El fraude de la ONCE

Publicaba hoy el semanal Época- y muchos conocíamos a través de Periodista Digital – la noticia de que “Los directivos de la ONCE ponen en el mercado entre un 40% y un 60% más de los cupones que van a vender para quedarse con una parte importante de los premios.”
El apocalíptico mensaje hace saltar todo tipo de críticas. El artículo trata de explicar con bastante profundidad el porqué de esta práctica, quienes resultan beneficiados. Los porcentajes de premios que no se reparten, las nuevas tiradas. Sin embargo, uno consulta los comentarios de los lectores y se da cuenta de que hay muchos lectores que no encuentran fraude en la práctica, es más, piensan que el autor nos presenta una falacia. Porque dado que venden más, hay más premios, y podrían verse obligados a repartir más de lo que venden. ¿Es así?
Según el artículo, la ONCE estaba obligada a repartir un mínimo del 47,5% de lo recaudado de lunes a jueves, y un 52% los viernes. La normativa cambió y simplemente forzó a que el tope máximo de premios fuera del 55%. Según esto, se permitió la posibilidad de la sobreventa de cupones.
¿Qué es la sobreventa? Las líneas aéreas y hoteles vienen explicándonoslo desde hace tiempo, aunque nosotros sólo veamos la cara amarga del viajero que espera en el aeropuerto, porque su vuelo tenía OverBooking(exceso de reserva). La sobreventa es cuando se vende más de lo que se tiene, a sabiendas de que muchos de esos potenciales compradores no llegarán y algunos se echarán atrás. Si lo hacen no es más que para aumentar la oferta, y aumentar la oferta es obtener mayor demanda, y mayores beneficios. En su caso, tienen el lado oscuro de que pueden encontrarse sin respaldo, por lo limitado del avión u hotel. Este problema no lo tiene una empresa tan rica como la ONCE. Ellos abren la hucha, te dan tu premio y nadie hace preguntas.
Aquí tenemos que pararnos para saltarnos un típico error. Según dice la gente, la ONCE, podría perder dinero, dado que ofrece muchos más premios. Teóricamente podrían vender un único cupón y que éste resultara premiado. Entonces, perderían mucho dinero. No nos engañemos. Cuando una aerolínea se encuentra con overbooking puede perder bastante dinero en el vuelo. Si la empresa tuviera overbooking en todos los vuelos iría enseguida a la quiebra. Pero precisamente permite esta práctica porque sabe que esto es una circunstancia inusual que ocurrirá en contadas ocasiones. La ONCE obtiene un margen de beneficio mucho mayor que la compañía aérea, luego está protegida ante esta eventualidad con garantías mucho mayores.
¿Dónde está la trampa?

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¿Cuántos son gays?

Incluso más difícil que la encuesta de los penes, es la de la orientación sexual. Resulta increíble que hoy en día, en que afirman tener el código genético descifrado, en que se podría ir a Marte si la población iraquí fuera más mansa y diera menos problemas, no se puede afirmar, con un porcentaje menor al 2% de error, el porcentaje de gays que hay en la población.
Uno de los primeros estudios , realizado por Alfred Kinsey cerca de 1950, reveló un alarmante 10%. Y digo alarmante porque la gente pensaba que los homosexuales eran una minoría insignificante y aplastable. En España hoy en día hay menos de un 10% de extranjeros ( un 6,2% de con papeles según el INE ), medida suficiente para hacernos una idea de cuan grande es esta cifra.
Después vinieron estudios más serios, que no fueron sino tentativas y tanteos de poca fiabilidad. Se pregunta a poca gente, a veces de unos grupos parecidos. Se entiende que haber tenido relaciones homosexuales una vez te convierte en homosexual, o no haberlas tenido en heterosexual. Estos resultados devuelven números tan dispares que hacen pensar en la invalidez de los resultados:

