Alerta climática

Recientemente leí el libro Falsa alarma: Por qué el pánico ante el cambio climático no salvará el planeta de Bjorn Lomborg. Publicado en 2021, el libro trata de dar una aproximación racional hacia el enfoque que estamos dando al problema del cambio climático.

Acostumbrados a la polarización, los efectos de la actividad del hombre sobre el clima se han convertido en otro foco de división. Como el tema se aborda de forma dogmática y con más ferocidad que si se tratase de una nueva religión, la batalla gira en torno a argumentos absurdos: el cambio climático existe o no existe.

Ambas posturas son defendidas numantinamente. De un lado, los no creyentes (gran atisbo de que el cambio climático se trata como una pura religión) que están equivocados en la base misma. Si partes de una premisa falsa, puedes demostrar cualquier cosa. Pero los defensores de que el cambio climático es real lo hacen con tanto fervor, que se limitan a eso: demostrar que existe. Acumulan una enorme pila de datos científicos, pruebas y consensos sobre el tema.

Si conseguimos trascender de la superficialidad ─un debate que no nos solemos permitir─ podemos hacer como Bjorn Lomborg en este libro, intentar discutir sobre la solución que estamos dando, o tratando de dar, al problema del cambio climático.

Muchos de los que niegan la existencia del cambio climático lo hacen porque quieren seguir contaminando con su coche diésel. O auténticos bárbaros que comen chuletones. En el fondo de sus cabezas, estos degenerados sospechan algo que casi todos, de forma más o menos consciente, imaginamos: que por comernos un chuletón más o menos, por tomar un vuelo más o menos a París, por que una vaca se tire más o menos pedos, no vamos a salvar al planeta.

En el libro, Lomborg empieza a desgranar las estadísticas de la verdad de una forma que a veces resulta casi dolorosa.

Partamos del hecho de que la Unión Europea, respecto a las emisiones de CO2, es un actor irrelevante. Si un meteorito borrara a Europa de la faz de la tierra, el problema de las emisiones mundiales seguiría prácticamente igual. Hasta qué punto esto es así, Lomborg lo resalta con el caso de EEUU. El problema de las emisiones de CO2 es un problema de tres países: China, India y Estados Unidos.

Puesto que Estados Unidos emite cerca del 40 por ciento de las emisiones de CO2 de los países ricos, en un escenario ideal en que los Estados Unidos pasaran a no consumir combustibles fósiles a partir de hoy mismo, la reducción de las temperatura global sería de aproximadamente 0,16° en 2100.

LAMENTABLEMENTE, LA GRAN MAYORÍA de las acciones que las personas pueden tomar al servicio de la reducción de emisiones, y ciertamente todas aquellas que se pueden lograr sin interrumpir por completo la vida cotidiana, harán una pequeña diferencia práctica. Eso es cierto incluso si todos los hacemos.

Simplemente, haciendo un cambio absolutamente drástico (no bajar un 10% el consumo, bajar el 100% y para siempre) aún así sólo supondría una mejora mínima en un plazo larguísimo.

El aumento de la temperatura va con cierto retraso. Si de repente desapareciera la humanidad entera y con ella todo tipo de emisiones, el planeta se seguiría calentando. Obviamente el aumento se ralentizaría e incluso detendría con el tiempo.

Lamentablemente, para algunos “defensores” de las políticas de defensa del medio ambiente, este escenario sin humanos en la tierra, no resulta tan traumático. Las políticas anti CO2 se han convertido en un fin en sí mismo, por encima de todos los problemas de la Humanidad. Todo el mundo occidental se muestra muy preocupado con la situación del planeta. Pero esta preocupación acaba en el momento en que le toca el bolsillo.

Una encuesta del Washington Post de 2019 mostró que, si bien más de las tres cuartas partes de todos los estadounidenses piensan que el cambio climático es una crisis o un problema importante, la mayoría no estaba dispuesta a gastar ni siquiera $24 al año para solucionarlo.

Del mismo modo, cuando se le pregunta a la gente sobre los problemas reales:

Una encuesta global de la ONU de casi diez millones de personas encontró que el clima es la prioridad política más baja, muy por detrás de la educación, la salud y la nutrición.

Al margen del grave problema que es el cambio climático, cualquiera con un poco de sentido común estará de acuerdo en que el asunto se trata de una forma dogmática y fanática. Hay una narrativa única que se tiene que aceptar en bloque.

Uno de los puntos más absurdos es aquel que defiende que el cambio climático perjudica a todos, que no puede haber beneficiados de que algo así ocurra.

A nivel geográfico, Rusia sería uno de los países más beneficiados de que el planeta se calentase un poquito más. No sólo porque gran parte de su negocio gira en torno a la venta de combustibles fósiles, sino porque tiene encima de sí un enorme océano que se pasa la mayor parte del tiempo congelado. Los osos polares que mueren por culpa del cambio climático (spoiler: no solo no mueren sino que está aumentando su población) no son una gran preocupación para los rusos. Tener una vía de comunicación marítima gigantesca los convertiría, de la noche a la mañana, en una potencia marítima. Del mismo modo, sus gastos de transporte de mercancías se reducirían colosalmente. No es de extrañar que se pasen los días rezando por que el cambio climático vaya lo más rápido posible.

La mayor beneficiada del cambio climático, sin embargo, es la flora. Gracias al aumento del CO2 y de la temperatura, las plantas crecen más que si este problema no se hubiera producido.

Es bastante notable que durante unas pocas décadas obtuviéramos el equivalente a dos nuevos continentes completamente verdes debido al dióxido de carbono, y prácticamente nadie ha oído hablar de eso.

Otro detalle siniestro es el de las muertes. Aunque se producen muertes por el aumento de la temperatura, es el frío el que causa muchas más muertes a nivel global. Pero como este dato no interesa, se quita de la narrativa “cambio climático = todo mal”.

Los científicos encontraron que el calor causó casi el 0,5 por ciento de todas las muertes, pero más del 7 por ciento de todas las muertes fueron causadas por el frío.

En el mundo en que vivimos, todos sabemos que el dinero gastado por los políticos se mueve entre la ineficiencia más absoluta y el derroche total. Pero creemos que el problema del cambio climático, que mueve cantidades del orden de los billones, se va a solucionar de una forma óptima. Para los defensores de la naturaleza, es un problema tan grave, que no deberíamos hablar de dinero. Pero sin embargo, el dinero sí que es importante. Se está gastando a toneladas, en muchas medidas cuestionables, casi todas muy deficientes.

Es este malgasto el que despierta las conciencias de los “escépticos” que tienen dudas muy razonables sobre el sentido de lo que está ocurriendo. Las políticas de subvenciones a coches eléctricos, energías renovables, el castigo a los coches contaminantes ─coches de pobres─ a las calderas antiguas ─de casas pobres─ dinero que va a comprar paneles solares que se han construido, en gran parte, usando carbón super contaminante. El limitarse a mirar una parte de la ecuación, el resultado final, ignorando todo el proceso hasta llegar ahí “porque eso mata el relato”.

Lomborg es especialmente crítico con las energías renovables. Este es un tema interesante pero complejo. La inmensa mayoría de la población cree que las fuentes de energía son intercambiables. Lo que se hace con petróleo, se puede hacer con energía solar. No sólo esto no es así, sino que nunca podrá ser así, al menos con la tecnología que tenemos en estos momentos. Pero es un asunto complejo de explicar (sobre el que no hay polémica alguna). Tenemos la tendencia a pensar que los problemas son escalables. Ahora tenemos motos eléctricas, pronto tendremos coches eléctricos (estamos en ello) pero cuando empezamos a pensar en camiones, vemos que se empieza a complicar el asunto. Y luego vienen los aviones y barcos.

La postura del autor del libro es que estamos gastando ingentes cantidades de dinero en una serie de tecnologías que no tienen mucho más recorrido posible. En España misma, la instalación de placas solares y molinos de viento ha ido tan lejos que ya tenemos el 100% de lo que objetivamente podemos aprovechar. Si tuviéramos el doble de placas que ahora no podríamos generar el doble de energía, o al menos no sin cambiar completamente el sistema de transporte de la misma.

Está claro que tenemos un problema, pero las soluciones que estamos poniendo sobre la mesa no tienen un recorrido viable. Hay que pensar que el presupuesto que estamos empleando en “arreglar el cambio climático” no lo estamos empleando en otros problemas. Es significativo el caso de los países del tercer mundo. Antes pedían dinero para mejorar sus infraestructuras, su educación y su sanidad. Pero ahora sólo reciben fácilmente el dinero para combatir el cambio climático. El 20% de las ayudas que se conceden son para eso. Tratándose de países pobres hacen lo que la misma España ha hecho recientemente con los Fondos Europeos: enmascarar políticas ecológicas y luego gastar el dinero como buenamente puedan.

Un punto básico, muy recalcado a lo largo del libro, es el de las medidas para paliar el cambio. Está ocurriendo, ya no se puede evitar eso. Pero en lugar de gastar toneladas de billetes en “detener el cambio climático” deberíamos empezar a gastar más en protegernos contra los efectos inevitables (efectos que van a suceder aunque el planeta dejara de emitir para siempre). Los daños en la costa, los efectos de la subida del nivel del mar, incluso el aumento de la temperatura en las casas, deben ser combatidos inmediatamente. A nivel personal, casi todos lo hacemos: compramos aparatos de aire acondicionado, mejoramos el aislamiento de nuestras ventanas. Pero a nivel gubernamental, está mal visto gastar en paliar las consecuencias.

Quizás también crean que reconocer la necesidad de adaptación es admitir la derrota en la batalla contra el cambio climático.

El autor no se limita a pintar un futuro negro sobre lo que estamos haciendo y el sinsentido de gasto que no lleva a ninguna parte. Trata de dar soluciones. Una de las más inesperadas es el enfocarse en ayudar a que los países más pobres salgan de la pobreza. Podríamos sacar a todos los países del mundo de la pobreza extrema por una fracción del coste que estamos empleando en políticas ineficaces contra el cambio climático. Estos países, con más dinero, podrían protegerse de los daños mucho mejor y podrían contribuir a implementar las políticas globales de una forma más eficaz.

Otro de los problemas es el tecnológico. Nos estamos empecinando en tecnologías que no pueden solucionar el problema. Los coches eléctricos, los paneles solares, llegan hasta donde llegan, luego no tienen más recorrido. Tienen que aparecer nuevas tecnologías, mucho más drásticas. Y hay que invertir en ese tipo de investigación, improductiva en gran parte.

El problema de fondo con el cambio climático es el dogmatismo y el fanatismo de la gente. Todo es cuestión de grados. Podríamos vivir en un mundo mucho mejor, con muchas menos muertes, en el que la temperatura suba 5ºC para el 2100, pero estamos obsesionados con conseguir que sean 4ºC para el 2100, cuando ese grado de diferencia puede implicar millones de vidas de personas y animales. No tenemos que obsesionarnos por un mundo “menos caliente” sino por un mundo mejor.

Los activistas preferirían que redujéramos las emisiones de dióxido de carbono a toda costa antes que invertir en una solución que pudiera permitir que las fábricas siguieran arrojando dióxido de carbono al aire. Los activistas están menos preocupados por reducir el aumento de la temperatura que por reducir el uso de combustibles fósiles. Esto parece irrazonable.

