mp3 no es para música clásica

Hoy en día hay dos tipos de mp3: el formato de música comprimida o por extensión aquellos aparatos capaces de reproducir los ficheros en ese formato musical.
Tanto uno como otro son una gran invento, pero no sirven para la música clásica.
No mp3 sino ape
Los puristas de la música clásica no aceptan formatos descafeinados. Eso de que el fichero se reduzca a un cuarto de su tamaño es lo de menos si para ello se ha perdido una milésima de decibelio en el sonido de la celesta que se usa brevemente en una oscura sinfonía.
Cuando buscas música clásica casi nunca la encuentras en formato mp3. Los que se preocupan de convertir un disco original en algo disponible para la gran mayoría de la gente, tratan de que esa compartición se haga sin que se pierda un átomo de calidad. Por eso el formato ape es el más popular de todos. Los ficheros ape son mucho más grandes que los mp3 y mucho menos estándar. Los reproductores de mp3 no reproducen ape y te toca realizar una conversión desde ape hasta mp3 antes de poder oír la música.
La pista única
Parece que no pero sólo eso ya es una molestia. Otra quizás mayor es que los que convierten los cds en música para subir a la red lo hacen en una única pista: el disco con la Sinfonía Turangalila de Messiaen en una única pista (estamos hablando de una pista de 80 minutos). O una obertura, un concierto y luego una sinfonía, todo en una única pista de audio.
Y esto lleva al problema de los reproductores de mp3. Tras convertir un fichero ape a mp3, que a veces es una única pista de audio, existe el problema de que si esta es muy larga, no puedes realizar una reproducción parcial.
Digamos que te apetece oír el segundo movimiento de un concierto: pues primero tienes que oír el primero. Esto ocurrirá también en la música pop, con aquellos discos que estén en una única pista, pero insisto que esto es muy frecuente en música clásica y raro en música pop.
Así, recuerdo haber tenido esa Sinfonía Turangalila en cuestión y haber oído el comienzo decenas de veces mientras que al final casi no llego nunca. Porque aunque puedes continuar oyendo por donde lo dejaste, es raro y siempre te apetece oír una música desde el principio.
La ordenación
Otro problema está en las canciones, que normalmente no vienen ordenadas como en la música pop. Y aquí el orden influye, y mucho. Porque una sinfonía es un puzzle de aproximadamente cuatro piezas que sólo admite una ordenación posible. Oír primero el último movimiento de una sinfonía y luego el primero es insoportable. Y puede ocurrir si las canciones no están bien numeradas, lo que puede suceder ya que se les da el nombre, no se incluye el orden de las pistas. En lugar de:

  • 01: Allegro
  • 02: Adagio
  • 03: Presto
  • 04: Scherzo

Sólo se indica los nombres:

  • Allegro asai
  • Adagio cantabille
  • Presto
  • Scherzo, vivace

Y la ordenación entonces es alfabética, lo que en este caso nos llevaría a oír primero el segundo movimiento y luego el primero.
Insisto en que todo esto se puede arreglar antes de subir las canciones, pero es un factor que a veces se olvida y otras da pereza.
Shuffle
Una función que no tiene mucho sentido es el shuffle (orden aleatorio) como el que tiene el reproductor Ipod de la gama más baja. Esa idea está concebida para música pop pero no funciona con música clásica.
El ir saltando de un movimiento de un concierto barroco a la mitad de una sinfonía contemporánea y luego hacia un lieder de Schubert queda fuera de toda lógica. En música clásica lo lógico sería un salto aleatorio pero entre carpetas y siempre empezando cada carpeta por el principio.
El sonido
Creo que la última molestia considerable es la oscilación en la intensidad del sonido. En música clásica los cambios de intensidad son mucho más frecuentes que en pop. Hay piezas casi inaudibles que pocos segundos después se convierten en una explosión de sonido para luego volver a bajar hasta muy pocos decibelios, para volver a subir y bajar. Recuerdo una pieza de Ligeti que es literalmente inaudible en un aparato portátil. O te destrozas los tímpanos o no oyes casi nada.
En general según que piezas están pensadas para el directo o para oírlas en una habitación bien insonorizada, pero que son casi imposibles con los auriculares.
Nos aguantamos
Los que escuchamos música clásica en mp3 somos cuatro gatos así que es normal que este tipo de problemas nos los tengamos que aguantar. Esto no es una protesta, es simplemente descriptivo.