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Penes de pena

Hacer estadísticas es equivocarse, pero al menos hay que tratar de hacerlo en lo mínimo posible. Las electorales suelen tener resultados muy distintos a los reales, sino que hablen con ZP. Pero si hay unas estadísticas que fallan son las sexuales. Y aún mantienen un poco el tipo porque no pueden contradecirse con resultados reales. Los datos nunca se sabrán.
Cuando le preguntan a un hombre cuánto mide su pene, lo normal es que exagere. Si mide 15,5 dirá 16, o incluso 17. Muchos de los que tengan medidas aceptables no se preocuparán del tamaño y no lo sabrán. Nunca se lo habrán medido y tendrán que decir un número a ojo o entrar en un amplio No sabe, no contesta. Así, la estadística está viciada por todas partes:
a) La muestra no es válida, porque las personas han sido contactadas, normalmente, por teléfono, y para ello ya se está descartando a un amplio porcentaje de población de clase media-baja. No puedes preguntarle a un hombre cuánto le mide en la calle o visitándolo en su casa, especialmente si eres una encuestadora.
b) La gente que lo sabe miente. Porque es algo comprometido, porque no pasa nada por mentir, porque quiere creer lo que dice. Porque ellas se ven gordas y ellos se la ven pequeña.
c) La gente que la tiene grande no se la mide. Si tienes un instrumento de cuidado te da casi miedo mirarla, máxime saber el tamaño de tu barbarie. Demasiado es tan malo como insuficiente.

Educación heterosexual

La noticia del día es, sin duda, que los homosexuales, gays y maricones pueden adoptar niños y casarse. Me resulta sorprendente la cantidad de gente que va de liberal pero que encuentra una aberración que un niño se críe entre gays. En cierto modo, no se han despegado la sensación de que la homosexualidad es una enfermedad, que puede resultar contagiosa.
Lo que no consigo entender es como hay tanta gente por ahí que se cree capaz de educar a un niño, simplemente por ser heterosexual. Creo que la gente de mi generación está teniendo los peores niños de los últimos años( esta sensación de vivir el peor momento de la historia también le ocurría a Séneca en la suya). Pero yo creo tener más razón. La gente que ha nacido entre 1965 y 1980 tiene edad como para no haber conocido a Franco. Han sido lo suficientemente jóvenes para usar los videojuegos. Han disfrutado de cierta estabilidad económica y emocional. Son lo que han hecho carreras universitarias de forma desproporcionada comparada con el mercado laboral. Han tenido libertades suficientes como para cuestionar a los que les mandaban, pero sin llegar a criticarles.

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It’s raining frogs!

En realidad, la Biblia no habla de una lluvia de ranas, simplemente de una plaga. Pero referencias a la lluvia de ranas existen hasta en el lenguaje. El idioma inglés tiene la expresión “tell someone that is raining frogs from the sky”(Decirle a alguien que están lloviendo ranas del cielo) que significa que le estás contando algo que no puede entender. Y es que si llovieran ranas del cielo no podríamos entender la causa. Una de las personas que más facilitó que pudiéramos llegar a entenderlo fue Charles Fort.
Charles Fort fue un personaje fascinante que se dedicó durante toda su vida a recopilar sucesos extraños de publicaciones de todo el mundo. Su especialidad fueron las lluvias extrañas. Entre ellas, la más común de todas es, sin lugar a duda, la de ranas.
Hay miles de referencias sobre el hecho, hasta el punto de que nadie se atreve a negarlo. Han ocurrido en casi todos los países del mundo, España no está exenta. Indagando por Internet, he podido averigüar que, sin embargo, otros tipos de lluvia extraña también han invadido la Tierra a lo largo de la Historia. Desde sangre, hasta peces, productos malolientes extraños, incluso hay quien habla de monedas. Ni que decir tiene, una gran parte de estos testimonios son fraudes. Pero no todos. Recomiendo la lectura de los siguientes links para sorprendernos hasta qué punto han podido suceder cosas así:
En inglés
La continuación
Muy completo, en español
Curiosamente, el director de Magnolia conocía la obra de Fort, sin haber oído hablar de la Biblia. Todo un ejemplo de incultura provechosa.