Para los activistas de salón, la mayoría de los gestos heroicos que realizamos para limitar nuestra huella de carbono se pueden igualar comprando derechos de emisión de CO2. Puedes elegir entre viajar en bicicleta a todas partes, no comer carne, no tomar aviones a lo Greta Thumberg, puedes tomar cada una de las medidas que imagines “por un mundo mejor”. Pero lo que estás restando del CO2 del planeta se puede igualar simplemente comprando derechos de emisión de CO2 por aproximadamente 1,5€ al año.

I don’t want to live in America

Hace diez años os contaba sobre la letra de la famosa canción “I want to live in America”.

Hoy he escuchado con algo más de atención la famosísima canción del musical West Side History, I want to live in America.

La canción es una apología de las maravillas de vivir en América (Estados Unidos), y suele reproducirse cuando se trata de ensalzar el sueño americano. Se trata de un diálogo entre dos chicas, emigrantes de Puerto Rico. Una es la gran asimilada al país de acogida, que se dedica a elogiar al país de las barras y estrellas. La otra defiende el país de sus recuerdos, con imágenes positivas.

Aunque es una especie de dialéctica, la realidad es que la pro-americana destroza a su compatriota en el debate de las ventajas o desventajas de Puerto Rico. Y por lo tanto la canción tiene muchas líneas que ridiculizan por completo al Estado de Puerto Rico. Hoy en día no se podría haber producido un texto tan ofensivo hacia un país o región. Un musical excelente como West Side History se habría tenido que cancelar sine die por cuestiones morales.

Diez años después, en 2021, se ha estrenado una nueva versión del musical, esta vez dirigida por Steven Spielberg. Como cabía esperar, el texto de esta canción no podía quedarse así.

Ahora Estados Unidos vive en un mundo lleno de arrepentimiento y sentimiento de culpa. La idea de ofender a un colectivo minoritario no sólo está totalmente descartada, sino que suscita la respuesta contraria: hay que ensalzar todo lo que no sea mayoritario.

El giro de guion es sutil, prácticamente invisible para cualquiera que no conozca este oscura historia de tercera fila. La canción, que originalmente caracterizaba a San Juan, capital de Puerto Rico, como un lugar infame del que emigrar sin mirar atrás, ahora lo ensalza como una ciudad encantadora. Es Nueva York la que tiene que justificar que es un lugar mejor, y no esta claro que lo consiga.

(Letra obtenida de este vídeo):

[ANITA]
Puerto Rico
You lovely island
Island of tropical breezes
Always the pineapples growing
Always the coffee blossoms blowing
And the money owing
And the babies crying
And the people trying
I like the island Manhattan
Smoke on your pipe and put that in!

[GIRLS]
I like to be in America
Okay by me in America
Everything free in America

[BERNARDO]
For a small fee in America

[ANITA]
Buying on credit is so nice

[BERNARDO]
One look at us and they charge twice
[ROSALIA]
I have my own washing machine

[INDIO]
What will you have though to keep clean?

[GIRLS]
Skyscrapers bloom in America
Cadillacs zoom in America
Industry boom in America

[BOYS]
Twelve in a room in America

[ANITA]
Lots of new housing with more space

[ALL]
Lots of doors slamming in our face

[ANITA]
I’ll get a terrace apartment

[BERNARDO]
Better get rid of your accent
[GIRLS]
Life can be bright in America

[BOYS]
If you can fight in America

[GIRLS]
Life is all right in America

[BOYS]
If you’re all white in America

[BOYS]
La la la la la la, America
America
La la la la la la, America

[ANITA]
America

[GIRLS]
Here you are free and you have pride

[BOYS]
Long as you stay on your own side
[GIRLS]
Free to do anything you choose

[BOYS]
Free to wait tables and shine shoes

[BERNARDO]
Everywhere grime in America
Organized crime in America
Terrible time in America

[ANITA]
You forget I’m in America

[BERNARDO]
I think I’ll go back to San Juan

[ANITA]
I know a boat you can get on (Bye Bye!)

[BERNARDO]
Everyone there will give big cheer!

[ANITA]
Everyone there will have moved here

En la versión original se decía de Puerto Rico:

Always the population growing…
And the money owing.

Pero ahora se habla de que las deudas están en América:

Buying on credit is so nice,

One look at us and they charge twice

El crimen estaba en Puerto Rico,

And the babies crying.
And the bullets flying

pero ahora está…en Nueva York:

Everywhere grime in America
Organized crime in America

La sobrepoblación era de Puerto Rico:

Hundreds of people
in each room!

Pero ahora se ha movido a Nueva York:

Twelve in a room in America

Está claro que el texto original era bastante ofensivo con Puerto Rico, pero la versión se ha modificado tanto, se le han dado tantos brochazos de buenismo que el concepto ha quedado irreconocible. Un montón de puertorriqueños quejándose sobre Nueva York, ciudad a la que a duras penas consiguen encontrar ventajas. El surrealismo alcanza tal punto que una de los pocos méritos de Nueva York es que ahí es donde vive…una de las inmigrantes que canta.

You forget I’m in America!

Intentar entender una historia del pasado, aplicando valores del presente, es una misión casi imposible. Es como ver un partido de fútbol sala creyendo que se juega con las reglas del balonmano: pasa a ser un pésimo espectáculo de balonmano, cuando quizás fuera uno decente del deporte original.

El ejercicio de traducción, de una canción racista, hacia una empoderadora, recuerda a las alteraciones de guión que se producían con la censura. El protagonista iba a besar a una chica, pero esa escena se quitaba y se cambiaban un par de frases del diálogo, creando una extraña sensación: ahora resulta que eran hermana y hermano, lo que desvirtuaba todo el contenido anterior. La que era una rutinaria historia de amor ahora se ha convertido en un thriller inquietante y extraño.

¿Por qué tantas personas se han marchado de Puerto Rico, hacia un país mucho más inseguro y hostil? ¿Tal vez hayan sido secuestrados o llevados allí como esclavos?

Tras esta disgresión sobre una historia tan marginal, recomendaros la película, que está muy lograda en todos los aspectos y respeta con mucho al original.

Vacaciones 2050

Según el plan “España 2050”, para conseguir un futuro más sostenible, nuestro país debe adaptarse poco a poco hacia un mundo donde los desplazamientos se realicen por medios de transporte menos contaminantes, en muchos casos sustituyendo el avión con el tren. Teniendo en cuenta que los políticos no saben ni lo que van a hacer la semana que viene, el plan no deja de ser un brindis al sol que traspasa lo surrealista.

La lucha en favor del ecologismo se ha convertido en una auténtica ficción: Coches eléctricos que contaminan menos que los de diésel, pero claro, sacando de la ecuación lo que cuesta ─en términos contaminantes─ hacer un coche nuevo; vehículos que no contaminan, porque funcionan con hidrógeno ─sin tener en cuenta que ese hidrógeno se obtiene del gas, en un proceso que además le hace perder eficiencia energética; reemplazar la carne ─por su alto consumo en agua─ con alimentos ultraprocesados, que aparentemente se obtienen de la nada.

Así, se me ocurrió la idea de salir de una distopía ─la sanitaria─ entrando en otra: la ecológica. ¿Cómo sería disfrutar las vacaciones de este año moviéndose en tren en lugar de avión?

Teniendo en cuenta que vivo en un extremo de Europa, la opción de hacer todo el viaje en tren es absolutamente inviable. Así que tuve que empezar con un vuelo, a Amsterdam.

Es sorprendente lo que ha cambiado el transporte aéreo. Antes había una sana competencia y se podía ir desde A hasta B usando diferentes compañías, precios y horarios. Ahora muchas rutas, algunas de ellas muy frecuentadas, apenas si tienen un vuelo diario. Los aviones no se llenan y los precios han aumentado más de un 50% desde antes de la pandemia. Ha subido el precio del petróleo, las empresas están arruinadas ─muchas de ellas siguen apenas vivas gracias a ayudas estatales─ y el número de usuarios ha caído en picado. Alguien tendrá que pagar los platos rotos, o una parte de la vajilla al menos.

Mientras los aviones se llenaban de polvo en aeropuertos secundarios, con costes de aparcamiento más bajos, las aerolíneas se han dedicado a una sola cosa: mejorar la experiencia de compra de sus páginas web.

Lo que ocurre en la web de reservas de una aerolínea sería intolerable o directamente ilegal, en cualquier negocio, especialmente offline. La experiencia recuerda a cuando uno entraba en Ikea y tenía que recorrer la tienda completa para poder salir. Con el añadido de tener a talibanes armados parapetados detrás de algunos muebles.

En cada paso hay un extra que pretenden cobrarte, extra que no te dejan esquivar fácilmente. Rechazarlos invoca agresivos pop-ups que te hacen dudar si será posible volar sin facturar tres tipos de maleta diferente o alquilar un coche. El engaño está ahora sustentando en que la facturación de maletas es prácticamente ineludible, junto con el miedo Covid, que permite introducir diferentes tipos de seguro.

Cuando completas la compra, habiendo pagado algún extra de más, te encuentras con la gracia de que el gobierno del país de destino te pide alguna documentación extra. En mi caso, Holanda se comportó de buen rollo, pero España me hizo rellenar un proceso tan absurdo como innecesariamente complejo.

Ha sido este un muy buen verano para viajar. Destinos masificados en verano, como Amsterdam, estaban muy despejados. Hoteles con habitaciones libres donde elegir, precios mundanos y museos que no parecían el metro en hora punta. Antes de la pandemia, algunos destinos se habían vuelto totalmente imposibles. Barcelona estaba absolutamente fuera de control: en fechas como el anual Mobile World Congress era casi imposible encontrar una habitación libre, aún pagando fortunas. En verano la visita a la Sagrada Familia implicaba colas extenuantes. París o Londres, en verano, sólo podían verse dedicando horas de espera a cualquier atracción importante, para luego disfrutarlas en pésimas condiciones. Me imagino que el Barrio Rojo de Amsterdam iría igual, teniendo que aguardar en cola junto a las ventanas, detrás de tus futuros compañeros de cama.

Las “medidas sanitarias” contra el virus, en Holanda, se limitaban a llevar mascarilla en los transportes públicos. Para un español, acostumbrado a llevar doble mascarilla hasta en exteriores, totalmente somatizado con la experiencia del confinamiento, la sensación de desnudez es más agradable que un final feliz en la calle de los neones rojos.

A diferencia de España, Países Bajos todavía no ha vivido la Sexta Ola, pero con tan poca precaución, es cuestión de tiempo que haya una catástrofe. Creo que deberíamos empezar a hacernos a la idea de una Unión Europa sin Holanda.

En Amsterdam, paseando por la calle, podían detectarse a los españoles de la misma forma que se diferencian a los islamistas más extremos: por cómo se tapan. Si una familia pasea con mascarilla por la calle en ese país, puedes afirmar con un 100% de seguridad que son españoles.

La sobredosis de seguridad a que estamos acostumbrados en nuestro país choca con el mundo real que hay ahí fuera: pasear por las calles de Holanda con mascarilla es percibido como algo grotesco. El kit clásico es el de una familia con dos hijos en que los niños llevan mascarilla ─no están vacunados, son super contagiadores─ y uno de los progenitores también ─se considera persona de riesgo, especialmente por estar en contacto con dos menores no vacunados.

