Totalmente oculta entre tanta información, el lunes 5 de noviembre se dio la curiosa y única circunstancia de que una empresa China fue, por primera vez en la historia de la Humanidad, la más rica del mundo, ateniéndonos al criterio habitual de que una empresa vale lo que su cotización en bolsa multiplicado por el número de acciones.
Durante años el primer puesto ha sido un lucha entre las americanas ExxonMobil (petrolera) y Wal-mart (supermercados tan grandes como Carrefour y tan cutres y baratos como Lidl). Sin embargo, la reciente salida a bolsa de PetroChina, una empresa colosal, con el consiguiente subidón de sus acciones (la bolsa de China está viviendo una burbuja de dimensiones colosales) hizo que durante unos minutos su valor total superara a los dos gigantes americanos.
En este artículo el autor explica por qué esto no es más que un espejismo y por qué no puede uno justificar el valor de dicha empresa valiéndose en una situación tan puntual de su cotización, sobre todo cuando el gobierno chino retiene el 85% de las acciones y sólo una pequeña parte es la que se negocia en los mercados de valores.
Aunque ExxonMobil vale unos 484 billones de dólares (se dice pronto) Petrochina llegó a valer durante un breve instante de tiempo 1.000 billones de dólares (un trillón de los americanos). Actualmente sólo vale 385 billones de dólares.
Putas en Esparta
De todas las polis griegas, solo Esparta era conocida por su ausencia de prostitutas. Plutarco, en su vida de Licurgo explica que esto se debe a la ausencia de metales preciosos en sus monedas; Esparta usaba monedas de metal que no eran aceptadas en ninguna otra parte. Así, las putas no estaban interesadas en establecerse en un sitio así. No hay vestigio alguno de prostitución en Esparta desde la era antigua hasta la era clásica.
Los riesgos de la energia eolica
Hace unas semanas la revista alemana Spiegel publicaba en su número 34 del año 2007 un artículo sobre los problemas prácticos con que se enfrentaba la energía eólica (Unerwartete Kräfte, cuesta 0,50€ el verlo). Una traducción al español bastante aceptable puede leerse en esta página (Los Peligros de la Energía Eólica).
En general, la energía eólica es un gran avance para la Humanidad. Lo que no es cierto es lo que se dice sobre su rentabilidad. Aquel emprendedor que se plantee participar en un proyecto de parque eólico debe saber que las rentabilidades que le van a prometer son bastante engañosas, por no decir una auténtica tomadura de pelo.
No hay negocios garantizados y este es uno más de tantos. Se invierte mucho capital para recuperar la inversión y entrar en beneficios al cabo de diez o quince años. Pero nadie puede asegurarte que los molinos vayan a durar tanto tiempo.
El artículo de Spiegel se centra en la situación en Alemania, muy representativa por cuanto es el país con mayor volumen de producción eólica del mundo. En la anterior legislatura se hizo notar el paso por el gobierno del partido de los Verdes, que promovió todo tipo de medidas que facilitaran el desarrollo de estas tecnologías.
Cerca de la casa de una amiga en el norte de Alemania tienen algunos parques importantes. A muchos podrá parecerles una molestia menor la sombra de las aspas del molino en la distancia. Durante las horas en que el sol pasa cruzando molinos de viento se produce una especie de eclipse parpadeante. Primero se ve la luz perfectamente y un segundo después el sol queda tapado por un aspa, para a continuación volver la luz, así durante bastante tiempo. El efecto discotequero es bastante molesto, y a mi amiga no le queda sino resignarse.
Pensaba que todos los problemas terminaban ahí, o con algunos pájaros que de vez en cuando mueren a causa de los potentes motores. Pero la lista de inconvenientes, de los que no se habla por tratarse de una energía cool, es bastante extensa.
- Los mayores problemas son de ámbito tecnológico. Las empresas fabricantes simplemente no dan abasto. Tienen pedidos pendientes durante varios años y el ritmo de producción no da para más. Esto es muy positivo para los fabricantes de parques eólicos. Pero tremendamente negativo para aquellos que deseen comprarlos.El problema más sorprendente es el tamaño del molino. Digamos que consta de dos partes, la base y las aspas junto a la turbina. La base es una pieza maciza que no puede ensamblarse, así que debe transportarse entera. Los molinos pueden medir hasta 100 metros con lo que nos encontramos con algo casi imposible de transportar. No se pueden hacer bases de molino más largas porque sería imposible llevarlas por carretera, así que nos encontramos con una limitación en el crecimiento de los molinos.Con el tiempo, se ha ido optando por hacer más y más largas las aspas del molino, para optimizar el rendimiento. Esto provoca problemas físicos, por cuanto la base tiene que soportar un peso considerable y las aspas, al ser tan grandes, tienen problemas de estabilidad.
