Claude Bloodgood

Todo el mundo tiene muy claro que el mejor jugador estadounidense de ajedrez ha sido Bobby Fischer. Aclamado por los fanáticos como el mejor jugador de la historia, consiguió acabar con el reinado indiscutible de los jugadores soviéticos, como perpetuos campeones mundiales.
El segundo mejor jugador de los Estados Unidos es, sin embargo, un título incierto. Desde la época de la Guerra Fría, Estados Unidos se ha ido nutriendo de jugadores formados en la Unión Soviética, que escapaban de su país y eran acogidos en la república de las barras y estrellas.
En las Olimpiadas de Ajedrez siempre ha resultado irónico ver el listado de nombres de los jugadores de Estados Unidos. Con jugadores como Boris Gulko, Alexander Shabalov, Roman Dzindzichashvili, Gregory Kaidanov o Alex Yermolinsky no era de extrañar que a la selección norteamericana se la suela llamar Rusia B.
De entre todos esos rusos, sólo Gata Kamsky apuntó posibilidades de alcanzar el título mundial. La historia de Gata Kamsky puede leerse aquí (en español). Les aseguro que no tiene desperdicio.
Anterior al propio Fischer, Samuel Reshevsky estuvo mucho más cerca de conseguir el título mundial, justo antes de que los jugadores rusos eclipsaran al resto del mundo. Reshevsky comparte con Kasmky el haber sido un niño prodigio y el haber dejado el ajedrez profesional en algún momento de su vida.
Si medimos la importancia de una persona por el tamaño de su página en la Wikipedia, el segundo jugador norteamericano más famoso no es ninguno de los hasta aquí citados. Tal vez fuera Claude Bloodgood.
Nacido en 1937 como Klaus Frizzel Bluttgutt III, su origen no es del todo claro. Hijo de emigrantes alemanes, no es seguro si nació en México o directamente en Alemania. Lo que se sabe de él comienza con su participación en la Federación de Virginia de ajedrez, a finales de los 50. En aquella época pudo conocer de primera mano el funcionamiento del sistema de rating del ajedrez, el ELO, que acababa de ser instaurado. Hoy en día, más de cuarenta años después, el sistema sigue usándose de forma más o menos idéntica a como Claude Bloodgood lo encontró. El primer rating que se adjudicó a este jugador fue el de 1656, propio de un aficionado.
Mientras se entretenía con el ajedrez, y a pesar de su buena sangre Bloodgood comenzó a tener problemas con la justicia. Uno detrás de otro, lo que le llevó a la cárcel allá por 1960. Recién salido de ella, en 1969, asesinó a su madre. Fue condenado a Pena de Muerte.

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El tramposo empedernido

Lo primero que le sorprende a los novatos en el ajedrez es ver la cantidad de impresentables que hay en el mundo del ajedrez. Uno espera que los jugadores más tramposos, con peores formas, ocupen los escalones más bajos del ranking. Sin embargo, para su sorpresa, una parte considerable de los mejores jugadores está formada por personas zafias, miserables y en algunos casos con comportamientos casi criminales.
De entre todos estos personajes, que no dejan de ser una minoría, hay uno que, en mi opinión, sobresale lo suficiente como para ocupar el puesto del peor jugador de la historia. Su nombre no es nada fácil de recordar: Zurab Azmaiparashvili.
La lista de escándalos en que se ha visto implicado, dentro y fuera de los tableros de ajedrez, es interminable. Sin embargo, parece como si ello no hubiera afectado a su reputación personal: no en vano es uno de los Vicepresidentes de la Federación Internacional de Ajedrez, y el presidente de la Federación de Ajedrez de Georgia.
De las muchas historias que sobre él pueden contarse, sin lugar a dudas la más sorprendente es la de cómo llegó a la élite del juego de ajedrez.

