La vida en la cárcel

Uno de los libros más antiguos que tenía en mi lista de deseos de Amazon era el titulado “Tu vas a ir a la cárcel” (You Are Going To Prison). Nunca lo llegué a comprar por el prohibitivo precio (45$, sin versión electrónica).

Hace unos días, revisando la lista en busca de libros que se hayan empezado a editar en versión electrónica, decidí buscar libros relacionados con este: no puede ser la única guía que exista sobre lo que a uno le espera en la cárcel. Y fue cuando di con “Dentro: La vida tras los barrotes en Estados Unidos”Inside: Life Behind Bars in America. Con buenas opiniones y buen precio, decidí comprarlo.

El libro trata sobre eso: cómo es la vida real en una cárcel de Estados Unidos, desde el punto de vista del prisionero. Está contado desde dentro de la cárcel por alguien que pasó 25 años encerrado por un delito de tráfico de drogas que sí había cometido. Michael G. Santos entró en prisión con 21 años y una condena de 45 años que consiguió reducir a los 25 años antes citados.

No es que el libro me parezca interesante o muy bueno. Es que se trata probablemente del mejor libro de no ficción que he leído en mi vida y desde luego el que más es disfrutado en muchos años.

El autor continuamente tiene que excusarse, como ha sido un traficante de drogas y un preso se asume que todo lo que cuenta tiene una parte de mentira, aparte de que se ve obligado a cambiar las historias para evitar incriminar a los implicados que conoció de primerísima mano. A pesar de tener que reafirmar que lo que está contando es cierto una y otra vez, al margen de que ese libro se ha tenido que escribir parcialmente en cuadernos, es una narrativa de gran calidad literaria. El estilo no desmerece del idolatrado Malcolm Gladwell, a veces un poco pasional al narrar situaciones realmente espeluznantes.

Cuando piensas que Michael G. Santos se convirtió en escritor no por vocación, sino porque no le dejaban hacer ninguna de las otras actividades en las que se mostró interesado (desde la cárcel consiguió una carrera universitaria, luego un doctorado, pasó a interesarse por la bolsa, ganando una fortuna en la burbuja punto com, todo esto rodeado de criminales peligrosísimos y continuos ajusticiamientos internos) se te quitan todas las ganas de escribir hasta en Twitter.

Si te gustan las películas carcelarias, este libro te fascinará. Aprenderás un montón. Y te portarás mucho mejor. No dejéis que la tentación de leer un resumen os arruine una gran lectura. Pero si os da igual, seguid leyendo:

El libro comienza con el dato de que de la población actual de Estados Unidos, se estima que 20 millones de personas pasarán por la cárcel. Es un dato escalofriante, que muestra que es un texto con un público potencial alto.

El autor hace un recorrido por su vida en prisión, pero tratando de ser exhaustivo utilizando comentarios de amigos de la cárcel para aquellas experiencias más extremas que sólo pudo conocer de oídas.

Uno de los detalles que más llaman la atención es la diferencia entre las cárceles. En muchas películas vemos cómo los fiscales negocian no ya la condena, sino la prisión a la que irá el acusado. Y es que hay una enorme diferencia entre prisiones de máxima, media, baja y mínima seguridad, incluso entre aquellas estatales y las federales (las estatales son mucho más tranquilas). Y por encima de todas, las supermax, prisiones delirantes donde la mayoría de los presos sólo tienen un objetivo en mente: matar y hacer daño. Un tipo de cárcel donde Hannibal Lecter encontraría personajes de su talla.

Todo el mundo siente la tensión, la posibilidad constante de violencia letal.

La vida en prisiones de máxima seguridad tampoco es un juego de niños. Muchos prisioneros van a todas partes con un arma casera, por lo que pudiera pasar. Uno de los trucos para esconder este tipo de artilugios, es hacerlo en las zonas comunes de la prisión. Son lugares que se registran con menos regularidad y que, en caso de ser descubiertas, no arrastrarían ninguna sanción al dueño del arma.

Las descripciones del armamento más común son muy interesantes, en parte se alejan de lo que uno suele ver en las películas.

Por encima de todo el autor, que quiere mostrar la falta de cualquier valor educativo en el sistema penitenciario, muestra el dolor a que se enfrenta una persona que se arrepiente de lo que ha hecho y está dispuesta a cambiar. En la prisión la máxima prioridad es la seguridad de los carceleros, que evitan cualquier tipo de actividad – aunque sea formativa – con tal de limitar el contacto con el mundo exterior al mínimo. Para Michael Santos la cárcel sólo queda como un sitio donde perder:

La mayoría de mis 20, todos mis 30 y casi todos mis 40 (años).