La eliminación del céntimo

Me resulta curiosa la progresiva asimilación del euro en la población española. Antes de que se implantase, la gente temía que los precios se redondeasen al alza. Así, si algo valía 1400 pesetas, pasaba a valer 8,4141 euros y esos 0,0041 euros(que son 0,682 pesetas) se los tenía que comer el vendedor.
Esto generó temor entre el ciudadano medio. Una insistente serie de anuncios de televisión financiados con dinero público se encargó de avisarnos de que los rendondeos se debían hacer bien.
En realidad, un correcto redondeo significaba que si algo costaba 1500 pesetas = 9,01518 euros pasaba a costar 9,02 euros. El redondeo obligaba a subir, en este caso. En otros, como el anterior de las 1400 el empresario salía perdiendo. En cualquier caso, unas cantidades compensaban a las otras y lo comido por lo servido.
Así, nos estábamos peleando por menos de una peseta. Algo indigno en un país que nunca trató bien a su moneda patria. Pero era así. Lo ridículo fue el gasto en publicidad ante un hecho que en poco podía afectar a nuestros bolsillos ( o al IPC que es lo que preocupa a los gobiernos).

La eliminación de los céntimos

Después pasó el tiempo de la redondelización, como yo lo llamo, en que la montaña fue a Mahoma y ya que hacer las cuentas era tan complicado, el café que valía 100 pesetas pasó a su equivalente psicológico, el euro. Y la cerveza a 125 pesetas pasó a 1,2 euros. Las mil pesetas se convirtieron en 10 euros. Las 5.000 en 50 euros. Este fenómeno, mezcla de proceso psicológico con argucia picaresca y simplificación, es realmente digno de interés. Sin embargo, nadie parece haberse preocupado por él.
Este proceso, generó una subida de, aproximadamente, el 66% en muchos productos. Sobre todo los de bares, restaurantes y similares, pero también los de cobro de precio fijo por servicio, como peluquerías(corte de 1000 pesetas a 10 euros), consultas médicas privadas, despachos de abogados. En otros negocios la subida era inviable, por ejemplo en supermecados, gasolineras, impuestos públicos, recibos del teléfono.
Un tercer grupo de negocios tuvo olfato fino para sacar su tajada. Las tiendas de ropa, por ejemplo. La idisincracia de su negocio hace que sus productos siempre estén en torno a ciertos números. Ahora se las apañaron para “mover” esas cifras, cambiaron los números de oferta. La prenda a 20 euros, por ejemplo, era todo un chollo para las textiles, porque engañaba con las 3.000 pesetas.
También la oferta de los 40 euros, en productos de mayor calidad, les permitía algún engorde de precios. En cualquier caso su incremento de beneficio estaba en torno al 10%. También es interesante la estela del DVD, nacido casi al tiempo que el euro, que magistralmente supo aprovechar la mímesis con su antecesor, el video, para hacer que la película que antes valía 2000 pesetas ahora valiera 25, 20 euros, y todos contentos. Mis felicitaciones al departamento de Mángueting.

La desaparición del céntimo

Ahora surge un nuevo proceso que es el de la muerte del céntimo. Tras las primeras desconfianzas en que veías como la gente esperaba las vueltas de 1 céntimo de euro y jamás daba propina, tras volver a la situación normal, nos damos cuenta de que las monedas de un céntimo de poco sirven. Las máquinas expendedoras no las aceptan. Nada vale 1 céntimo, como antes le ocurría a la peseta. Los picos se han redondelizado, han buscado el número entero.
Personalmente tengo unos 20 céntimos en la cartera, entre monedas de 1 y 2 céntimos, desde hace tiempo, y sé que me va acostar darles salida.
Los finlandeses, que son uno de los pueblos más avanzados intelectualmente del mundo, de salida decidieron no preocuparse con esa minucia. Y no emitieron monedas de 1 y 2 céntimos. Se evitaron pasar por etapas estúpidas de evolución. Poco después los austríacos, que tienen un nivel de vida que te pasas(o al menos tienen unos precios desorbitados) hicieron por quitarse la moneda de encima. También los holandeses.
Ahora empiezan a oírse voces en el resto de la Unión Europea, España incluida. Me divierte que el principal argumento en contra ante esta simplificación del sistema monetario es el miedo al redondeo. Porque, dicen, “la población tiene la sensación de que han subido los precios”. Los políticos parecen vivir en una urna de cristal. Desconocen el precio de las cosas. No es una sensación, es una realidad. Y no han subido algo, han crecido muchísimo.
El principal problema que yo encuentro a la desaparición del céntimo es que los precios deberán ajustarse de nuevo. Algo que ocurrió ya con el cambio de moneda. Y por eso he intentado recalcar el proceso subsiguiente, de redondelización de precios. Por supuesto, dado que los precios han alcanzado números redondos en los productos que parecían exigirlo, esta nueva apreciación, posterior al redondeo, será menor con el cambio de moneda, pero a buen seguro que se producirá.
Poco después de implantar el euro en Italia, el país de la zona euro que tenía la moneda más devaluada, surgieron problemas. Pasar de pagar cientos de miles de liras a unos pocos euros desembocó en que en este país los precios subieran más que en ningún otro lugar de la Unión. Porque estos procesos de subida descritos para España han tenido distintas e interesantes evoluciones en cada uno de sus países de origen, en función de los siguientes aspectos:
-Permisividad de los gobiernos.
-Precio medio de los productos antes del cambio de moneda.
-Constante de cambio de dicha moneda.
Por ejemplo, en Alemania, el cambio euro – marco alemán era inmensamente simple. Dos marcos eran un euro. Esto fomentó que apenas se pudieran engordar precios. Aún así la gente encontró maneras, pero nunca tan provechosas como en países como el nuestro.