Se suponía que se viajaba para aprender de otras culturas, pero cuando se dispone de una formación superior, no es necesario dejarse influir por costumbres bárbaras. Visitar una ventana del barrio rojo, tras un turco, un francés, un paraguayo y dos rumanos, pero salir con una sonrisa de oreja a oreja oculta bajo la mascarilla protectora.

De Holanda pasé a Alemania, en un trayecto de unas cuatro horas. Las webs de trenes han captado el mensaje de la agenda progresista y se están adaptando a tomar el relevo de las aerolíneas. En Alemania podías comprar un billete, pero sin tener un asiento asignado ─algo que tenía un precio extra. Pero a diferencia de los aviones, no te dan el asiento más repugnante posible, sino que te dejan a tu aire recorriendo el tren como en el juego de las sillas. ¿Está este asiento libre? De momento, el resto de extras eran fáciles de evitar.

Alemania tiene mucho parecido con España, y cada región tiene reglas propias. En la primera región que visité, había que llevar mascarilla en interiores. Pero en la segunda, habían sustituido esto con un proceso de check-in. Das tus datos personales en cada sitio que entras y así, si se detecta un caso, es fácil informarte de que quizás estás en riesgo. O al menos dar la impresión de que un proceso así va a tener lugar. Con un poco de sentido común, es casi imposible conectar una hoja de papel rellena en una cafetería con ninguna base de datos en tiempo real.

En algunas tiendas de Alemania exigían mascarillas FPP2 para entrar, un progreso bastante sorprendente, que extraña no se haya implantado en España, el país más seguro del mundo. Tengo entendido que eran requeridas para el transporte público durante algún tiempo, pero ya son cosa del pasado.

Tras cruzar todo Alemania ─un país precioso que absurdamente casi nadie considera para sus vacaciones, más allá del manido Berlín─ tocaba Austria.

El país creador del Red Bull, donde nació Arnold Schwarzenegger y otras celebridades menores como Mozart y Freud, tiene trenes más baratos ─así que supongo que más ecológicos y progresistas ─ que su vecino del norte.

En mi nuevo destino turístico pude encontrar una novedad en la lucha contra la pandemia: el carné de vacunación lo piden en todas partes, hasta en las terrazas de los bares. Pero luego van totalmente por libre, no llevan mascarilla en ningún sitio, quitando los transportes públicos. En uno de los hoteles en que me alojé, pude ver cómo algunos españoles se quejaban en las valoraciones, indicando que el personal de recepción les atendió sin mascarilla. Nada como viajar para imponer tus convicciones a los demás, aunque sea con el pataleo de las votaciones por internet.

Visitar Austria, sin apenas turistas, en verano, ha sido una experiencia extraordinaria. Moverse por sus maravillosos museos por salas totalmente vacías me ha hecho darme cuenta de que no es que no me gusten las exposiciones, lo que no me gusta es ver un cuadro dando codazos, guardando turno, esquivando selfies. Lo que es, a título personal, una vivencia muy positiva, se traduce también en un sentimiento de pena al saber que si de cada diez turistas sólo había uno este verano, hay cientos de damnificados que se han quedado sin trabajo, cadenas de producción destrozadas que jamás volverán a ser lo que eran.

En la última noche austríaca tuve la oportunidad de ir a un concierto popular ─algo que otros años hubiera costado semanas de reserva previa─ donde pude contemplar a los viajeros españoles más auténticos. Una pareja, con su inexcusable mascarilla en exteriores, que se plantó en un concierto de música clásica con dos niños que no tendrían más de 5 años. Durante toda la primera parte estuvieron hablando o llorando sin parar. En la segunda no sé si los echaron, o se fueron en un inesperado gesto de sentido común. Aunque también puede ser que se marcharan escandalizados porque en cuanto se apagó la luz y empezó a sonar la música, todo Dios entre el público se quitó la mascarilla, convirtiendo un acto cultural con el aforo al 100% en una auténtica tragedia sanitaria.

La vuelta a España tuvo que ser también en avión. Me acostumbro a la agenda del futuro poco a poco. Quedé atrapado en la trampa perfecta: el traicionero proceso de compra de billetes de aerolínea no me dejaba facturar sin pagar un extra, y gobierno de España me requería que completara un detallado informe sobre quién era, a dónde iba y de dónde venía. El proceso era un tedioso formulario, celada mortal para abuelos, donde tienes que registrarte, recibir un SMS de activación (estando en el extranjero) y luego completar un formulario en varios pasos.

Para completar el formulario tenías que indicar tu número de asiento y para poder tener número de asiento tenías que hacer check-in ─algo que no quería hacer pagando. Además la compañía decía que sin el formulario para España rellenado, no iban a dejar volar.

El paso más delirante del formulario era que había que introducir tu tarjeta de vacunación (como PDF) y de ahí podían validar que eras apto para entrar en el país. Así que básicamente el pasaporte Covid sólo sirve para rellenar un segundo pasaporte, que ese sí es imprescindible.

Ni qué decir tiene, los mostradores de check in de la aerolínea era una auténtica carnicería. La mitad de la gente llegaba, tras una larga cola, a toparse con que le faltaba algún documento. O el requerido por España, o el hecho de que ya no se puede hacer check in en el aeropuerto (hay que hacerlo antes, por Internet). Personas mayores con su pasaporte covid plastificado que no han hecho un trámite online en su vida, agobiados ante la acelerada agenda digital.

Han sido unas muy buenas vacaciones, en lo personal. Pero no deja de ser triste ver a los que no estaban viajando: los jóvenes. Muchos atrapados en su calendario de inmunización, que no les garantizaba un viaje cómodo, o simplemente en su ruina personal y económica, la generación ignorada. Más familias y personas mayores como yo, en lugar de veinteañeros dispuestos a volver a casa con un montón de historias que contar y alguna nueva ETS que ocultar.

Personalmente creo que no hay vuelta atrás a la “antigua” normalidad, en lo que a turismo se refiere. Hay gente que este año se ha quedado fuera del mercado, ya sea por problemas económicos, por miedo a la pandemia, o por el muy razonable miedo a verse atrapado en un sinsentido de PCRs positivos, contacto con algún positivo o simplemente síntomas de fiebre causados por una resaca brutal que te dejen en tierra.

Pero lo mismo volverá a pasar el que viene. Habrá nuevos pobres, nuevas personas que han empezado a trabajar y no tienen vacaciones. Nuevas olas, nuevos países en rojo. Nuevos conflictos bélicos. Y luego, las aerolíneas no van a volver a lo de antes. No van a ofertar tantos vuelos. Y recíprocamente, una parte enorme de la demanda ha desaparecido: el turista barato que se compraba un vuelo a Ibiza para un par de noches, porque era más barato que salir de fiesta en su país, el viajero de eventos masivos, como conciertos o festivales, el turismo de lujo de los congresos.

Se nos olvida lo que ha costado llegar a este ecosistema turístico. De 2009 a 2019 el turismo ha subido un 50% en España, aprovechando los problemas de otros destinos, un boom económico y una profesionalización del sector. Pretender volver a lo de antes, en un año o en dos, es demasiado optimista.

Los viajes en avión no hacen sino depreciarse en calidad y precio. Tienes que pasar más horas para realizar los trámites, te dejan volar con menos equipaje y hay todo tipo de limitaciones en lo que puedes transportar. Además de que el riesgo de cancelación o de pérdida del vuelo porque falte algún documento ha dejado de ser irrisorio. Se dice que los vuelos de larga distancia no son rentables si no se completan con pasajeros en primera clase, algo que empieza a resultar una utopía en los tiempos en que ya no se hacen desplazamientos por trabajo, así que imagina planificar todas tus vacaciones y que semanas antes la aerolínea te avise de que cancela el vuelo ─su nuevo comodín tras la pandemia, anular sin coste ni alternativa lo que no resulte rentable.

Es cuestión de tiempo que los destinos turísticos cambien, enfocándose más hacia destinos más cercanos. Es lo que ha sucedido los dos últimos años, pero no veo un motivo por el que solo sea una tendencia provisional. En ese sentido, en Europa, Francia tiene muchas ventajas al respecto, con una ubicación geográfica mucho menos periférica que España, Grecia o Turquía.

Viajar en tren es muy agradable en comparación a hacerlo en avión, no tiene ni una sola desventaja. Pero será una opción sólo para aquellos países con muchos vecinos próximos. Y España, no es uno de ellos.

Youtubers en andorra

Un interesante video (o no) en que podemos ver a Ibai Llanos ─el youtuber/comunicador más famoso de hoy en día en España─ con David Broncano, presentador ganador de tres premios ondas, dos en la radio y uno en la televisión.

Al principio del mismo plantean hacer ‘Tier List’, que es encasillar de una larga lista en categorías (de mejor a peor). Ibai, que es el que dirige el programa, recibe la sugerencia de su audiencia de hacerlo con humoristas y con Comunidades Autónomas. Broncano se muestra claro: van a meterse en un jardín que prefiere evitar. Ibai le empuja a que se moje, empiezan con la lista de humoristas y Broncano dice que es incapaz de hacer eso: los humoristas que aparecen son amigos y compañeros de profesión. Apenas situa a algunos en la sección de ‘los mejores’, pero es incapaz de votar por los demás, menos aún de situarlos en las categorías de ‘humoristas que no hacen gracia’.

Luego con las Comunidades Autónomas sí que se atreven a entrar al trapo, pero de nuevo Broncano se muestra titubeante: todas son o extraordinarias o muy buenas, quizás con la excepción que permite la broma ya manida de reírse de Murcia. Ibai se atrave a dejar en el último lugar a Ceuta y Melilla, mientras que Broncano regatea posiciones para intentar subirlas a todas: ninguna merece ser menos que buena.

A mi ese video, que me interesa poco y no he visto más allá de ese punto, me ha parecido un indicativo claro de la diferencia entre la televisión ‘oficial’ y la televisión ‘actual’. La que ven abuelos como yo y la que ven, y verán ya siempre, los jóvenes.

¿Qué interés hay en un producto tan blando y deslavazado como una lista en la que todos sean excepcionales? ¿En ver a alguien incapaz de hacer una pregunta incómoda que no esté guionizada y más que premeditada?

La televisión actual polariza en política e intenta llenar de miedo con la crisis sanitaria y económica. Pero es incapaz de nada más. Los pocos programas donde hay sangre, insultos y personas que se echan al barro, son los que triunfan. La isla de las tentaciones, superando audiencias del 50%, arrasa con todo lo demás. La parrilla está llena de programas de investigación a toro pasado, de telediarios rellenados con memes y vídeos que ya todos hemos visto días antes por otros medios.

Recientemente la televisión actual encontró una especie de filón en la noticia sobre los Youtubers que se marchan a Andorra para pagar menos impuestos, o simplemente vivir mejor. Todo se llenó de supuestas mesas de discusión ─llenas de expertos en todo─ en la que el contrapunto lo daban las opiniones de Youtubers.