El sistema ELO

Las categorías del ajedrez internacional son dos: Maestro Internacional y Gran Maestro. Maestro Internacional puede ser hoy en día, con esfuerzo, tiempo y con bastante dinero, cualquier persona de inteligencia media que se lo proponga. No es tarea trivial, pero muchas personas de escasas cualidades han conseguido dicho título. A día de hoy hay 2.686 Maestros Internacionales en el mundo.
Llegar a Gran Maestro es mucho más complicado. Hace falta una parte de talento, mucho más esfuerzo y no todos los que lo intentan lo consiguen. Aún así hay bastantes que acaban alcanzando ese título. Hoy en día existen 1.025 Grandes Maestros.
En otra época, el título de Gran Maestro era una garantía de que se formaba parte de la élite mundial. Apenas había un par de decenas de Grandes Maestros; con el tiempo, al aumentar el número de jugadores y el de encuentros válidos para el ranking mundial, muchos más se han ido subiendo a la categoría. Hoy en día, dado el volumen de Grandes Maestros, ser uno de ellos no significa nada.

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Mejor libro de ajedrez de la historia

Las reglas fundamentales del ajedrez

El juego está lleno de reglas que son totalmente lógicas y comprensibles. Las cuatro reglas fundamentales del ajedrez son las siguientes:

La seguridad del rey. El rey es la pieza fundamental del ajedrez, perdiendo este, se acaba la partida. El rey nos simboliza a nosotros mismos. El resto de piezas son nuestas habilidades y nuestros bienes materiales. De nada han de servir estos si perdemos la vida.

El centro. El control por el centro del tablero de ajedrez es fundamental. Como dirían los americanos, Location, location, location. El centro del tablero es como el de las grandes ciudades, puedes tener un bloque de edificios en la periferia, pero si tienes un buen apartamento en el centro del tablero, tienes algo de más valor.

El desarrollo. Hay que tener a todas las piezas de ajedrez jugando lo antes posible. Las piezas de ajedrez son como tiendas, si no están trabajando, es como si no las tuvieras, es más, sólo producen pérdidas.

La iniciativa. Hay que tratar de atacar. Hay que intentar que las jugadas de nuestro rival sean defensas contra nuestras amenazas. Tener que pensar qué hacer para vencer a nuestro rival, no qué estará haciendo nuestro rival para vencernos. Como en cualquier mercado, hay que tratar de innovar, de tener la iniciativa, de pensar qué producto nuevo podemos crear, no estar esperando a ver qué sacan los demás para tratar de copiarlos.

La utilidad de los libros de ajedrez.

Sólo siguiendo estas reglas del ajedrez, nuestros resultados ya pueden mejorar mucho. Sin embargo, para avanzar realmente en este juego, hay que estudiar. Es increíble lo que hacen los libros de ajedrez por las personas. Toda la gente que conozco que ha estudiado alguna vez un libro de ajedrez es capaz de ganar a todos sus amigos y familiares. Ese es un placer que cualquier persona aficionada al ajedrez merece conocer.

A pesar de ello, cuando una persona, recién iniciada en el juego de ajedrez trata de comprar un libro con que iniciarse, carece de referencias válidas. Casi todos realizan compras pésimas. Como ante cualquier otra compra, se dejan guiar por el título – cuanto más llamativo mejor -o por el autor – cuanto más afamado mejor. En ambos casos, se está incurriendo en un grave error.

Los mejores libros de ajedrez suelen tener títulos modestos. Uno de los más reconocidos se llama El ajedrez de torneo, escrito por el ruso David Bronstein. Otro muy bueno es Mi sistema, del también ruso Aaron Nimzowich. Sólo en casos excepcionales surgen títulos grandilocuentes. Como el Piense como un gran maestro de Alexander Kotov. Que no podía sino ser ruso.

Al pensar en “qué es un buen libro de ajedrez” uno debe comparar con el resto de libros:
Existen novelas que, en su momento, tuvieron un lugar destacado en la historia. Los relatos de Jean Austen, por ejemplo, no tienen apenas precedentes históricos en el estilo empleado. Sin embargo, hoy en día existen miles de novelas más interesantes que las suyas, con mejores descripciones y menos aburridas. Casi todas ellas se han alimentado de lo que Austen inventó, pero han llegado mucho más lejos. Es indudable que “Mansfield Park” es, en el sentido histórico, mucho más importante que cualquier novela de Diana Gabaldon. Pero Gabaldon vende más libros, y si un extraterrestre, sin idea de cómo van las cosas por la Tierra, tuviera que juzgar una novela de cada escritora, preferiría las de Diana Gabaldon.

