Una de las historias que más se repiten por Internet es aquella de los Seis grados de separación. Se trata de una teoría científica que establece:
Que cualquiera en la Tierra puede estar conectado a cualquier otra persona en el planeta a través de una cadena de conocidos que no tiene más de cuatro intermediarios.
Páginas que se las dan de cientifiquísimas, defensoras de la verdad y adalides del progreso, dan un inusitado crédito a esta teoría. Ya en el experimento que la llevó a la fama, se demostró que no era cierta. Sólo una lectura muy parcial de los resultados, faltando a cualquier principio de la estadística más elemental, puede llevar a esta conclusión.
I
En el experimento inicial, se eligió a una persona de un estado de Norteamérica, Massachussets. Por otro lado, voluntarios de la universidad, de otros estados más alejados (Kansas y Nebraska) recibieron un paquete. Tenían que ingeniárselas para que le llegara a esa persona de Massachussets, de la que sólo sabían el nombre, la profesión y la ubicación aproximada. Para ello, tenían que entregar el paquete a alguno de sus conocidos que, pensaran, podía conocer a esa persona o disponía de más posibilidades para dar con ella. Esta persona debía, a su vez, obrar del mismo modo.
Al fin del experimento, se observó que la mayoría de los envíos que llegaban, lo hacían en cadenas de cuatro o cinco intermediarios. De ahí, el resultado de la tan cacareada teoría. La realidad es que la inmensa mayoría de los paquetes no llegaron a su destino.
Hay tantas objeciones posibles al resultado que no sé por dónde empezar. Sólo con decir que, si la persona de destino, hubiera estado en China, habría sido necesario al menos, un paso más. Sin embargo, la más grave objeción es la de entender los paquetes que no llegaron como “nulos” cuando en realidad son ceros, es decir, no son observaciones no válidas, sino que, en cierto modo, son personas que no veían forma humana en que el paquete llegara al destino. Y quizás no la hubiera en un número tan limitado de intercambios.