Bollería industrial

Resulta que las mayores causas de sobrepeso entre la población son la comida basura y la bollería industrial. Lo que me molesta un poco del término bollería industrial es lo de industrial. Porque casi todo lo que compramos en el supermercado o consumimos es industrial. La lata de tomate frito es industrial, la leche semidesnatada es industrial, el bote de guisantes es industrial.
La bollería industrial es tan nociva como la bollería casera. Un paquete de magdalenas caseras tiene las mismas calorías, desglosada en los mismos apartados que una magdalena de bollería industrial. Porque lo que hace que se consiga sobrepeso no es lo “industrial” sino lo “bollería”. Igual que un paquete de patatas fritas hecho en casa tiene la misma combinación de grasas e hidratos de carbono que el que venden en McDonald’s. Otra cosas es que sepa mejor, sea menos adictivo o tenga algunos ingredientes innecesarios y perjudiciales para la salud. Pero en términos de calorías y de engorde, da igual de donde venga.
La bollería industrial no es mala, la mala es la bollería. Lástima que el gremio de bolleros industriales no haga campañas defendiendo sus productos. Los de los congelados o las latas de conserva llevan décadas convenciéndonos de que sus productos son tan sanos – se atreven incluso a decir que incluso más – que los naturales.

Internet cafe

En los oscuros inicios de Internet se acuñó la idea del Internet Café (o cibercafé). Un lugar al que la gente iría para visitar páginas de Internet mientras se toma un café o unas cervezas.
La idea era muy buena, pero la realidad es que los internautas de la época eran más agarrados que vieja en moto. Se sentaban delante del ordenador y se pasaban las horas sin gastar ni un céntimo, todo lo más una consumición si era obligatoria.
Así, poco a poco el concepto se fue erosionando. Los bares que habían levantado una infraestructura acabaron relegando toda una zona del local para esa parte de clientes. Había Internet Cafés que tenían una parte de Café y otra de Internet. Luego llegaría la distinción total: los Internet Café dejaron de ser bares para ser simplemente sitios donde se podía navegar por internet. Quizás habría algunas máquinas de venta de refrescos, o la opción de tomar un café. Poco más.
Los tiempos siguieron cambiando. Los portátiles se pusieron de moda. También los virus y los programas espía. Ya casi nadie se fía de un ordenador de un cibercafé. Ahora la gente prefiere tener la opción de conectar su propio portátil a un cable con conexión a la red. Nada más.
Así, quien quisiera montar un cibercafé ya no necesita las decenas de costosas pantallas y equipos. Ya casi basta con tener los cables. Y con la aparición de las redes inalámbricas (wireless) ni siquiera eso. Basta con que el local tenga una de esas conexiones para que cualquiera pueda acceder a ella.
Se ha realizado una vuelta completa. Ahora son otra vez los cafés los que ofrecen entre sus productos la conexión a Internet. De nuevo se espera conseguir clientes que visiten páginas de Internet mientras toman café y cervezas. Algo se ha aprendido de la experiencia porque en muchos casos se cobra por dicha conexión. Starbucks, la cadena de cafeterías por excelencia, tiene acuerdos con operadoras y con clientes pero en resumidas cuentas puede decirse que todavía hay que pagar para tener esa conexión.
Y es normal, porque de lo contrario los clientes consumirían menos y pasarían más tiempo en el local. Aunque los tiempos apuntan a que esas conexiones acabarán siendo gratuitas, tal vez obligando a alguna consumición o relegando a los clientes de redes inalámbricas a otra zona del local.
Y luego se pasaría a los locales de red inalámbrica, pero sin cafetería. Un oscuro lugar vacío lleno de mesas y de sillas. Un negocio virtual donde los haya. Y quien sabe a donde llegará esto. Quizás con los años todo el mundo tenga Internet en su móvil y lo único que hagan falta sean las mesas y las sillas. Lo que es seguro es que el café de la palabra Internet Café es totalmente accesorio.