El tiempo

Uno de los primeros días de clase en la Universidad, antes de comenzar la lección, la profesora nos mostró un recorte de periódico.
Era una noticia que trataba sobre los bancos que estaban contratando a matemáticos para sus departamentos de riesgo. El artículo contaba lo bien pagados que estaban estos especialistas y lo difícil que les estaba resultado encontrar suficientes ya que se los rifaban para esas y otras profesiones.
Con ello quería animarnos para que viéramos la realidad: las matemáticas son una carrera con mucho futuro. Pero esto era algo que se sabía desde hacía algún tiempo. Así, la demanda para la carrera era tan amplia que ese año habían tenido que incluir un turno más. Estaban literalmente desbordados, lo cual era lógico ante el futuro tan prometedor para los que consiguieran terminar la licenciatura.
Mientras, podía ver a gente como mi prima, que había recién terminado la carrera de Medicina y apenas si encontraba trabajo haciendo sustituciones en clínicas privadas.
Estudiar Medicina hubiera sido una locura. Además de ser una carrera muy difícil, y más larga, las perspectivas laborales al terminar eran mucho peores.
Sin embargo pasaron los años, unos cinco para ser más exacto, y al terminar la carrera la situación había cambiado radicalmente. En mi promoción terminaron unos 100 alumnos, pero es que en la anterior el número no había sido mucho menor. Eran tantos los licenciados en matemáticas, que aunque había buenas ofertas de empleo, la demanda era tan alta que resultaba difícil encontrar un buen trabajo. Y para colmo de males, explotó la burbuja puntocom y una de las principales puertas, el mercado de la informática, se le cerró a todos los matemáticos.
Curiosamente cuando terminé de estudiar había una demanda de médicos tan alta que no se podían cubrir todas las plazas. El Gobierno fue autorizando la convalidación de estudios de Medicina de un país tras otro. Si un chamán hubiera solicitado ejercer de médico tal vez le habrían dado algún trabajo.
Está claro que tuve mala suerte. ¿Al terminar la carrera? Desde entonces me he estado fijando en las promociones de distintos estudios, y veo que ese error ocurre una y otra vez. Porque no se trata de mala suerte. El error ocurre cinco años antes de que se produzca el problema, pero el problema ya está ahí.
La explicación es sencilla: oferta y demanda. Cuando hay mucha oferta, mucha gente que ha estudiado una carrera, muchos acaban en el paro o aceptando profesiones de baja categoría. Entonces los estudiantes que están en el último curso, antes de la Universidad, miran como está el patio:
“Muchos médicos en el paro”.
“Informáticos cobrando 600 euros”.
“Historiadores trabajando de teleoperadores”.
Y entonces elige aquellas profesiones que están triunfando en ese momento.
Ingeniería genética.
Ciencias medioambientales.
Ingeniero en energías renovables.
Filología china.
Y claro, hace una de las que tienen futuro, no va a cometer el error de estudiar Historia.
Sin embargo esto no tiene ningún sentido.
Si fuera un viaje pues sí: todo el mundo sabe que aunque la India sea un país fascinante, no es el mejor momento para ir allí (por las tensiones con Pakistán). O que aunque Noruega es precioso, mejor sería ir en Julio que en pleno Enero. Si ahora te ofrecieran un billete de avión a donde quisieras, elegirías quizás un lugar en el hemisferio sur, donde es verano, y descartarías los países en conflictos bélicos.
Ahora bien, imagina que te dicen “te regalo unas vacaciones a donde quieras, a condición de que eliges ahora y las haces dentro de diez años”.
Pues de aquí a diez años pueden pasar muchas cosas. Puede que Finlandia esté en guerra con Rusia o que Argentina tenga una moneda más fuerte que el euro, o que China sea más caro que Noruega. O que Kenia sea otra vez un destino seguro y barato. Diez años es mucho tiempo.
Hace unos cinco años hice una apuesta con un amigo: el premio era a diez años vista (me quedan cinco años para ganar). Se trataba de un fin de semana para dos personas en Islandia, con todos los gastos pagados.
En su momento era una apuesta tan grande que estuve pensando apartar una cantidad de dinero cada año por si me tocaba pagar (soy alguien de palabra). Hoy en día, con la que ha caído, es cuestión de meses que Islandia se convierta en un destino turístico razonable. Quizás dentro de otros cinco años sea hasta un mal destino turístico, por ser como un Benidorm del norte.
Lo que quiero decir es que no es lo mismo elegir una cosa “para ahora” que algo que tendrá consecuencias a largo plazo. Si ahora mismo tuviera que elegir una profesión, elegiría abogado laboralista especializado en despidos improcedentes. Pero si tengo que empezar a estudiar ahora y no terminaré hasta dentro de cinco años, es seguro que esa es una muy mala elección.
Por eso los rankings de profesiones con más futuro que salen en los periódicos para orientar a los futuros alumnos suelen causar un enorme mal en estos estudiantes. No sólo porque no recomiendan lo mejor, sino porque suelen recomendar algunas de las peores profesiones posibles, para cuando los estudiantes hayan terminado sus carreras.
En mi época el japonés era el lenguaje del futuro y ahora resulta que es un lenguaje del pasado. El lenguaje del futuro ahora es el chino, pero si España entra en una grave recesión y las empresas francesas se aburren de comprar empresas españolas, resultará que el lenguaje del futuro será el francés.
Porque muchas veces cuando se habla de “el algo del futuro” en realidad de lo que se está hablando es del presente. De cosas que de tenerlas ahora, tendrían mucho valor. Pero si necesitas muchos años para conseguirlas, cuando llegue ese momento, habrán perdido su valor.
Se habla de buenas y malas opciones sin pensar que los resultados de esas decisiones tienen que trasladarse en el tiempo.
Esto mismo que estoy diciendo para los estudios se puede aplicar a muchas otras cosas. Por ejemplo, los lenguajes y sistemas de programación. Ahora se dice mucho eso de que “el cloud computing es el futuro”. Con eso lo que se quiere decir es que si sabes mucho de cloud computing, ahora vas a poder encontrar ofertas laborales muy interesantes. Pero si necesitas de un año para saber todo lo necesario sobre el cloud computing, cuando tú llegues llegarán también otra hornada de oportunistas y entonces tu esfuerzo no habrá compensado.
En esta línea, con los tiempos que corren, debe ser un grave error empezar a estudiar unas oposiciones: habrá más opositores, menos plazas que nunca. Más gente muy preparada tirará también por ese camino. También es una mala opción empezar a estudiar algo que todo el mundo tenga, como inglés o informática y que no se aprendan en dos tardes.
Me imagino que la única opción razonable para la crisis actual es el camino de en medio: aprender algo rápido y raro:
a) Cursos intensivos de idiomas “sencillos”. Como italiano o portugués. Obtienes un nivel alto en poco tiempo, comparado con idiomas más raros.
b) Cursos de idiomas “exclusivos”. Como sueco o noruego. Si una empresa noruega necesita a alguien en España, podría recurrir a ti. Si una empresa rumana necesita personal en España, jamás contrataría a un español.
c) Profesiones sencillas. Ser cerrajero o pintor de brocha gorda es algo que se aprende pronto y que sirve como profesión autónoma (la primera tiene sus ventajas si uno se lo quiere tomar en plan mucho más liberal).
d) Vendedor. Si sabes vender, nunca te faltará trabajo. También se aprende a vender. Fórmate como vendedor.

