Ayer tuve un día que sobresalió del aburrimiento cotidiano por la curiosa omnipresencia de las monedas.
A la hora del desayuno, me disponía a tomar un refresco de la máquina. Saqué una moneda de 50 céntimos y antes de que pudiera meterla en la ranura ya había sido invitado – un detalle muy español- con lo que opté por guardarme la moneda de nuevo en el bolsillo, pero fuera de la cartera.
Ya por la tarde, fui al gimnasio. Mientras me cambiaba de ropa, me encuentro en uno de los bancos de los vestuarios una brillante moneda de euro. Feliz por mi descubrimiento, me imaginaba que a otra persona le había ocurrido la cosa más normal del mundo, usar una moneda para las taquillas, no guardarla bien, y , al final, olvidarla.
Mientras pensaba en todo esto me fijé en que al otro lado del banco parecía que había otra moneda. Pero no podía ser, porque era muy plana.
Esto me llevó a recordar un sueño que se me repite, en que encuentro una moneda, y segundos después otra, y así hasta juntar unas diez. Del sueño me gusta la sensación de lo inesperado, que creo me provoca el hallazgo de más monedas- el sueño no es más que una especie de sugestión – y cuando empiezo a acumularlas con avaricia desaparece esa fuente infinita.
Me acerqué a la aspirante a moneda y resultó ser una de 5 pesetas, de las antiguas. Lo que más me sorprendió es que me resultara extraña, vista desde lejos tardé en reconocerla como la moneda que tal vez más veces he tenido en mis bolsillos. Es sorprendente esto del euro, aún pensamos en pesetas, pero no recordamos cómo eran las propias monedas. Lo curioso es que alguien había tenido el ingenio de darse cuenta de que para las máquinas de taquillas los duros tienen casi la misma circunferencia que los euros, obteniendo el mismo resultado y arriesgando mucho menos capital.
Contento con mi doble hallazgo, volvía a casa. Cruzaba el último semáforo, que es el más peligroso porque está al final de una salida de la autovía, cuando oí un tintineo. Saturado de pensamientos de monedas no dudé lo que había ocurrido. La moneda de la mañana se había salido del bolsillo. Me giré y agaché para recogerla del suelo, y cuando lo hacía, dando la espalda a los coches, recordé que cuando cruzaba el semáforo la luz estaba parpadeando y que esta pequeña distracción podía haber sido suficiente para que cambiara de color. Me giré con la moneda en la mano, para comprobar que aún tenía algo de tiempo, que mis pensamientos habían corrido mucho más rápido que el semáforo.
Es curioso como funciona el tiempo y como se agolpan los sucesos. Si hubiera sufrido un percance, las monedas del gimnasio se definirían como premonitorias, así como el iterativo sueño. La invitación de la mañana se tornaría fatídica. Pero como nada de eso ocurrió, el día fue banal, y el mundo, continua tan ignoto como siempre.
[Esta entrada fue publicada por primera vez el 11 de Febrero de 2004.
Meses después, la moneda de 5 pesetas que desde entonces utilizaba para las taquillas del gimnasio desapareció, posiblemente olvidada en un banco de los vestuarios del gimnasio.]
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♦ Historia de una moneda
Nombres de bares
El nombre más común del mundo es Mohammed.
En España, en el año 2005 los nombres más populares entre los recién nacidos fueron Alejandro para los chicos (con un 3,5% del total) y Lucía para las chicas (nada menos que el 4,5% de cada recién nacida se llamó así).
Pero, a la hora de dar un nombre a un bar, ¿Cuál es el más popular?
Desde luego que los patrones a la hora de dar nombres de personas también afectan a estos negocios tan típicamente españoles. Sin embargo, entre los nombres de bares existen dos tendencias principales. Por un lado tener un nombre muy llamativo, por otro dar un nombre indiferente, poco original. Será entre estos donde encontremos los más populares de todos.
El ganador individual es el Bar Avenida. Nada menos que 25 de cada 10.000 bares se llaman así. Aunque el vencedor, en mi opinión, es el Bar Plaza. Lo que ocurre es que el tercer nombre más frecuente es Bar La Plaza. Juntos detentan la nada despreciable cifra de 39 sobre cada 10.000 bares.