- En los prototipos de molino todo funciona a la perfección, pero la experiencia ha demostrado que el comportamiento de los molinos es siempre inesperado. Las fuerzas a que deben someterse las aspas y las turbinas son superiores a las que se esperaba en un principio. El viento cambia de dirección y de fuerza en formas imprevisibles. Y como no estaba previsto, se producen roturas.
- A veces se rompen los molinos. No hay ni un caso ni dos sino muchos más. Si se rompen las aspas mientras están girando los fragmentos más pequeños que se desprendan pueden llegar a cientos de metros e incluso algunos kilómetros de distancia. Aunque los molinos están alejados de las viviendas y las carreteras, siempre estarán cerca de lugares poblados y de carreteras que pueden tener coches en circulación. Todavía no se han producido accidentes importantes pero pueden ocurrir en un futuro. Y el responsable será el dueño del parque eólico.
- También los molinos se pueden quemar. Al estar a tanta altura, los bomberos no pueden hacer nada, porque las escaleras no llegan tan alto – otra cosa es ver qué podrían hacer, a casi 100 metros de altura en un fuego eléctrico y con un viento que no pone las cosas más fáciles.
- Se han producido suficientes accidentes y averías como para que las aseguradoras entiendan que los parques eólicos son un producto de alto riesgo. Tras perder mucho dinero pagando compensaciones se han vuelto muy severas. Los seguros obligatorios son mucho más caros y obligan a mayores revisiones y al reemplazo de alguna de las piezas más susceptibles de averías, pero también más caras. Todo esto menoscaba la rentabilidad enormemente. En algunos casos la aseguradora podría no aceptar cubrir los riesgos de un molino que tenga demasiados años de funcionamiento, por lo que aunque los fabricantes prometan que el molino durará 20 años por lo menos, si no se puede tener en uso más allá del tiempo que las aseguradoras estén dispuestas a aceptar, de nada servirá esa supuesta duración.
- A pesar de ser productos altamente tecnificados, la calidad deja mucho que desear. Encuestas realizadas entre compradores de parques eólicos arrojan una imagen de muy poca satisfacción entre los clientes. En general, el mayor problema son las reparaciones y el mantenimiento. Como no paran de fabricar y de vender, apenas si tienen tiempo o se preocupan con las reparaciones, aun cuando las cubra el periodo de garantía. El tiempo de espera hasta que te arreglen la avería puede ser de más de seis meses. Esos seis meses que tienes el molino averiado es tiempo en que no estás produciendo energía y por lo tanto no estás recuperando tu inversión.
- Elegir dónde montar un parque eólico no es fácil. Cerca de buenas carreteras pero alejado de grandes poblaciones. En lugares donde haya mucho viento y que sea fácil conectar el suministro al resto de la red eléctrica. Las mejores ubicaciones ya están escogidas y quien trate de construir uno nuevo debe buscar mucho dónde colocar sus molinos. Hacerlo en un lugar sin demasiado viento provocará que el molino no sea tan rentable. Si está demasiado cerca de un pueblo, cualquier accidente por pequeño que sea puede desembocar en un cierre forzoso del molino, lo que aniquilaría toda perspectiva de rentabilidad.
- La idea de situar los molinos en el mar, aunque con mucho futuro, es actualmente una quimera. Todos los intentos hasta el momento han sido sonoros fracasos. Dinamarca tuvo que desmantelar un parque eólico completo hace pocos años porque las turbinas no eran capaces de soportar vientos tan fuertes. También se han producido fracasos en el Reino Unido. Con tan ilustres precedentes, hay que ser muy valiente para intentarlo en otro lugar.
- A efectos del beneficio a largo plazo no hay que olvidar que se trata de una fuente de energía subvencionada. Esto quiere decir que el gobierno favorece con impuestos bajos y ayudas la producción de energías renovables. Pero es de esperar que a medio plazo estos beneficios vayan disminuyendo lo que se traducirá en que tendrá que ser vendida a precios más y más bajos conforme vaya pasando el tiempo.
- Un problema sorprendente es la variabilidad del viento. Cuando no sopla, el molino no produce electricidad. Cuando sopla con fuerza, como en las tormentas, produce unas cantidades de energía muy superiores a las que se pensaba en el laboratorio. Estas potencias son tan fuertes que el molino no es capaz de aprovechar toda la energía por riesgo de sobrecalentamiento y avería por lo que tiene que desaprovechar la mayoría. Si se pudiera aprovechar toda, la rentabilidad aumentaría drásticamente.