También existen libros difíciles. “Abbadon el exterminador”, de Ernesto Sábato, es una soberbia novela, pero compleja a más no poder. La obra de Faulkner es fundamental en la literatura del siglo XX, pero no resulta fácil de leer. Autores tan renombrados como estos, tales como Hemingway o Bioy Casares han escrito libros tan buenos como los de ellos, con un lenguaje asequible a todos y con niveles de lectura tan complejos como el lector quiera darles.
En ajedrez ocurre del mismo modo. Libros que supusieron toda una revelación, como el antes citado “Mi sistema”, de Nimzowich, escrito en 1920, ahora resultan pobres y oscuros. La obra del genial Capablanca queda mejor expresada en boca de sus comentaristas que en la suya propia. En mi opinión, hay que evitar todos estos libros, al menos en la fase de iniciación.

También hay obras que resultan muy difíciles para jugadores noveles. Cualquier libro de Kasparov no deja de ser un infierno para quien no está un poco suelto en el juego. En general, los grandes maestros no saben expresarse en términos sencillos. Cuanto más famoso sea un escritor, más inadecuado resultará el libro para los que se inicien en el juego.

Libros básicos.

Los libros de ajedrez se dividen en tres categorías: elementales, básicos y medio-avanzados.

Los elementales se refieren a las propias reglas del juego: cómo mueve cada pieza, el concepto de jaque mate, las tablas por ahogado, la anotación, alguna partida sencilla e ilustrativa.

Los medio-avanzados van dirigidos a los que quieren superar el nivel de jugador aficionado. Jugando se aprende mucho, pero llega un momento en que no se puede ir más lejos en el progreso. En ese momento se requieren estos libros.

Los libros básicos son sobre los que trato de asesorar. Van dirigidos a aquellos que apenas si conocen las reglas del juego, y poco más. En mi opinión, estos son los libros que, casi todo el que se dirige a una tienda a comprar un libro de ajedrez, necesita.

Por un lado son los libros más importantes, pues tienen un público de más del 90% de los jugadores de ajedrez (técnicamente los libros elementales tienen un mercado potencial infinito, al igual que los cursos de húngaro).

Por otro lado, son los más difíciles de escribir. Se requiere la paciencia y la tenacidad de un monitor de iniciación, acostumbrado a los errores constantes de los niños, a ver cómo éstos piensan y cómo hay que corregirles. Pero también se necesitan conocimientos muy avanzados sobre el ajedrez para poder explicar el por qué de todas las cosas. Y el sentido común de no llevar demasiado lejos las explicaciones. Lo más simple es lo más difícil de explicar, a veces sin conocer lo más complejo resulta sencillamente imposible.


Esta es la posición básica de la apertura española. En un 90% de las partidas las negras responden moviendo el peón de delante de la Torre-dama, atacando el alfil recién salido (3…a6, 3…P3TD)

Aunque no lo parezca, explicar la causa por la que sucede este movimiento no es algo trivial. Muy pocos jugadores saben dar una explicación racional de por qué se realiza. Las mejores explicaciones suelen ser evasivas (ya lo verás luego) o engañosas (intenta forzar el cambio del alfil por el caballo).
En los libros de nivel básico, muchas veces se pasa por alto lo obvio, como este movimiento de las negras. El lector se queda en su casa, con cara de idiota, mirando el tablero pero sin entender nada. Pero no se engañe, la culpa muchas veces la tiene el escritor que no lo ha explicado porque no lo sabe.

Peor que esto, si cabe, es que a veces dan explicaciones equivocadas. Y crean ideas preconcebidas en los lectores, que costará mucho quitarles de la cabeza con el tiempo. Una mala explicación puede ser peor que ninguna.