Sólo en Madrid capital, hay más de ocho bares que se llaman Bar Plaza. Hay bares Plaza en Miraflores de la Sierra, Cobeña, Getafe, Leganés, Alcorcón, Fuenlabrada, Pinto y Humanes. Barcelona, Bilbao y Valencia también tienen sus bares Plaza, como no podía ser menos.
Buen jugador de futbol
Leer un artículo de Malcolm Gladwell en el que realiza una reseña sobre el libro The Wages of Wins – por cierto, el artículo es una obra maestra del devaluado género de las recensiones periodísticas – me ha recordado que tenía pendiente escribir sobre el éxito en fútbol.
El libro The Wages of Wins(Los méritos de la victoria) trata sobre la forma en que se evalúa la calidad y el rendimiento de los jugadores de baloncesto. Según expresan y fundamentan los autores, valorar exclusivamente quién anota más puntos en un partido, o quien recoge más rebotes es una forma bastante ineficiente de medición de la calidad de un jugador.
El ejemplo más claro, en nuestro país, puede ser el jugador yugoslavo Drazen Petrovic, famosísimo en España. Su calidad era indudable. Raro era el partido en que no acababa como máximo anotador. Pero no todo en él era perfecto. Como indica el artículo de la Wikipedia, era bastante malo como defensor.
Petrovic me lleva a pensar en el brasileño Oscar Schmidt, que ostenta récords de anotación mucho mayores. Según el artículo indicado, fue el máximo anotador en tres de las cinco olimpiadas en que participó, y eso que su equipo nunca llegaba más allá de los cuartos de final.
Dondequiera que se busque por Internet se deshacen en halagos hacia estos dos jugadores. Pero tenían un terrible defecto: lo tiraban todo. Un porcentaje terriblemente elevado de los balones que llegaban a sus manos acababan camino de la canasta. En muchos casos, la bola acababa entrando, tal vez en demasiados esto no ocurría.
A nadie parece importarle ese pequeño defecto, lo que cuenta es que metían muchos puntos.
Lo que en baloncesto puede llamar la atención de unos pocos observadores, en fútbol es flagrante. En el fútbol español, el éxito se mide en goles marcados o en goles no recibidos, todo lo demás, son estadísticas para enmarañar.
El caso de Torres es uno de los más llamativos. Convertido en un genio antes de serlo, se espera de él lo mejor en todo momento. Sin embargo, sus resultados son muy pobres. Las estadísticas de balones perdidos, disparos fallados, pases no recibidos, balones no luchados, presiones al defensor no hechas deberían ser auténticamente desmoralizantes. Al final sin embargo, un balance con el número de goles basta para justificar una temporada como buena o mala.
El mejor portero no es necesariamente el que ha recibido menos goles durante la temporada. Puede ser el que ha campeado aceptablemente un temporal de oportunidades constantes de gol por parte de los superiores equipos rivales.
Colchón usado
El n-ésimo mandamiento del consumismo dice evitarás los objetos usados. En contadas ocasiones se admiten excepciones. Por ejemplo, la gente no tiene ningún miedo a los coches de segunda mano. Con otras objetos se plantean ciertos reparos, como con los libros y discos usados.
Los muebles, sin embargo, producen un rechazo total. Sabemos que han pertenecido a otros, pero el no saber a quién, qué habrá hecho esa familia, se nos antoja terrible.
Aún así, mucha gente amuebla su casa con cosas encontradas en la basura. Sobre todo estudiantes y quienes preparan un piso para ser alquilado. Y es que los muebles de un piso de alquiler son los menos exigentes del mundo, tan sólo se les exige que existan.
En uno de los primeros sitios en que viví, de alquiler, el sofá era terrible. El casero no sólo se negaba a cambiarlo, sino que no atendía a nuestras súplicas de que simplemente se lo llevara y dejara ese espacio vital libre. Muchas veces sentía el impulso de coger un sofá de la basura, que casi siempre estaba en mucho mejor situación.
Creo que si hay un objeto que despierte el terrible miedo a lo usado es el colchón. Ni la persona más miserable del mundo se atreve a coger uno de la basura, aunque a veces se vean algunos en perfecto estado. A menudo he visto anuncios de gente que se mudaba con urgencia y liquidaba su antigua cama a precio de saldo sin encontrar compradores. Nos da miedo el colchón ajeno.
