Bebidas con gas

Cuando vivía con mis padres, mi madre no podía soportar la tentación de comprar el refresco de marca desconocida. Nosotros, nos reíamos y decíamos que era Fanta marca “Gas” y cosas por el estilo. Cuando le das un primer sorbo te llevas todo el gas de la botella. Luego no queda más que un regusto dulzón y migajas de burbujas. Yo me preguntaba si era tan difícil hacer lo que hacían los otros.
La Coca-Cola siempre se ha envuelto con un halo de misterio alegando que hay un ingrediente secreto. Siendo realista, es del todo ridículo. En primer lugar por lo de secreto, por cuanto es ilógico pensar que tras tantos años y miles de fábricas por todo el mundo no haya habido alguien capaz de robar semejante secreto. Por otro lado, por lo de ingrediente. Según la legislación española, estás obligado a exponer todos los ingredientes de una bebida no alcohólica. Aquí no se hace la vista gorda.
Como muy bien afirma el hombre máquina, la misma coca-cola varía entre unos países y otros. Los españoles estamos más acostumbrados a lo dulce que los alemanes, y ellos aumentan la proporción de azúcar aquí. Productos tan habituales como la fanta naranja no son admitidos en otros países, por resultar demasiado dulces. Recuerdo la anécdota que me contaba una amiga mía que se pidió un ron con limón en Finlandia y le estuvieron exprimiendo limones hasta que le llenaron el vaso de cubata(y en el extranjero no ponen tanto alcohol como en España…)
Me resulta sorprendente lo difícil que resulta introducir el hábito de consumo de una bebida nueva. Es prácticamente imposible y toda tentativa acaba en fracaso. Recuerdo un refresco de color azul(Blue Tropic?) que tuvo una poderosa campaña de publicidad que solo sirvió para que algunos frikies lo pidieran de vez en cuando. También Cherry Coke, estuvo en televisión durante meses, sin éxito. Y la Fanta de piña. Supongo que hay muchos más ejemplos, sean estos una muestra de lo que no se consigue ni con mucho dinero en publicidad.

Coca-Cola

Cuando compro en el supermercado algunos productos me hago preguntas del tipo ¿Eres consciente de lo que vale lo que estás comprando? Con productos como la Coca-Cola, es como para perder la cabeza.
Según oí en televisión hace algunos años, el envase de aluminio de la lata le cuesta a la empresa 6 veces más que el propio contenido. Partiendo de que este hecho es cierto, y desmpolvando las matemáticas, me pongo a temblar.
Una lata de Coca-Cola tiene 33 cl(la tercera parte de un litro) y cuesta unos 0,3 euros. Una botella de plástico de dos litros cuesta 1 euro.
Para una marca de la competencia, digamos Dia, las latas cuestan 0,15 euros. Dado que los envases de la competencia son de la misma calidad(seguramente hasta hechas por la misma empresa) tenemos que entonces estas empresas pequeñas simplemente perderán rentabilidad esperada de beneficio. Coca-Cola espera ganar mucho más que la empresa pequeña.
Supongamos que la empresa desconocida obtuviera un 5% de beneficio(lo cual es una ridiculez). Hagamos algunas operaciones:
Precio de la lata: 0,15 euros
Beneficio por lata : 0,075 euros(habría que vender 4 latas para ganar 0,03 euros, lo que cuesta una bolsa en el Dia)
Gastos de producción: 0,01425 euros.(De los cuales, 0,122 son el precio de la lata)
Si subimos a un razonable 20% de beneficio, podemos hacer las mismas cuentas:
Precio de la lata: 0,15 euros
Beneficio por lata : 0,03 euros(Lo que cuesta una bolsa en el Dia)
Gastos de producción: 0,12 euros.(De los cuales, 0,11 son el precio de la lata)
Salgamos de estas miserias y saltemos a beneficios reales. Con un beneficio del 40% tendríamos:
Precio de la lata: 0,15 euros
Beneficio por lata : 0,06 euros(No es gran cosa)
Gastos de producción: 0,09 euros.(De los cuales, 0,077 son el precio de la lata)
Si esto fuera así, temblamos ante los números de Coca-Cola. Ahora hacemos las cuentas al revés, partimos del precio hallado para la lata, y entramos en los beneficios de la empresa.
Si una lata cuesta 0,077 euros a la empresa(suponiendo una rentabilidad del 40% para la empresa desconocida).
Gastos de producción: 0.09 euros.
Beneficio total: 0,3 – 0,09 = 0,21 euros.
Estamos hablando de un 70% de beneficio para la supercompañía.
Si hacemos las mismas cuentas para la botella de 2 litros, perdemos la cabeza. Ahora todo está claro, porque no hay que contar el precio del aluminio.
Empresa desconocida:
Precio de la botella: 0,3 euros
Beneficio esperado(digamos un 30%): 0,09 euros
costes: 0,21 euros.
Partiendo de los costes, para Coca-Cola:
Costes: 0,21 euros
Precio de la botella: 1 euro
Beneficio obtenido: 79%.
Podríamos seguir con las cuentas, 80% de beneficio, por millones de latas vendidas en el mundo…