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La muerte de los zurdos

Un hecho aceptado por la ciencia durante años fue que los zurdos tenian una esperanza de vida de unos 10 años menos que los diestros. Afortunadamente, este hecho es rotundamente falso. El sentido común sale en defensa de la verdad, ¿Qué lógica tiene pensar que por ser zurdo se va a vivir menos? Sin embargo, un estudio realizado por prestigiosos psicólogos demostró tan paradójico resultado.
Pasarían algunos años hasta que se detectaran los errores de dicho estudio. Pero el mal ya estaba hecho. Cuando se realizó la investigación todos los medios de comunicación se hicieron eco de semejante paradoja. Era una noticia interesante para contar en las comidas, y para bromear con los infrecuentes zurdos. Después, nadie se preocupó de divulgar la refutación, pues no resultaba una noticia golosa, algo divertido y contradictorio. Así, en muchas cabezas quedó ese dato erróneo.
Aunque a cualquiera el resultado le olía a chamusquina – no tiene sentido que ser zurdo empeore nuestra esperanza de vida más que fumar cuatro cajetillas de tabaco diarias – el estudio, serio y con datos verificados, parecía irrefutable. Según él, se tomó una elevada muestra de personas fallecidas. De cada una de ellas se anotó su lateralidad y su fecha de defunción.
Calculado así, los resultados eran evidentes: las personas zurdas habían muerto mucho antes que las diestras.
Sin embargo, era difícil encontrar la falacia del argumento. Y el truco está en que la proporción entre zurdos y diestros ha ido cambiando a lo largo de la historia. De todos es conocido que antes ser zurdo era ser raro, tendencioso, malo. En las escuelas no se permitía a los niños pequeños escribir con esa mano. La religión también censuraba lo que podía. Aún así, había zurdos. La proporción actual es de 1 zurdo por cada 10 personas. Antes podía de ser de 1 por cada 20, o incluso inferior.

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DIA%

Entrar en un supermercado DIA es hacer una incursión en el tercer mundo. De salida, los comercios suelen ser pequeños y sucios. Las cestas de mano y las estanterías no han sido limpiadas desde la inauguración del local. Lo siguiente en que te fijas es que la mitad de los productos que buscabas no están, esto es una constante que hace que tengas que ir el doble de veces de lo normal al supermercado. Los suministros llegan un par de días a la semana, y han de ser las propias cajeras(tal vez el término trabajador multifuncional fuera más idóneo) las que – en los escasos huecos que el atender las cajas brinden – se encarguen de rellenar las estanterías. Aparte de las frecuentes ausencias, sabes que sólo podrás encontrar lo básico, olvídate de cualquier producto que se salga de lo elemental. Si quieres pan de molde, hay, pero sólo de dos marcas y modelos. Y si quieres de otro tipo, te vas a otro sitio. Y así con todo.
El siguiente punto que sorprende es la explotación al personal de estos supermercados. Se dejan la piel durante toda la jornada laboral, no tienen un minuto de descanso. Me consta que están muy mal pagados y se deben sentir totalmente utilizados por la empresa, que se hace de oro ahorrando en personal. Un supermercado que abarque un pequeño barrio puede estar atendido por 2 personas – menos que un comercio tradicional – con el consiguiente descontrol y agobio de sus empleados.

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