Además, dentro de la prisión se destruye cualquier preconcepción social con que uno ingresara.

Mientras que en la calle suelen ser las personas más educadas las que alcanzan los puestos de mayor estatus social, en la cárcel impera un conjunto de valores totalmente diferente. Los convictos por dirigir grandes cárteles de droga y los que tienen contactos con el crimen organizado son la élite.

Para muchas mentes pervertidas de la prisión, la capacidad de infligir miedo es una cualidad por encima de todas las demás.

En la cárcel tu reputación lo es todo. No puedes permitir bajo ningún concepto tener una mala imagen o tendrás que atravesar un auténtico infierno en vida.

En las prisiones de alta seguridad, si alguien llega a ser conocido por ser un soplón, nunca podrá redimirse ante los ojos de la incapaz de perdonar población reclusa. Caerá en el ostracismo. No le dejarán sentarse en el comedor, usar el área recreativa, ver la televisión. Un hombre así no encontrará la tranquilidad en ninguna parte.

En las prisiones de máxima seguridad la violencia es constante.

No pasaba casi ninguna semana sin que se oyera a los guardas correr para ayudar a un hombre que estaba siendo apuñalado o apaleado.

No es lugar para blanquitos. Las historias de violaciones son peores a como se ven en las películas. Puede suceder que el violador sea incluso tu compañero de celda. Ante una situación así, la única opción es estar preparado para luchar hasta la muerte. Los problemas no se pueden evitar y acudir a los carceleros puede generar todo un nuevo abanico de problemas. Pero las dificultades pueden ser muy diferentes, también puedes ser extorsionado en la cárcel: ser obligado a entregar una determinada cantidad de dinero cada mes a determinados presos.

Pero si algo me ha sorprendido del libro es la posibilidad de tener sexo con mujeres dentro de la cárcel. Los guardas de prisiones son de ambos sexos y en algunos casos acceden a tener relaciones con prisioneros. Muchas veces es por el dinero – una mujer de físico descuidado consigue cobrar tanto como una actriz porno de primera fila en la calle. Otras veces por habilidades seductivas de los prisioneros: los chicos malos siempre son populares, en la cárcel suelen estar los más malos de todos. La carrera profesional de una mujer que se acueste con un preso termina abruptamente, incluso se arriesga a pasar al otro lado de las rejas. Pero entre los carceleros siempre hay gente mal pagada y con poca educación. La línea que les separa de los prisioneros a veces es mínima. Conseguir corromperlos suele ser relativamente sencillo.

El libro muestra un aspecto que poco se ve en las películas: la economía de las prisiones es diferente a la del mundo exterior. En la cárcel todo es posible, pero a precios hasta 10 veces superiores a los de la calle. Es por ello que, al ser un mercado relativamente grande, las posibilidades de grandes beneficios son importantes. En la cárcel hay drogas, tabaco, alcohol, suplementos nutricionales, hormonas y prostitutas. Casi todo el mundo necesita algo y se ve obligado a pagar el precio de mercado. En determinados casos presos importantes dentro de la jerarquía carcelaria son los que mantienen a sus familias en el exterior. Incluso algunos ganan más dinero estando en prisión que cuando estaban fuera de ella.

Los presos que tienen un modo de vida legal, con trabajos dentro de la cárcel y sueldos ridículos (0.8 euro la hora) consiguen ahorrar en muchos casos más que personas libres, al no tener apenas gastos y poder economizar durante décadas, como verdaderas hormigas. Un preso detenido durante décadas puede salir con ahorros conseguidos honradamente de más de 5.000 euros.

En la lucha por la rehabilitación, muchos presos se encuentran con todo tipo de dificultades para aprender una profesión o realizar estudios. En muchos casos uno debe elegir entre una prisión de mínima seguridad – donde desaparecen muchos problemas – o poder continuar formándose para su futura rehabilitación. Un traslado de cárcel puede significar que no se te permita completar una carrera universitaria.

El autor se vio obligado a buscar una ocupación alternativa para matar las largas horas de confinamiento, tras encontrar problemas para continuar sus estudios en prisión. Probó con los mercados de valores con cierto éxito, hasta el punto de declarar ingreso de más de 150.000 dólares en un determinado año. Todo esto contándole por carta a su hermana qué comprar y qué vender. Y también tuvo que dejar esta actividad porque le fue prohibida por las autoridades carcelarias.

El libro te traslada a un mundo caótico y brutal. Te dan ganas de portarte bien y alejarte de cualquier problema. Incluso de desear la cárcel a cualquiera, aunque sea familia real.