La marca del maestro

Resulta sorprendente lo incautos que somos muchas veces, cuando vamos al supermercado, y nos dejamos guiar por las marcas. En muchos casos, es más que evidente que varios productos son exactamente iguales. Y es que en este mundo de libre mercado aún hay muchos más monopolios de los que pensamos.
Un conocido trabaja en una empresa donde elaboran pan de molde. A veces me daba algunas bolsas. Las marcas, siempre eran distintas. Algunas eran de las famosas, otras genéricas, como Hacendado(Mercadona). Según me comentaba, ellos lo hacían todo, sólo variaba la etiqueta que ponen en el producto.
Esta duplicidad comercial podemos encontrarla también en los yogures, la leche, el arroz, el atún enlatado y otros muchos productos. Pensándolo bien, es lógico, pues para una empresa pequeña, el gasto de comercialización de un nuevo producto apenas puede compensar el beneficio que pudiera obtenerse, caso de que se comercializara con la nueva marca.
Tampoco tiene mucho sentido que empresas como Dia sean capaces de elaborar productos tan dispares como cerillas, leche, congelados, textiles, verdura preparada, desodorantes, patatas fritas…
En realidad, las empresas se limitan a pagar por poner su nombre en la etiqueta. Los mayoristas son otros, totalmente anónimos. Si nos fijamos en los envases muchas veces veremos que ponen “envasado en …” y no dicen nada sobre los fabricantes.

¿Éxito?

El sábado se casaba una amiga mía. De familia pobre, se lo tuvo que currar mucho para conseguir un buen trabajo de lo suyo- el periodismo- y avanzar en un mundo lleno de intereses y amiguismos. Con tesón continuó sus estudios y avanzó a pasos agigantados hasta conseguir acabar presentando los telediarios de máxima audiencia.
Siempre admiré en ella su capacidad de esfuerzo, sus ganas de llegar a más. Sin embargo, este enlace me ha decepcionado un poco. Se ha casado con un holgazán, vividor del cuento. Un niño de papá que solo se preocupa de gastar el dinero en cosas finas y caras. Alguien que no sabe lo que es trabajar, ascender por méritos propios.
Esto ha hecho que me replantee mi opinión sobre mi amiga. Sobre las inexistentes virtudes de la pobreza. Pues todo el que viene de abajo, en vez de tratar de mejorar las miserias que ha encontrado, cuando alcanza la cima, trata de desentenderse de ese pasado tanto como puede. Se convierten en los más abominables ricos, los más derrochadores, los más irreverentes. Entonces, pienso, todo este camino de ascenso en nada se parece a un escalada personal, sino económica. Cuanto más tenemos menos valemos. El éxito personal y el económico están reñidos.

Ante notario

Desde mis orígenes como telespectador, cuando maravillado veía el Un, dos, tres, la presentación de un sorteo siempre la he asociado con la muletilla “ante notario”. Estos añadidos, a los que acaba uno tan acostumbrado, terminan no diciéndonos nada. Otro por el estilo es el de “más gastos de envío”, o el ahora ideado por las empresas de telefonía de “impuestos indirectos no incluidos”.
La presencia de un notario en un concurso da una imagen de seriedad y formalidad, de que las cosas están bien hechas. Pero por encima de todo, de que el ganador es elegido democráticamente y va a recibir su premio.
Antes, los concursos daban unos premios estupendos. Solo de pensar en los monótonos pisos en Torrevieja del antes citado concurso, nos hacemos una idea del dineral que se podía soltar. El dinero, poco a poco, fue desapareciendo. Con las nuevas cadenas privadas, incluso hubo rumores y noticias acerca de impagos de premios en muchos concursos.
Esto hace que el interés del concursante decaiga. Ahora el negocio ha derivado hacia otro tipo de sorteos, pero a mí la presencia notarial me da un margen de seguridad. Aunque claro, me hace pensar en todos esos otros concursos en los que no hay notario. Supongo que en ellos el trapicheo y la irregularidad priman sobre todas las cosas.