Yemen Oman Qatar

En inglés sólo hay un país cuyo nombre empieza por Y: Yemen.
En inglés sólo hay un país cuyo nombre empieza por O: Oman.
En inglés sólo hay un país cuyo nombre empieza por Q: Qatar.
Son las tres únicas letras para las que sólo existe un país.
Es curioso que esos tres países estén prácticamente en un puño: todos hacen frontera con Arabia Saudi. Yemen Y Oman son vecinos. Mapa tomado de aquí.
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El debate en las palabras

Aunque yo mismo lo he hecho demasiadas veces, ahora pienso que es de muy mal gusto tratar de rebatir la opinión de una persona usando definiciones del diccionario.

asín.

(De así, con la n de otras partículas).

1. adv. m. vulg. así.

Todos sabemos que las palabras van más allá de lo que el diccionario diga de ellas. El verdadero significado de una palabra lo da el contexto histórico y social en que se emplee. Muchas palabras se entienden de una forma totalmente diferente a las definiciones del diccionario y es cuestión de tiempo que el diccionario se pliegue a la realidad.
Aferrarse a las palabras de un discurso para tratar de desacreditarlo es como insultar el vestuario de un orador. Es juego sucio y falto de estilo.
Tampoco está bien tratar de descalificar una opinión en base a meras faltas de ortografía. Cuando estas son demasiadas la lectura resulta insoportable pero aunque sean muchas, a veces exponen una idea interesante.
No sólo los analfabetos cometen muchas faltas de ortografía. Hay quienes no les dan demasiada importancia y no corrigen el texto (no está bien pero no es justificación suficiente para arder en la hoguera), hay quienes creen que saben escribir muy bien sin mirar el teclado ni la pantalla, hay quienes sufren escribiendo en un portátil, hay quienes piensan mejor que escriben. Hay extranjeros, hay jóvenes que aún no dominan el lenguaje pero sienten que tienen algo que decir, hay quienes prefieren decir algo rápido antes que no decir nada.
En español cometo bastantes faltas de ortografía, que trato de corregir. Pero alguna vez, cuando he escrito en una página en inglés, y por lo que escribo esto, me he sentido pequeñito y luego descalificado por las palabras, que no por las ideas. Y he acabado entendiendo que lo importante es lo que dices, y no tanto cómo lo dices. Y he comprendido que algunas personas que cometen errores saben más de ortografía que yo asín que mejor no digo nada.
Asín que si veis faltas de ortografía no dejéis de avisar.

Nombres de batallas

Los ganadores escriben la Historia

La Gran Guerra

Antes de que la cruenta batalla que enfrentó a casi toda Europa, celebrada entre los años 1914-1918, recibiera la denominación de Primera Guerra Mundial esta trágica guerra no tenía nombre. El nombre más común con que la gente se refería a ella era el de La Gran Guerra. Obviamente, al no existir ninguna otra, el de Guerra Mundial a secas era también mencionado, aunque en menor medida. Otros nombres provisionales para tan egregia contienda fueron los de La Guerra del Kaiser, la Guerra de las Naciones, la Guerra que acabará con todas las Guerras o simplemente la Guerra en Europa.
Desde el punto de vista de los distintos países también se barajaban otros nombres. Franceses y belgas se referían a ella como la Guerra de la Justicia. De un lado y otro de los contendientes se utilizó la denominación Guerra para Salvar la Civilización.
Como ya hemos mencionado aquí, la guerra con la que los Estados Unidos se independizaron de Inglaterra recibe el nombre de Guerra de la Independencia (para los británicos) y el de Guerra Revolucionaria (para los americanos).