Actualmente se está trabajando en este sentido. Un proyecto interesante (página en alemán) propone almacenar ese aire “sobrante” bajo tierra, aprovechando bolsas de aire subterráneas como las que se obtienen de las minas de gas ya extintas. Ese aire se podría procesar por separado generando mucho mayor beneficio. - Se está investigando menos de lo que se debería. Pero es lógico: si produces Seats 600 y la gente te los quita de las manos, ¿Para qué empezar a investigar en los Seats Ibiza? Pero aún así, se avanza. Los molinos de hace diez años son mucho menos eficientes que los actuales, se rompen más y durarán menos años. Como con la compra de un ordenador, hacer una compra a 20 ó 30 años (para obtener rentabilidad) de un producto que está en continua evolución, supone un enorme riesgo económico.
En los comentarios a la traducción al artículo de Spiegel los hooligans de las energías renovables atacan con fiereza. Todo tiene que ser o bueno o malo. El petróleo es malo, ganar dinero con él es sucio. Las energías renovables son sanas, baratas y hasta rentables.
Para mí lo ideal sería que los inversores siguieran cayendo como moscas atrapadas en la miel de los cantos de sirena que recorren los medios de comunicación. Ellos son los pardillos que pagan el pato de un mundo mejor. Poca gente está ganando dinero comprando parques eólicos. Estamos ganando todos los demás. Me molesta que engañen a la gente valiente que arriesga su dinero y por eso publico esto. Los que escriben en los foros las maravillas de estas nuevas energías no estarían dispuestos a pagar un 20% más por su recibo de la luz si les garantizaran que iba a ser “energía verde”.
Queremos un mundo mejor, pero que se esfuercen los demás, que no me cueste a mi el dinero.
Como resumen, los parques eólicos tienen algunos riesgos económicos que merece la pena conocer de fuentes imparciales y fiables. Y esta no es una de ellas.
La bucólica primera fotografía la he tomado de la Wikipedia y es libre.
Las otras dos son del artículo de Spiegel que posee los derechos de autor, yo sólo las he expuesto a modo orientativo.
Nuevos ricos
Aunque se ha hablado mucho del atentado del 11M y del veredicto del tribunal, de las penas a los culpables, apenas si se ha dicho algo sobre las indemnizaciones que habrá que pagar.
900.000 euros a las familias de cada uno de los fallecidos. Siendo 191+1 los muertos estamos hablando de 172 millones de euros. Los culpables quizás paguen algunos cientos de euros de sus escasos ingresos. El resto, lo pagará el Estado, o sea: todos.
Lo que me llama la atención sin embargo son las indemnizaciones a los heridos. A los heridos se les ha dividido en 12 categorías. La 12, o de máxima gravedad, la ocupa la chica que quedó en estado vegetativo. Para ella queda una compensación de 1 millón de euros.
En función de la gravedad se va bajando en la escala, hasta llegar al nivel 1, el más numeroso. En este nivel se encuentran desde personas que no necesitaron atención médica hasta aquellos que estuvieron hospitalizados menos de un mes y que en ningún caso tuvieron secuelas físicas o psicológicas.
Para todas estas personas se ha fijado una indemnización de 30.000 euros más 300 euros por cada día que estuvieran hospitalizadas. Y a mi esto me parece una absoluta barbaridad y desproporción.
Porque los que han estado más de 100 días en el hospital y han tenido algunas secuelas (grupo 3) sólo cobrarán 40.000 euros más 300 euros por cada día de hospitalización.
En el grupo 1 habrá algunos farsantes que se habrán levantado un dineral sin hacer nada. Y gente con un arañazo en un brazo o con un corte insignificante. También habrá gente que habrá pasado un mal rato en el hospital.
Pero vamos a ver, que 30.000 euros son cinco millones de las antiguas pesetas. Que se tarda muchos meses en ahorrar ese dinero. Que no puede estar el Estado repartiendo paquetitos de 30.000 euros así como así.
Algunos pensarán que estoy siendo muy cruel. Pero vamos a pensar qué ocurre con las víctimas de accidentes, como los laborales o algunos de tráfico en que el que muere es una víctima. Muchas veces es también el Estado el que paga las indemnizaciones. Pero en esos casos se lo pone bien difícil. La víctima tiene que reclamar de su bolsillo para obtener las compensaciones. El Estado normalmente tiene la obligación de recurrir las indemnizaciones hasta los más altos tribunales. Todo eso se traduce en tiempo y dinero.
La necesidad de contratar un abogado despierta todo un negocio de oportunistas. Normalmente la víctima no tiene apenas dinero. Cierto es que puede recurrir a la justicia gratuita pero en un caso así puede ser garantía de perder el caso. Lo que suelen hacer muchos de estos abogados es ofrecer un acuerdo a la víctima. Ellos cobrarán sólo una parte de la indemnización, normalmente un buen porcentaje.
Entre ese porcentaje y la defensa férrea que hace el Estado a sus propios intereses (que son los de todos nosotros) lleva a que la pobre víctima muchas veces obtenga una pírrica compensación.