Sortear

El hecho de sortear, no es tan trivial como pueda parecer. Para un sorteo de magnitud nacional como el de la ONCE hay una infraestructura notable. En primer lugar, las bolas de los bombos han de ser fabricadas especialmente, pues han de pesar todas exactamente lo mismo. Los bombos también son, o deben ser, de notable exactitud. Para un sorteo puntual, como puede ser el del un premio de un concurso sobre llamadas recibidas, la empresa no contará con todos estos medios.
Técnicamente es fácil realizar un sorteo equilibrado. Con un ordenador, se asigna un número a cada persona, se elige un número aleatorio entre 1 y el número de concursantes y santas pascuas. El problema, para un notario, estaría en revisar la fiabilidad del sistema. Tendría que considerar la codificación del sencillo programa, cerciorándose que la aleatorización es correcta. Para ello, sería necesaria la colaboración de un científico(no de la NASA, precisamente).
En mi opinión, la oposición a notario es la más difícil que se realiza en toda España. El simple hecho de preparárselas es toda una declaración de competencia o de confianza en uno mismo. La temática es abismal y la exigencia altísima. Estas personas, ante las que me quito el sombrero, sin embargo, tienen ciertas notables lagunas en simples aspectos del oscuro mundo de los números.
El origen de todo este post está en la noticia que da el País dominical, acerca de cómo se realizó el sorteo de unos premios de Halcón Viajes. Según afirman, el notario en cuestión dijo unos números “al azar”, que resultaron los premiados. Este sistema es altamente ineficiente. Según narran, había premios de mayor y menor cuantía, pero el notario los fue asignando conforme daba los números, que iban en orden creciente. Así, los números mayores tenían nulas posibilidades de obtener un buen premio.