Dedo Anular

El dedo anular tiene una definición que recuerda la de los números naturales: es el siguiente al dedo meñique.
Al existir manos derecha e izquierda y no tener éstas simetría especular, la definición de cualquiera de los dedos tiene alguna complejidad.
El criterio elegido por la Real Academia es excelente: meñique y pulgar se diferencian por el número de falanges, el meñique tiene tres y el pulgar dos. De esta forma se les distingue. El meñique es “el dedo exterior con tres falanges”. El anular es “el dedo contiguo al meñique”.
El dedo meñique tiene, de acuerdo con la Wikipedia, un significado mágico en casi todos los idiomas. En los occidentales lo habitual es llamarlo anular, de anillo. Los anillos tienen un valor simbólico pero también mágico.
Idiomas con el italiano, el francés, el alemán, el inglés o el castellano llaman a ese dedo por el nombre de “del anillo”.
Existe otra vertiente que lo nombra como el dedo de la medicina: con curiosos ejemplos: Japonés, Coreano, Latín (digitus medicinalis) y los ingleses, siempre tan ubicuos, que usan también la versión del anillo.
También existen algunos idiomas que lo nombran en función de su posición respecto de los otros dedos: Latín (digitus medio proximus), griego y serbio.
El punto está en la cuarta posible definición, que está tremendamente extendida por todo el mundo. Y es que así se le llama en: búlgaro, finlandés, ruso, sánscrito, ucraniano, japonés (repite junto al dedo médico), cantonés, chino, persa y algunos más. En todos estos idiomas, a ese dedo se le llama con el meta-nombre de “dedo sin nombre” o directamente “sin nombre“.
Esto se hace como forma de superstición, como dedo de fuerzas poderosas. Aunque resulta curiosa: para evitar nombrar al dedo, se le da el nombre de “sin nombre”, ¡Con lo que no se le puede nombrar!
Como dirían algunos, una solución de baja tecnología.
Fuente: Wikipedia en inglés.

España en pequeño

Mi pueblo es bastante pequeño. En él vivimos 200 personas, si nos olvidamos de los jubilados, los enfermos, los niños y algunos pocos más. Somos 200 personas en edad de trabajar.
Aunque el pueblo no es muy grande, tenemos a 26 funcionarios (policías, bomberos, alcaldes, administrativos, concejales, etc.). Esos 26 funcionarios son unos privilegiados en los tiempos de crisis que corren.
Somos 113 hombres y 87 mujeres. Aunque entre los funcionarios el reparto es igualitario: 13 de cada sexo.
Con la crisis la situación del paro es bastante preocupante: tenemos trabajo 172 personas (26 de ellas no corren ningún riesgo de perderlo). Ahora mismo el pueblo tiene a otras 26 personas sin trabajo.
Y entre enero y febrero pasados, despidieron a otras tres personas. Ahora sólo tenemos trabajo 169 personas. Las previsiones hablan de un despido al mes (115.000), los pesimistas hablan de hasta dos.
Nota: Esto no es más que poner algunos de los datos (excel) de la Encuesta de Población Activa de 2008 para España en perspectiva.

El huevo o la gallina

Aunque la Biblia está repleta de errores, sorprende que haya una gruesa contradicción ya en la primera página:
Primer capítulo del Génesis. Dios crea los animales. Después, a Adán:

1:25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen,conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

Segundo capítulo del Génesis. Dios crea a Adán. Después, a los animales:

2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.
2:8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que había formado.
2:19 Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre.

Relacionada: La frase: En el principio creó Dios los cielos y la tierra
Vía: The Book of Lost Books (libro).