Uno de los casos más famosos es el de los afectados por el colza. Litigaron durante más de una década en condiciones económicas realmente penosas y la mayoría de las indemnizaciones llegaron cuando los afectados ya habían muerto.
Este es el caso general. Pero el 11-M es terrorismo y ante eso no se reparan en gastos. El Estado se encarga de todo y paga con manos generosísimas.
Aún en otros casos de terrorismo puede verse cómo el Estado no ha sido ni de lejos tan generoso en sus indemnizaciones. En este artículo narran los importes que obtuvieron personas que quedaron inválidas o casi a causa de atentados. Las cantidades que recibieron fueron casi las mismas que aquellos que sufrieron “heridas que no requirieron de hospitalización o de haberla inferior a 30 días y sin secuelas físicas o psicológicas”.
30.000 euros para una persona que casi no ha sido una víctima es una absoluta desproporción. Y no voy a entrar en los 900.000 euros por las víctimas, que no hay dinero suficiente que compense una vida humana pero 900.000 euros son también muchos euros.
Pero bueno desde este blog aprobamos todas las decisiones judiciales, estamos de acuerdo con todos los veredictos de los tribunales aunque a veces sean contradictorios, condenamos el terrorismo y la piratería. Y estamos a favor de todos los partidos políticos del mundo.
Remora
Cuenta Plutarco en uno de sus libros menores que han sobrevivido, las Cuestiones, sobre el pez llamado rémora:
Chaeremonianus el Tralliano, cuando estábamos tomando una gran cena de pescado, señaló un pez pequeño, largo, de cabeza afilada, diciendo que la rémora (echenis) era parecida a él, puesto que a menudo las había visto cuando navegaba por el mar de Sicilia y que poseen una fuerza misteriosa; son capaces de detener todo el barco si se fijan a ellos. No pudieron mover el barco hasta que un marinero se dio cuenta de que estaba pegada al barco y la arrancó de allí.
La rémora es uno de los peces más conocidos por el hombre, pero al mismo tiempo es mucho lo que desconocemos sobre él.
Ya su alimentación es todo un misterio. Se sabe que la rémora se fija a animales mucho mayores, como tiburones, ballenas, tortugas o rayas y come de lo que este captura. Sin embargo no sabemos en qué términos se establece esta relación.
Existen tres posibilidades:
- La rémora come las sobras del alimento de su anfitrión.
- La rémora le quita una pequeña parte del alimento a su anfitrión.
- La rémora come las heces de su anfitrión y se alimenta de otros parásitos de la piel del anfitrión.
Aunque la primera opción es la más considerada, parece que depende del tipo de especie de rémora. Dependiendo de la especie se relacionará con unos animales u otros y tendrá un comportamiento diferente.
La rémora mide entre 30 y 90 centímetros de largo. Su capacidad para fijarse a otros animales es tan portentosa que entre ciertas tribus pescadoras se le usa como método de pesca. Se lanza una rémora viva al mar, atada con una larga y fina cuerda. Cuando la rémora se pega a otro pez mayor, se tira de la cuerda y se recuperan tanto la rémora como el pez mayor. Es una especie de pesca ecológica en la que ni siquiera hay que sacrificar el cebo.
Este método para capturar tortugas en la isla de Cuba por los indios taínos ya fue oído por el propio Cristóbal Colón.
Otra descripción del método puede leerse en este libro:
Usaban la rémora como se usa el halcón para cazar. Este pez, no más largo que un pie, se mantenía cautivo, se le alimentaba y cuidaba y era entrenado para la pesca.
Hasta los tiempos de Sebastián de Covarrubias (1539-1613) sobrevivió la creencia de que la rémora era capaz de fijarse a los barcos y enlentecer su marcha. Gran parte de culpa tiene de que el sentido que hoy en día tenga este término se deba a sus escasos conocimientos científicos.
Lo cual no deja de ser curioso, porque el propio Plutarco y sus compañeros de mesa se partieron de risa al oír la superstición, según el primero cuenta en la antes citada cena junto a Chaeremonianus.
El primero en dar cierta credibilidad a la capacidad de la rémora para detener barcos fue Plinio el Viejo en su monumental Historia Naturalis. Y no deja de sorprender hasta qué punto tergiversó o interpretó a su conveniencia fuentes como los trabajos de Aristóteles que afortunadamente aún se conservan.
Plinio incluso se atrevió a relacionar a tan pequeño pez de portentosas capacidades con una de las batallas navales más importantes de la antigüedad: La Batalla de Actium que enfrentó a César Augusto contra Marco Antonio.