En alguna conversación he mencionado el asunto y siempre me dicen eso de “a saber qué han hecho ahí”. Pues a las malas, mucho sexo. Alguna incontinencia nocturna, que en el caso de una borrachera puede ser más grave. Pero no hay mal que cien años dure y que un par de buenos lavados no quite. No me vale la excusa cuando para el sofá es mucho más fácil poner todos esos peros y nadie muestra sin embargo tantos reparos.
Luego me ha tocado dormir invitado a casa de amigos, conocidos y otros que no lo eran tanto. Y nunca he tenido reparo en averiguar la problemática del colchón. Ni yo ni nadie. Que el colchón haya pasado por la calle tampoco lo convierte en algo infecto.
Supongo que bajo este pánico se esconde el trasfondo animal del asunto. Pasamos tantas horas en la cama que es el sitio donde más firmemente hemos marcado nuestro territorio. Nos da pánico pensar que estamos tomando un objeto tan marcado por otras personas. Nos resulta insoportablemente agresivo.
Puede que al final no sea más que una cuestión olfativa. El colchón, objeto que nunca se mueve, que absorbe todo tipo de olores corporales, expuesto a los humores de sus ocupantes. Mal ventilado. Lo mismo sucede con la ropa prestada por otras personas, no importa la confianza que tengamos con ellas, lo primero que pensamos es en lavarla. Eliminación de olores.
Nos comportamos como simples perros, que todo lo huelen, pero hemos subjetivizado el puro instinto animal hasta transformarlo en “me da cosa”, “me da asco”.
[Este post fue escrito por primera vez en 7 de Noviembre de 2004, siendo reescrito hoy.]
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♦ Muebles de la basura
♦ Mueble tirado
La falacia del biodiesel
Me parecen fantástico que por fin las nuevas energías estén ocupando un lugar cada vez más significativo en el espectro energético disponible. Lo que antes era petróleo casi exclusivamente puede acabar convirtiéndose en un montón de diferentes energías; la variedad siempre ha obrado en beneficio del consumidor.
Entre estos nuevos productos, comienza a ocupar un lugar destacado el biodiésel. El biodiésel es, al fin y al cabo, un aceite vegetal transformado en un producto de características similares a la petróleo de los motores diésel.
Tiene todas las ventajas imaginables: es un producto de origen vegetal, de ahí que al menos teóricamente su producción pueda ser infinita, si esta se potencia. Hoy en día puede resultar más barato que el petróleo y los residuos que produce son menos tóxicos que los de este.
Hasta aquí, digamos que todo es incuestionable. Pero llega el momento para los datos dudosos. El primero y más preocupante es el de las emisiones de CO2. Teóricamente, al quemarse el biodiésel se produce CO2, igual que con la gasolina, pero como la planta, en su proceso de crecimiento, absorbió CO2 y devolvió oxígeno a la naturaleza, se tiende a sobreentender un balance positivo.
Con este punto, topamos con carne de falacia. El biodiésel como tal produce tanto anhídrido carbónico como la gasolina. Sin embargo, se está contando con el que destruyó en su pasado.
Imaginemos que en el proceso de creación del petróleo, algunos millones de años antes, se creara oxígeno – cosa que no ocurre – ¿A quién diablos le interesa ese oxígeno hoy en día?
Derechos de autor
Una de las historias más sorprendentes de plagio y mentira es la del periodista y escritor Nahuel Maciel. Les recomiendo que la lean de aquí, en un interesantísimo artículo de Mario Diament y mejor lectura que este resumen.
Para los perezosos, saber que Nahuel Maciel consiguió un crédito literario en Argentina bastante notable, a base de entrevistas a escritores y pensadores de primerísima fila. El principal problema era que se inventaba las entrevistas por completo.
Toda la personalidad de Nahuel Maciel se resume en su libro El elogio de la utopía, publicado en 1992 (ISBN: 9509067482). Y es que todo él es una gran mentira.
El libro es un compendio de entrevistas realizadas a Gabriel García Márquez por el propio Nahuel. Como pudo saberse algún tiempo después, esas entrevistas eran completamente inventadas.