Nombres de batallas

Si dar nombre a una guerra puede exigir que esta finalice y el resultado se asiente, y a veces ni incluso se consigue un nombre de consenso, con las batallas la tarea es mucho más complicada.
Dependiendo del contendiente, puede tener un nombre u otro. Quizás el caso más relevante sea el de la Batalla de Gallipolli, la más importante de las batallas de la Historia de Australia – que perdió – y a la que los vencedores turcos – que ganaron pírricamente – la llamaron la Batalla de Çanakkale. Los australianos eligieron el nombre de la península que fallidamente invadieron. Los turcos, con más lógica, el de toda la región. Para añadir más confusión, los franceses llaman a esta batalla como la de los Dardanelos.
En algunos casos las batallas son más bien guerras inmersas dentro de otras guerras. Tres batallas famosas: Verdún y Somme (Primera Guerra Mundial) o Stalingrado (Segunda Guerra Mundial) fueron combates que duraron meses y que tuvieron entidad suficiente para llegar a ser consideradas guerras en sí mismas. Aquí, más que una batalla se entiende como tal a una sucesión de conflictos bélicos que se agrupan bajo un mismo nombre.
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Las batallas, a diferencia de las guerras, ni siquiera se sabe si van a ocurrir o no. Dos bandos están próximos, uno acecha al otro y se plantea atacar. Pero a veces el defensor emprende una retirada cautelar que aborta la prevista ofensiva. Un soldado se levanta por la mañana y de lo único de lo que puede estar seguro es de que va a tener un mal día. Los americanos abominan de la Batalla de Gettysburg en su Guerra de Secesión. El 1 de Julio de 1863 comenzó una batalla que nadie imaginaría como una de las más cruentas de la historia reciente.
En el otro lado de la balanza, el sorprendente caso de la Batalla de Waterloo. Algunos oficiales británicos, ajenos a la trascendencia que tendría la victoria que resultó decisiva contra las tropas napoleónicas, dudaban si considerarla una batalla y no una simple escaramuza. Y es que hay batallas extensas e infructuosas, como la de Verdún y otras sencillas y decisivas, como Waterloo.

Nombres geográficos

Los nombres de las batallas pueden provenir de las circunstancias más peregrinas que uno pueda imaginar. Lo habitual son los lugares geográficos donde tuvo lugar:
Todo un país: Batalla de Malta (Segunda Guerra Mundial).
Toda una región: Batalla de Çanakkale (antes citada).
Una ciudad: Batalla de Madrid (Guerra Civil Española)
Un bosque: Batalla de la selva de Teutoburgo (siglo I, entre romanos y germanos).
Un río (Un caso muy frecuente por cuanto los ríos suelen ser una frecuente divisoria entre territorios): Batalla del Río Hidaspes (Alejandro Magno).
Una carretera: Batalla de la carretera Raate (Finlandia contra Rusia, en 1940)
O simples lugares.
Como todo castillo: La Batalla de Azincourt, entre franceses e ingleses en 1415.
Como una simple pensión: Batalla de Campbell’s Station, de la Guerra de Secesión americana.
El caso extremo es un lugar tan inhóspito que no tenga nada cerca que pueda darle nombre. Y entonces puede optarse por la solución de nombrarlo por sus coordenadas geográficas: Batalla del 73 Este, en la Guerra del Golfo.
También existe el caso recíproco: Que una batalla resulte tan importante que el propio lugar donde haya tenido lugar acabe adquiriendo el nombre de la batalla en una especie de retroalimentación.
Pearl Harbor, que fuera un simple puerto en una simple isla de Hawaii ya sólo significa una cosa: la sorpresiva batalla (por llamarlo de alguna forma) entre japoneses y americanos.
Gallipolli, El Álamo, Passchendaele son lugares que ya han perdido su identidad propia para pasar a ser simples espacios donde sucedieron trágicas batallas.
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Con el paso del tiempo las batallas han pasado a ser sucesos planificados al detalle. Esto ha permitido que se pensara en ellas mucho antes de que sucediera. En tal caso, un nombre en clave es lo habitual. Hay casos en que este nombre previo a la propia contienda ha sido el que ha permanecido. La Operación Trueno Rodante en Vietnam es un caso. Otro es el de la Operación Market Garden en la Segunda Guerra Mundial constaba de dos fases: MARKET, en que las tropas aliadas se apoderaban de estratégicos puentes en Bélgica. Y GARDEN, en que dichas tropas avanzaban hacia el norte. A pesar de la previsión y de tan ingeniosos nombres, la operación fue un rotundo fracaso para los aliados. Al menos tuvieron la suerte de darle nombre a la batalla.
Si el destino quiere que numerosas batallas tengan lugar en el mismo lugar, lo habitual es establecer una secuencia numerada entre las mismas. Esto sucede también con las guerras, como las Púnicas entre romanos y cartagineses.
El caso extremo en la numeración entre batallas lo ostentan las desconocidas Batallas del Isonzo (un río). En este caso los continuos combates entre austriacos e italianos, en la Primera Guerra Mundial, alcanzaron la friolera de doce batallas. De todas formas este número es quizás exagerado y no hay acuerdo entre si el número correcto es de diez, once o doce. En cualquier caso, el récord es suyo.
Curiosas son las batallas de la Guerra Civil americana, la Primera y Segunda Batallas de Bull Run. Ambas contiendas distan considerablemente en el tiempo, con numerosos encuentros intermedios en otros lugares. Pero quiso el destino que ambos ejércitos volvieran a enfrentarse casi en el mismo lugar en Manassas, Virginia más de un año después.
Un caso curioso de nombre de batalla es el de la Batalla del Glorioso Primero de Junio, entre franceses e ingleses en 1794. Pocas veces el nombre de una batalla lo designa el día en que esta sucediera.

