¿Cómo se llega hasta aquí?

Hoy me enterado del Page Rank de mi página. El Page Rank es algo asín como la importancia que le da Google a tu página a la hora de mostrar resultados.
Tengo un Page Rank de 3, lo cual no está del todo mal. Un blog bastante visitado tiene page rank = 4, por ejemplo:
El hombre máquina
Sanchiguarro los colonos del páramo
En realidad, los blogs normalitos tienen page rank 4, los muy famosos tienen 5 ó más.
Páginas como el periódico El mundo o Wikipedia tienen un page rank de 8.
Para llegar arriba nos fijamos en Msn (PR 9), o Yahoo (PR 9).
Si quieres saber el page rank de una página tienes que instalarte la barra de Google.
¿Cómo llega la gente hasta aquí? Mi página apenas tiene links, por lo que la mayoría llega aquí a través de búsquedas en Google.
a) Cosas raras. La gente que busca cosas raras, acaba en mi página. No en vano es el título del blog.
b) Penes. Hay gente que busca penes en Internet. Lo que me sorprende es que mi página sale en la 10 ú 11 de los listados de Google, por lo que el que llega hasta aquí ha desechado muchas páginas.

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Impuntualidad española

Los españoles tenemos fama de impuntuales. Es más, lo somos.
Pero no puede ser genético ni tener que ver con que tenemos más horas de luz que otros países. ¿Por qué somos impuntuales?
Tuve un compañero de piso que era tremendamente impuntual. Si había quedado con la novia a las 18:00 se levantaba a las 17:15. Se duchaba, comía algo y en lo que llegaba a casa de esta, ya era tarde.
Investigué su impuntualidad. Según él, lo que tenía que hacer era “ducharse en cinco minutos, vestirse en otros cinco, tomar algo en otros cinco y media hora para llegar a casa de su novia con el coche”.

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¿Terrorismo?

“Me da asco este sistema y quiero que reviente.”
No son palabras pronunciadas por un terrorista suicida de Madrid, Londres, Irak u otro lugar. Son palabras de un joven español expresando su frustración en un foro sobre vivienda.
Mientras nuestros políticos debaten estupideces como “Hojas de ruta” o “Alianzas de civilizaciones” los españoles, nacidos o no aquí, están tan quemados con el mundo que les ha tocado vivir que no les importaría que todo volara por los aires. Me imagino que la persona que ha escrito eso, si fuera árabe y tuviera amigos en Afganistán o Pakistán, no habría tenido ningún reparo en cargar un paquete explosivo camino del metro.
Déjense de bonitas cifras falseadas de IPC y paro, de crecimiento económico y exportaciones. Y dedíquense a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Porque la gente feliz no pone bombas.

El dilema del ecologista

Tengo un auténtico dilema. Mañana tengo pensado llevarme un bocadillo al trabajo y tomármelo allí. Con mi conciencia ecologista, no estoy seguro de cual será la opción más aconsejable.
Parece fácil. Envuelvo el bocata en papel de aluminio y me lo como cuando me parezca.
Sin embargo, el aluminio es un material caro. Un mineral que escasea en la naturaleza y del que algunas veces, por ejemplo con las latas de refrescos, hacemos un abuso innecesario. Hay que limitar su consumo en lo máximo posible.
Mi segunda opción es el papel de plástico, no lo protege tan bien, pero aún así cumple satisfactoriamente su función.

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España, país desarrollado

Me molesta enormemente oír a los políticos hablar de lo bien que va la economía española. Sobre todo, cuando nos comparamos con los alemanes.
Porque España crece a un X% y Alemania no lo hace. Aunque mi país crezca, yo no veo que mi piso sea más grande o que yo gane más dinero.
El crecimiento que estamos teniendo es totalmente ficticio. Es un crecimiento de números, nunca real. España decidió competir con el resto de Europa de la forma más sucia que encontró. Si no puedo bajar el paro, puedo bajar las cifras del paro. Si no puedo encoger el IPC, puedo bajar la cifra del IPC.

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Dinero encontrado

Hoy me he encontrado un billete de 10 euros. Lo arrastraba el viento, no sé como fui capaz de verlo. Corrí tras él hasta alcanzarlo.
Lo que me lleva a reflexionar es que no me alegré por encontrar el dinero. En absoluto. Y sin embargo, si, por ejemplo, se me hubiera caído a una alcantarilla un billete mío, me habría sentido triste todo el día.
Desde luego, aplicar fórmulas a cuestiones emocionales no es posible. Pero algo puede hacerse. Pensemos qué ocurriría sin nos tocara la lotería. No hablo del retiro, hablo de un buen premio de unos pocos miles de euros. La alegría nos alcanzaría para el día del premio, la cena de invitación o la compra absurda que realizáramos. Quizás para una semana. Sin embargo, la pérdida de la misma cantidad ha desencadenado las más horribles pesadillas. Asesinatos, divorcios, pérdidas del trabajo, suicidios. ¿Por qué no vale lo mismo lo que ganamos y lo que perdemos?