Una muestra clara de que estamos hablando de una batalla ya ganada en la que el vencedor se marchó a casa hace meses, está en el hecho de que a este debate se han prestado periodistas e incluso políticos de primera línea, mientras que en la contraparte apenas si han podido contar con Youtubers de segunda y tercera fila (en lo que a audiencias hablamos, muchos de los mejores creadores tienen audiencias modestas). Ellos ya saben que salir en televisión no les aporta nada positivo y están cansados del parasitismo de la gran pantalla, que nutre muchos de sus programas con corta-pegas de vídeos robados de sus plataformas.

A mi me fascina, y por eso he querido escribir este artículo, cómo han cambiado las tornas. Youtube fue creado en 2005 como una forma de poder compartir vídeos de películas y televisión (y vídeos de gatos que nadie veía). Tras conseguir sobrevivir a las continuas demandas, la plataforma consiguió facilitar el borrado del contenido con copyright.

Muchos años después, es ahora la televisión la que se nutre de contenido de Youtube. Desde los telediarios a programas de humor y parodia con resúmenes de vídeos actuales ─que antes eran de otras cadenas─ todos tienen una gran parte de su contenido robado de las redes sociales, a veces con muy sutiles atribuciones de autoría, si es que las hay.

El minuto de este vídeo, entre el 15:58 y el 17:00, es una joya. El Youtuber Roma Gallardo explica, más con sorpresa que con ánimo peyorativo, cómo han abordan las televisiones los debates a los que le han invitado: usan sus vídeos sin pedir permiso, consiguen su teléfono no se sabe muy bien cómo. Luego él sólo pide una cosa a cambio: poder subir a sus redes sociales sus intervenciones en la televisión. La mayoría de las televisiones se lo niegan, y una de ellas, activamente, le denuncia y consigue la retirada de un audio de 10 segundos de su intervención.

No extraña que Youtubers de gran renombre, con audiencias que dejan en ridículo a las de la televisión actual, no se presten a participar en sus programas. Su opinión va a ser cortada y pegada (o sea, manipulada) por otros que tienen intereses propios, entre los que no figura promocionarles o dejarles en buen lugar.

Sobre la discusión de Yotubers en Andorra, se han publicado cientos de horas de opiniones y ya no está en el centro del debate. Afortunadamente para mi, no he visto muchas de ellas, pero creo que el foco realmente interesante no se ha mencionado mucho. Era precisamente otro tema de actualidad: el de enfermeros y médicos que deciden marcharse de España a trabajar a otros países.

Todo lo que pueda decirse negativo de esos Youtubers que usan nuestras carreteras y que gracias a nuestros impuestos consiguieron estudiar la Enseñanza Secundaria, puede decirse de estos médicos y enfermeros. Peor aún, los Youtubers siguen prestando el mismo servicio a su país, mientras que los médicos que se marchen dejan una vacante que España tiene que cubrir, a veces con dificultades.

La verdadera cuestión no era si se pagan muchos impuestos o pocos, o si hay que arrimar el hombro. ¿Está mal pagar menos impuestos, pero irse a otro país donde los ingresos son mayores, eso no es ningún problema? Entonces es que es posible que no haya ningún problema en que la gente se marche a donde pueda y quiera.

Otro asunto relevante es el de la sostenibilidad de el modelo de negocio Youtuber (streamer o creador de contenido, como se prefiera llamar). En España, y tal vez en muchos otros países, cuando un negocio empieza a ser muy rentable, el gobierno suele aparecer con regulaciones e impuestos ─a veces bienintencionados─ que en muchos casos acaban destruyendo esa nueva forma de obtener ingresos.

El ejemplo más claro es el de los alquileres turísticos. Hubo un boom que duró unos cuantos años, pero apenas llegaron las normativas, restricciones e impuestos a la actividad, muchas personas fueron expulsadas totalmente de esta forma de emprendimiento. Algo parecido sucedió con los juegos como el póker online o las apuestas deportivas. Un fructífero negocio para personas talentosas que fue totalmente destruido a base de regulaciones.

A Youtuber, Twitch y las plataformas que sigan surgiendo en los próximos años, también le llegará su San Martín. De momento, lo que les ha salvado, es la dificultad para la monetización de estas plataformas. Google, el dueño de Youtube, sigue haciendo cábalas para conseguir que el negocio sea rentable para ellos mismos, máxime para que aparezcan agentes externos, en forma de gobiernos, ‘a llevarse lo suyo’ ─que se supone será lo de todos.

Cuando los gobiernos encuentren la forma de ganar dinero con eso, o de impedir que otros lo hagan, el negocio se irá al traste. Estoy seguro de que eso llegará, antes o después. Por supuesto, los primeros espadas, como El Rubius o Ibai, siempre encontrarán formas de seguir siendo relevantes. Pero como suele suceder en estos casos, las medidas que los gobiernos tomen pensando en personas como ellos, acabarán haciendo sólo daño en los influencers que tienen números interesantes pero que a duras penas llegan para pagar la hipoteca.

Y todo empezará como siempre: no está bien que un comunicador al que ven menores de edad, se atreva a decir que Melilla es peor que Galicia. Porque si esto se dijera en la televisión nacional, habría consecuencias legales. Nada como crear un observatorio de redes sociales que valide este tipo de contenidos antes de que sean visibles para la audiencia general. Y claro, lo suyo sería que el observatorio, lo pagaran de alguna manera Youtube y Twitch. Y todos sabemos cómo continua esta historia.

Expertos

Estos días se ha puesto de moda el término experto. Según el diccionario, un experto (o experta, o quién sabe si experte dentro de poco) es una persona práctica o experimentada en algo. Pero en la segunda acepción ya se habla de alguien que está especializado o tiene muchos conocimientos sobre determinada materia.

Como podemos ver, la propia definición se encarga de ir rebajando el listón poco a poco.

Navegando por otros diccionarios, la bajada a los infiernos se va haciendo más y más profunda. Wiktionary, menciona:

Una persona muy capacitada o erudita.

Como suele pasar con este tipo de términos, uno presenta la definición más elogiosa en su currículum y se defiende esgrimiendo la menos amable cuando la vida real empieza a pedir acreditaciones.

Cuando oigo la palabra experto, se me viene a la cabeza el personaje de Sherlock Holmes, uno de los más carismáticos de la historia de la literatura. Según la descripción que de él hacía su compañero Watson, era lo menos parecido que existe al concepto de experto.

Holmes abundaba en muchos conocimientos, pero de forma poco sistemática. De su sabiduría sobre botánica, Watson diría:

[Conocimientos] desiguales. Al corriente sobre la belladona, opio y venenos en general (puede distinguir el lugar de cultivo de la planta, día y tiempo de consumo estudiando una colilla de cigarro). Ignora todo lo referente a los cultivos prácticos y jardinería.

¿Era Holmes un experto en botánica? Desde luego que no. ¿Sabía mucho sobre botánica? Desde luego que sí, pero sólo sobre ciertos temas: los que le interesaban. Ahora bien sobre esos temas, ¿quién sabía más, Holmes o un experto?

Un experto en botánica, al menos en el siglo XIX, y desde luego viviendo en Inglaterra, sabría mucho sobre un amplio rango del mundo vegetal. Para poder ser experto en ese tema se le exige que su formación no tenga lagunas. Pero posiblemente no sepa demasiado sobre ciertos temas, como aquellos por los que Sherlock Holmes se declaraba un gran conocedor. Y aunque el personaje de Conan Doyle solía drogarse de forma habitual, el conocimiento de ese tipo de venenos era debido a sus necesidades prácticas como detective.

Cuando uno busca a los mayores expertos en temas concretos con utilidad práctica, pronto se da cuenta de que desaparecen los perfiles técnicos, científicos, de la universidad, y empiezan a aparecer personajes extraños, con carreras poco convencionales. Como muy bien detalla Nassim Taleb en su libro Skin in the game las personas realmente relevantes en un campo de conocimiento o experiencia son aquellas que han profundizado jugándose algo más que un prestigio teórico.

Uno de los ejemplos más claros de su libro es la historia de dos cirujanos: tienes que elegir quién te realizará una peligrosa operación. Ambos tienen una categoría similar dentro del mismo hospital.

Visitas al primero y ves que va impecablemente vestido y tiene diplomas de prestigiosas universidades colgados de su despacho. Sus modales y vocabulario son intachables. Parece un médico de una serie de televisión sobre médicos ─antes de que se rodara la serie con el doctor Gregory House.

Luego vas a ver al segundo y es todo lo contrario: pinta desaseada, nada en su despacho hace ver que se trata de un médico, ni siquiera su aspecto, que es más propio de un carnicero o cocinero de bar de la mala muerte.

Sin embargo, ambos tienen una categoría profesional similar. ¿A cuál escogerías para tu operación?

Todos hemos conocido a cirujanos como ese. Sólo unos pocos han tenido la oportunidad de escogerlos para una operación. Pero abundan en todas las profesiones: siempre hay alguien impopular, que llega tarde y no cumple las reglas, que causa conflictos con el resto de compañeros. Pero que a la hora de la verdad, cuando hay problemas, situaciones delicadas, es la persona en que se posan todos los ojos y esperanzas.

Ahora estoy leyendo una espesa narrativa sobre el final de la I Guerra Mundial, With our Backs to the Wall: Victory and Defeat in 1918. La batalla criptográfica en la Primera Guerra Mundial es mucho menos conocida que en la de la Segunda, con las famosas máquinas enigma alemanas y la omnipresente figura de Alan Turing capaz de descubrir su cifrado. En la Primera gran batalla mundial los medios eran mucho más rudimentarios y al mismo tiempo excitantes. Se usaba el telégrafo y el teléfono y mientras algunos países enviaban mensajes con complejos cifrados, otros usaban teléfonos ─que estaban pinchados─ con una inquietante inocencia.

Una de las personalidades más brillantes de aquella guerra fue el francés Georges-Jean Painvin, del que se sabe demasiado poco. Antes del comienzo de la guerra no era más que un profesor universitario de paleontología y geología, que también tocaba el violonchelo. Por pura casualidad se enteró de la problemática con los mensajes por telegrama encriptados, según le contó un capitán amigo suyo.

Uno de los aspectos más interesantes de la I Guerra Mundial es que fue una contienda donde se mezclaba la seriedad y formalidad de los tiempos modernos con una actitud bastante desenfadada ante nuevas ideas. Básicamente ambos bandos se habían enfrentado en el frente Occidental empleando todas las estrategias que conocían y habían llegado a una especie de bloqueo de varios años, en que no había ningún tipo de progreso. Tarde o temprano los dos frentes entendieron que había que pensar creativamente y aceptar distintos enfoques, darles una oportunidad a todo tipo de ideas.

Así, si un profesor universitario sugiere ponerse con algo en lo que es cualquier cosa menos un experto se le permite la oportunidad, por un tiempo limitado. Al tratarse de un tiempo de guerra lo único que importa son los resultados. Hoy en día, hay una enorme dependencia hacia las apariencias: se suelen tomar medidas, contratar a personas que, a priori, parezcan adecuados. Si luego no funcionan, nadie podrá acusar al responsable de esas medidas o esos empleados: parecía una buena idea.

En un tiempo de guerra auténtico ese tipo de medidas de relaciones públicas no importan nada. Buenas intenciones, buenos estudios previos, dan igual. La única pregunta es sobre los resultados.