Las batallas de la Guerra de Secesión

Un caso muy interesante y estudiado es el de las batallas de la Guerra de Secesión (o Guerra Civil Americana). En este caso los dos contendientes eran compatriotas y no consiguieron ponerse de acuerdo con el nombre de casi ninguna batalla. Este suceso resulta paradójico para los historiadores que no consiguen entender cómo pudo llegarse a semejante divergencia.
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Los Unionistas, del norte, solían nombrar a las batallas con nombres de ríos, lagos y puertos. Los sureños Conferederados dieron prioridad a las ciudades y pueblos más próximos al conflicto. Una explicación ingeniosa por lo sencilla es la del experto en la Guerra Civil Americana Shelby Foote, quien sugiere que los norteños, urbanos, encontraban más llamativas las grandes extensiones de agua. Los sureños, más rurales, daban prioridad a las poblaciones.
Si bien al principio los nombres los podría dar el ejército vencedor de la Guerra, el de la Unión, con el paso del tiempo, y la eliminación de la idea de buenos y malos, el criterio que ha prevalecido es que el nombre de la batalla lo diera el vencedor de la misma.
Sin embargo esto no siempre se ha respetado. El combate del 10 de agosto de 1861, llamado Batalla Wilson’s Creek la ganaron los Confederados, que habían preferido el nombre de Batalla de Oak Hills pero no pudieron conseguir que la Historia la recordara con ese nombre.
Un inconveniente añadido es el de las antes citadas Batallas de Bull Run. En ambas vencieron los Confederados. Y sin embargo el nombre que prevalece en las dos es de nuevo el unionista (el confederado era el de Batallas de Manassas).
Finalmente, puede darse el caso de que una batalla no haya tenido un vencedor claro, o ambos se entiendan como ganadores, como la Batalla de Seven Pines. Aquí tuvieron los Confederados la suerte de dar el nombre en lugar del otro propuesto: Batalla de Fair Oaks.
Al final la costumbre del nombre del vencedor global se ha impuesto en la mayoría de los casos. Sin embargo aún hoy en los Estados del Sur muchas de estas batallas se conocen con el nombre equivocado.
Fuentes principales:
Nombres de la Primera Guerra Mundial.
Nombres de batallas en la Wikipedia.
Conflictos de nombres en la Guerra de Secesión.