Numeros aleatorios

La aleatoriedad de los números es un aspecto muy interesante de la ciencia. Parece sencillo dar una sucesión de números aleatorios, pero no es así. Especialmente para los hombres, que todo lo hacemos por algún tipo de sugestión oculta.
Un interesante ejercicio, aunque difícil de llevar a la práctica, es el de decir a un sujeto, que vaya diciendo números aleatorios del 1 al 100. Creo que podría tirarse días dando cifras y aún habría números que nunca mencionaría. Esto es porque nuestra cabeza tiene predilección por ciertas agrupaciones de números. Como en el citado artículo de El País indican, hay una especie de horror vacui hacia el cero, que hace que cada vez que demos una cifra grande evitemos usarlo. También tendemos a hacer grupitos que nos resultan simpáticos. Personalmente, creo que cuando doy un número al azar casi siempre incluyo el 5 y el 9.
En muchos procesos, sin embargo, es necesario obtener números aleatorios. Curiosamente, un número aleatorio no existe, solo existen en plural, pues deben ser números que no tengan entre sí ningún tipo de relación. En singular, diríamos un número al azar.
1, 3, 5 no son números aleatorios, porque siguen una secuencia evidente.
62,69,76 y 90 tampoco lo son, porque siguen otra secuencia, aun cuando no sea evidente para nosotros. La necesidad de que los números no tengan relación entre sí es porque de lo contrario lo que hagamos con dichos números seguirá un patrón, aun cuando no seamos capaz de verlo.
Para entender esto hay que ver en que aspectos de la vida se usan los números aleatorios. Internamente, los procesos de los ordenadores están llenos de ellos. Por fuera, vemos algunos de estos resultados en esas páginas que muestran una fotografía distinta cada día. Si la secuencia de las fotografías no fuera aleatoria, digamos por ejemplo que cada media hora cambiara, dentro de un amplio conjunto, una persona que siempre se conectara a esa página a la misma hora no vería nunca los cambios de imagen.
A la hora de realizar una encuesta, se debe tratar de escoger a las personas al azar, aunque a priori se hagan unos grupos(debe haber 30 personas entre 10-20 años, 50 entre 30-40, 100 entre 40-60, etc). Si las personas no se eligieran de forma aleatoria, podría pasar que gran parte de las elegidas se conocieran entre sí, o siguieran un patrón definido, con lo que los resultados estarían del todo tergiversados.
Pensemos en las encuestas de intención de voto. Si eligen a Pepito Pérez, y la mujer de Pepito Pérez murió el 11M, entonces es muy posible que Pepito no vote al PP. Pero si para la encuesta se han cogido muchas personas que conocen a Pepito, pudiera ser que todas, influidas por él, tampoco votaran a dicho partido. Al final, en el recuento, saldría un 99% de intención de voto contra el PP, obteniendo un resultado absurdo.
El problema principal es que en muchos casos, ante la dificultad de obtener listados aleatorios, se opta por montar listas pseudoaleatorias, o mejor dicho, a ojo. Y así, nos luce el pelo.
Las formas de obtener los números aleatorios son muy curiosas. Se parte de uno o varios números, que se llaman semilla, que suelen ser las cifras obtenidas de la hora dentro de un reloj. Pensemos que tenemos que repartir algo entre 100 personas. Pulsamos un cronómetro, y en función del resultado de las centésimas de segundo, elegimos a la persona. Si tenemos que elegir a varias podríamos parar el reloj varias veces, aunque también este proceso sería, al depender de la influencia humana, un poco ineficaz.
Un método matemático consiste en partir de dos números, que pueden ser obtenidos del reloj, y multiplicarlos entre sí. Del número obtenido, obtenemos las cifras centrales.
Si multiplicamos 31 por 45 obtenemos 1395. Nos quedamos con 39 como número aleatorio. Ahora podemos multiplicar por 45, obteniendo 1755, resultado 75.
Este método es el más simple para explicar la forma de obtener números. Aún resulta un poco ineficiente por algunas dificultades técnicas que quedan fuera de mi intención.

Sorteos del siglo XXI

Con la entrada en la era de la desinformación se generó un nuevo negocio: el de los SMS como forma de sorteo. Mandas un mensaje inusualmente caro a un número de teléfono y participas de un sorteo. Pensándolo bien, huele mal de salida.
Por un lado, el mensaje en sí no es trivial. Si hablas con una chica por teléfono, puede equivocarse anotando tus datos y apuntar Valbuena en vez de Balbuena, pero poco más, en cualquier caso, estás dentro del sorteo. Con este novedoso sistema, un espacio de más o de menos, una palabra mal escrita, y directamente estás fuera del concurso. Lo malo es que como el SMS lo has mandado a un número caro no importa que eso vaya al cubo de la basura virtual, el dinero lo has perdido.
Por otro, me escama que no tengan más información tuya que el número de teléfono. Supongo que ellos te llamarán y tratarán de obtener tu información, pero no creo que, si lo intentan infructuosamente un par de veces, insistan más.
En muchos casos, no hay fiabilidad de premios. No te indican cuándo se realizará el reparto de premios, lo que convierte el concurso en una entelequia. Pero el gobierno, presente, pasado o futuro, permite estas situaciones con total impunidad.
Sabemos que un buen pellizco de impuestos van a las arcas del Estado, pero no me siento mejor cuando sé que han sido sacados de bolsillos de incautos, de pardillos y de despistados, que seguramente necesitarán más ese dinero.
Otro fragante uso del SMS es el de las votaciones. Bajo un aparente interés por conocer la opinión de los oyentes, se esconde una encubierta forma de enriquecimiento. La primera edición de Gran Hermano resultó sorprendentemente rentable simplemente con eso. La gente votaba, como en las elecciones, por sentir que participa de lo que pasa en el mundo. Al final, los beneficiados, los de siempre.
Otros concursos sorprendentes son los de las empresas de alimentación. Envías dos tapas y todos tus datos y puedes ganar algunos premios. Para la empresa anunciante no es más que una barata forma de obtener censos de clientes y bases de datos con información de consumidores, que les ayudan a realizar sus políticas de publicidad. Si en el concurso de Ligeresa sale que la edad media de sus consumidores es de 30 años, pongo un anuncio con personas mayores y trato de pegar otro bocado de mercado. Estas engañosas formas de obtener la información son, al menos, inocentes, y solo perjudican si recibes, de higos a brevas, unos cuantos folletos con publicidad.