Painvin, el profesor de geología, se volcó con una pasión totalmente desmedida en la tarea de intentar descifrar los distintos cifrados alemanes, dedicándole casi todas las horas del día y obteniendo como resultado final el descodificado de los sistemas ADFGX y ADFGVX. Painvin no era un experto en criptografía, pero tenía una habilidad especial para combinar nociones de la misma con inteligencia social: sabía que las claves cambiaban a menudo, pero que mensajes en fechas y lugares similares tendrían un cifrado común, lo que le serviría para descifrar los mensajes de un día en concreto.

Se suele exagerar mucho el alcance de los logros conseguidos por la descodificación de las Máquinas Enigma con códigos alemanes durante la II Guerra Mundial, algunos llegan a decir que gracias a ello se consiguió ganar la guerra. A la hora de la verdad, la Wikipedia se rinde y se limita a reconocer que:

fue una ayuda sustancial al esfuerzo de guerra de los Aliados.

Los trabajos de decodificación de Georges Painvin tuvieron un resultado muy claro, concreto e importante. Gracias al mismo, los franceses pudieron saber mucha información secreta sobre los planes de Alemania, en particular sobre el punto exacto donde comenzaría una de las batallas más importantes para el desenlace final de la contienda. De haber estado menos preparados, los franceses podían haber terminado con París invadido, lo cual a su vez hubiera tenido un efecto psicológico trascendental. Del citado libro:

Además, esta vez los franceses no fueron pillados por sorpresa. Los vuelos de reconocimiento reportaron movimientos y preparativos ferroviarios en el sector, y el 3 de junio los franceses descifraron una comunicación por radio que detallaba un ataque para el 7 de junio, mientras que un repentino aumento de desertores era una señal segura de que una operación era inminente, y éstos a su vez revelaron la fecha y hora exactas. La advertencia permitió a los franceses colocar protección anti aérea sobre sus posiciones, mientras Pétain y Fayolle, el comandante en jefe del ejército, prepararon dieciséis divisiones para la intervención y preparación de un contraataque.

La importancia de esa batalla tiene cierta controversia. El ataque sobre la zona próxima a Reims formaba parte de una maniobra de distracción. Los alemanes golpearon sobre la zona belga del frente occidental, en Flandes, donde se encontraba el ejército inglés. Una vez los franceses mandaron tropas para reforzar el sector, los alemanes golpearon sobre la zona central de Reims, dando la impresión que el primer ataque había sido una maniobra de distracción, para centrarse en la ciudad que llevaría a París.

En un giro propio de un buen thriller, lo que en realidad planearon los alemanes era que el segundo ataque fuera la auténtica maniobra de distracción, para volver a golpear donde lo hicieron inicialmente, en Bélgica, una vez las tropas volvieran a la defensa del sector francés.

La maniobra, en caso de tener éxito, hubiera encumbrado al general Ludendorff como uno de los mayores estrategas de todos los tiempos. Pero la I Guerra Mundial era muy complicada, las victorias a veces se lograban con mayores pérdidas que el ejército derrotado. El golpe sobre la zona de Reims tuvo un éxito inesperado y a los alemanes, les pudo la glotonería. ¿Por qué no ahondar en la herida y profundizar en ese ataque de distracción? Esa sería la batalla que, gracias el mensaje desencriptado por Painvin, los alemanes no ganarían.

Por sus logros como criptógrafo, Painvin serían nombrado Caballero de la Legión de Honor en julio de 1918. Su situación posterior resultaría paradójica: había logrado uno de los mayores honores militares posibles, pero no podía hablar a nadie sobre ello ─su trabajo se mantuvo tan en secreto que aún hoy en día sabemos muy poco sobre él.

Al terminar la guerra, Painvin no volvería a dedicarse a la criptografía, ni tampoco terminaría sus días con la aburrida enseñanza en la universidad. Un no experto como él terminaría fundando una de las principales empresas siderúrgicas francesas y volviendo a triunfar en algo para lo que no tenía ningún tipo de experiencia inicial.

Así, cuando pienso en expertos, me gusta imaginarlos como Painvin. Aunque en mis días pesimistas me imagino a los compañeros de departamento de Painvin, que probablemente nunca cambiaron de profesión, nunca corrieron ningún riesgo y aún así, mantuvieron su prestigio y sus sueldos a lo largo de una peligrosa época de la historia.

Coronavirus en China

Un artículo muy interesante de Peter Hessler nos cuenta cómo ha vivido el confinamiento en Chengdu, una región de China y cómo está siendo la vuelta a la normalidad. Una lectura interesante como ventana al futuro que nos vamos a encontrar cuando esto termine. Algunas secciones que he resaltado de su artículo:

Sobre las limitaciones del confinamiento:

La mayoría de mis amigos en otras partes de China estaban restringidos a una persona por hogar saliendo cada dos días, y a menudo esa persona tenía que informar a las autoridades previamente de a dónde iba.

Sobre las máscaras, que en España se ha dicho que no sirven para nada, o sólo sirven para los profesionales de la salud. Tras el final del confinamiento:

Llevar mascarilla se ha convertido en algo totalmente obligatorio, cuando se está en público.

La actitud de los gobiernos será juzgada con el paso del tiempo, al menos en los países donde haya alguna independencia judicial. Se insiste mucho en decir que las medidas de China no pueden ser aplicadas en Europa, porque tenemos otra cultura. Ahora bien:

Las acciones del gobierno chino previnieron cientos de miles de casos y miles de muertes.

Sobre el confinamiento y las fechas que se implantaron en China:

No se hizo ningún anuncio sobre por cuánto tiempo estarían las escuelas cerradas, o cuándo se levantaría el confinamiento. Muchas medidas tenían pinta de quedarse por un tiempo indefinido.

Sobre la aceptación del encierro.

Todo el mundo se queja un montón, pero todo el mundo cumple las reglas estrictamente. Es muy contradictorio, pero así es China.

Hay mucho miedo en la prensa de nuestro país sobre la posible transmisión por parte de las personas sin síntomas. Aparentemente hay dos situaciones. Si estás asintomático (y así te quedarás con la enfermedad) no eres un gran riesgo de trasmisión. Es posible, pero no probable que contagies:

Aunque hay evidencia de trasmisiones asintomáticas, éstas son infrecuentes y, según los análisis de la OMS, no han jugado un papel importante en la transmisión de la enfermedad.

Otra cosa es cuando ya estás infectado pero aún no has empezado a desarrollar los síntomas:

Parece que a un pequeño lapso de tiempo – quizás dos o tres días – en los que la gente puede estar contagiada, pero sin todavía mostrar síntomas. Según me contó Gabriel Leung, decano de medicina de la Universidad de Hong Kong.

Sobre el papel de los niños en la transmisión de enfermedades, todos tenemos claro que éstos apenas si sufren los efectos de la enfermedad. Pero además:

El rol que juegan los niños en este proceso todavía está poco claro. Fisher señala que no hay pruebas de que hayan ayudado a extender la enfermedad, ni en China ni en ninguna otra parte. LA OMS indica que, en los 90 días de misión a lo largo de su viaje [ a través de China], ninguna persona del personal médico entrevistado pudo citar un solo caso de transmisión de un niño a un adulto.

Sobre el cierre de las escuelas.

Leung me indicó que, en ausencia de datos científicos claros, las presiones políticas han tenido mucha influencia en cerrar las escuelas.

La vuelta a la normalidad, después del encierro, no suena tan divertida como imaginamos, nada de inundar las playas o celebrar la Semana Santa y las Fallas simultáneamente, con partidos de fútbol de fondo.

Tras 45 días de encierro, nuestra familia salió por primera vez a cenar fuera. Poco a poco, los negocios habían vuelto a abrir , según la lógica del Partido Comunista. Las peluquerías fueron de los primeros en hacerlo, probablemente porque no tienen una alternativa online. Luego vinieron los bancos, y finalmente los restaurantes.

Pero la experiencia del restaurante no es como la recordamos de hace apenas dos semanas:

En el restaurante, la camarera disparó a las niñas con la pistola de infrarrojos, luego a mi mujer y a mi. En un cuaderno apuntó nuestros nombres y las temperaturas: Ariel, 36.5; Natasha, 36.2; Leslie, 36.2; yo, 36.0. Nos sentamos, y nos quitamos las máscaras.

Confinamiento y prostitución

Aviso: esta entrada está llena de textos de anuncios de páginas de sexo, por lo que puede resultar desagradable, ofensiva u otras cosas a los lectores habituales. Buen momento para dejar de leer…¡Ahora!

Aviso: Desde esta página estamos totalmente de acuerdo con cumplir las medidas del Estado de Emergencia Sanitaria y recomendamos a todo el mundo cumplirlo a rajatabla en todos sus puntos. Así mismo recomendamos NO acudir a prostitutas ni tener encuentros sexuales extraños en estos días.

Me preguntaba cómo se habría adaptado el mundo del sexo de pago a la nueva situación, que tiene a casi todos los españoles confinados en sus casas y sin opción de salir bajo pena de severas multas. Un mercado camaleónico y muy despierto, suele ser muy original y adaptarse a los nuevos tiempos con más habilidad que muchos otros negocios. Nada como navegar por las páginas de contactos sexuales para tener una buena idea de cómo se ha acondicionado este sector.

Para mi sorpresa y tranquilidad, sin embargo, he encontrado que la inmensa mayoría de las menciones al virus son para decir bien claro: cerrado por vacaciones y hasta nuevo aviso. Incluso hay docenas de mensajes de personas avisando que no son buenos tiempos para la jodienda, que los contactos son todos de riesgo, y mejor quedarse en casa. Así, he encontrado poco material relevante, y estuve tentando para no publicar nada. Sólo el hecho de que todos estamos necesitados de historias divertidas me ha llevado a publicar este resumen. Algunos anuncios están editados para simplificarlos o corregir la ortografía. Por razones obvias, no pongo enlaces a los artículos. Tendréis que comprender que mi imaginación no da para tanto como lo que vais a leer a continuación, son todos textos reales.

El pivote claro del modelo de negocio ha evolucionado hacia las videollamadas. Pagas una cantidad por dinero (Paypal o Bizum) y entonces tienes tu llamada con el o la profesional.

Al coronavirus hay que tenerle miedo y yo no soy una scort irresponsable que ponga en riesgo la salud de todos como las demás, para esta época de estado de alarma que vivimos ofrezco servicios de videollamada para aliviar tensiones de 15 euros 15 minutos si estás interesado contáctame y te informo gracias y feliz cuarentena

Esta chica se ha revuelto y ha creado un modelo de negocio de la nada: una originalidad que no podía pasar desapercibida:

PLACER ON LINE
Ofrezco vídeos personalizados y videollamadas por WhatsApp. El contenido que puedo incluir en ambos formatos es el siguiente: striptease con baile, jugar con mis juguetitos, masturbación y sobretodo mucho morbo ?? Puedes escribirme un WhatsApp y te daré toda la información encantada. Entre los dos haremos más llevaderos estos días de cuarentena ?? del coronavirus pago por bizum o. Edad 34 años

El pagafantismo también tiene su espacio en estos nuevos tiempos.