Antes de cada capítulo, Nahuel Maciel realiza una introducción al mismo. También se descubrió que era una mera copia, palabra por palabra, del libro Prior de la Ciudad de los Toldos, de Mamerto Menapace. La aportación de Maciel fue sustituir en cada párrafo la palabra “Dios” por “utopía”.
Finalmente, el prólogo al libro, supuestamente escrito por el escritor uruguayo Eduardo Galeano, también era una invención de este genial artista de la mentira.
Abandonemos la historia de Nahuel Maciel, que insisto es quizás la más interesante de todas, relatada por Mario Diament. Y centrémonos en ese prólogo de Eduardo Galeano. A diferencia del sacerdote Mamerto Manapace, bastante desconocido fuera del ámbito eclesiástico argentino, Eduardo Galeano es un reconocido escritor con una amplia página en la Wikipedia en castellano.
Lejos
El Punto Nemo (48°50’S 123°20’W) es el lugar situado en el mar más alejado de cualquier tipo de tierra firme. Se encuentra en el sur del océano Pacífico, a 2.688 kilómetros de la isla Ducie (perteneciente a las Islas Pitcairn) en el norte, Motu Nuir (una pequeña isla junto a la Isla de Pascua) en el noreste y la isla Maher, de la Antártida, en el sur.
El punto terrestre más alejado del mar (Polo de inaccesibilidad de Eurasia) (46°17’N 86°40’E) se encuentra en el norte de China y está a 2.645 kilómetros de la costa más cercana. Está a unos 320 kilómetros de la ciudad de Ürümqi, en la región China de Xinjiang, en el desierto de Dzoosotoyn Elisen.
Resulta curioso que la máxima distancia de la tierra al mar o del mar a la tierra sea casi un mismo valor – 2.650 kilómetros. La distancia de Aranjuez (Madrid) a Estocolmo.
Tomado de la Wikipedia.
Pluto
Mucho se está hablando ahora sobre Plutón. Y es que este planeta puede dejar de serlo en breve. Más probablemente, provocará que nuevos miembros ingresen en la lista de planetas, llevando a que recordarlos todos resulte más confuso que el mapa de los Balcanes.
La historia del nombre de Plutón es fascinante. Gran parte del mérito de su descubrimiento se debe a Percival Lowell, un astrónomo que se pasó su vida tratando de localizarlo y que marcó las directrices del trabajo a seguir. No en vano sería un miembro del Observatorio Lowell, de Arizona, el que lo descubriría finalmente. Clyde Tombaugh fue su descubridor, el 18 de febrero de 1930. La confirmación a su observación la obtuvo el 13 de Marzo de 1930. El niño había nacido y había que bautizarlo.
A partir de ahora, traduzco literalmente de la Wikipedia:
El privilegio para darle un nombre a Plutón quedaba en manos del Observatorio Lowell y en su director, Vesto Melvin Slipher. En palabras del descubridor, Tombaugh, Slipher se vio forzado a sugerir un nombre para el nuevo planeta, antes de que algún otro lo hiciera. Pronto empezaron a llover propuestas de todas partes del mundo. Constance Lowell, la viuda de Percival Lowell, propuso Zeus, posteriormente Lowell para terminar sugiriendo su propio nombre. Ninguno de los cuales fue acogido con entusiasmo. Una joven pareja escribió solicitando que el planeta tomara el nombre de su hijo recién nacido. Muchos nombres mitológicos se sugirieron: Cronos y Minerva(propuesto por el New York Times, sin saber que ese mismo nombre había sido propuesto para Urano 150 años antes) ocupaban los primeros puestos de la lista. También en ella figuraban Artemisa, Atenas, Atlas, Cosmos, Hera, Hércules, Ícaro, Idana, Odín, Pax, Perséfone, Perseo, Prometeo, Tántalo, Vulcano y muchos otros. Un problema resultaba el que muchos de estos nombres mitológicos ya habían sido asignados a algunos de los numerosos asteroides.