Caja de tontos

Cansado después de la jornada de trabajo, me tiré en el sofá y me dediqué a una de las cosas que menos hago: ver televisión.
Empecé viendo un programa paradigma de la estupidez: totalmente al azar escoges una caja que contiene un premio. Luego, se van mostrando las opciones descartadas, tratan de convencerte de que elijas
otro premio, etc. En un mundo de personas inteligentes, el concurso duraría un minuto. 30 segundos para decidir, 10 segundos para abrir la caja, 20 segundos de gestos de alegría o pena por parte del concursante. Para colmo de males, el programa ni siquiera es original. Existe una réplica en otra cadena, con la sutil diferencia de que mientras el presentador marea la perdiz para que aquello dure más que un rato tienes la opción de ver a chicas estupendas que nos hacen recordar lo lejana que está la verdadera liberación de la mujer. Siempre han dicho que la televisión es la caja tonta, se ve que se echaba en falta un concurso de cajas para tontos.
Aunque tampoco quiero pasarme. Porque fui capaz de vez más de 15 minutos del programa, lo que me hace pensar tal vez, bajo estados muy graves de cansancio o necesidad de relajación, estos concursos resultan atractivos. Tal vez vivamos más en un país de gente cansada que de gente idiotizada.

Deportes de segunda

Continuando mi periplo iniciático por el mundo de la televisión, puse la segunda cadena y estaba terminando un partido de baloncesto. A mí el baloncesto me gustaba mucho de pequeño, cuando España era una potencia y el Real Madrid se hinchaba de Copas de Europa. Luego no sé qué paso, supongo que se dejó de invertir dinero, y los jugadores siempre eran los mismos. Es como si ponemos la televisión dentro de cinco años y vemos que Zidane, Ronaldo y Figo siguen jugando en el Real Madrid. Y es que los mejores eran siempre los mismos.
Además, en el baloncesto, se llegó a perder la gracia de la victoria controlada. Cuando yo lo veía, si ibas ganando de 20 en el descanso, raro era que acabaras perdiendo. Luego las remontadas épicas eran la costumbre, y esto, en vez de dinamizar el juego, lo convertía en aburrido, porque no disfrutabas cuando tu equipo iba ganando de 30, pues sabías que aquello iba a durar lo que la encarcelación de los miembros del equipo A en un taller lleno de herramientas.
Mención especial merece las estadísticas de tiro. Cuando yo veía el basket se hichaban de meter canastas, y hacer 100 puntos no era una utopía. Ahora los resultados son mínimos – dicen que por una mejora de las defensas. Imagínense que los partidos de fútbol acabaran siempre por 0-0 o 1-0 y sabrán lo que siento cuando veo estos nuevos pobres resultados.
Así, cuando veo el baloncesto, siento una especie de nostalgia, por los tiempos en que era mi deporte favorito, y de pena porque tras tantos años aún hay jugadores de cuando yo seguía dicho deporte.
El caso es que quedaba un minuto y estaban empatados. Tras fallar más que una escopeta de caña, terminan en prórroga. En el estado de atontamiento en que me encontraba, me quedé viendo la prórroga, para matar la curiosidad y saber quien ganaba. Cuando queda un minuto para el final están otra vez en las mismas: empatados y me pregunto si volverán a empatar.
En esas estaba cuando veo como la pantalla de televisión se va haciendo pequeña. Antes de que me diera tiempo de llamar al psiquiatra veo que es que empezaba el partido del Valencia-Villareal, que ocupaba la pantalla grande, dejando en una esquina ínfima, a prueba de dioptrías, el final del baloncesto.
Me sentí dolido por el trato tan denigrante hacia el espectador. Un ferviente seguidor del baloncesto se tiene que haber acordado de toda la parentela de Urdaci y compañía. Para colmo de males, el que era un Real Madrid-Estudiantes de baloncesto se convirtió en un Valencia-Villareal de fútbol, otra vuelta de tuerca para los sufridos madridistas que han vuelto a ver a su equipo poniendo los pies en el suelo.