Dice la Wikipedia sobre la batalla:
Las naves de Antonio, grandes y lentas, dirigidas por el cónsul Cayo Sosio, fueron derrotadas por las naves más pequeñas y maniobrables de Agripa y su superior armamento
Mi carrera militar
Mi primera opción cuando terminé la universidad era trabajar en el ejército. Ni grandes empresas, ni la gran teta del Estado, ni montar mi propio negocio. Mi idea era entrar en el ejército y hacer carrera.
Ahora con la perspectiva creo que no hubiera sido una gran idea. Que tenía una visión poco realista de lo que sería el ejército. Pero el caso es que siempre me ha gustado lo militar: las grandes batallas de la historia, las armas blancas y de fuego, pegar tiros, ganar medallas, ir todo el mundo vestido igual, comer en bandejas de plástico.
Con un título universitario en el bolsillo iba camino de la escuela de suboficiales. Porque una cosa es que a uno le guste el ejército y otra que quiera dedicarse la mitad de su vida a limpiar letrinas, cargar sacos de arena o desmontar fusiles. Es como en la cocina, puedes ser un fanático de las espumas de Ferrá Adriá pero no ves tu futuro en la cocina cortando pimientos y fregando encimeras. Porque lo bonito de la cocina es crear, así lo bueno del ejército es dar más órdenes que recibirlas.
Tenía buena forma física, la cabeza más o menos bien amueblada y ganas. Podría pasar con holgura los exámenes psicotécnicos y las pruebas físicas. Pero sin embargo había un gran impedimento que hizo que tuviera que descartar mi vocación: era un tarado.
Hoy en día los criterios para acceder al ejército han cambiado mucho. Ahora no hace falta ser español, basta con vivir en España o haber visto muchas películas españolas. Antes había que tener un cociente intelectual determinado ahora basta con saber pronunciar cociente intelectual o con saber disparar a alguien que sepa pronunciarlo.
En mi época había que hacer un filtro porque no había necesidad de soldados. Hoy en día, con ejército profesional y sin la mano de obra barata que eran los soldados de reemplazo, hay una demanda que nunca está suficientemente cubierta.
Como veía menos que un gato de yeso no podía acceder a la Escuela de Oficiales. Mis opciones de guiar un caza eran más bien escasas pero es que según los baremos no servía ni para organizar la tarea de los encargados de limpiar los suelos.
Así, viendo que porque tenía una tara no podría ser oficial y caballero no me lo pensé dos veces: si no puedes unirte a ellos, lucha contra ellos. Y fue entonces cuando aproveché mi condición de lisiado para librarme del servicio militar.
Porque en los años 90 aún los jóvenes tenían que hacer el servicio militar. Sólo los que estaban estudiando se podían librar del mal trance de manera temporal, pero al final tenían que pasar el compromiso con la Madre Patria.
Quiso el tiempo y un gobierno de derechas que esto cambiara. Si hubiera continuado prorrogando mi paso por el ejército – a base de inscribirme en absurdas oposiciones o en cursos universitarios – me habría librado como hicieron casi todos mis compañeros de estudios.
Pero en mi caso, tenía problemas de vista y podía aprovecharlos para aclarar mi situación. Y asín lo hice.
Lo primero fue hacer un examen médico. Fui a la seguridad social y me dieron cita para el oftalmólogo para dentro de tres meses. Como la prisa apremiaba opté por ir a un médico de pago pagado de mi propio bolsillo. Me tocó hacer la pregunta que tanto desagrada y que sólo hacen los muertos de hambre, tras pedir cita tuve que preguntar “¿Y cuánto me costará todo incluido?”.
Con el papel del médico rellené unos documentos y luego me tocó esperar una barbaridad de tiempo. Después de un montón de meses me llamaron para hacer el examen médico militar. Me tocaría ir a Sevilla, la capital de Andalucía. Y como tenía el examen a las nueve de la mañana tendría que hacer noche en la ciudad de la Torre del Oro.
Problemas con Movable Type 4
Por una vez he sido un pionero en la migración a la última versión de Movable Type, que la verdad es visualmente espectacular y tiene unas opciones estupendas que hacen que la anterior pareciera ridícula.
Pero este cambio me ha dado enormes quebraderos de cabeza y problemas sin fin. La migración fue un éxito a la primera pero luego sin explicación posible todo dejó de funcionar.
Tras probar todo lo que me se ocurrió no tuve otra que contactar con el servicio técnico de mi Hosting que contrariamente a lo que esperaba me resolvió muy bien el problema, aunque eso sí, si yo hubiera sido un usuario con pantuflas me habrían toreado para echarle toda la culpa a la gente de Movable Type.
Mientras todo el mundo se pasa o se apunta al carro de WordPress, yo sigo en este sistema cada vez más marginal.
Tengo dos razones de peso.