Principales errores de los libros básicos

Además de la falta manifiesta de la preparación suficiente por parte de los autores, la mayoría de estos libros comete el mismo error: se nota la impaciencia del autor por tratar de empezar a tratar temas de niveles superiores. Les cuesta centrarse en la labor de enseñanza, quieren empezar a hablar de ideas estratégicas profundas, de combinaciones tácticas sorprendentes, ante un jugador que aún no entiende muy bien lo que es una clavada o una mala estructura de peones.

Algunos consejos para detectar libros malos o inadecuados:

Se dedican con cierto detalle a enumerar nombres de aperturas. Saber cómo se llama una apertura no sirve para nada. Muchos jugadores profesionales juegan aperturas que no saben ni cómo se llaman. Cuanto mayor sea este capítulo, peor el libro.

Tienen pocos comentarios. Las partidas se muestran muy seguidas, una jugada detrás de otra. Eso es horrible, porque cuando se reproduce sobre un tablero, si una jugada suscita dudas, no sabemos los motivos por los que se realizó. Cuanto más se detengan en los comentarios, tanto mejor.

Tienen muchos símbolos. Los símbolos se inventaron para abreviar espacio, no porque sean mejores que lo que significan. Fíese más de un comentarista que dice “es una buena jugada” que del que dice !.

Tienen un capítulo de historia del ajedrez. La historia del ajedrez es fantástica, pero si usted desea aprender a jugar, puede ignorarla durante un tiempo. Estos capítulos son de relleno, ni más ni menos. Si quiere conducir un coche, no necesita que le comiencen a hablar de la máquina de vapor y la revolución industrial, ni de Henry Ford. Usted quiere conducir, no le interesa todavía de donde vienen los coches.

Tienen una sección de trampas, trucos o celadas. Los trucos del ajedrez – comúnmente llamados celadas – tienen mucho atractivo. Son muy vistosos, provocan victorias rápidas. Pero son engaños que, si salen mal, se vuelven contra su creador. Crean malos hábitos de aprendizaje. Estos capítulos son muy fáciles de escribir para el autor, y sabe que son muy llamativos. Son trucos de efecto que usted no debe tolerar.

El mejor libro de ajedrez

Cuando me preguntan por un buen libro para iniciarse en el juego, me veo obligado a recurrir a un autor totalmente desconocido en España. Es sorprendente que el posiblemente mejor escritor de ajedrez de la historia apenas tenga traducciones al español. Gran parte de la culpa la tiene nuestra titulitis. El hombre que mejores libros de ajedrez ha escrito, pensados para el aficionado, para el que no sabe jugar, es el americano Irving Chernev.

Irving Chernev (1900-1981) fue un enamorado del juego. A pesar de su pasión por el ajedrez, era un jugador mediocre. A decir verdad, es uno de los peores jugadores de ajedrez de la historia que han escrito un libro de ajedrez.

Pero Irving Chernev, según sus propias palabras:

Probablemente he leído más sobre ajedrez y he jugado más partidas que ningún hombre en la historia.

Así, aún no destacando como jugador a nivel internacional, su cultura, su conocimiento del juego, eran superiores a los de cualquiera. El hecho de ser un jugador bastante malo le llevó a escribir con la suficiente modestia como para que, hoy en día, junto con una entrada en la Wikipedia, pueda ser recordado como el autor del mejor libro de ajedrez para personas que se están iniciando en el juego: Logical Chess: Move By Move: Every Move Explained(Ajedrez lógico: Jugada a jugada: Cada movimiento explicado).

Vamos a ver qué dicen otras personas al respecto de ese gran libro. En Amazon, una opinión de cinco estrellas, que suscribo totalmente:

He sido un entusiasta jugador de ajedrez durante 32 años. Hay algo (aparentemente genético) entre los jugadores de ajedrez que les (nos) hace acumular más y más libros de los que podamos jamás leer sobre ajedrez – quizás en el vano intento de llegar a ser alguna vez tan buenos como Garry Kasparov. Así, literalmente he visto y leído cientos de libros de ajedrez. Siempre que alguien me pregunta sobre cuál es el mejor libro con que empezar a aprender ajedrez serio, siempre les digo este libro, sin dudarlo. El libro es una serie de partidas (a nivel magistral sobre todo), en los que cada jugada, de ambos bandos, es comentada. El lector nunca tiene que preguntarse, “¿Por qué movió eso?” Las explicaciones son a nivel estratégico, de esa manera el autor explica cada jugada en términos de su valor a largo plazo, en vez de dar una secuencia de complicadas variantes para mostrar lo que podía haber ocurrido si el jugador hubiera elegido otra jugada. El único inconveniente a el libro es que es un poco antiguo y algunas de las aperturas que se usan han sido superadas por la moderna teoría de aperturas. Pero dado que el libro se centra en los conceptos, más que en variantes concretas, esta es una desventaja menor. Este libro es el mejor que existe como primer paso hacia el ajedrez serio. Y todavía no ha sido superado.

Además de en Amazon, el libro se encuentra gratis en el Emule.

En estos casos, no hay nada como el papel, si conoces a alguien que quiere aprender a jugar, ya estás tardando en recomendarle este libro. Lástima que la traducción en español sea casi imposible de encontrar.

Actualización 9 de Octubre de 2006. Xabier Burgos nos indica en un comentario que el libro es fácil de encontrar en español, por ejemplo se puede comprar por Internet en Iberlibro.

Ajedrez y ordenadores

Hombres contra máquinas.

En 1994, quien tenía un ordenador, alardeaba gustosamente de ello. Cuando uno de mis compañeros de clase se enteró de que me gustaba jugar al ajedrez, me comentó que él tenía un juego de ajedrez en su ordenador, y que era muy bueno.
A mi amigo le sorprendió que le dijera, con una absoluta indiferencia, que yo era mucho mejor que su juego de ajedrez. En realidad, nunca había jugado contra un ordenador, pero eran conocidos los muchos defectos que tenían las máquinas jugando al ajedrez. En especial, se hablaba mucho del efecto horizonte.
Aún cuando el ordenador es capaz de calcular muchas más jugadas que una persona, en algún momento del proceso debe detener sus cálculos. Ahí, es donde el ordenador actúa mucho peor que una persona y pierde su ventaja.
El efecto horizonte puede entenderse con este ejemplo: supongamos un hombre y una máquina que se encuentran en la ventana de un rascacielos, digamos en el piso 46. Una persona, podría considerar el tirarse por dicha ventana. Sus cálculos serían muy simples: al principio caería a la altura del piso 45. Eso no sería grave. Pero a partir de ahí, dada la altura a la que se encuentra, y la presumible aceleración, el resultado apunta a que sería muy doloroso.
El ordenador iría más lejos en sus cálculos. Consideraría la situación de caída, a la altura del piso 45. No le parecería preocupante. Luego vería que se llegaría a la altura del piso 44. Y luego al 43. En principio, calcularía la velocidad creciente de caída, pero no detectaría ningún peligro. El ordenador podría continuar sus cálculos hasta llegar al piso 20, o al piso 10 y ahí detener sus cálculos. Su conclusión final sería: una sensación muy fresca, del viento en la cara. Y saltaría.
Así, en el juego de ajedrez ocurre lo mismo. El ordenador calcula muchas jugadas – pero matemáticamente es imposible calcular hasta el final. En algún momento detiene su cálculo y se pone a mirar. Y ahí, los ordenadores eran muy malos, a decir verdad, ridículos. Mi amigo no pareció entender eso y se ofendió ante mi actitud chulesca. Durante mucho tiempo me insistió con apostar a ver quién ganaba. Finalmente, fui un día a su casa a jugar esa partida.
Aunque mi historia sucedió en 1994, una apuesta similar, a nivel más académico, había tenido lugar en 1968, entre David Levy, un maestro de ajedrez, y John McCarthy, un eminente investigador en Inteligencia Artificial de la prestigiosa Universidad de Stanford. Fueron 3.000 dólares, que era bastante dinero en la época. En este caso, la apuesta se hizo a largo plazo. Levy afirmó que nadie en el mundo sería capaz de tener una máquina que pudiera ganarle en diez años. Para un investigador, parecía plazo suficiente.
No recuerdo muy bien como fue mi partida contra el ordenador. Jugó la apertura con mucha corrección, hasta el punto de preocuparme por primera vez. Sin embargo, en cuanto salimos de la teoría de aperturas, comenzó a jugar como un niño pequeño, y le gané con suma facilidad. Más que lo mal que jugó, me sorprendió lo sorprendido que estaba muy amigo. Al fin y al cabo no tendría más que un costosísimo 486, con una potencia de cálculo similar a la de mi lavadora.
Mayor decepción debió sentir John McCarthy cuando, diez años después, tuvo que presentarse a jugar contra Levy. Él sabía que el programa que habían desarrollado no era lo suficientemente bueno. Efectivamente, Levy ganó con suma facilidad y se embolsó los 3.000 dólares.
La actitud de Levy también había parecido chulesca. Tras su victoria, la revista científica Omni ofreció un premio de 5.000 dólares al primer programa que fuera capaz de ganar a Levy. Hicieron bien en no establecer otro plazo de diez años, porque fueron exactamente once los años necesarios para que Deep Thought, el primer programa de ajedrez potente, le venciera en 1989.
Mientras los programadores informáticos se afanaban en pulir sus algoritmos de juego al milímetro, bebían la triste decepción de que sus resultados sólo mejoraban conforme la industria del hardware iba sacando mejores productos.
Al fin y al cabo, la dificultad mayor para un ordenador es saber cuando hay que dejar de calcular.
Para un hombre, es relativamente sencillo, pero para uno ordenador es algo demasiado complejo. Pensemos en que tenemos 20 euros que gastar en las rebajas. Hay para comprar una prenda. El ordenador tendría tiempo físico de mirar todas las prendas de la tienda, cosa que las personas no podemos – algunas mujeres sí podrían. Sin embargo, el ordenador tendría problemas para saber cual le queda bien. Tendría que probárselas todas. Hacer combinaciones con diversos pantalones y camisas, mirar los zapatos. Al final, elegiría sin mucha seguridad, por falta de tiempo. Los humanos no compraríamos la prenda idónea pero nos calentaríamos la cabeza mucho menos y elegiríamos mejor que el ordenador.
El trabajo de los programadores era inculcarle un gusto al ordenador. Sin embargo, cuando el hardware se mejoraba, esto no hacía tanta falta. Antes el programador ahorraba tarea suponiendo que los zapatos eran negros. Con procesadores más potentes, se podía probar con todos los modelos de zapatos del mundo y combinarlos con calcetines en el mismo tiempo que antes con los zapatos negros. Realmente frustrante.