Orquesta Sinfónica de Mujeres de Madrid

Está bien que se promocione a las mujeres en aquello en lo que han sido históricamente marginadas.
Pero en algunos casos se realizan promociones que carecen de todo sentido. Puede que no haya caso más flagrante que el de la Orquesta Sinfónica de Mujeres de Madrid (OSMUM). Esta orquesta fundada en el 2004 es marketing puro: al estar compuesta exclusivamente de mujeres llama la atención y consigue actuaciones y menciones en prensa y televisión.
Ahora bien, cualquiera que haya pisado una sala de concierto habrá visto que la orquesta está llena de mujeres, es más, casi diría que son mayoría, y las hay españolas y de otros países, jóvenes, muy jóvenes y mayores. Simplemente puede que sea uno de las únicas profesiones donde hay una diversificación absoluta. Estudia música y se dedica a ella quien quiere (y puede).
Lo que sí que hay es una escasez de directoras de orquesta de renombre. En este caso, la directora de la orquesta, María Isabel López Calzada, es la empresaria detrás de esta idea. Enhorabuena por tu iniciativa, impecable desde el punto de vista empresarial, pero por amor de Dios, no digas que “había un vacío que cubrir en el panorama musical”.
Tampoco es cierto que “OSMUM, es la primera Orquesta Sinfónica de Mujeres que existe en España y en Europa”.
Puede que no fuera Sinfónica, pero hay un triste precedente que haría palidecer a cualquiera que pretendiera organizar una Orquesta de Mujeres: La Mädchenorchester von Auschwitz: Orquesta de Mujeres de Auschwitz (Polonia, Europa).
Esta macabra orquesta, idea de las SS, fue fundada en el campo de concentración homónimo en 1943, por la directora Zofia Czajkowska. Posteriormente ocuparía su puesto Alma Mahler (la sobrina de Gustav Mahler).
El objetivo de esta orquesta, formada exclusivamente por mujeres, en su mayoría profesionales de otras orquestas, era animar el ambiente y matar más eficientemente, en el más siniestro de todos los campos de concentración alemanes.
Sus componentes tenían la opción de alguna esperanza de vida dentro del campo de concentración. La mayoría de sus componentes murió en Auschwitz, entre ellas las dos directoras.
Esta fue una orquesta, de mujeres, dirigida por mujeres, grandes profesionales de orquestas europeas, que no merece ser ignorada en los folletos ni en los anuncios de una orquesta que trate de ofrecer un mensaje moderno de valores humanos.
En fin, que os deseo mucha suerte en vuestra andadura, que sean muchos años de música. Sólo recomendaros que no lo convirtáis en algo tan sectario: orquesta de mujeres, dirigida por mujer interpretando composiciones de mujeres. A los amantes de la música sin género esto les puede llegar a causar rechazo.

Karpov-Kasparov Moscu 1984

Hoy en día la rivalidad en el tenis existente entre Nadal y Federer se nos antoja digna de leyenda. Sus encuentros son siempre extenuantes, a menudo en las finales de los torneos. Cada set es disputadísimo y es frecuente que terminen en cinco mangas, tras muchas horas de agotadora lucha.

Desde luego, han existido otros antagonismos memorables, como el de Sampras y Agassi en el tenis o el de Prost y Senna en la fórmula 1.
Pero si obviamos el debate sobre si el ajedrez es o no un deporte, no les cabe la menor duda de que la más apasionante rivalidad de la historia del deporte fue la existente entre Gary Kasparov y Anatoli Karpov.

Sus enfrentamientos por el título mundial se prolongaron durante cinco intensos encuentros, a lo largo de ocho años, con 181 partidas entre ambos jugadores. Todos los Campeonatos Mundiales que les enfrentaron acabaron por márgenes mínimos. El resultado, siempre favorable a Kasparov, oculta lo igualado de sus enfrentamientos, en que siempre un pequeño detalle evitó que la victoria cayera del lado de Karpov.

Lo extraordinario y sin igual de esta rivalidad se forjó en el primer encuentro por el título mundial que los enfrentó en Moscú, en 1984.
Karpov tenía entonces 33 años. Llevaba seis años como Campeón del Mundo y se encontraba en plenitud de sus facultades ajedrecísticas. Su capacidad para el juego posicional, las posiciones estratégicas de delicadas maniobras, le habían convertido ya en un referente en la historia del juego.
Kasparov era un jovencísimo aspirante al título mundial, con tan solo 21 años. Su talento en la lucha táctica, en posiciones complicadas, era sin lugar a dudas su mayor fortaleza y en la que posteriormente destacaría como el mayor talento de todos los tiempos.

Karpov, como vigente campeón, esperaba a su futuro rival. Mientras tanto Kasparov tuvo que recorrer el duro camino de los aspirantes, venciendo en diversas eliminatorias a duros rivales. Estas eliminatorias fueron ya una prueba importante para el aspirante y le sirvieron como preparación ante el encuentro contra Karpov.

Este primer encuentro sería el que forjaría la leyenda de los demás. Al ser entre dos jugadores rusos, simpatizantes del régimen comunista (Karpov más seguidor de la vieja tradición mientras que Kasparov era más próximo a la vertiente aperturista de Gorbachov) la antigua URSS quiso disfrutar con un encuentro que devolvía la situación de dominio mundial en el ajedrez, dejando atrás el desagradable incidente llamado Bobby Fischer.
Dos jugadores rusos se enfrentarían por el título mundial en Moscú, en la Sala de Columnas de la Casa de la Unión Comercial, un lugar de privilegio donde se celebraban todo tipo de actos solemnes. Lo habitual era que los encuentros se jugaran a un número determinado de partidas. En este caso sin embargo se optó por una fórmula que satisfacía a los dos rivales: sería vencedor del encuentro aquel que primero ganase seis partidas, sin contar los empates.

Tanto Kasparov como Karpov eran dos jugadores que apenas si perdían partidas, con lo que ambos se sentían contentos con la idea remota de perder seis partidas. Además Kasparov evitaba la habitual ventaja del campeón vigente: la de permanecer como campeón en caso de empate. Siendo el encuentro a seis victorias, no cabía esta posibilidad.