Española. Normal y corriente. A causa de esto del CoronaVirus no puedo quedar con nadie y hasta ahora he ido pasando pero ya me he quedado sin nada. Busco chico que pueda pasarme por Bizum o Bbva 50€ para poder hacer la compra por internet. Soy legal y agradecida y cuando pase esto podríamos quedar, no digo para sexo pero sí para tomar un café y darte las gracias en persona. Anuncio serio, no aprovechados. En cuanto consiga los 50 quitaré el anuncio. Manda mail y te contesto al momento. Edad 36 años

La inmensa mayoría de los anuncios que no echan el cierre se refieren a la versión de videollamadas. No obstante, aquí nos encontramos ante lo que en Forocoches denominarían un plan si fisuras:

Soy domina financiera con años de experiencia. La dominación es mi vida no solo mi profesión. Sino te quieres exponer a pillar el coronavirus la dominación financiera es tu mejor opción. Pagafantas, human atm os estoy esperando. . . . Escríbeme y cuéntame porque te debería aceptar en mi cuadra.

Suena todo tan lógico, que no creo que requiera de más explicación por mi parte.

Son tiempos difíciles para todo, los contactos de riesgo, para otro momento. Como este señor de 70 años, que alerta de su retirada temporal del mercado:

Por exigencias del guión , dejo de mamar polla a xavales . cuando termine la crisis del corona virus volveré a mamar pollas a los xavales . a cuidarse y suerte !!venga solo quedan 20 dias ánimos . . ver mucho porno hacerse muchas pajas es lo mejor para no pillar el corona virus . animos , ser buenos !! las manos limpias sobre todo !!

Cierto que el coronavirus es una enfermedad a temer, pero la idea de quedar anónimamente con xavales tampoco suena como una práctica muy sanitaria.

Pero luego llega la parte menos divertida: los que deciden que hay que encontrar una forma de seguir trabajando. Una forma muy clara de hacerlo es negando la existencia de la enfermedad.

No tengo miedo a virus yo no lo vi ni ningún afectado con mis ojos propios, pues menos mentiras. . hombres con dinero y solventes busco quien me de dinero tengo sitio. en me casa precios económicas no me gusta que nadie se entere lo que hago. abstenerse niñatos, o gente de mal rollo fotos son reales. […]

Hay que reconocer que el virus es difícil de ver, pero llegar a decir eso…

En este club de carretera dan un paso más, en una situación de emergencia donde una persona con claros síntomas de estar enfermo no recibe un test del coronavirus —estando reservados para futbolistas y políticos — aparentemente toda las empleadas del local disponen del suyo propio y pueden demostrar que no tienen la enfermedad.

El 55 (libre de coronavirus demostrable) Servicio Videollamama Siempre novedades hoy somos 4 señoritas nuevas jovenes guapas sexys cariñosas aqui puedes elegir y no fallar hoy estamos: Sandra, karen, Diana y Alexandra fotos reales así puedes elegir aquí no fallas donde hay solo una chica te comes las sobras de los demas todos los servicios total implicación fiesta blanca discreción seguridad higiene absolutas 24 horas

“Higiene absolutas”. Y eso que proviene de una de las regiones con menos incidencia.

Esta persona parece haber encontrado el remedio para no contraer la enfermedad y seguir trabajando:

Vivo solo. 180, 85, barba, tatuajes, 18 de rabo, activo. Ven a mi casa y me comes la polla hasta que me corra y adiós. No cobro, no pago. Pásate que el corona no se contagia por la lefa. Te la echo en la cara, en la boca, donde quieras, o te la tragas. Sanote. No cobro, no pago. Edad 35 años

El detalle ‘sanote’ es totalmente delirante. Otro, en la misma línea, ofrece desinfección garantizada:

Seguro 100%, libre de coronavirus, desinfección. servicio con discreciòn absoluta en gloryhole. estoy sola. soy trans española, muy educada y tal cual ves en mis fotos reales. ofrezco este servicio por 15 euros (frances natural hasta el final) / griego 15 euros. ni teveo ni me vès, un servicio muy econòmico, ràpido y anònimo para descargar y seguir con tu dia con una sonrisa : ) con total anonimato. prùebalo, solo 15€.

Hay quien sabe ver el aspecto cómico de la situación y consigue publicar un anuncio original y divertido:

LLEGA EL CORONAPOLVO
Hola, me pongo en contacto contigo, voy a tu casa te follo y te pago. . es el nuevo virus que ataca a mujeres maduras que necesite estar contagiada de un buen polvo, virus totalmente legal, discreto y divertido y si no queda satisfecha te vuelvo a contagiar. Edad 37 años

Finalmente llegan los que juegan con la picaresca que usa la gente para salir a la calle más de lo normal: comprar en el supermercado a todas horas o ir a pasear al perro.

Hola chicos. . . soy rusa VICTORIA . tengo 35 años. soy muy cariñosa. Muy limpia, me cuido mucho mi salud. . aprovechar solo HOY un francés natural hasta final por 20 euros. puedes correr donde tu quieras , un servicio completo, por el tiempo de coronavirus media hora . por40€ Puedes venir con el perro, te lo cuidan aquí. Edad 30 años

No sé, pero simplemente leer ese anuncio justifica toda el artículo. Menuda situación delirante, ir a visitar a una prostituta con un perro. Pero Victoria no es la única:

CROSSDRESSER HORMONANDA Estoy atrapada como todos por el coronavirus pero podemos salir a comprar. Estoy 100% sana. Si no puedes salir a follar scorts voy yo a tu casa. Me desplazo a un super cercano a donde vivas y subo a que me folles. Servicios desde 50€.

Chicos, el confinamiento es duro, y va a ser más largo de lo que pensamos, pero no creo que subirse a casa a una desconocida Crossdreser (transexual) con las hormonas disparadas sea el mejor plan para pasar el encierro.

Coronavirus

No soy muy fan de escribir sobre temas de actualidad, porque son comentarios que suelen envejecer muy mal. Pero como ya no soy tampoco muy fan de escribir en general, supongo que la regla dejó de tener sentido.

Cuando pensaba en cómo podría ser el mundo en el futuro —asumiendo un escenario pesimista— nunca imaginaba el colapso del peak-oil, o la gente muriendo envenenada por plásticos. Tampoco una Guerra Mundial o que fuéramos sojuzgados por las máquinas inteligentes. Siempre veía un escenario similar al que ahora se está viviendo con el coronavirus, sólo que con una enfermedad más seria y resistente. No una plaga apocalíptica, sino algo mucho más moderado, digamos que con un índice de mortalidad del 5 al 10 por ciento.

El proceso sería bastante parecido al que ahora se nos presenta, sólo que exacerbado y persistente en el tiempo es muy posible que nunca más volvamos a saber de este virus después del verano.

Los países cerrarían fronteras, y ciertos países, como ahora lo son Corea del Sur o Italia, se convertirían en apestados: nadie querría saber nada de sus nacionales. Este desprecio, más o menos motivado, generaría diferencias que serían irreconciliables en el corto y medio plazo.

La economía mundial se iría al garete lentamente. Desaparecería la globalización por medios naturales: si dependes de un proveedor en Corea del Sur, mejor que te busques otro. Y no es muy realista elegir Tailandia cuando sabes que la situación con ese otro país puede acabar siendo similar. Mejor cerrarse en uno mismo. Habrían un colapso de las monedas nacionales y la deuda de los países: casi todos los países tendrían deudas impagables con el resto y sería complicado volver a un patrón común.

Sería un apagón lento y en parte inexplicable en la perspectiva de los libros de historia. Vivimos en un mundo tan perfecto, que cualquier riesgo nos vuelve inmensamente vulnerables.

Pero esa era mi visión imaginaria de un futuro peor al actual, que nada tiene que ver con la situación que ahora estamos viviendo. El coronavirus es como una gripe común, o no, mejor aún que ella.

Sobre la gestión de la crisis sanitaria por parte de España se insiste en el adagio de que tenemos la mejor sanidad del mundo. O al menos la mejor europea. O una de las mejores. No es algo que cuestiono, pero lo que sí me resulta sorprendente es que se intente convencer que en caso de que lo fuera, esto significa que la gestión de la crisis sanitaria iba también a ser la mejor del mundo.

Esta crisis es, ante todo, un insulto a la estadística (como ciencia). Se puede tener la mejor sanidad del mundo (en promedio) y no ser el mejor país para el tratamiento del cáncer, ni tener las listas de espera más cortas del mundo, ni los mejores médicos, ni los mejores hospitales. Es como en la competición del decatlón: uno puede ser el mejor del mundo en ese deporte y seguramente no sea el mejor del mundo en ninguno de los diez deportes que lo componen.

Probablemente un país con una sanidad deficiente, pero acostumbrado a problemas, pueda gestionar mucho mejor una crisis así. Mención aparte a los países más totalitarios, como Rusia o China, que están dando un tratamiento a veces brutal, pero indudablemente mucho más efectivo.

Con la mascarilla de la autocomplacencia y seguros de nuestra capacidad de respuesta, no queda otra que cometer muchos errores.

La situación actual de España (276 afectados) es similar a la que tenía Italia el día 24 de febrero. Es razonable esperar que la situación española dentro de 11 días sea exactamente la misma que tiene ahora Italia: 3.800 casos y tomando medidas de emergencia, como el cierre de colegios.

Si la medida es adecuada una vez se llegue a ese volumen de casos, será mucho más adecuada (y producirá menos pérdidas) si se produce 11 días antes.

Sólo se me ocurren dos motivos por los que esto no debiera hacerse: que sean medidas antes las que no se ve final (colegios cerrados hasta el verano) y ante las que uno sólo puede enfrentarse cuando sea la opinión pública la que las solicite. O que se piense que Spain is different, y no hay ningún motivo para esperar que nos va a ocurrir lo mismo que Italia. Esa segunda explicación es, lamentablemente, bastante probable. Y muestra hasta qué punto nos hemos desconectado de la realidad algo por cierto presente en nuestras noticias desde mucho antes de que el virus existiera.

Las opiniones de personas relacionadas con pacientes en España muestran un escenario patético: no se realizan pruebas, salvo que la situación sea más que obvia. Incluso entre familiares muy próximos a enfermos, ni insistiendo se les hace una analítica. Hay gente a la que no se le ha detectado el virus hasta después de muerta. Los pasajeros provenientes de los países con más afectados se pasean por los aeropuertos con total libertad. Está bastante claro que los casos reales en España están muy alejados de las estadísticas oficiales. No creo que haya ni el doble ni el triple, será otro orden de magnitud mucho mayor.

El recuento de enfermos recuerda al cálculo del IPC en los tiempos en que había mucha inflación, en que se trataba de maquillar el número, a veces retirando productos muy consumidos de la cesta de la compra. También recuerda al dato de desempleados que se recorta de forma desesperada con todo tipo de artimañas. O el cálculo del déficit que tenemos que rendir ante la Unión Europa. En España siempre hemos sido muy buenos maquillando cifras.

El mapa de contagios a lo largo del mundo muestra una sorprendente imagen: a diferencia del ébola, el zika o incluso el sida, estamos ante una enfermedad que está golpeando más fuerte en los países más desarrollados. Los países pobres no se salvan porque tengan la mejor de las sanidades posibles, ni porque sean más resistentes. Simplemente están obteniendo un inesperado beneficio de su propia miseria: muchos menos viajes comerciales. Y aún en el caso de tener infectados, la tranquilidad que brinda el desconocimiento. Como hemos visto en España, test que no sea hace, enfermo que no existe.