Definición de hoygan

hoygan
No hay una definición clara para hoygan. Podría decirse que es un usuario de internet, con escasos conocimientos de ortografía y gramática, tendencia al uso de mayúsculas y discurso narrativo un tanto onírico.

Pocas palabras más atinadas para definir este vago concepto que la elegida de ‘hoygan’, pues incluye la misma esencia del término:
dolorosa falta de ortografía y error de concordancia, falso amigo, adelanto de una petición y desconocimiento del foro al que va dirigido el mensaje.

Tras este intento de definir a tan complejo concepto, me gustaría entrar en la definición de la persona hoygan. En primer lugar, definamos cómo es esa persona fuera de su forma de escribir en Internet. Me lo imagino como un hombre entre 30 y 50 años. No tiene estudios medios. Algunas prendas de vestir que usa: chaqueta plumón, chandal con colores brillantes, previos a la irrupción de Decathlon, riñoneras y descoloridas camisetas de publicidad. No renuncia a las tecnologías antiguas, en tanto en cuanto los aparatos sigan funcionando. Usa a veces walkmans y diskmans y discos usb de 256MB regalados en cualquier promoción. Es una persona pragmática, usando gafas de sol graduadas de tipo flip up. Tiene algo de sobrepeso y mucho pelo en la espalda.

Salgamos ahora de la pura especulación para entrar en terreno firme. Estos son los puntos que definen a un hoygan.

Uso de mayúsculas. Los textos que escriben los hoygan tienen tendencia al abuso de mayúsculas, normalmente todo el texto está así. En un internet dominado por la publicidad, el usuario tiene la sensación de que su comentario o mensaje será insignificante ante la abundancia de títulos, imágenes y otros elementos destacados. El hoygan, antes de empezar a escribir su mensaje se para uno o dos segundos. Mira el cuadro en blanco y piensa “voy a darle a bloqueo de mayúsculas para que se va bien el mensaje, pues el mío, es importante”.

No obstante la prevalencia de las mayúsculas, hay veces que el hoygan decide usar las minúsculas. Es entonces cuando aparecen textos barrocos, con palabras donde un porcentaje de las letras están en mayúsculas y otro en minúsculas. Me atrevería a decir que el motivo por el que hace algo así es porque no distingue entre el botón de bloqueo de mayúsculas y el de mayúscula normal. Llega un momento en que nota la extraña capitalización, pero en lugar de corregirlo, se limita a continuar escribiendo todo en mayúsculas.

El concepto de hoygan engloba una petición. Podemos escribir en Internet para opinar sobre un tema, pero el hoygan en si mismo lo hace, casi siempre, con la intención de solicitar algún tipo de ayuda. Al tratarse de una persona con la autoestima muy alta, entiende que su problema es bastante más importante que el de los demás y espera atención prioritaria, directa y, a ser posible, inmediata.

El hoygan tiene una forma de trabajo bastante metódica. Realiza una búsqueda en internet, nunca empleando menos de 4 palabras, normalmente mediante una frase completa. De los resultados que le ofrece el buscador – que casi nunca es Google porque tiene el ordenador infectado de spyware que cambia tu herramienta de búsqueda por defecto, entre mil otras diabluras – elige el primero, y trata de localizar un cuadro de texto seguido de un botón. Si la pregunta trata sobre un personaje famoso, el hoygan asume que ese famoso estará leyendo su mensaje. Sólo en esos casos puede tratarse de un texto que no implique una petición implícita, llegándose al caso de escribir un simple mensaje de agradecimiento, sin pedir nada a cambio.

Pero lo normal es que sea un mensaje de petición que, sin embargo, casi siempre aborda algún tipo de ilegalidad o actitud deshonesta. El hoygan quiere saber cómo conseguir cosas gratis, saltarse protecciones de productos, conseguir más por menos. A veces pregunta por personas desaparecidas de su vida – algún motivo tendrían para ello. En la misma descripción de su petición el hoygan se cataloga como persona zafia y trapera; ave de rapiña capaz de vender a su madre por un mechero con publicidad. A menudo su problema ha sido causado por un intento de engaño a otros, que en todo momento negará.

A la hora de formular su pregunta, el hoygan incluye todo tipo de detalles accesorios, innecesarios y a veces directamente bizarros. No es extraño que presente su petición con una introducción en que da importantes nociones de su biografía. Sin necesidad de ocultarse bajo seudónimos, suele mencionar sus nombres y apellidos completos.

