El suicidio en el siglo XIX

Ya hemos expuesto las variaciones geográficas en la distribución del suicidio por el mundo.

En un artículo del Times de 1821, se muestra una estadística y un reportaje sobre cómo estaba el suicidio en el mundo en aquella época. Aunque no es precisamente riguroso, da algunos datos sobre las diferencias a nivel europeo:

Los extranjeros se sorprenden al describir Inglaterra como la nación más triste del mundo, y noviembre como el mes en el que los ingleses no tienen otra cosa mejor que hacer que ahorcarse y ahogarse.

La verdad es que, en términos generales, los ingleses son mucho menos aficionados al suicidio que otras naciones; Y que el tan temido mes de noviembre,
dista mucho de ser el mes en el que se producen más suicidios, pues es es sólo el séptimo mes con más muertes de todo el año.

suicidio-pormes-1824

La gráfica muestra que los meses de verano son aquellos en los que se producían más muertes, con un mes de enero relativamente pacífico. Son datos que chocan mucho con los actuales, y demuestran que no todo es cuestión del clima, sino que la forma de vivir y la sociedad tienen mucho que ver. La Navidad es un tiempo macabro en el presente, pero en el pasado sería uno de los más positivos.

Las causas de suicidio mostradas en el artículo también son interesantes, aunque también poco creíbles:

causas-suicidio

Me ha costado traducir “humilliated self-love” con “baja autoestima”.

Como causa de suicidio la misantropía, es poco serio.

En el artículo también comparan por regiones, entrando en topicazos tremendos. Según cuenta el doctor Schlegel:

Los ingleses se suicidan por reveses económicos, algo lógico en un país industrial, en el que se puede pasar de la prosperidad a la miseria con facilidad. Los franceses, por amores. Basta con que la amada no responda, para que un francés vaya a casa a pegarse un tiro.

En un alarde de rigor, el doctor Forbes Winslow, dice que por cada suicidio que se produce en Inglaterra, se dan cinco en Francia.

Los rusos y alemanes se matan por su intemperancia (sobre todo me imagino que por el exceso de bebida). Los españoles, por sus prejuicios e intolerancia hacia las opiniones que disienten con la suya.

Finalmente, se señalan Dublin y Nápoles como las dos ciudades con índices de suicidio más bajos del mundo. Ni qué decir tiene que el mundo es Europa y que aunque todo esto tiene poco rigor, es al menos curioso y sintomático de la época que entonces se vivía.

Natacion en triatlon

Mucha gente se pasa los fines de semana subidos en la bicicleta. Correr lo hacemos desde pequeños, unos más que otros. Pero nadar, es más difícil.

Aunque el triatlón es de por sí un deporte muy duro, la prueba que mayor desafío supone a los deportistas aficionados es la de natación.

En un triatlón “Ironman” en que se combinan una potente prueba de natación, una etapa de ciclismo y una maratón, se recorren unos 3,8 kilómetros a nado. El vencedor de la prueba necesita en torno a una hora para completar la natación, primera de las tres disciplinas deportivas.

Mucha gente se ve capaz de correr una maratón o realizar una etapa ciclista. O incluso ambas. Pero la prueba de natación exige un esfuerzo extra, pues es una distancia que pocas personas han nadado en toda su vida.

Cuando un piensa en deportistas que se platean una prueba de triatlón, se imagina a superhombres. Y aunque muchos lo son, pues terminar el circuito de un iroman lleva más de ocho horas, también, como en todo deporte, hay amateurs y aficionados. Sobre todo en los triatlones de dimensiones más modestas, como el Ironkid en que sólo se nada medio kilómetro, se hacen 15 kilómetros en bicicleta y 5 de carrera.

Como en todo deporte extremo, mucha gente muere en el intento. Los infartos no son raros, incluso entre deportistas experimentados. Curiosamente la fase de la carrera más peligrosa es la primera: la natación. El 80% de las muertes se produce en el agua. Y en contra de lo que pudiera pensarse, la mayoría no son por problemas de corazón, sino simples ahogamientos.