American Revolutionary War

La obsesión española por su propia Guerra Civil, aunque perfectamente comprensible, nos aleja del conocimiento de otras batallas interesantes que no nos afectaron en nada. Por cada libro que se ha escrito en España sobre alguna guerra se han escrito diez sobre la Guerra Civil española.
Nos resulta especialmente ridícula la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Los americanos y sus celebraciones con bandera, pavo, escopeta y desfiles con majorettes.
Pero no sería aventurado indicar que aquella fue posiblemente la Guerra más interesante de la Historia de la Humanidad.
Han existido muchas guerras colosales, algunas de estrategia ajedrecística, victorias pírricas y auténticas masacres. Enormes revanchas y victorias sorprendentes. Pero la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos es de una complejidad y sutilezas sin parangón.
Podría habérsela calificado de Guerra Mundial, por cuanto combatieron americanos, ingleses, franceses, españoles y alemanes. Se luchó en Estados Unidos y Canadá, pero también en Centroamérica, Europa y hasta la India. Aunque muchos lo desconozcan, España recuperó Menorca en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Y no fue capaz de conseguir lo mismo con Gibraltar.
Un aspecto interesante de la Guerra es su propio nombre. En el mundo entero se la conoce como la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos. Sin embargo los americanos rechazan ese nombre. Para ellos es la Guerra de la Revolución Americana (American Revolutionary War).
Esta distinción semántica habla mucho sobre el propio sentido que ese país da al conflicto. Para ellos no fue tanto una Guerra contra los ingleses, sino una especie de Guerra Civil, entre americanos a favor de la independencia y americanos a favor del gobierno británico. En Gran Bretaña sin embargo lo tienen claro: fue una Guerra de Independencia con todas las letras.
Y es que en esta Guerra falta hasta consenso sobre quién era el enemigo. Los independentistas americanos veían a los ingleses como aliados de sus rivales, mientras que los ingleses se entendían a sí mismos como el enemigo.
La definición de Guerra de la Revolución Americana es quizás la más exacta. Los ingleses sabían desde el día uno de la batalla que necesitaban de apoyos en el país, o estarían acabados. Y la verdad es que tenían grandes sectores de la población a su favor. Pero su grupo era demasiado heterogéneo.
De un lado, los americanos leales. Pero también los indios americanos. Para ellos era lógico: mejor ser una colonia de un país invasor a que un nuevo país se forme en tu territorio. Mejor una especie de Afganistán antes que un Israel. La mayoría de los esclavos lucharon del lado de Inglaterra. Con la eterna promesa de la libertad. Eso sí, una promesa con la boca pequeña si no se quería perder el favor de los americanos afines al régimen. Porque a estos americanos se les prometerían grandes tierras que necesitarían de mano de obra esclava. Con los indios ocurría algo parecido. Ofrecerles algo a ellos era quitárselo a los americanos leales y además provocar recelos.
Para complicar aún más la situación, los ingleses contrataron algunos regimientos de mercenarios alemanes. Algo que hizo poca gracia a los americanos. No sin motivo pues luego muchos de esos alemanes se acabaron quedando en el país.
La guerra, al margen de las numerosas batallas, tuvo una gran vertiente psicológica. Convertir a los pro-británicos en nacionalistas y a los nacionalistas en conservadores seguidores del Rey. Murió poca gente en comparación con cualquier guerra tan larga, pero cada batalla a favor de un bando u otro significaba ganar o perder seguidores a la causa.
Tras convencerse de que una victoria inmediata sería imposible, los ingleses, bajo recomendación del rey Jorge III, aplicaron una táctica a la iraquí:

Jamás reconocer la independencia de los Estados Unidos y castigar su contumacia mediante una guerra indefinida, que parezca eterna. Castigar a los americanos destruyendo el comercio marítimo, bombardeando sus puertos; asaltando y quemando las ciudades costeras y dando libertad a los indios americanos para atacar a los civiles en las poblaciones fronterizas. Así la población se volverá adepta a la causa británica. El Congreso se dividirá. Los rebeldes estarán en un permanente estado de preocupación, ansiedad y pobreza, hasta el día en que, de forma natural e inevitable, el descontento se convertirá en penitencia y remordimiento. Y rezarán por volver a la situación anterior, gobernados por nosotros.