El comienzo del encuentro

El encuentro comenzó tal y como se esperaba. Kasparov trataba de agudizar las partidas, mientras que Karpov trataba de llevarlas a terrenos tranquilos, donde su técnica sirviera más que la capacidad de cálculo del aspirante.

Sin embargo el comienzo del torneo fue un desastre para el joven Kasparov. A pesar de obtener posiciones prometedoras, algunas de ellas casi decisivas, su rival Karpov se impuso en la 3ª, 6ª, 7ª y 9ª partidas, dejando el marcador en un abultado 4-0, con cinco empates.

Hasta qué punto este resultado era exagerado lo indica el propio Kasparov opinando sobre su situación tras el comienzo del match:

En los dos años anteriores había perdido un total de tres partidas. Y ahora en apenas nueve partidas ¡Había sufrido cuatro derrotas!

Aunque Kasparov se había mostrado como un auténtico prodigio, el escandaloso resultado para el encuentro del Campeonato del Mundo sembraba enormes dudas sobre si no había sido todo un espejismo. Kasparov iba camino de cumplir algunos deshonrosos récords: el aspirante a campeón que perdía por la mayor diferencia y el que perdía el encuentro en menor número de partidas.

De haber sido así, la historia habría sido muy diferente a como la conocemos. Como le ocurrió a muchos otros jóvenes jugadores (como por ejemplo Andrei Sokolov tras su match contra Karpov en Linares, 1987), se habría quedado sonado, el efecto psicológico de recibir una derrota tan escandalosa habría arruinado su carrera deportiva para siempre.

El 6-0 de Fischer

Si por un lado Kasparov se encontraba al borde del naufragio, Karpov se encontraba ante la posibilidad de aniquilar a un peligroso rival. Podría vencerlo para siempre. Y de paso reforzar su capítulo dentro del libro de los Campeones Mundiales.

La larga sombra del americano Bobby Fischer, al que había relevado como Campeón del Mundo tras negarse éste a competir, había dejado un amargo sabor de boca a Karpov, vencedor por defecto del título mundial. Fischer era una espina clavada en su carrera, a pesar de que no había podido jugar contra él.

Parte del recuerdo de leyenda de Fischer se forjó en su apabullante carrera hacia el título mundial. En los dos de los primeros encuentros eliminatorios (contra Taimanov y contra Larsen) venció a estos fuertes Grandes Maestros por el machacante resultado de 6-0. Estos dos jugadores quedaron acabados para siempre tras semejante derrota.

Si Kasparov sólo pensaba en aguantar, a Karpov la posibilidad de ganar por 6-0 le resultaba hipnótica.

Kasparov, suavizado por el severo correctivo de las primeras nueve partidas, se mostró mucho más dispuesto a jugar partidas tranquilas y acordar tablas si era necesario. Se encontraba desorientado y aunque no tenía una estrategia definida, se limitaba a sobrevivir. Y Karpov, que soñaba con ese marcado perfecto, se dejó llevar. Quiso esperar a que su rival cometiera algún error, como en las primeras partidas. Karpov no trató de forzar la máquina, el comienzo del encuentro le había enseñado que bastaba con esperar a que Kasparov se equivocara para vencer.

Ese fue su mayor error y del que posteriormente se arrepentiría para siempre. Karpov debió aprovechar su ventaja para tirarse al cuello de su rival. Y aunque sufriera algunas derrotas, a buen seguro habría puesto fin al encuentro por la vía rápida. Dice Kasparov:

Karpov violó una ley fundamental de todo combate: hay que acabar con el adversario. Sin embargo Karpov decidió que yo me vendría abajo como fruta madura, por lo que suavizó la presión. Si Karpov hubiera continuado jugando como al comienzo del encuentro, creo que no habría llegado a las 20 partidas. De hacerlo así, Karpov habría perdido quizás un par de partidas, pero eso no habría afectado al resultado final. En una entrevista después del encuentro Karpov reconoció que: “Con una ventaja de cuatro puntos, preferí no lanzarme al luego agudo. Puede que fuera un error de mi parte: uno debe golpear el acero mientras está caliente.”

El monstruo

Desorientado, atemorizado, en estado de shock, Kasparov decidió cambiar el objetivo inicial de complicar las partidas lo máximo posible. Esto ya no podría obrar en su beneficio. Kasparov trataba de recomponerse de tan penoso comienzo y lo hizo de una forma casi nihilista: eludiendo el combate.

Cuando Kasparov jugaba con blancas, obtenía una pequeña ventaja o permitía a su rival igualar, y firmaba un rápido empate. Si jugaba con negras se defendía con uñas y dientes y se preparaba para igualar y empatar.

Kasparov era como un boxeador contra las cuerdas que se limita a aguantar los golpes del rival, sin lanzar ni uno solo. Esta técnica se mostró perfecta contra Karpov, que tampoco estaba por la labor de arriesgar, aún soñando con vencer por 6-0. Con este panorama no es de extrañar que se diera una prolongada sucesión de empates: 17 tablas seguidas.

Sobre estos empates hay que puntualizar que para nada fueron un divertimento. Ambos jugadores se enfrentaban al mejor oponente del mundo. Un pequeño error en cualquiera de las jugadas podía llevarles al desastre. Algunas de las partidas, a pesar de ser muy breves, tuvieron enormes cálculos de fondo y momentos en los que se podía haber producido el desastre, de no haber afinado al máximo. Como en un circuito de Fórmula 1, el que va primero destacado no está dando un paseo de una tarde de verano: la tensión y precisión invaden cada uno de sus movimientos.