Según un estudio, de todos los participantes en carreras de triatlón en Estados Unidos entre enero de 2006 y septiembre de 2008, casi un millón de personas tomaron parte en las 2.846 pruebas celebradas. Hubo 14 muertes, 11 hombres y 3 mujeres. De las 14 muertes, 13 ocurrieron en la prueba de natación (la 14º muerte es la de un ciclista al caer desde su bicicleta), y la mayoría de ellas por ahogamiento. La media de edad de los fallecidos fue de 43 años.

La probabilidad de morir en un triatlón es casi el doble que la de una maratón. En los últimos cuatro años, han muerto 25 personas en triatlones en Estados Unidos.

92M

Uno de los símbolos de la muerte más afianzados entre los Estados Unidos es recibir la visita de dos soldados uniformados. Si en la Edad Media se estilaba una encapuchada figura acompañada de una guadaña, hoy en día son estos elegantes soldados los que siembran el pavor en el país de las barras y estrellas.

Cualquiera que tenga un hijo, o una hija, o el marido destinado en el ejército sabe que la visita de estos dos militares significa ineludiblemente que este ha muerto.

[…]cuando sonó el timbre. Jack fue a abrirla y se encontró a dos oficiales vestidos de uniforme – un hombre y una mujer con una cruz de plata en el cuello. “¿Es usted Jack Seiden, padre del Especialista Marc Seiden?” Preguntó la mujer. “Tengo que entregarle un importante mensaje de parte de la Secretaría del Ejército. ¿Puedo entrar señor Seiden?” En estado de shock, Jack se negó. “Me habían contado que si llegaba un soldado significaba que estaba herido; si llegaban dos era que estaba muerto” Dijo Jack. “Pensé que si no les dejaba entrar, esto no estaría ocurriendo. Pero ella insistió diciendo una y otra vez, “Señor Seiden, tenemos que entrar, tiene que dejarnos pasar.”

Con un ejército compuesto por más de medio millón de soldados, la Armada de los Estados Unidos tiene un protocolo estudiadísimo a la hora de reportar las muertes de sus soldados. El departamento 92M, Mortuory Effects, es el encargado desde realizar la autopsia hasta organizar el más mínimo detalle del entierro, pasando por el comunicar a la familia el deceso.

Una de las primeras prioridades es evitar que la familia pueda enterarse por otro medio, especialmente la prensa. Para ello se establece un bloqueo informativo a la unidad donde se ha producido la defunción. No se puede responder al teléfono ni acceder a Internet hasta que el 92M haya hecho su trabajo. Y sí, son dos oficiales los encargados de visitar a la familia. Lo que deben decir a los familiares sigue un patrón definido, casi robótico.

La improvisación y el desentenderse de este trabajo tan poco agradable eran la costumbre habitual hace cuarenta años. El método preferido hasta antes de la Guerra de Vietnam consistía en enviar un telegrama de condolencias mediante Western Union. Hasta que el Ejército se enteró de que en algunas ciudades Western Union no empleaba a sus propios mensajeros, sino que delegaba la tarea en simples taxistas que repartían los telegramas. Ni qué decir tiene que estos taxistas no estaban muy conformes con tener que realizar ese trabajo.

Un soldado caído en combate tiene derecho a un entierro con todos los honores. La familia puede elegir el tipo de féretro, pero también dónde y cómo será enterrado su hijo. La Armada tiene soldados judíos, católicos, musulmanes y de casi cualquier rito religioso imaginable. Y todos tienen derecho a ser enterrados como la familia quiera.

Los caídos en combate consiguen la Estrella de Bronce y el Corazón Púrpura. Los enviados del 92M presentan sus condolencias en nombre del Secretario de Defensa. La familia recibe una carta de pésame firmada por el Presidente de los Estados Unidos. Además, el dinero del seguro.

Como curiosidad, se le pregunta a la familia si desea un funeral general (general funeral) y hay que entenderlo, porque eso no quiere decir “un entierro normal y convencional” sino que un General del Ejército presida el entierro. Porque también a eso tienen derecho los caídos en combate en el ejército de los Estados Unidos.

Fuente: Two Soldiers (PDF). Artículo de Dan Baum.