La primera es que soy un defensor de los segundones. Todo son ventajas. El segundo suele estar esforzándose por alcanzar al primero y eso se nota en que surgen todo tipo de mejoras. También el segundo es uno de los primeros con lo que no es especialmente malo.
La segunda y principal es el spam. La ventaja que ahora tiene WordPress como sistema de publicación es tan grande que todo spammer que se precie puede dedicarse exclusivamente a personalizar sus métodos pensando en la configuración de un blog en WordPress (otra cosa es blogger, pero aquello ya es un cachondeo, se ataca casi sin esfuerzo). Muchos de esos métodos simplemente no funcionan contra Movable Type (aparte que tengo un sistema antitanque con tres métodos antispam a cual considerado más seguro).
También para un hacker es mucho más fácil atacar un programa tan estándar. Las password y usuarios por defecto, las ubicaciones de archivos, las vulnerabilidades, todas son muy conocidas.
En general se suele alabar a aquellos que usan las tecnologías más modernas, pero para mi el estar con productos anticuados y desconocidos es más una ventaja que un inconveniente. Por supuesto que si ahora quisiera montar un blog desde cero, y si no conociera lo que conozco (y más ahora tras esta semana perdida tratando de levantar el blog) de Movable Type me apuntaría sin pensar a WordPress.
El origen del petróleo
Hoy en día se habla mucho sobre el petróleo (o pretóleo en lenguaje oral) y su posible agotamiento. Me preguntaba si tiene alguna coherencia el origen que siempre se ha atribuido. Se supone que el petróleo es materia orgánica de la época de los dinosaurios (helechos, algas, dinosaurios hechos pedacitos) que se mezcló de tal buena suerte con la piedra idónea, la temperatura adecuada, la presión y los movimientos de Tierra, hasta crear los miles de millones de barriles diarios que se extraen cada año (más los muchos millones que son innacesibles o de los que no resulta rentable su explotación). ¿De verdad había tanta materia orgánica como para generar tantísimo petróleo?
Luego otros dicen que la probabilidad de que un hueso de dinosaurio se fosilizara es de una entre miles de millones y nadie se lleva las manos a la cabeza. Parece como si su destino fuera convertirse en petróleo.
Una teoría alternativa y poco tenida en cuenta en Occidente (no asín en Rusia) es la teoría abiogénica. Mendeleev, el creador de la tan famosa como odiada tabla periódica de los elementos fue uno de los primeros exponentes. Según ella, el petróleo existe desde los orígenes de la Tierra y lo que vemos es una pequeña muestra de lo que puede ser algo muy común dentro de las capas interiores de la Tierra.
En este caso los hidrocarburos no tendrían origen biológico con lo que su volumen podría ser hipotéticamente casi infinito (bueno, Pi por 6.320 elevado al cuadrado…).
Del origen de la gasolina resulta curiosa su etimología:
Tanto la palabra gasoline como la palabra petrol provienen de dos marcas comerciales que no se llegaron a registrar formalmente. En su momento los competidores del petrol llamaban a su producto con nombres tan rimbombantes como Motor Spirit.
Ambos términos significan gasolina en inglés.
La evolución del concursante
El 14 de abril de 1987 escribían en “El País” sobre un nuevo concurso:
Con mucho ritmo y agilidad que será presentado por Constantino Romero.
Ese concurso sería “El tiempo es oro”.
En la programación de televisión de hoy, también “El País” dice de otro concurso:
Un concurso diario ágil, dinámico y cargado de premios.
En este caso se trata del concurso “El negociador”.
Han pasado 20 años entre uno y otro. Los tiempos han cambiado tanto que lo que antes se consideraba ágil es totalmente lo contrario de lo que ahora.
En su momento “El tiempo es oro” sería un concurso de enorme éxito que convertiría a su presentador en una celebridad. Era un concurso a la antigua usanza: preguntas complicadas y concursantes sumamente cultos y preparados.
Buenos premios. Si el concursante acertaba preguntas ganaba mucho dinero. Si no las acertaba, era descartado.
Hoy en día “El negociador” es un concurso nuevo en que el concursante pierde su papel principal. Ya no depende de sus habilidades, sino que su premio dependerá del azar eligiendo unos sobres.
Hay que entender que con el paso de los años los concursos hayan ido cambiando. La gente ya no disfruta oyendo a un tipo recitar datos que nadie conoce. En “El tiempo es oro” cada concursante tenía que elegir un tema, aquello que mejor conociera.
Recuerdo cuando participó Lincoln Maiztegui, un tipo conocido por su afición al ajedrez. Cuando lo vi en pantalla no dudé que hablaría del ajedrez. Sin embargo para mi sorpresa su tema fue “La zarzuela”.
De ese tema se le hacían todo tipo de preguntas, normalmente muy complejas porque se entendía que si el concursante era un experto, tenía que demostrarlo. No importaba sin embargo lo que le preguntaran a Lincoln, respondió a todas las preguntas correctamente, y eran muchísimas.