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El experimento Polgar

¿El genio nace o se hace?
Laszlo Polgar, un pedagogo húngaro, tenía muy clara su postura: se hace. Y en consecuencia, orientó toda su vida, y la de su familia, a demostrar que es así.
Este pedagogo escribió un libro, “¡Cría un genio!”, en el que exponía su teoría: cualquier niño, con una adecuada educación podría llegar a ser un genio en lo que se le enseñara. Y dejó abierta una puerta a una mujer que estuviera dispuesta a tener hijos con él, para demostrarlo.
Así es como Laszlo Polgar acabó casándose con una ucraniana, que se mostró muy interesada en su método, a la que llevó de vuelta a su país, Hungría. El experimento acababa de comenzar.
Por razones de peso Laszlo decidió aplicar su teoría al juego de ajedrez. Por un lado, era un fuerte aficionado, así que podría hacer él sólo gran parte del trabajo. Por otro, es una de las ocupaciones más baratas que existen: basta con un tablero, unas piezas, algún que otro libro, y tiempo para pensar.
La primera hija que tuvieron, Susan, pronto se convirtió en una figura prominente del mundo del ajedrez. Los padres se centraron en su idea de forma obsesiva; la chica no fue al colegio, su educación se limitó casi exclusivamente al ajedrez y los idiomas, que iba a necesitar en su carrera itinerante por todo el mundo. Con una educación extraña, falta del contacto con otros niños, los Polgar nunca se ganaron las simpatías de la gente.
Sin embargo, los resultados estaban demostrando que el sistema funcionaba. Susan Polgar fue pronto la primera mujer del mundo, según la clasificación de ELO (equivalente a los puntos ATP). Y sólo tenía 15 años. En realidad era la única mujer que podía enfrentarse con los hombres de tú a tú. El historial de sus méritos es muy largo, aunque casi todos sus títulos van precedidos de “la primera”. Por ejemplo, fue la primera mujer en conseguir el título de Gran Maestro de ajedrez por méritos propios. Las anteriores mujeres, aún cuando hubieran podido conseguir el título con su juego, lo consiguieron por haber sido campeonas del mundo.