El desnortado

Hay unos usuarios de Internet que se comportan como si no conocieran las reglas del juego. Son los desnortados.
Para empezar, llegan a tu página con una cadena de búsqueda extraña: “Quiero encontrar el último disco de Mecano, y la verdad es que no lo encuentro”, usualmente larga. Las faltas de ortografía son tarjeta de visita.
Aunque a algunos les moleste que dejen comentarios en los blogs, no dejan de ser los usuarios más preciados que existen, ellos son los pobres diablos que usan Internet Explorer y clickan en tu penosa y descontextualizada publicidad.
Un síntoma inequívoco de su presencia es el comentario del pensamiento positivo. Ellos buscan fotos de Nadal desnudo y no se preocupan de si llegaron a una página en que sólo había texto. La omnipotencia de Google es tal, que asumen haber llegado a su objetivo.
Así, hay quien busca “Película de las Supernenas” y llega a una página y asume que la página es de la productora de la película o de las mismísimas supernenas (que son personajes de ficción).
Otros dejan comentarios como si Internet fuera un tablón de anuncios que tarde o temprano todo el mundo leyera. “Busco a mi primo Félix que se marchó a Cuba hace 50 años. Félix, si lees esto por favor responde.”
Normalmente uno se cachondea de esta fauna. Aunque en realidad son las personas cándidas que sostienen el dudoso negocio de Internet. Hace unos días me llegó uno de estos desnortados.
Era una chica que llegaba a la popular página de suicidios con paracetamol. Buscaba un método eficaz para suicidarse.
La entrada sin embargo alerta sobre lo ineficaces de determinados sistemas de suicidio, sobre todo el muy usado hace un siglo, del fenol:

La muerte era horrible: se producían quemaduras internas que producían una intensa y dolorosísima agonía en los suicidas. Raramente causaban la muerte, pero el estado del paciente era tan grave y tan difícil su recuperación, que poco podía hacerse por salvarles.

Pero nuestra visitante, porque era una chica, no pareció entender el mensaje del texto. Tenía su idea fija en la cabeza. Y nos obsequió con un comentario que puede ser una broma, o no. Pero que es el comportamiento de todos esos desnortados, llevado al extremo: no leen ni entienden lo que pone en la página, y dejan su opinión ante el tablón de anuncios de Dios:

bueno les cuento mi historia he sufrido mucho como no tienen idea apenas tengo 18 años en junio cumplo los 19, pero ya no puedo mas hoy mismo me quiero morir ya no sporto gracias a mi madre aunque la quiero pero ella a mi no asi que sera mejor irme de una vez por todas… amo a mi novio con el que tengo algunos meses pero el es mayor que yo el tiene 39 me dio algunos consejos hoy noche pero no son suficientes para mi, me siento muy mal quiero irme para siempre …. lo que si quisiera decir esque amo a mi hermana es la unica persona que le quiero y segundo es a juan carlos al hombre que amo , y eso sip me voy para siempre pero que mi madre le perdone dios .. hoy muero tomando desifectante de piso.. chauuu cuidecen mucho

Indice de Masa Corporal

El Índice de Masa Corporal (IMC) es una proporción entre la altura y el peso de una persona. En función de este valor, se estima si el nivel de peso es saludable o no.
La fórmula a aplicar es:
imc-wikipedia.png
En función de los valores obtenidos, se obtienen unos niveles considerados saludables (entre 18,5 y 25), con ligero riesgo (entre 16 y 18,5 y entre 25 y 30) o niveles de riesgo. En las tablas están marcados como rojo los niveles de riesgo, en amarillo los de alarma y en verde los niveles considerados normales.
Esta es una tabla de valores posibles, con alturas y pesos:
tabla-peso1.png
Se echan en falta tablas que sean válidas para personas que hayan sufrido amputaciones. Si una persona tiene un brazo menos, estos parámetros no son válidos. Se estima que el peso de un brazo es el 8% del cuerpo humano. Luego a una persona si una de estas extremidades, hay que actualizar la tabla, “sumándole” un brazo virtual. Ahora no multiplicamos por el peso total sino por el total + 8%. Obtenemos:
tabla-peso2.png
Lo bueno de esta tabla es que siguen valiendo los mismos patrones de referencia que con la anterior. Entre 18,5 y 25 está el peso ideal de los médicos.
La misma tabla, para dos brazos. En este caso, hay que sumar un 16% al peso real del individuo:
tabla-peso3.png
Para las piernas, el peso de una de ellas supone un 15%.
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Para las dos piernas, el reto además está en la altura, pues no se puede contar con dichas piernas. Se estima que la media de altura de una pierna está en los 75,5 centímetros.
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Fuentes:
Metafilter, peso de las partes del cuerpo.
Wikipedia, índice de masa corporal.
Yahoo Answers, longitud media de las piernas.