La gran ventaja que está salvando a los países pobres es la extraña regla de que cuanto peor sea el clima de un país, mayor nivel de vida suele tener. Noruega, Canadá o Nueva Zelanda tienen inviernos severos, pero economías sólidas. Docenas de países africanos estarán relativamente inmunes al coronavirus por el simple hecho de que están ya viviendo en el verano que acabará con el virus de España o Italia.

Decenas de miles de cancelaciones de viajes, destinos habituales dejan de ser seguros. Los pesos pesados del turismo europeo: Francia, Italia y España, están entre los países con más afectados. Una segunda oportunidad para destinos que habían sufrido mucho en el pasado: la gente vuelve a pensar en Túnez, Egipto o Turquía. Estos destinos no tienen nada que envidiar a los europeosen tanto en cuanto sigan siendo seguros y en el momento en que los turistas empiecen a probarlos, les costará volver a la rutina de nuestras playas, más que vistas.

Se suele manipular mucho con la mezcla de argumentos cuando se habla del coronavirus. Para intentar justificar la inacción, se habla de que la enfermedad es muy leve, apenas como una gripe. Hay dos aspectos muy diferentes. La enfermedad en sí misma no tiene nada que temer. Pero la crisis sanitaria sí es muy grave. Si el gobierno de turno dijera: señoras y señores, no vamos a hacer nada, no habría muertes masivas ni repetiríamos escenas de The Walking Dead sobre las playas de Benidorm. Moriría mucha gente, si se la compara con los feminicidios o los accidentes de tráfico. Pero un número razonable si se hace el paralelismo con las muertes por enfermedades comunes.

El verdadero problema serían las consecuencias indirectas. Italia ya está considerado un país insalubre. No creo que sea buena idea hablar en italiano en el metro de Moscú. Nadie se plantea visitar ese país en el medio plazo. Seguramente hasta la gente estará dejando de comer pizza. La imagen del Eat, Pray, Love, del país donde se puede ser feliz, se desvanece. Conseguir una buena reputación cuesta años de esfuerzo, perderla, apenas unas cuantas malas decisiones.

En Irán, la situación alcanza niveles dramáticos. Se trata de un país con lo peor de varios mundos. Sometido a creencias casi infantiles por la enorme influencia de la religión, con un gobierno tiránico pero incapaz. Se oculta información de forma sistemática y tienen un sistema sanitario bastante deficiente. Un país pobre donde nieva mucho. ¿Qué puede salir mal?

La gestión en Irán ha sido tan nefasta que puede equipararse con el ejemplo de no hacer absolutamente nada. Los hospitales están sólo para los pacientes VIP. Las cárceles están llenas de enfermos, que nadie quiere cuidar. Prácticamente todo el mundo está infectado, una gran parte de los miembros del Parlamento lo está ya de forma oficial. Pero como es una enfermedad leve, muchos no tienen síntomas y pasarán el trance sin enterarse.

En general no se tolera hablar negativamente de la situación. No se critica a los sanitarios, porque al fin y al cabo, son los que están en la primera línea de fuego. Pero eso como decir que no se debe criticar a los políticos porque son ellos los que nos gobiernan. La crisis sanitaria muestra muchas de nuestras vergüenzas: diagnósticos superficiales y paracetamol. Falta de medios, docenas de organismos y administraciones peleando entre sí. Enfermeros sin medios y Wallapop lleno de mascarillas robadas por médicos y de gente que regatea y marea con mensajes sin intenciones reales de comprar: eso somos.

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Aquí mando yo

Aquí mando yo: Historia íntima de Podemos, es un libro del periodista Luca Constantini publicado a finales del 2019. En él se narra la historia del partido político español Podemos.

No se trata de un libro al uso. Asume que el lector dispone de un conocimiento avanzado sobre los protagonistas de la historia y evita por tanto entrar en presentaciones a los personajes o introducciones a algunos de los elementos principales de la trama. Me imagino que el autor, al escribirlo, estaba pensando dos cosas: quiero escribir un libro que me hubiera gustado leer a mí, y quiero escribir un libro que pudiera interesar leer a Pedro Sánchez.

Para más inri, el libro trata sobre Podemos y no trata de ensalzarlo (libro patrocinado por Podemos) ni de destruirlo (libro patrocinado por la derecha o izquierda antagónica). Pero además el autor no tiene ningún escrúpulo en mostrar su opinión honestamente: se trata de un periodista especializado en Podemos y que al mismo tiempo no comulga con las ideas del partido.

Con todas estas características tan infrecuentes (libro avanzado, libro bastante imparcial, sin segundas intenciones ni patrocinadores, libro honesto y nada tibio) ni que decir tiene, estamos ante una gran lectura que recomiendo plenamente.

En lo estilístico, se nota que el autor no es español y puntualmente aparece alguna construcción extraña o el doloroso el racimo de uva como nombre de uno de los capítulos. Aún así, mucho mejor que otros libros escritos con más presupuesto.

El libro narra el nacimiento de Podemos, a través de las experiencias políticas de algunos de sus más destacados personajes. Un hecho que desconocía ─ y que posiblemente le ocurra a otros─ es cómo comenzó la carrera en política de Podemos. Pablo Iglesias era un tertuliano brillante que con sus intervenciones a otro nivel irrumpió en la televisión con un rotundo éxito, hasta tal punto que en pocos meses se convertiría en una de las imágenes mejor valoradas de la izquierda.

Por aquel entonces militaba en Izquierda Unida y simplemente aspiraba a ser el cabeza de lista del partido para las Elecciones Europeas. Izquierda Unida, un partido de pobres donde los puestos son tremendamente luchados y competidos, no le permitió saltarse la fila. Ya había muchos otros políticos que llevaban tiempo esperando para esa oportunidad.

En un movimiento tan valiente como eficaz, aupado por algunos sectores de Izquierda Unida y utilizando todos sus contactos, monta el proyecto de Podemos en tiempo récord. Consigue presentarse a las Elecciones Europeas, y para sorpresa de todos, consigue un excelente resultado. El resto, es historia.

A lo largo del libro aparecen muchas figuras importantes: Tania Sánchez, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, Manuela Carmena, Ada Colau, Irene Montero. Las endogamias recuerdan a los tiempos en que se casaban entre familias para estrechar relaciones profesionales. Los novios y las novias cambian de mano entre unos y otros, parece que un político de Podemos sólo puede salir con otro (o con un asistente).

El autor da mamporros a diestro y siniestro y no deja títere con cabeza. Lo que comenzó como un grupo de jóvenes lleno de buenas intenciones, a poco que sus dirigentes comenzaban a tocar poder ─y las gloriosas nóminas que le suelen acompañar─ su máxima preocupación pasaba a ser sobrevivir en los puestos a cualquier precio.

Pablo Iglesias sabía que superar a Izquierda Unida, para luego fagocitarla, era algo totalmente dentro de sus posibilidades. Pero con una ambición desmesurada para alguien proveniente de Izquierda Unida ─que siempre ha tenido mentalidad de pobre─ veía posible dar el famoso sorpasso al Partido Socialista, algo que el tiempo demostró que era perfectamente posible. De no ser por un Pedro Sánchez que se creció en la adversidad y consiguió ganar la dirección del partido cuando parecía que estaba ya dado por muerto políticamente, seguramente lo habría conseguido. Es posible que ese adelantamiento a los socialistas habría causado dimisiones, cambios de chaqueta y mucho dolor al tradicional partido líder de la izquierda. Pero en vista de los acontecimientos que hemos visto con el tiempo, hubiera sido cuestión de tiempo que todo hubiera vuelto a su cauce.

Ahora el autor habla de un Pablo Iglesias cansado y que está pensando en una retirada digna que le permita vivir cómodamente el resto de su vida ─como tertuliano o incluso presentando un programa de televisión─ antes que con la tediosa vida de los políticos, que no trabajan mucho pero tienen que vigilar cada palabra que dicen y cada foto que se dejan hacer.

El partido, como su líder, está prácticamente agotado. El barco no admite muchos más parches sin que se hunda. Está lleno de enemigos internos, externos, facciones y divisiones. Sus propuestas políticas se mueven entre la fantasía, la improvisación y el absurdo. Sólo el disponer de un líder extraordinario ─brillante en las segundas elecciones de 2019─ les ha permitido llegar tan lejos con tan poco.

A lo largo del libro Costantini desgrana las contradicciones y mentiras de muchos de los dirigentes. Por supuesto deja en muy baja consideración a Errejón, pero por contra de lo que la mayoría pudiera pensar, uno de los personajes más siniestros es, en su opinión, Manuela Carmena, la ex-alcaldesa de Madrid.

Con la imagen de bonachona y amable, es cierto que el periodismo ha evitado los ataques más directos a su gestión o sus desaciertos, prefiriendo centrarse en un blanco más fuerte que pudiera responder mejor a los golpes.

Ante los problemas, su estrategia consistía en ponerse de perfil, hasta que el asunto dejara de ser de actualidad. «Ella es como Messi en el Barça, que si pierde es culpa del equipo y si gana es mérito suyo»

Hoy en día parece que las campañas políticas se ganan en Facebook con dinero de Rusia, pero también los políticos guays pagan por los anuncios de las redes sociales. Refiriéndose al Ayuntamiento de Madrid:

Disparó el gasto en Facebook y otras redes sociales un mil por ciento, hasta un desembolso anual que superó los cinco millones de euros.

Por contra, el libro acaba dibujando, casi sin querer, a una protagonista inesperada. Rodeada de oportunistas, chaqueteros, tránsfugas y políticos malintencionados, aparece la figura de Irene Montero, como una de las pocas personas que es 100% Podemos. Aunque posiblemente su imagen pública esté muy deteriorada, y se presente como una aprovechada que ha explotado la posición personal dentro del partido, en el fondo es una de las pocas personas que se mueven por las mismas ideas con las que entraron en el partido.

Así, estamos ante una rareza: periodismo de calidad en España (tiene que venir un italiano a hacerlo) una historia interesante, llena de contradicciones, siendo sus protagonistas políticos que provienen de la izquierda. Y hay villanos y héroes donde no lo esperas. Tienes que leer ese libro.

Manual de resistencia

Ante el incontestable éxito electoral de Pedro Sánchez Pérez-Castejón en las elecciones generales de 2019, no me quedó más remedio que leer su libro para intentar entender las bases en que se sustenta dicho triunfo.

El libro, criticado en prensa por cuestiones superficiales ─me imagino que por periodistas que se lo leyeron en diagonal─ es una descripción personal de los últimos acontecimientos en España, partiendo de su nombramiento como Diputado del Congreso en 2013 hasta sus primeros días en la Presidencia del Gobierno tras la exitosa moción de censura a Mariano Rajoy en 2018. Es tal el volumen de noticias falsas (o manipuladas, o interesadas, o contadas antes de saber la verdad, en un entorno en que los desmentidos no existen) que una parte importante de esa narración llega hasta a sorprender: Ya sea por su personal punto de vista ─que aporta información de primera mano y desconocida─ o simplemente por rememorar aspectos que la prensa había contado de otra forma.