El hoygan se salta la etiqueta de cualquier foro o formulario de consultas. En lugar de esperar una respuesta por el mismo medio, suele dar datos de contacto privados, como su número de teléfono o dirección de correo. A pesar de que resulta muy improbable que alguien le responda por ese medio, casi con total seguridad escribirá su dirección de correo mal, con alguna letra cambiada (a veces es tan obvio como ser del tipo @HOSMAIL.COM), con lo que resulta totalmente imposible que reciba su respuesta.

Lo más triste es ver cómo en muchos casos la gente responde a sus complejas peticiones, usando el mismo foro donde él preguntaba, y ver cómo el hoygan jamás volvió allí para leer la considerada respuesta. Leer esos mensajes de ayuda que predican en el desierto suele causar más pena que un documental sobre campos de exterminio nazi.

Al margen del “hoygan de libro” existen actitudes que podríamos calificar de hoygan. En toda empresa siempre hay una o varias personas que suelen gestionar pobremente los botones de “responder” y “responder a todos”, creando malentendidos o situaciones directamente bélicas. Este tipo de hoygan empresarial suele anunciar que envía un correo con archivos adjuntos, recreándose en la descripción de dichos archivos, para luego, no enviarlos. No es infrecuente que al ser advertidos de su error, vuelvan a cometer el mismo despiste en su sucesiva respuesta.

Otra actitud hoygan es la de aquellos que entran al trapo de una pequeña broma con salidas de tono super violentas, rozando la amenaza de agresión física. Esta entronca con la innata personalidad del hoygan; Tras su educada petición de ayuda siempre se suele esconder una persona problemática, marginada y despreciable.

Novena Sinfonía de Schnittke

Alfred Schnittke compuso algunas obras breves en 1997 y también una Novena Sinfonía; su partitura era prácticamente ilegible porque el compositor escribía con gran dificultad con su mano izquierda [arrastraba numerosas enfermedades y estuvo clínicamente muerto en varias ocasiones]. La Novena Sinfonía se estrenó el 19 de junio de 1998 en Moscú, en una versión descifrada – por no decir también que arreglada – por Gennadi Rozhdestvensky, quien la dirigió en su estreno. Después de escuchar una grabación de la actuación, Schnittke indicó que rechazaba dicha versión de su obra.

Schnittke murió en Hamburgo en 1998. Después de su muerte, otros trabajaron para descifrar dicha partitura. Nikolai Korndorf murió antes de poder completar la tarea, que fue continuada y completada por Alexander Raskatov. En la versión de Raskatov, los tres movimientos para orquesta de la sinfonía de Schnittke pueden ser seguidos por una obra coral en el cuarto, una obra propia de Raskatov, Nunc Dimittis (in memoriam Alfred Schnittke). Esta versión fue estrenada en Dresden, Alemania, el 16 de junio de 2007. Andrei Boreyko también tiene una [tercera] versión de la sinfonía.

Fascinante la locura de esta sinfonía que tiene tres versiones, y que posiblemente no tengan nada que ver entre sí. Alexander Raskatov, al incluir una obra suya en el cuarto movimiento, demuestra tener más cara que espalda. Es un movimiento ingenioso, como el del compositor que incluyó “Plutón” en Los Planetas” de Gustav Holst.

Esta sinfonía se une a tantas otras malogradas en la famosa maldición de la Novena Sinfonía.

10 años

Llevo 10 años manteniendo esta página. La primera letra del primer artículo publicado fue una L, desde entonces, algunos cientos de miles han ido filtrándose por Internet. Del total anonimato fui pasando por etapas de cierta popularidad, hasta ahora, un periodo de claro declive y vuelta al anonimato.

En varias ocasiones he explicado ese empeoramiento: con el paso del tiempo, cada vez cuesta más dedicar tiempo a tareas improductivas. Al mismo tiempo, la emoción de que muchos lean lo escrito es cada vez menor. Miro el contador de visitas una vez al mes, o incluso menos. He tenido la página caída dos o tres días seguidos, sin saberlo.

También noto una evolución personal, antes me fascinaba más lo sorprendente, lo único. Ahora es casi rutinario el descubrir cada día docenas de novedades. Lo científico casi me aburre, no hay nada como la compleja irracionalidad de las relaciones humanas. Pero al mismo tiempo es mucho más difícil escribir sobre ello. Y del mismo modo, resulta menos interesante de leer, y más cuestionable.

Nadie recordará especialmente ese artículo, pero creo que Couchsurfing en España es uno de los mejores artículos del blog. Es totalmente contenido original, desde experiencias personales y conversaciones con docenas de personas. Es personal, y trata de ser honesto. Puede compararse con “La compra de Alaska“, un artículo del 2008, bastante bien escrito, que llegó a estar enlazado desde la Wikipedia. Ni una sola opinión negativa al mismo, nadie llamándome mezquino o rancio.