La otra crisis

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Las búsquedas de Google dan una información visual muy clara sobre conceptos que pueden ser un tanto oscuros o difíciles de explicar. En esta gráfica sobre las búsquedas de métodos de suicidio puede apreciarse una espectacular escalada en las últimas semanas.
Todo esto antes del rally navideño, que como puede apreciarse en años anteriores, es el tiempo favorito para empezar a pensar en quitarse la vida.
Fuente: Freakonomics blog.

Asesinatos en Detroit

Detroit: la ciudad con el índice de asesinatos más elevado de todo Estados Unidos. En 1987 se cometieron 635 asesinatos en Detroit, una tasa de 58.2 asesinatos por cada 100.000 habitantes, u ocho veces la media nacional. Sólo entre niños, hubo 365 tiroteos en que tanto la víctima como el pistolero tenían menos de dieciséis años (de los cuales 40 murieron). Estamos hablando de una ciudad muy dura – y encima que es una de las más ricas. ¿Qué será de Detroit si la industria del automóvil se hunde? No quiero ni pensarlo. La gente tendrá que empezar a llevar bazucas para protegerse.

Lo primero señalar la extraña correcta versión del término bazooka ( palabra inglesa que proviene de la jerga bazoo, que significa boca).
Lo segundo, que efectivamente la industria automovilística de Detroit se hundió y sin embargo los asesinatos han bajado con el tiempo, ahora son apenas la mitad que hace veinte años.
Esto para los que evocan los dulces tiempos de Naranjito y Barrio Sésamo. No todo ha ido a peor ni el pasado era tan dulce como lo recordamos.
La cita inicial es de un libro de Bill Bryson, un ecléctico escritor que se ha hecho ahora muy famoso por un libro de ciencia.

David Foster Wallace

El 12 de septiembre, o sea, hace dos días, se suicidó David Foster Wallace, uno de los escritores más prometedores de la literatura americana. Wallace se ahorcó en su casa de California. Tenía 46 años.
No conocía a este escritor, pero viendo con quiénes lo comparaban, se nota que era una figura de primera línea. Sus libros parecen muy difíciles, con tramas complicadas pero sobre todo con demasiados juegos en el lenguaje. La pesadilla de cualquier traductor.
Casi tan triste como su muerte, es ver el artículo de la Wikipedia en español sobre este escritor. Tiene cinco líneas, la dos últimas para referirse a su suicidio:

Fue hallado sin vida en su casa el sábado 13 de septiembre de 2008 por su esposa, el día siguiente de su muerte, a los 46 años. Encontró el cadáver colgado, al volver a casa, aproximadamente a las 21:30 horas.

Puede que el español sea “un idioma en auge”, pero cada vez se parece más a un idioma del segundo mundo: lo habla mucha gente, porque los pobres abundan. ¿Qué escritor en español de aproximadamente 46 años sería una gran pérdida para la literatura en caso de que decidiera suicidarse? Que yo sepa, ninguno, porque los únicos que comen de la literatura son autores comerciales o auténticos ancianos.

Suicidio con paracetamol

Fenol

El fenol es una sustancia manufacturada. El producto comercial es un líquido. Tiene un olor repugnantemente dulce y alquitranado.

[…]

El fenol es muy utilizado en la industria química, farmacéutica y clínica como un potente fungicida, bactericida, antiséptico y desinfectante, también para producir agroquímicos, policarbonatos, en el proceso de fabricación de ácido acetilsalicílico (aspirina) y en preparaciones médicas como enjuagadientes y pastillas para el dolor de garganta.