Luego tenía que responder a preguntas de cultura general, se defendía admirablemente en ellas, pero no dejaba de ser un concursante más. Porque para participar en “El tiempo es oro” tenías que ser extraordinario.
Ahora para participar en un concurso se exigen otras habilidades. Se ha de pasar un casting en el que normalmente será más importante la simpatía y la espontaneidad.
Incluso para concursos como “Cifras y letras” que aún tienen un regusto intelectual. Tienes que contar una anécdota personal. Si no lo haces con cierta gracia y soltura, no importa lo bueno que hubieras sido en las pruebas de cifras y números. No te llamarán para participar. Así de absurdo.
De un lado han cambiado los gustos del público. Ya resulta molesto estar oyendo una sucesión de preguntas sobre las que uno no puede opinar, ni de lejos.
¿En qué año terminó la Guerra de los Cien Años? Para la mayoría de la gente es como elegir un número entre el 800 y el 1900, al azar.
¿Con quién mantuvo George Sand su relación amorosa más conocida? Y bastará con decir un nombre cualquiera de mujer.
Son preguntas demasiado complejas para un país en el vagón de cola de los datos de Educación.
Primero llegaron las respuestas tipo test. Uno al menos tenía que elegir entre algunas opciones, podía decir “algo que le sonaba”. En este caso, los despropósitos son constantes. Uno puede lamentarse oyendo razonamientos incorrectos, o ridículos, para llegar a la respuesta acertada.
Sólo con suerte se puede llegar lejos en algunos concursos. A veces una mala elección de las opciones posibles es suficiente para “por descarte” acertar la respuestas.
Poco a poco el perfil de los concursantes fue cambiando. Cada vez eran menos cultos y más mundanos. En algunos casos hasta llegar a la pura chabacanería, aceptando a concursantes que parecieran ser pura clase media. Amas de casa que nunca han leído un libro, jubilados agresivos pero de poco conocimiento. Fanáticos del deporte que no estudiaron mucho por falta de tiempo.
Como en cualquier profesión, si cualquiera puede hacer el trabajo, no puede esperarse que obtenga unos enormes ingresos. El monto de los premios fue bajando considerablemente hasta llegar a la situación actual, en que lo habitual es salir del concurso con lo mismo con que se entró: nada.
La ironía es que en estos concursos se suelen establecer premios delirantes. 1 millón de euros, 500.000 euros, 100.000 euros. Eso sí, sólo están al alcance del concursante si son capaces de responder a preguntas tan dispares como difíciles. ¿Nombre de la cuarta ciudad más poblada en Nigeria? ¿Teniente de alcalde en San Salvador en 1981? ¿Que carrera estudió Dolph Lundgren?
O se le promete ese premio en caso de que elija una opción entre cincuenta. Azar puro.
La ineptitud de los nuevos concursantes les lleva a pensar que cualquiera de sus elecciones condicionadas con el azar se debe a una especie de sabiduría. Un torpe participante de “Allá tú” (el concurso de las cajas) que por pura casualidad de con el premio máximo es capaz de justificar su elección del número “sabía que el 14 tendría un buen premio”.
Todo esto abochorna a los que tienen dos dedos de frente que ya ni intentan participar. Si algún incauto lo intenta, queda descartado en los castings preliminares. ¡Queremos gente normal, no cerebritos! Si no sabes cantar, no te queremos en nuestro concurso de preguntas.
Como ya indicaba, la bajada en la cotización de los concursantes ha ido de la mano con el descenso en los premios. Es frecuente ver como una persona que ha tenido una actuación “aceptable” sale con un premio de 300 o 600 euros. Puede incluso darse el caso de que un concursante que permanezca varios concursos, en aquellos que sean por eliminatorias, pierda dinero. Porque al ser los premios tan bajos puede que acabe hasta ganando menos que en su empleo habitual, aún habiendo quedado “ganador” durante varias semanas.
La vuelta de tuerca fue cambiar la orientación del concurso. Antes el presentador era un tipo que leía preguntas, un busto parlante que daba el protagonismo a los concursantes. Con la desprofesionalización de los participantes, empezaron a perder relevancia, hasta caer en la situación actual en que parece que fueran simples actores. Ahora el protagonista es el presentador.
Nadie recuerda a ningún concursante del 50×15, pero todos conocen a Carlos Sobera, capaz de hacer cambiar la respuesta al participante que había señalado la opción correcta. Ahora lo importante es tener un buen presentador. Que saque lo peor de cada concursante. Que se ría de él. Que juegue con su endeble pysche para que acabe renunciando a un premio millonario y optando al de consolación. Para ver después su cara de derrotado.