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Apertura india

Una de las aperturas más populares en el ajedrez son las denominadas “aperturas indias”. Son aperturas cerradas, o sea, en la que las blancas comienzan el juego con el peón de dama. El artículo de Wikipedia sobre ellas es bastante orientativo.
El término “apertura india” comenzó a emplearse a partir de 1920. Sin embargo, es sorprendente que una expresión tan reciente y bien documentada haya borrado su pista etimológica tan eficazmente.

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Zugzwang

Me fascinan los términos concretos.

4. adj. Preciso, determinado, sin vaguedad.

Muchos términos concretos provienen de idiomas extranjeros. En otras lenguas se pueden expresar a la perfección ideas abstractas como el deja vu francés, o el glasnot ruso que, en la lengua propia, sólo pueden expresarse tan correctamente usando una frase completa.
Uno de ellos, mucho menos conocido, es el alemán zugzwang. Se aplica al juego de ajedrez en aquellas situaciones en que un jugador pierde la partida – o una ventaja – porque está obligado a mover. El término proviene de la unión de las palabras Zug ( movimiento ) y Zwang ( obligación de ). La gramática alemana, que construye los complementos del nombre formando una única palabra, crea esta que es única y bella.

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Suicide chess

Sobre el juego de ajedrez hay cientos de variaciones. Dada la complejidad del mismo(muchas piezas distintas, tablero grande con casillas de distintos colores) el total de cambios en las reglas que determinan un juego muy diferente es casi infinito.
En mi vida he jugado a muchas de ellas. Unas son divertidas, otras angustiosas. Pero hay una variación de ajedrez, que fuertemente destaca entre las demás: el “suicide chess”.
Las normas son las mismas que en el juego normal, salvo las siguientes:
a) El rey es una pieza como cualquier otra: puede capturarse, puede coronarse un peón y solicitar un rey y no está permitido enrocar.
b) Capturar es obligatorio. En caso de poder realizar varias capturas, el jugador puede elegir.
c) Gana quien se queda sin piezas.

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Karol Wojtyla jugador de ajedrez

Un curioso aspecto de la vida del Papa es su faceta como jugador de ajedrez. Se le atribuyen numerosas partidas que aparecen en los libros técnicos del juego. Sin embargo, tiene que sufrir el oprobio de tantas otras personalidades a las que se le han atribuido partidas que, en realidad, jamás jugaron.
Una de ellas fue investigada por un periodista polaco, y narra sus pesquisas en esta interesante página(en inglés o polaco). Hago un resumen de su historia.
Encontró la citada partida en un artículo de un periódico, escrita por el Gran Maestro norteamericano Larry Evans. De salida le chocó el estrambótico nombre de su atribuido rival, Wanda Zartobliwy, y es que en polaco, Zartobliwy vendría a significar algo así como jocoso o de broma. Por otro lado, la fecha de la partida – 1946, época en que Karol debía estar en el seminario y era un total desconocido – y el hecho de que la rival fuese embajadora despertaron sus sospechas.
La falta de cosas mejores que hacer le llevó a investigar si era o no verdad que Karol Wojtyla había jugado dicha partida. Tenía la ventaja de ser polaco y periodista. Pudo preguntar a mucha gente que conoció al Papa en sus tiempos de estudiante. En principio, nadie pudo confirmar la falsedad de la citada partida.

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