A principios del siglo XX el fenol, o ácido carbólico, se usaba casi para todo. Con propiedades antisépticas y anestésicas, servía para tratamientos médicos. También se le empleaba como medicamento contra la gripe o hasta para combatir la peligrosa masturbación femenina.

Sin embargo, tan fantástico producto presentaba algunos efectos secundarios. En los primeros años del siglo pasado se podía comprar en cualquier farmacia. Y era uno de los métodos más empleados para suicidarse.

Repasando las crónicas de hace un siglo en Kansas las referencias a suicidios con “ácido carbólico” son continuas. Se compraban las botellas en la farmacia y luego se ingería una enorme cantidad. La muerte era horrible: se producían quemaduras internas que producían una intensa y dolorosísima agonía en los suicidas. Raramente causaban la muerte, pero el estado del paciente era tan grave y tan difícil su recuperación, que poco podía hacerse por salvarles.

En la Segunda Guerra Mundial el fenol se usó a menudo como método rápido para asesinar a los presos. En los campos de concentración se inyectaba a los pacientes, normalmente en el brazo. Cuando se quería afinar y dar una muerte rápida y segura la inyección se realizaba en el mismo corazón.

Los alemanes descubrieron sólo al final de la Guerra que era un método más barato que el tan empleado Zyclon B. El Zyclon B también nació como un medicamento. En este caso, para combatir el tifus.

Paracetamol

Cuando el médico quiere quitarse de encima a un hipocondríaco, le receta paracetamol y lo manda a casa. El paracetamol alivia el dolor moderado y aunque no tiene efectos antiinflamatorios como la aspirina, carece de efectos secundarios conocidos.

Eso sí, el paracetamol es tóxico. Lo que sucede es que las cantidades tan pequeñas que ingieren los pacientes permiten eliminar las toxinas sin que lleguen a causar el más mínimo daño. Lo que no conoce la mayoría de la gente es que dada la facilidad con que se puede conseguir este producto, para el que no se requiere receta y de precio ridículo, mucha gente lo emplea para suicidarse.

Como método de suicidio es enormemente ineficiente. La sobredosis de paracetamol provoca daños en el hígado, el encargado de eliminar los componentes tóxicos. El hígado que sufra daños muy importantes puede provocar la muerte al paciente. Esta muerte jamás será agradable, ni lenta, ni dulce. Apenas una de cada mil personas que intenta tan peregrino método de suicidio, acaba consiguiéndolo. La inmensa mayoría de las veces dejará al candidato a suicida con el hígado de un veterano alcohólico para el resto de su vida. Puede que requiera un ingreso hospitalario.

Según los estudios médicos, unas 500 personas al año mueren en Inglaterra y Gales a causa de sobredosis, conscientes o no, de productos con el componente activo del paracetamol. Estos datos son preocupantes, por cuanto representan una de las veinte principales causas de muerte en países civilizados.

Pero el paracetamol, como medicamento comodín, no recibe campañas en televisión. Ni hay conferencias de presidentes autonómicos para hablar del paracetamol. Hacen falta muchos años para darse cuenta de que un medicamento común no debería serlo tanto. Como el fenol.

Como puede verse, el paracetamol es una de las principales drogas causantes de muertes, por delante de la cocaína:

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Efecto placebo

Para medir la fiabilidad de cualquier nuevo tratamiento médico o de un fármaco en estudio los investigadores parten de una base muestral: una serie de pacientes que acceden a intentar ese nuevo método. En algunos casos, como los cánceres más complejos, los pacientes no tienen nada que perder.

Si queremos medir cómo funciona nuestro experimento no administramos el medicamento a los pacientes y medimos sus resultados comparados con los que presentaban antes del experimento. El simple hecho de tratar a un paciente ya forma parte de la curación. Es el llamado efecto placebo. El efecto placebo tiende a ridiculizarse: las desgraciadas amas de casa que usan las pinzas antidolor Lasvi son víctimas de ese efecto.