No funcionó.

Vaca vestida de uniforme

Para recordar la macabra fórmula de la integral por partes:
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en castellano existe la infrecuente costumbre de hacerlo mediante una regla mnemotécnica. Tras quedarse con las letras que denotan la función y la variable de integración se forma una frase que se supone ayuda a recordar la ecuación.
Y es extraño porque la fórmula no es especialmente difícil y otras mucho más complejas no han tenido intentos similares.
La Wikipedia española muestra las frases que se pueden usar como regla, con el texto:

Esta igualdad puede recordarse mediante las siguientes reglas memotécnicas:

Y pasa a enumerar una larga lista de alternativas. Pero si uno se dedica a comprobarlas, la mayoría no tienen ni una sola referencia en Internet, lo que hace sospechar que esas reglas apenas si se usarán y desde luego no merecen su lugar en la enciclopedia. Mostradas tal cual aparecen allí, con el número de referencias que tiene cada una en la red (contando la propia de la Wikipedia que habrá sido copiada unas pocas de veces):
Solo Un Día Vi Una Vaca Menos Saltando Vallas De Uralita: 2
Susanita Un Día Vio Un Valiente Soldado Vestido De Uniforme: 4
Un Día Vi Un Vagabundo Sin su Vestido De Uniforme: 3
Un Día Vi Una Vaca Sin cola Vestida De Uniforme: 90
Un Día Vi Una Vaca Vestida De Uniforme: 284
Un Día Vi Una Vaca rayada sin cola Vestida De Uniforme: 2
Un Día Vi Un Viajero Vestido De Uniforme: 3
Un Día Vi Un Viejo Soldado Vestido De Uniforme: 5
Un Día Vi Un Valiente Soldado Vestido De Uniforme: 2
Un Día Vi Un Viajero Sobre su Volkswagen De Uranio: 2
Un Día Vi Una Vaca menos Flaca Vestida De Uniforme: 8
Un Dia Vi Una Vaca Salida Vestida De Unicornio: 4
Así, las dos únicas versiones posibles son:
Un día vi una vaca (sin cola) vestida de uniforme.
El resto son goles que le han colado a la Wikipedia. Si uno se para a ver todas esas frases pasadas por buenas, algunas son desquiciantes, la mejor en mi opinión es la del Volkswagen de Uranio.
La frase de la vaca recuerda a principios del siglo XX en una escuela rural con profesores estrictos y vestuarios monótonos. Hoy la frase se me hace extraña pues muchos alumnos nunca habrán visto una vaca – con uniforme o sin él – y gracias a Internet es relativamente fácil ver una vaca vestida de uniforme.
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Cuestión de gramática

“Ahorcado” es una palabra que tiene una letra “h” entre la “a” inicial y la primera “o”. Pero supongamos que ignoramos este hecho.
Una posible frase interrogativa sería: “¿Se escribe ahorcado con hache intercalada?”. Entonces se me suscita una duda: ¿Es correcta la frase “¿Se escribe aorcado con hache intercalada?”?
También me gustaría saber si la primera frase es más correcta que la segunda. Tiene pinta de serlo porque aporta información sobre dónde estaría la letra hache.
Pero pensemos ahora en la palabra “aorta”. Esta ilustre arteria se escribe sin usar la letra hache. Ahora bien, ¿Sería correcta la frase “¿Se escribe ahorta con hache intercalada?”? ¿Sería de nuevo más correcta que la versión sin hache?
Probablemente la palabra que suscita la duda debería escribirse entrecomillada:
¿Se escribe “ahorta” con hache intercalada?
Pero la duda sobre el uso o no de la letra hache me inquieta. Gracias a los referrers puedo mandar esta pregunta al experto en puntuación Jose Antonio Millán, porque hace unas semanas que lo hice a la Real Academia y no espero gran cosa de ellos.
¿Qué opináis vosotros? ¿Se debería escribir “¿Se escribe “ahorta” con hache intercalada?”? ¿Es errónea la frase “¿Se escribe “aorta” con hache intercalada?”?