El nombre que perduró para el planeta fue el del dios romano Plutón, que también intentaba evocar las iniciales del astrónomo Pervival Lowell, quien predijera que debía haber un planeta más allá de Neptuno. El nombre fue sugerido por primera vez por Venetia Phair (Burney, de soltera) que entonces contaba con once años de edad y vivía en Oxford, Inglaterra. Desayunando una mañana, con su familia, el abuelo – que trabajaba en una biblioteca universitaria de Oxford, leyó la noticia del descubrimiento del nuevo planeta en el Times. El abuelo le pidió a la nieta que sugiriera un posible nombre para él. Venetia, que por entonces estaba muy interesada en la mitología griega y romana, sugirió el nombre del dios romano de los infiernos. El abuelo se lo contó al profesor Herbert Hall Turner y este mandó un telegrama a sus compañeros en América con la sugerencia, y tras una favorable acogida, de forma casi unánime, el nombre de Plutón fue oficialmente adoptado y anunciado por el director del observatorio, Slipher, el 1 de mayo de 1930.
Nunca una inocente sugerencia llegó tan lejos. En honor a Venetia Burney, la joven estudiante de Oxford, se bautizó al asteroide 6235 Burney. Uno de los instrumentos de la nave New Horizons, que navega rumbo a Plutón para explorarlo junto con sus satélites, recibe también su nombre en honor a ella.
En una de esas vueltas de tuerca del destino, al casarse Venetia perdió su apellido – en Inglaterra no existía la posibilidad de elección – con lo que le resultó más fácil dar su apellido a un asteroide que mantener el suyo propio en el planeta Tierra.
Tlön
Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopaedia (Nueva York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa, de la Encyclopaedia Britannica de 1902.
Así comienza, “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, del libro de relatos Ficciones, publicado en 1944, de Jorge Luis Borges. El relato completo puede, por ejemplo, leerse aquí.
Dicho relato es, en mi opinión, uno de los mejores de Borges, y por añadidura de toda la literatura en castellano.
La narración Tlön, sin embargo, pudiera constituirse como un relato en sí mismo. El propio Borges realizó una acotación en la historia, separando el relato en dos partes y una posdata.
Las 1.326 palabras que componen el relato de Tlön, son quizás, las más perfectas de la literatura en castellano. Incluye un comienzo sorprendente, alguna frase en inglés, la cita de varios libros y enciclopedias en su idioma original.
Los personajes del relato – Borges, Bioy Casares, Carlos Mastronardi – son escritores reales. Se menciona a De Quincey, el escritor que mayor influencia tuvo en la escritura de Borges. Algunos de los autores cuya bibliografía se cita son exactos, algunos de los libros están mal atribuidos y otros sencillamente son inventados.
La forma de moverse entre realidad y ficción de este relato es, sin dudarlo, la más perfecta que jamás se haya conseguido. La historia de la búsqueda de Tlön, detectivesca, recuerda a las búsquedas actuales a través de Internet. El resultado final, estremecedor e inquietante.
La lectura del relato de Tlön no debe realizarse frente a la pantalla de un ordenador o en el autobús, camino del trabajo. Debe hacerse en casa. A ser posible en soledad y bajo un silencio absoluto. Deteniéndose en cada palabra. La escritura de Borges se caracteriza por lo concreto de su lenguaje, la densidad del texto es máxima. Sólo hay que pensar que la historia más larga que Borges escribiera es el relato de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius. Unas escasas 20 páginas. El relato de Tlön no son más que dos páginas en formato Word. La cita de libros cultos ,una constante en la escritura borgiana, puede resultar molesta o innecesaria. En este caso, es totalmente pertinente.
Estructuralmente la forma de escribir de Borges es suprema. Su capacidad para llevar una historia, partiendo de un hecho trivial, hasta lo más sublime, aún no ha sido igualada. Tras leer Tlön, más de una vez si se considera necesario, se puede uno detener en el proceso creador del escritor, desde delante hacia atrás. Comienza hablando de un espejo y termina descubriendo otro mundo.
Se ofrece guionista
Hola. Tengo un guión de 20 páginas tipo fábula futurista lleno de personajes tecnócratas, secuencias oníricas, calvinistas, robots, ángeles y un nuevo Edén. Quisiera encontrar dibujante o ilustrador al que interese el proyecto, yo soy guionista, pero es la primera vez que escribo un cómic. Es una historia que creo que vale la pena y me gustaría verla en imágenes. Si estás interesado en leerla, escríbeme y te la envío. Gracias!
Tomado de un anuncio por palabras, en Loquo.