El efecto placebo sin embargo es tan eficaz que los investigadores se ven forzados a contrastar sus métodos no contra la ausencia de tratamiento sino contra lo que se obtendría usando un placebo.

Imaginemos que tener dolor de espalda son diez puntos. Un medicamento que no haga nada aporta cero puntos. Por ejemplo una caja de pastillas que se quede en la farmacia aporta una curación de cero puntos. Los placebos tal vez puntuarían entre uno y tres, dependiendo de la capacidad de sugestión de la persona. Un investigador sabe que tiene que sacar al mercado un producto que, como poco, suponga una mejora de cuatro puntos.
Ahí nos encontramos con un punto curioso. Para conseguir una mejora de cuatro o cinco puntos necesitamos en muchos casos millones de euros en investigación. Pero para conseguir una mejora parcial pero mensurable sólo hace falta un curandero, un sacerdote, un farmacéutico, un masaje, unas pastillas inocuas, una crema natural.

La sociedad en general tiende a ridiculizar al paciente que afirma que nota una mejoría con los placebos. Como las pulseras de cuarzo, muy de moda en los años ochenta, los filtros de agua, los suplementos de vitaminas. Los que se creen que mejoran con eso son unos idiotas.
Por un lado bienaventurados los crédulos porque gastarán poco en medicinas. Aunque las pulseras de cuarzo no valían para nada no eran tan caras y durante algún tiempo la gente que las usaba afirmaba sentirse mejor.

Por otro el efecto placebo funciona hasta el punto de que el método científico lo incorpora en sus procedimientos rutinarios de test de experimentos psicológicos o médicos.

En resumen, el método placebo funciona y cuanto más bien te haga, mejor para ti. En gran medida dependerá de tu capacidad de sugestión. Aunque hay casos extremos como los de personas que caen en manos de desalmados santeros o magos, los que se dejan guiar por inocentes pamplinas acaban obteniendo una barata forma de curación parcial que tiene la ventaja añadida de que puede cambiarse con regularidad. Por ejemplo el que después de un año entierre la pulsera de cuarzo puede probar con enorme satisfacción las grandes ventajas del agua filtrada o desionizada.

El efecto placebo está tan desprestigiado que nadie se atreve a emplear ni un segundo de su tiempo en él. Podría investigarse qué hace que un método placebo sea más efectivo que otro. Las mejores formas para potenciar estas formas alternativas de curación parcial. Usando el ejemplo anterior, habría que saber al menos qué sistemas nos permitirían una puntuación de tres sobre diez, descartando los sistemas de un solo punto.

La gente se rasga las vestiduras cuando en África no hay para pagar tratamientos del Sida. Pero podría hacerse mucho bien en dolencias menores más cotidianas con ayuda de placebos de laboratorio. Cierto es que los chamanes y médicos de tribu ya hacen eso pero algunas veces podrían mejorarse sus resultados. Y sería muy barato. Parece como si las únicas enfermedades importantes fueran las mortales. Hay que erradicar la malaria porque es mortal, pero los que tengan úlcera o gastroenteritis crónica en África que se den con un canto en los dientes por su buena suerte.

II

Volvamos al comienzo. Seamos drásticos. Pensemos en un cáncer complejo, como el de páncreas. Casi nada funciona y los médicos te convocan para probar un nuevo medicamento que ha funcionado bastante bien en las pruebas clínicas pero que aún no está aprobado. Sabes que es eso o morir en un par de meses. Así que dices que sí sin pestañear. Y entonces los médicos tiran una moneda. Si sale cruz, irás al grupo de control y tomarás uno de los placebos durante varias semanas. Y por mucho que los haya defendido no nos engañemos: los placebos palían pero raramente curan. Por el bien de la medicina morirás y creerás que tu última opción no funcionó. En los casos más macabros, gracias a tu muerte se habrá demostrado que ciertos medicamentos funcionan. Y después, se habrá generalizado su uso y salvado muchas vidas. Puedes pensar que fuiste un héroe pero en este caso fuiste un conejillo de Indias por el que ni los ecologistas se preocuparon.
La idea de que los placebos están infravalorados la aprendí de Seth Roberts.