Kasparov vivía con frustración el estar a remolque en el marcador y el mantenerse alejado de la lucha. Pero su técnica funcionó para mantenerle vivo. Y como en las historias épicas, mientras aguantaba no perdiendo, ocurrió una cosa increíble: aprendió y se hizo más fuerte.

Porque Karpov era un campeón consolidado, que llevaba varios años en la cima del ajedrez. Mientras que Kasparov era un recién llegado, que no sabía lo que era un encuentro a muerte por el título mundial. No sabía lo que era enfrentarse a tan alto nivel. Porque detrás de cada jugador había un nutrido equipo de ayudantes y colaboradores que ayudaban a la preparación de cada partida. Era una lucha contra todo un conjunto de personas, al mayor de los niveles posibles.

Para Karpov era algo ya conocido, no en vano llevaba seis años como Campeón Mundial y había defendido el título en dos ocasiones anteriores. La situación era muy nueva para Kasparov que con cada empate iba aprendiendo nuevas cosas. Antes del comienzo, su capacidad posicional era muy inferior a la de Karpov, al final del encuentro sería casi igual. Su preparación de aperturas era superficial. Al final del encuentro era el mayor experto del mundo (junto con Karpov) en muchas líneas de aperturas.

Kasparov era como una oruga. Hibernaba, sí, pero estaba preparando su transformación. Se nutría de las interminables partidas. Se hacía más fuerte. Kasparov era muy joven, sólo tenía 21 años, era una esponja que absorbía todo el conocimiento. En eso era muy superior a su rival.

La secuencia de tablas, inaudita en la historia del juego, hicieron que el encuentro se prolongase mucho más de lo esperado. Kasparov y Karpov ya habían jugado en 26 partidas. Y en la 27ª, Kasparov volvió a perder.

5-0. Sólo faltaba una victoria para el sueño de Karpov. Pero a pesar de que Kasparov no había vencido ni una sola vez, todo había cambiado. Y mucho.
De repente la estrategia de Kasparov giró π grados. En lugar de tratar de mantener la igualdad, Kasparov decidió que ya había sufrido suficiente. A pesar de haber perdido otra vez más, ahora quería demostrar de lo que estaba hecho. Sin nada que perder, Kasparov empezó a jugar a ganar. Kasparov quiso ser el mismo chico ambicioso que comenzó el encuentro, pero reforzado por la experiencia del propio encuentro. Mientras Karpov estaba cada vez menos fuerte, más dubitativo, más cansado.

Siguieron cuatro empates más. Y de repente una victoria del aspirante. 5-1. El gol de la honra.

Las aperturas

Antes de comenzar el encuentro, Kasparov había escogido una serie de aperturas para luchar contra su rival. La catástrofe inicial hizo que tuviera que replantear muchas de ellas, reconduciéndolas hacia otras más tranquilas.

Lo largo del encuentro hizo que poco a poco los sistemas de apertura se fueran agotando. El jugar una y otra vez las mismas variantes contra el mismo rival hacía que estas desembocaran hacia caminos sin salida, empates inevitables.

El que lleva negras elige en gran parte el rumbo que tomará la partida. En el encuentro entre Kasparov y Karpov de Moscú 1984 ocurrió algo que, si no me equivoco, no ha vuelto a suceder jamás. Los jugadores aprendieron las aperturas de su rival dándole la vuelta a la tortilla: si Kasparov siempre juega la apertura india de dama y no hemos encontrado nada sólido con que derrotarle hagámoslo por el camino duro: le jugamos nosotros esa misma apertura y vemos qué es lo que haría él en nuestro lugar.

Este camaleónico comportamiento ocurrió por parte de los dos jugadores. Jugaban las mismas aperturas con colores cambiados y copiaban las ideas que había tenido su rival. Lo que Kasparov había elegido un día, al siguiente era Karpov el que lo empleaba, exactamente en la misma forma. Era una especie de juego circular en que un rival tenía que encontrar las mejores jugadas con blancas y con negras, una y otra vez. Encontrar la mejor jugada a una posición planteada por ti mismo como favorable al otro bando.

De nuevo esta actitud, iniciada por Karpov, favoreció a Kasparov, que no sólo evitaba ampliar el campo de combate, sino que le permitía familiarizarse con las sutilezas de las aperturas hasta llegar a dominarlas por completo, algo con lo que no contaba al comienzo del match.

La batalla infinita

Tras la victoria de Kasparov se llegó a otra infinita sucesión de empates: 14 empates seguidos. Con sólo que Kasparov hubiera cometido un error, Karpov se habría proclamado Campeón del Mundo. Pero el joven aspirante se había convertido en un monstruo, tras superar la prueba inicial había desarrollado una fortaleza mental a prueba de bombas. La culpa era de Karpov: Si antes Kasparov era un jugador extraordinario, el no poder vencerle en el match de Moscú había hecho de él una bestia: sin sentimientos, sin miedo, dispuesta a luchar hasta el límite. Y encima era mucho mejor jugador que al comienzo del match.

Pero aunque todo esto se cuente en diez minutos tenemos que tener en cuenta que el encuentro de Moscú en 1984 estaba durando seis meses. Se habían jugado 46 partidas entre los dos rivales. Los periodistas que cubrían el encuentro se habían tenido que ir marchando, al vencer los visados de los extranjeros y por simples cuestiones económicas. Un encuentro que podía haber durado un mes y medio llevaba casi medio año. Y podría durar indefinidamente, porque los dos rivales eran muy duros de matar.