Informator

El Informator fue durante décadas la publicación de referencia en ajedrez. Creada en 1966 por Alexander Matanovic, nació con la idea de ofrecer al resto del mundo el tipo de información sobre ajedrez de que disponían los jugadores soviéticos.
Una revista de divulgación sobre ajedrez con un mercado enorme, the rest of the world. Hasta la actualidad han vendido más de 3 millones de ejemplares en todo el mundo, a lo largo de más de 150 países. Todo un récord para un deporte o juego tan minoritario como era el ajedrez y teniendo en cuenta que la revista siempre ha sido muy costosa (hoy en día cuesta unos 25 euros pero apenas si ha subido de precio en 40 años). Acaba de lanzar su ejemplar número 100.
El objetivo de presentar la información sobre ajedrez al público que no fuera ruso tenía un enorme problema: el idioma. Si bien Rusia era el mayor mercado mundial para productos ajedrecísticos, quien quisiera acercarse a otros mercados tendría que quedarse con una parte muy pequeña de un pastel ya menguado. La aproximación del equipo del Informator fue muy ingeniosa: publicarían un libro que fuera comprensible en todos los idiomas del mundo.
Hoy en día esto resulta trivial. Cualquier aficionado que publique una página web sabe que puede recibir visitas de todo el mundo por lo que no haría mal en atender las diferentes características regionales y culturales. Pero estamos hablando de 1966, antes de que el hombre llegara a la Luna. La idea de Matanovic tenía ciertas esperanzas dado que existía una nomenclatura homogénea para la forma de escribir las partidas de ajedrez.
El problema radicaba en las iniciales de las letras que representan las piezas. En español los movimientos de alfil comienzan con la letra A, mientras que en inglés es con la B y en alemán con la L. Para resolver este problema se optó por crear una tipografía propia, en lugar de escribir la letra que representa la figura, se dibujó la figura misma. Un alfil en pequeño se entiende aquí y en Pekín.
Un problema aún mayor lo representaban los comentarios. Una partida de ajedrez sin comentarios es como un partido de fútbol sin gritos ni cervezas. Además, el objetivo de la revista Informator no era tan solo mostrar partidas importantes, sino también servir como herramienta de estudio. Los jugadores enviarían sus partidas así como sus comentarios a las mismas, lo que las convertiría en aún más interesantes.
Ante el problema de los comentarios Matanovic optó por crear un sistema de signos universal. Casi cada opinión posible dentro de una partida de ajedrez podía ser expresada mediante dichos símbolos. Ni qué decir tiene que como todo lenguaje, unos lo dominaban mejor que otros. Yudasin por ejemplo era el Cervantes del lenguaje del Informator.

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En esta imagen, la quinta línea (que comienza con un triángulo y b4) significa:
La anterior jugada la hice con idea de continuar con el movimiento (peón) b4. Luego sería interesante hacer alfil a b2 y luego mover el peón a c5 con iniciativa en el ala de dama (el lado izquierdo del tablero). Antes de mi nueva idea se había jugado 12.f4 siguiendo las negras por ejemplo con a6 y la idea de capturar exf4 y luego jugar su caballo a c5. También se había jugado 12.Ae3 a lo que sigue a6 seguido de Ag5 con posibilidades para ambos bandos.
El sistema de comentarios es mucho más críptico y condensado, pierde la elegancia del lenguaje natural pero gana en versatilidad.

