resulte, puede tener una amplia significación en el Gobierno. Basta con que los partidos mayoritarios no tengan mayoría absoluta.
En España tenemos numerosos ejemplos en que partidos más bien pequeños adquieren un considerable poder gracias a que, unidos a otros partidos políticos, permiten formar una mayoría simple.
Si queremos comportarnos como auténticos miembros de la Democracia no debemos votar al partido que queramos que gane. Y si queremos tener un voto realmente inteligente, tal vez ni siquiera tengamos que votar al partido que más nos simpatice.
La extrema derecha suele defender posturas radicales. Por lo general su política puede definirse como no democrática. Establece distinciones entre ciudadanos de primera, segunda y enésima categoría. Cuanto más blanca sea tu piel, más generaciones lleves viviendo en el país, mejor sea tu dicción, más dinero ganes y más bienes tengas, más cerca estarás de formar parte de esa primera categoría. Algunos de sus postulados, sin embargo, suenan muy bien. ¿Qué me ha de importar que discrimine a determinados colectivos si a mi me ponen en primera clase? Y es que en general, la defensa de la extrema derecha es sobre las clases más comunes: los nacidos en España, los católicos, los heterosexuales, los que trabajan, los de raza blanca.
No me convencen las ideas que defienden este tipo de partidos. Jamás querría ser gobernado por un político de la extrema derecha. Sin embargo, votar a la extrema derecha puede resultar muy provechoso en un país como España. Y me explico:

Sigue leyendo Extrema derecha

The Bridge

Ya se estrenó en los cines de Estados Unidos el documental The Bridge. Así que tengan el Emule preparado porque pronto estará disponible – y posiblemente la película nunca llegue a España.
Momento histórico para Pons Asinorum, en que por primera vez se incluirá un video de YouTube: Aquí tienen el trailer de la película.

La película trata sobre los suicidios, bastante frecuentes, que se producen sobre el famosísimo puente Golden Gate. La cinta es pura polémica.
Por un lado, el tabú del suicidio. Hay una suerte de consenso sobre que cuanta menas publicidad se le de, tanto mejor. Según se dice, el sólo mencionar el tema despierta el interés de los indecisos. Así, nunca se verán noticias sobre suicidios, ya sea sobre intentos, muertes consumadas, o simplemente divulgativos del problema.
Por otro lado, el modo en que se realizó. El director se puso en contacto con las autoridades, indicándoles que quería hacer un reportaje sobre la belleza de un lugar tan especial donde se combinan lo monumental creado por el hombre, con la naturaleza. Tras recibir los permisos correspondientes, sembró el puente de cámaras y esperó a tener imágenes suficientes de suicidios cometidos en el puente. Y es que el Golden Gate es a los suicidas lo que la Torre Eiffel a los enamorados: el icono por excelencia.
Con sus cámaras consiguió captar 23 de las 24 muertes conocidas en ese periodo de tiempo.
En Estados Unidos se está hablando mucho sobre la película – pero no sobre el contenido. Así, resulta difícil saber si es buena o mala, en cualquier caso aborda un tema tan novedoso, que creo que merece echarle un vistazo.
Artículos relacionados:

♦ Saltar por un puente
♦ Suicidios en el Golden Gate