El hecho de que se jugara en la espectacular Sala de Columnas estaba también resultado problemático. Numerosos compromisos más importantes tenían que celebrarse en lugares menos gloriosos, por culpa del encuentro. Se empezó a sugerir la posibilidad de trasladar el encuentro a otro lugar, el Hotel Sport, un lugar mucho menos glamuroso. Las presiones políticas inquietaban a los jugadores, que bastante tenían con soportar las deportivas. Karpov prometía a los políticos que el final estaba muy cerca, pero ya no le acababan de creer.

La prolongación en el tiempo había hecho mella en la salud de los jugadores. No tanto en Kasparov, que empezó el encuentro como un ser humano y lo acabó como un enviado del mismísimo diablo. Pero Karpov, a pesar de estar sujeto a menos presión, había perdido diez kilos de peso y se le notaba débil de salud.

Tras tantas tablas, tras tantas aperturas repetidas, jugadas de un lado y del otro, Kasparov había aprendido mucho. Y estaba más fuerte que Karpov. Y entonces, en la partida 47ª, jugando con las piezas negras, Kasparov venció. Y en la siguiente, la 48ª, jugando con las piezas blancas, Kasparov también venció, de forma muy convincente.

El encuentro estaba 5-3, muy a favor de Karpov, pero el giro que habían dado los acontecimientos ponían en tela de juicio la superioridad real de Karpov. En las últimas 37 partidas había sido capaz de ganar a Kasparov una sola vez. Y acababa de perder dos partidas seguidas.

La partida 49ª

El encuentro de Moscú, iniciado en septiembre de 1984 y ya en febrero de 1985, tomaba unas dimensiones preocupantes. En una decisión sin precedentes a la vez que complicada de entender, el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, Florencio Campomanes, decidió suspender el encuentro, alegando querer proteger la salud de los jugadores.

Tanto Kasparov, en una racha ascendente imparable, como Karpov, a una victoria del final y afectado por su victoria contra Bobby Fischer sin jugar, se mostraban muy en contra de esta decisión. Los dos jugadores querían jugar, y un político de la Federación ponía carpetazo a la mayor lucha jamás llevaba a cabo en el ajedrez.

El encuentro se suspendió. Algunos meses después se celebraría otro, a un número determinado de partidas, encuentro que ganaría Kasparov.

El match de Moscú fue la semilla del diablo. Karpov creó a un jugador monstruoso donde antes sólo había un chico de extraordinario talento: Kasparov. Kasparov lo aprendió todo de Karpov durante este encuentro.

Después de Moscú ambos jugadores se sumergirían en una lucha sin fin, al límite de las fuerzas, durante siete años. Karpov era hasta entonces el mejor jugador del mundo pero ahora tenía la oportunidad de enfrentarse al mejor jugador de todos los tiempos. Y aunque nunca pudo arrebatarle el título mundial, tuvo el privilegio de ser el único que brilló a su altura, de estar casi a su mismo nivel.

Por eso esta rivalidad, nacida en un aparentemente inocente enfrentamiento, en Moscú de 1984, no tiene comparación posible, ni la tendrá, con lo que ha ocurrido en ningún otro deporte. Un match ball que duró casi seis meses. Si eres capaz de aguantar eso, eres invencible.

Fuentes:

  • Las 48 partidas del encuentro Karpov-Kasparov de Moscú, analizadas y comentadas por Kasparov.
  • Kasparov-Karpov. Part Two. Libro de Kasparov sobre sus encuentros contra Karpov.
  • Anatoli Karpov. El camino de una voluntad. Excelente biografía de Karpov escrita por David Llada.

Originalmente publicado en Blog.sólo.es Allí han quedado los interesantes comentarios.