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En poco tiempo el Informator se convirtió en la publicación más importante de ajedrez y hasta ahora en que los ordenadores y el Emule dificultan su negocio, fue una compra imprescindible para todo fuerte aficionado al juego y una referencia obligatoria en las estanterías de los clubes de ajedrez.
La tirada era de dos ejemplares al año. Aunque se llamaba revista por la periodicidad, el volumen era gigantesco, con cerca de 500 páginas en un libro de buen tamaño. Incluso los profesionales no disponían de tiempo suficiente como para ver las más de 800 partidas con comentarios.
Al aumentar rápidamente su prestigio el simple hecho de conseguir que te publicaran una partida ahí era casi imposible aún para fuertes maestros. Para muchos jugadores el esfuerzo que perdían en comentar su partida lo mejor posible estaba compensando con el logro de lograr su publicación. Normalmente tenía que resultar una partida excelente o contener algún movimiento muy nuevo y trascendente, o una combinación brillante. Todos los campeones del mundo han mandado sus partidas al Informator y la mayoría de ellos las ha comentado personalmente.

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Pronto se convirtió en una especie de New Yorker del juego. A pesar de los comentarios de los Grandes Maestros que las jugaron, un equipo de expertos en la redacción de la revista los repasaba en busca de errores o mejoras a las jugadas sugeridas. Preferible era que descartaran tu partida a que la publicaran con algunas de las temidas RR (Nota de la redacción, eufemismo de coRRección).
En cualquier caso sabías que durante seis meses todos los fuertes jugadores del mundo iban a posar sus ojos en tus partidas, para bien o para mal, lo que fomentaba aún más el perfeccionamiento.
Todo un éxito para una revista que se publicaba en Belgrado, capital de la antigua Yugoslavia. Para quien no lo sepa, Yugoslavia fue durante algún tiempo la segunda mayor potencia ajedrecística, tras la URSS.
Un título prestigioso dentro de cada Informator era el premio a la mejor partida de la edición anterior de la revista. Este premio se realizaba escogiendo un jurado selecto formado por fuertes Grandes Maestros las mejores partidas del volumen anterior. Como en una elección de Eurovisión, cada uno repartía sus notas y al final, la mejor tenía el privilegio de ser publicada de nuevo, a toda página.

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Kasparov siempre estaba entre los ganadores a este título. No solo por la brillantez de sus combinaciones, sino porque conseguía sus victorias ante rivales de enorme fuerza que se defendían extraordinariamente.
Hoy en día el empleo de los ordenadores ha restado mucho interés al Informator. Los comentarios, en su desesperado afán perfeccionador, son demasiado complejos, repletos de extensas variantes sugeridas por las máquinas.
El sistema de comentarios de la revista se acabó convirtiendo en un estándar de facto sobre cómo comentar las partidas de ajedrez.
También Informator ideó un sistema de aperturas codificado. El nombre de la apertura suele tener un valor anecdótico y también cambia según el país del que se trate. Pero al final la agrupación por aperturas es una buena forma de organizar las partidas bajo algún criterio.
Así el equipo de Matanovic había planteado un sistema independiente del idioma para clasificar las aperturas, asignando códigos que iban desde la A00 a la E99. Este sistema distaba mucho de ser perfecto, pero acabó siendo también aceptado como estándar.

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En otras áreas más difíciles de catalogar como los finales también impusieron un sistema de códigos, del que la imagen superior es una parte. Si dentro de 5.000 años los arqueólogos sólo encuentran esa página de la revista van a tener verdaderos quebraderos de cabeza para entender de lo que realmente se trataba.

Auténtico

Una figura literaria original, con cierto parecido al oxímoron y la antítesis se produce en ciertos usos de la palabra auténtica.
Si pensamos en el IRA Auténtico, una organización paramilitar escindida del IRA irlandés en 1997, o la Falange Auténtica, un partido político español separado de la Mesa Nacional Falangista, la palabra auténtico trata de dar veracidad a la agrupación. “Ellos son los genuinos”. Pero precisamente al tener que incluir la palabra auténtico demuestran que no están en disposición de usar las señas originales, lo que los convierte automáticamente en los “no auténticos”.