El desafío es hacerle creer que va a ganar el máximo premio. O que pierda el que tenía. O forzarle a responder una pregunta de la que no tiene ni idea, tras ensalzar sus inexistentes cualidades. Los presentadores cada vez tienen más protagonismo. A veces, el único, como en el citado concurso de “El negociador”.
Ya no se va a concursar, sino a figurar. Se obtiene un sueldo de figurante, si es que se cobra. Se pasa ridículo. Se pierden días de trabajo. Todo por salir en la tele. Gracias a Youtube, cada vez este sueño es menos inalcanzable.
Cartas del pasado
I
Toda mi vida me han estado ocurriendo cosas surrealistas. En parte por cómo soy, en parte porque me gustan y no pongo impedimentos a que sucedan. Pero sobre todo porque estoy predispuesto a ver las cosas con otros ojos.
Antes me carteaba con alguna gente, de ahí que conozca el correo convencional y mire los buzones con más interés que el que sólo espera recibir publicidad y facturas.
La carta más sorprendente que me han enviado – y creo que esto ya lo he escrito antes – es una que recibí escrita por mí mismo. Uno mismo es la última persona del mundo que esperarías que te escribiera una carta, aún por detrás del Rey de España y Paris Hilton. Por eso la impresión que me causó fue inexplicable.
Tardé cosa de un minuto en entender lo que sucedía, pero fue un minuto muy largo. La carta venía del pasado. La había escrito unos seis meses antes. En realidad no había escrito la carta, sino el sobre. Era el permiso de conducir de mi padre, renovado. El papeleo iba del siguiente modo: enviabas la documentación para la renovación junto con un sobre en el que figuraba tu nombre y dirección, ya con el sello pegado. El funcionario tramitaba el nuevo permiso y lo metía dentro del sobre, lo cerraba y colocaba en el buzón de correos. Todo esto podía llevar casi seis meses, el tiempo que tardé en recibir una carta escrita por mí mismo.
II
La segunda carta fue, si cabe, más extraña. Mis adorados vecinos tenían costumbre de robar correspondencia (no para leerla porque leer es aburrido sino en la remota esperanza de encontrar giros postales y billetes envueltos en papel de periódico) así que siempre podía uno esperar encontrar un sobre abierto o que llegara varios días después de la fecha del matasellos.
La carta en cuestión tenía matasellos de por lo menos hacía seis meses. Pero no estaba abierta.
Lo más intrigante no era eso, sino que el destinatario no era yo – ni nadie de mi casa. No coincidía la dirección. Aunque el nombre de la calle era parecido, el número no tenía nada que ver y el código postal tampoco. Aunque en el destinatario coincidía el primer apellido (bueno, se le parecía mucho) el nombre y el segundo apellido, no acertaban ni de lejos.
La carta no era, evidentemente, para ninguno de nosotros, pero la leímos con mucho interés.Tenía unas tarjetas de un pub y unas breves líneas que poco decían. No tenía remite ni datos que nos sirvieran para determinar el origen o el verdadero destinatario. La falta de Internet hizo que dedicáramos mucho tiempo a especular sobre el origen y el destino correcto para esa carta.
Pasaron varios meses y mi hermano tuvo que ir a una farmacia del centro de la ciudad. Al traspasar la puerta se fijó en que el Licenciado de turno tenía un apellido parecido al suyo. Al salir por la puerta tenía todos los cabos atados. La dirección escrita en la carta no coincidía con la de la Farmacia, pero el nombre era más parecido que el de la nuestra. El segundo apellido del supuesto destinatario también era diferente; En conjunto había divergencias pero las similitudes eran las suficientes como para probar suerte. Mi hermano le llevó la carta y efectivamente era para el farmacéutico.
¿Cómo pudo ocurrir algo así? ¿Cómo llegó la carta hasta mi casa, cuando nada coincidía?
La explicación menos probable es que un genial cartero recibió una carta que tenía, evidentemente la dirección errónea – era una calle inexistente en mi ciudad.
En lugar de devolverla, pues no tenía remite, trató por su cuenta de encontrar el destinatario. Necesitó varios meses hasta poder limitar la elección a dos posibles candidatos, el farmacéutico y mi hermano. El farmacéutico era el destinatario más probable, pero en caso de error la carta nunca habría llegado a mi casa. Tras haberse tomado tantas molestias el cartero estudió un poco a los aspirantes. Finalmente prefirió la segunda opción, pues en caso de error era más probable que mi hermano encontrara al otro sujeto, puesto que este atendía un negocio público y porque mi hermano era muy observador.
Tal vez no todo fue tan sorprendente como lo he contado. Lo que sí que es cierto es que la carta era imposible que llegara a mi casa y aún más imposible era que después pudiera llegar de vuelta al destinatario correcto. Y asín ocurrió.