5 formas de perder en ajedrez

Hay infinitas formas de perder una partida de ajedrez, aunque lo habitual es hacerlo porque tu rival te da jaque mate (o decides retirarte antes de ese mal trago) o porque superas el tiempo de reflexión de tu reloj (tienes un tiempo determinado para pensar las jugadas; Si lo superas, pierdes). También puedes perder la partida por conductas antideportivas (romperle una silla en la cabeza a tu rival).
Al margen de las anteriores, que yo sepa sólo se puede perder una partida por estas otras razones:
a) Darle al reloj antes de realizar el movimiento.
Un gesto tan inocente en los jugadores poco habituados al reloj es motivo de pérdida de la partida en una competición. Hay que mover y después darle al reloj. Esto es algo mecánico en los jugadores habituales, pero el que por picaresca o error le de primero al reloj, pierde la partida.
b) Que te suene el teléfono móvil.
Los teléfonos móviles están prohibidos en las salas de torneos de ajedrez. Teóricamente el simple hecho de que estén encendidos ya es motivo de sanción. En la práctica la sanción se lleva a cabo cuando el móvil suena y la sanción es implacable: pérdida de la partida.
c) Llegar tarde a la partida.
En ajedrez existe una regla viejísima que establece que se puede llegar a la sala de juego de un torneo hasta con una hora de retraso. Si se llega pasada la hora, el jugador pierde la partida sin opción a empezarla.
Esta regla es motivo de duda entre los jugadores. No hay que realizar el primer movimiento antes de que transcurra una hora.
Supongamos por ejemplo que un jugador llega a la sala de juego cuando han pasado 59 minutos desde que comenzara la sesión. El jugador puede pensar todo el tiempo que quiera su primer movimiento (se le restará de su reloj así como esos otros 59 minutos). Puede estar otra hora pensando si eso le complace.
O incluso puede llegar 59 minutos tarde, decirle al árbitro “aquí estoy” y luego marcharse otra vez, a desayunar, o simplemente marcharse sin aparecer jamás. En este caso su única opción es perder por tiempo, consumir todo el tiempo para la partida.
Esta norma de la hora de cortesía es totalmente arcaica y en el próximo reglamento de la Federación Internacional será cambiada por una más brusca: el que no está a la hora de comienzo, pierde la partida.
d) Realizar una jugada ilegal.
En ajedrez no se pueden realizar “jugadas ilegales”. Es como en matemáticas, que no se puede dividir por cero o hacer una raíz cuadrada de un número negativo.
Sin embargo no deja de ser un juego en que por error se puede dejar el rey expuesto a que sea capturado, o mover la reina como si fuera un caballo, o mil irregularidades propias de mentes enfermas.
Cuando se realiza una jugada ilegal, hay que volver la posición atrás y hacer una que fuera válida. Si el torneo es de partidas rápidas (pocos minutos para toda la partida) el hacer esta jugada ilegal puede ser sancionado con la pérdida de la partida.
Esto no ocurriría en un torneo de “partidas lentas” en que el jugador sería penalizado con tiempo extra para su rival. (El realizar la jugada ilegal es algo que puede desconcentrar del ritmo normal de juego). Sin embargo si estos errores se repiten, hasta tres veces, el árbitro dará la partida por perdida al infractor.
e) No saludar al rival.
Suele ser habitual darle la mano al rival antes de comenzar la partida. Es un gesto honorable, existente en muchos deportes. Con él se trata de indicar que la contienda no tiene que existir más que en los términos de lo deportivo.
Pero en toda competición que se precie hay enormes enemistades personales. En muchos casos los rivales se odian a muerte, no se hablan y se amenazan mediante declaraciones. Uno de los casos más claros es el de Karpov y Korchnoi, que se enfrentaron por el título mundial. Más de andar por casa es la rivalidad (que no sé cómo andará) entre Shirov (nacionalizado español) y Zurab Azmaiparashvili (por motivo de la historia narrada en el link anterior).
En alguna competición se ha indicado expresamente como obligatorio el tener que saludar al rival, dándole la mano. El no hacerlo fue motivo de pérdida de la partida para el búlgaro Ivan Cheparinov ante el inglés Nigel Short. (Estas cosas le pasan mucho a Short porque es un periodista bocazas que sólo sabe crearse enemigos).
De toda esta lista, he perdido por jugada ilegal (d) y he ganado por que le suene el móvil a mi contrincante (b), que el rival llegue tarde (c) y porque haga una jugada ilegal (d).
Tengo pendiente romperle una silla en la cabeza a más de uno, pero lo guardo para mis propósitos de fin de año.

Nominado

Llegan los premios del cine, o cualquier premio, y la ronda de nominados y vencedores.
Una de las cosas que más me desagrada de toda esta fanfarria es cuando se trata a cualquier nominado como si fuera un candidato con tantas opciones de ganar como cualquiera.
Imaginaos la siguiente situación: tres películas luchan por los mejores efectos especiales. Según la prensa, cualquiera tiene posibilidades de vencer. La realidad es que ahora supongamos que estamos en 1999. Los candidatos a ese premio son:
a) Matrix.
b) Start Wars Episodio 1, La Amenaza Fantasma.
c) Stuart Little.
Pues sólo un ciego pensaría de verdad que las opciones de Stuart Little eran reales. Pero si el técnico va a la entrega de premios y dice antes de empezar la ceremonia “mi probabilidad de vencer es nula”, quedaría como un pesimista, la crónica de una derrota anunciada.
Seamos serios, la votación funciona del siguiente modo: a todos los técnicos o actores o directores les muestran un listado de películas candidatas. Y tienen que votar sus favoritas. Las tres que más votos obtengan, serán las candidatas.
En el ejemplo anterior, resulta evidente que las dos primeras películas arrasaron y quizás obtuvieron el 99% de los votos. Al existir votaciones dobles y triples (elige tus dos películas favoritas, o puntúa a una con 10, a otra con 8 y a otra con 6) siempre habrá alguien que aparezca como tercero, pero por pura cuestión matemática.
Y es que luego parece como si entre las tres candidatas se eligiera un sobre al azar y ese fuera el ganador. No, no es al azar, y en algunos casos el vencedor es obvio.
Otra situación que se da es la de “el gran perdedor de la noche”. Suele ser una película que como Stuart Little se harta de ocupar terceros puestos en las votaciones. Así se puede acumular diez o veinte nominaciones y aún no presentar ninguna candidatura razonable.
Esto es frecuente verlo en los premios del cine español, los Goya, en que por cada año apenas hay cuatro o cinco películas dignas, con lo que normalmente hay tres que están nominadas a casi todo y de las tres habrá alguna que será peor que las otras en todo, pero que habrá sido lo suficientemente aceptable como para estar en el podio siempre.
Esta sensación de fracaso es ridícula, los premios no se rifan, se reparten. La nominación es parte del premio y el soñar con ser el mejor es en algunos casos ridículo.
Luego habrá sorpresas, como siempre. Pero no sorpresas de la talla de que Stuart Little venza en efectos especiales a Matrix.