En diez años, han cambiado muchas cosas en Internet y en mi. Cada uno hemos seguido un camino diferente. Es por tanto inevitable que lo que yo escriba cada vez interese menos. El último año, con intención de no dejar de intervenir, empecé a usar Twitter. Ha sido una experiencia favorable, pero el resultado me parece totalmente descorazonador. Tener nada más que 100 seguidores es una marca patética, pero una buena medida de que lo que digo no tiene ya tanto interés para otros.

Twitter ha acabado con las referencias, con las citas, con los enlaces. Ya sólo queda el titular. Por supuesto, se pueden seguir escribiendo artículos extensos, pero la mayoría ya no está interesada en ese contenido.

No obstante, sé que tengo la razón, que lo que he escrito es valioso e interesante. Y como prueba, este twit, que todo el mundo ignoró, porque no era divertido ni sorprendente. La única recomendación de compra en bolsa que he publicado en mi vida, porque recomendar cien cosas y que diez salgan bien, es fácil. Ese fue mi guiño y la forma de deciros: hay mucho ruido, ignoráis casi todo y mucho de lo bueno. Quien hubiera seguido ese consejo, hubiera sabido valorarlo, hoy tendría el doble de dinero. Vuelve a tu historial de Twitter, mira lo que hiciste el 24 de junio, la de tonterías que retuiteaste. Si sigues a 100 personas, haces bien en ignorar lo que pongo, o no dedicarle más de un segundo al día.

Lo peor de mi evolución personal es que poco a poco he ido interesándome por cuestiones más contradictorias y polémicas. En muchos casos tengo ideas para artículos que ni me planteo escribir, porque aunque fueran material muy original, sería demasiado controvertido. Y la libertad de expresión no existe, no voy a publicar algo que no me traiga nada positivo y sólo pueda recibir opiniones negativas, amenazas o denuncias.

Con el paso de los años, los blogs vuelven a su verdadera esencia: el contenido personal, la batallita, lo que te sucedió a ti interesa a otros. Al margen de eso, sigue existiendo mucho profesional del blog, que ahora se gana la vida dignamente. Aunque he tratado de ser lo más aséptico posible, todo el contenido de la página ha sido un velado desgranar de mi propio día a día. Los ocho muebles que no quieres ver en un piso de alquiler: me estaba mudando por enésima vez. The year of the car, tras vender mi coche y contar mil andanzas con él. Jubilación anticipadísima, el libro que leía cuando iba al trabajo y tomaba fuerzas para despedirme, a pesar de la crisis y de tener un sueldo de locura. Tener un blog anónimo y no anunciar despidos, separaciones, cambios de residencia, mudanzas, ha sido complicado. En algunas de las épocas más complicadas de mi vida he publicado artículos totalmente frívolos y hasta hilarantes.

Empiezas un blog, tienes una lista de ideas que te gustaría plasmar. Y luego surgen otras. De la lista inicial, que tenía en la cabeza antes de escribir la primera L, aún hay dos que no he conseguido publicar. El compañero de estantería, y Vodka Rachmaninov. El primero, porque dije que sería aquel con el que cerraría el blog. Pero las promesas están para no cumplirlas.

El compañero de estantería parte del hecho de que todo el que escribe dos palabras juntas tiene el sueño de que, tal vez en un futuro, podría escribir un libro. En la inmensa mayoría de los casos, ese libro será una pésima idea y peor lectura. Ahora bien, imagina que ese libro estuviera publicado y hubiera sido un éxito. Pasado el subidón de encontrarlo destacado en las librerías, llegaría el reposado momento de verlo campar en bibliotecas públicas, junto a tantos grandes.

Ve a una biblioteca pública. Busca ese libro. Obviamente no está porque no existe. Pero ve a esa estantería. Y, simplemente, toma el libro que haya al lado. El que apoyaría su contraportada en la portada del tuyo. Ese, es el compañero de estantería.

Lo que sigue no es una extraordinaria narrativa, pero es una historia realmente chocante para mi. Que otro día terminaré.

Ahora bien, la verdadera historia definitiva es la de vodka Rachmaninov. Grandezas y miserias a partes iguales, como en esa bebida: vodka barato con el nombre de un glorioso compositor.

Aunque me cueste mucho más escribir, el blog sigue vivo. Me falta esa energía que tenía de joven para perder el sueño escribiendo sobre algo que me llamó la atención. Ahora me llevo esos pensamientos a la cama y por la mañana, han muerto para siempre.