Aunque el autor del libro es Pedro Sánchez, está escrito íntegramente por Irene Lozano. Jamás he leído un libro así. Es lo suficientemente interesante como para que me lo haya leído entero, lo que lo pone en el top 20% de los libros que llegan a mis manos. Pero al mismo tiempo, tratándose de un libro profesional y llamado a ser un super ventas, es de una escritura chapucera y un trabajo de adaptación tan pobre, que causa verdadero bochorno.

En el libro casi se puede oír la voz de Pedro Sánchez. Tal y como él mismo ha contado, está basado en largas conversaciones con Irene Lozano, que ésta ha trascrito desde las grabaciones de voz, en demasiadas ocasiones con una total literalidad. Se siente casi como un audiolibro. No hay síntesis, no hay traducción del lenguaje oral al escrito. Supongo que se habrá limitado a corregir repeticiones, ampliar mínimamente el vocabulario y ordenar las conversaciones. Tengo un profundo sentimiento enfrentado, porque por un lado se percibe la poca profesionalidad de la adaptación y al mismo tiempo es un libro que se lee con interés.

Siempre me había parecido que Pedro Sánchez era el político con más inteligencia política del panorama español. Quizás Mariano Rajoy fuera el político más astuto, por su capacidad para hacer no haciendo. Pablo Iglesias tiene algo de líder mesiánico, capaz de empatizar con las masas que le siguen hasta la muerte. Albert Rivera me parece el político más profesional de todos: todo terreno y uno de los más hábiles en casi cualquier cuestión. Santiago Abascal es un personaje que simplemente cae bien, al margen de sus ideas, defiende una de las posturas más complicadas con una sonrisa en la cara y dando un enfoque positivo. Pero Pedro Sánchez tiene algo más. ¿Qué tiene Pedro Sánchez?

Siempre había pensado que era pura estrategia. Se mueve por el tablero político como una rubia polioperada que parece que no sabe lo que hace y a la que nadie tiene en cuenta. Hasta que ocurre algo inesperado…que le favorece. Una y otra vez, la suerte parece perseguirle. Que sus ideas y su equipo a veces me causen rechazo ─o directamente repulsión─ no resta ni un ápice mi admiración hacia él y su capacidad política. Al igual que los otros líderes de la política española, se trata de una persona que ha llegado a un puesto muy complejo que no está al alcance de cualquiera. En España es muy común menospreciar a los políticos del bando que no te gusta. Eso le ha sucedido mucho a Mariano Rajoy, del que casi todo el mundo se cree más inteligente. No deja de ser fascinante cómo personas que no han llegado a nada en la vida se ven muy por encima de alguien que ha dirigido un país. A veces basándose en un simple aspecto, como su inexistente nivel de inglés o sus habilidades para el baile. La ignorancia es muy atrevida.

Una y otra vez a lo largo del libro, Pedro Sánchez consigue quitar mérito a cada una de sus más acertadas decisiones. La ascensión a Secretario General partiendo de ser un total desconocido, su valiente dimisión cuando el PSOE aceptó investir a Mariano Rajoy a través de un voto de abstención. Su vuelta a la dirección de su partido, cuando todo el mundo lo daba por desahuciado políticamente. Y finalmente la exitosa moción de censura, la primera que funciona, conseguida en apenas un par de días. El factor que se repite siempre es que la gente a su alrededor le empujaba a tomar las decisiones que el tiempo ha mostrado como estratégicamente brillantes. En algunos casos, casi contra su propia intención inicial.

Así, después de leer el libro he reemplazado una virtud con otra. De considerarlo un excelente estratega, su verdadera virtud en realidad es otra: una gran capacidad para tomar el pulso de la calle. Aunque casi con toda seguridad tiene un Master que no debería tener, eso no quiere decir que no tenga capacidad más que de sobra para obtenerlo. Precisamente su magistral inteligencia social, para percibir qué está demandando la sociedad española, sus militantes, o sus compañeros de partido, entre cientos de mensajes contradictorios, aduladores, manipuladores o intrascendentes. Una habilidad extraordinaria que combina con un perfil suave ─que no blando. Es un político con una dilatada trayectoria del que, sin embargo, apenas si hay dónde criticar. Su “polémico” Master, que aún es menos cuestionable que los títulos conseguidos por el líder de la oposición, Pablo Casado. Los vuelos privados en el avión que tiene por ser Presidente del Gobierno. Hasta Pablo Iglesias, que probablemente nunca llegue a nada importante políticamente, está muchísimo más erosionado, sin haber tocado poder jamás en su vida.

Unido a su atractivo físico y su perfil de político preparado, con idiomas y conocimientos de economía, con una familia de libro, es el candidato que todo partido querría tener. Si no fuera porque le toca defender las ideas del Partido Socialista.

Cuando durante el libro se enfrasca en explicaciones de la problemática española, recalca con firmeza problemas que realmente son de los más importantes:

Un país que pierde a su juventud es un país sin futuro. Una de las grandes quiebras de nuestro tiempo es que se está incumpliendo la promesa según la cual cada generación viviría mejor que la anterior.
Si no restablecemos ese contrato, si convivir no significa ningún compromiso intergeneracional, corremos el riesgo de que la sociedad se fragmente hasta tal punto que no sea sostenible.
Hoy día ser joven en España implica tener un salario bajo, un trabajo precario y una extrema incertidumbre respecto al futuro. Por eso una de las primeras medidas en las que nos pusimos a trabajar como Gobierno fue un plan contra la explotación laboral.

En el plano económico estamos inmersos en un mundo de bajo crecimiento, precarización de los salarios y una deuda que no cesa de crecer.

En la ruptura del discurso lógico, esencia fundamental de la izquierda, enuncia un punto de partida irrefutable y llega a un destino razonable, sin creer que sea necesario que ese camino tenga que sustentarse en la lógica.

Si esa revolución tecnológica se desarrolla políticamente como lo ha hecho la globalización, habrá grandes avances, pero no se beneficiará de ellos toda la sociedad, sino solo unos pocos. Que esto se haga de otra forma y que la revolución robótica beneficie a toda la sociedad no es un problema que vaya a resolver la tecnología: ha de hacerlo la política. Lo mismo sucede con los problemas medioambientales o la discriminación de las mujeres: hace falta poner el feminismo y el ecologismo en el centro de las políticas, pues solo de ellas vendrán las soluciones.

Comienza expresando los grandes retos del futuro de forma sucinta y muy lograda, para luego dar un triple salto mortal y ofrecer su desquiciada solución: si no hay trabajo (ni futuro) para los jóvenes, tenerlos entretenidos con las luchas feministas y medioambientales. Creo que en todo el libro no menciona las pensiones ni una sola vez ─y si lo hace es de pasada.

En España las pensiones tienen dos caras terribles: son un problema actual en sí mismas, pero al mismo tiempo destruyen cualquier posibilidad racional de solucionar las demás dificultades: la más preocupante es la menguante perspectiva personal y laboral para los jóvenes del país.

Tras leer su libro, me ha sorprendido descubrir que se cree (casi) todas sus ideas. El discurso de la izquierda es tan ilógico, que es complicado de asimilar para personas con cierta inteligencia. Hay que tener una especial habilidad en mirar para otro lado en determinados momentos de la exposición. Pedro Sánchez tiene tal facilidad para conseguir esa suspensión de la lógica, que no me extraña ahora que haya llegado tan lejos. A diferencia del discurso de Podemos: con enemigos, revanchista, de quitárselo a los culpables (ellos) para dárselo a los inocentes (nosotros), el socialista es casi impecable, si aceptas que el razonamiento sólo tendrá un pequeño paso por la ficción.

Otra habilidad extraordinaria de Pedro Sánchez es su adaptación a los nuevos tiempos políticos. A pesar de venir de la vieja política y haberse encontrado con los terremotos de Ciudadanos y Podemos, ahora no cabe duda de que es el político que mejor entiende el nuevo escenario alejado de los gobiernos monocolor. Dispuesto a pactar con quien haga falta, a pactar abiertamente o de forma subrepticia, a proponer acuerdos sin ofrecer casi nada a cambio y a hacerlo a veces sin reconocer concesiones. Se mueve como pez en el agua en el mercadeo de votos y favores, una virtud que Ciudadanos supo iniciar pero que con el tiempo ha renunciado a ella, obteniendo una imagen más coherente pero mucho menos práctica. Pedro Sánchez además es muy hábil tratando de vender méritos ajenos como propios y de gestionar los medios del Estado a su mayor conveniencia ─como decidiendo la fecha de las elecciones en el momento más propicio a su partido.

Una de las frases más interesantes del libro es cuando se cuestiona por qué la derecha no tiene esa misma facilidad que ellos para atraer al votante. Y es que el socialismo que ellos defienden tiene algo de lo que carecen el resto de partidos, en especial Ciudadanos: tienen una ideología detrás. Para colmo de males, la frase no es ni siquiera suya:

En realidad, como ha dejado escrito Jordi Sevilla, se trata de la única ideología existente hoy en día. El neoliberalismo no existe como ideología, ha resultado ser un sumatorio de retales que carece de estructura y de una visión de la sociedad.

Ser progresista, es tener una ideología, mientras que escoger a cualquier partido de la derecha, aunque probablemente sea una mejor elección, carece de la fuerza que da tener un conjunto de ideas coherente (principios que suenan bien, ideas que suenan bien y una suspensión en la lógica para que todo cuadre). El paquete “vegano/feminista/bienvenido sean los inmigrantes/ayudar a los necesitados/que pague más quien más tiene/derechos para las minorias” es impecable, mientras que en el extremo de la derecha hay un batiburrillo confuso que no hay forma de pegar: “religión/derecho a la vida/penas más fuertes para criminales/toros/menos impuestos a empresas/la familia”. En unos tiempos en que la gente navega perdida por la vida, disponer del cemento de la ideología no tiene precio.

En resumen se trata de un libro mucho más interesante de lo que esperaba. Los últimos capítulos se hacen insoportables (muy largos e interminables) pero tiene cierta frescura para ser un libro que cuenta una historia que ya conoces. Pedro Sánchez es un brillante encantador de serpientes, va mordiendo aquí y allí y sólo con un poco de cuidado eres capaz de leer entre líneas. Sin una sola mala frase es capaz de contar como el Partido Socialista estaba (y probablemente aún esté) totalmente prisionero de las opiniones y el poder de los barones (líderes territoriales) y expresidentes nacionales (Felipe González y Zapatero) con los que nunca se acabó de llevar bien. Se atreve a mencionar la corrupción del PP y sin temblarle el pulso te dice que el PSOE no tiene nada parecido a eso en ninguna parte.

Finalmente, Pedro Sánchez se ve a sí mismo casi como un miembro de la clase media, una absoluta desconexión con la realidad exactamente donde hace falta. De alguien que se despidió a su mismo, no que recibió un despido improcedente, dice:

Tenía algo de dinero ahorrado, más lo que me correspondía como indemnización del Congreso. Alguna gente cree que los diputados salimos de allí con pensión vitalicia y la realidad es que ni siquiera tenemos una prestación por desempleo. Nos corresponde un mes de sueldo por cada año que hemos estado en el Congreso y eso cobré.