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Europa (Zentropa)

La película Europa ( llamada Zentropa en la edición americana ) del director danés Lars Von Triars comienza de una forma fascinante: una voz en off – la maravillosa voz de Max Von Sydow – trata de introducirnos en un sueño hipnótico. Simplemente por ese primer minuto, ya la película merece la pena.
El argumento es quizás un poco lento, el director está tan bien considerado por su técnica más que por su perfección narrativa. Aún así tiene detalles de originalidad en la presentación de los hechos que ya quisieran para sí muchos ganadores de Oscar.
El protagonista, forzado por las circunstancias, es obligado a poner una bomba en un tren. Si no lo hace, su mujer morirá. [El resto del post incluye información sensible sobre el final de la película]

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Cantidades

Una clasificación de las cantidades puede ser la siguiente:
El número más pequeño que existe es el cero. Es lo que simplemente no es. No hay nada menor que eso.
Luego viene el 1, el uno indica ser algo. Ser es infinitamente más que no ser. Posiblemente no hay mayor diferencia entre cantidades que la que hay entre 0 y 1.
La siguiente cantidad significativa es el infinito numerable(N). Es el total de los números que podríamos contar con los dedos si tuviéramos tiempo infinito. Aún así, este número es mucho mayor que el número de granos de arena de todas las playas del mundo, o las gotas de agua de todos los océanos. A este número se le llama Aleph sub cero.
El siguiente de la lista es el infinito no numerable(R). Este número es el total de puntos que hay en un segmento. Por pequeño que sea. Y es infinitamente mayor que el anterior. Este número es también denominado el continuo, así como Aleph sub uno.
Le sigue en la lista las potencias del continuo(R)(el número de conjuntos distintos que pueden formarse con números del conjunto de los números de Aleph sub uno).
Sin embargo, hay un número que desborda todas estas elucubraciones. Y es el total de las cosas que no son. Un gato no es un perro, pero tampoco es un montón de siete cartas. Un gato no es dos gatos pero tampoco es la noche del siete de abril de 1980. Tampoco es el picor que siento cuando llevo dos horas al sol en un día de verano. Ni el color rojo. Lo que no es tiene infinitas formas, muchas más que las que nuestra cabeza puede concebir. Si había más naturales que granos de arena, hay más formas de no ser para un grano de arena, que números en todo Aleph sub 0. Así, si 0 es lo que no es, el total de las cosas que no son, es el mayor de los números posibles.

Puertas abiertas

Cada vez que traspasamos la puerta de un comercio estamos enfrentándonos a la dualidad que este objeto cotidiano presenta.
La puerta de una tienda tiene que invitar a entrar. Las tiendas con puertas cerradas venden mucho menos. Las que tienen puertas opacas, o pequeñas, disminuyen notablemente el número de visitantes. El paradigma de las puertas del Corte Inglés, imitado por todas las tiendas actuales, establece unas puertas amplias que permitan ver el interior.
Las tiendas de moda nos ofrecen enormes portales por los que King Kong cabría cómodamente, simplemente para invitarnos a entrar, a cualquier precio.
La facilidad de entrada es un signo de confianza, se pretende llevar al cliente a la idea de que está en un lugar casi público, que le pertenece.
Sin embargo, todas estas facilidades no deben ocultar la otra funcionalidad de la puerta: servir de lugar por el que salir.
Ikea, ese centro comercial de los muebles y el hogar, tiene un diseño estudiado que te facilita la entrada, pero que solo te permite salir por un punto, que te obliga a atravesar toda la tienda. Sin ningún tipo de vergüenza muestran su estrategia comercial: si miras mucho, comprarás algo. Contra más veas, más rentable nos saldrás.
En el Corte Inglés, suele haber múltiples entradas. Pero dentro del Centro nunca verás una señal que te indique dónde está la salida. Sólo se indican las de incencios, por imperativo legal. Tiempo que estás dentro, tiempo en que puedes caer en las manos del Merchandaising.
En los grandes hipermercados, la entrada suele parecer un arco de triunfo. Uno de los lugares mejor iluminados, más amplios del local. Sin embargo, si te atreves a salir sin compra, te colocan en un angosto pasillo lleno de protecciones antirrobo, cámaras. Se te trata como a un delincuente, tú que no quisiste comprar.
Otros lugares tratan de enmascarar su indisposición a dejarte salir. La enorme puerta de entrada te sirve de salida. Sin embargo, hay que controlar los robos. Colocan unos arcos electrónicos que vigilan que no te hayas atrevido a llevarte nada sin pagar. Los arcos tratan de ser lo más anónimo posible, para evitar que el cliente se sienta vigiliado. Pero no dudes que lo está. En lugares como C&A hay un guarda junto a la puerta, con un monitor que va controlando en todo momento las distintas cámaras de seguridad que hay por todo el establecimiento. También está preparado para pararte si los arcos detectaran alguna presencia anómala.
Mención aparte merece la primera planta de la FNAC, en la tienda de Callao, en Madrid.

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La mentira

La mentira es, posiblemente, el más elemental de los pecados. Repudiada por el catolicismo y por la mayoría de las culturas, desde pequeños nos enseñan a decir la verdad. El 8º mandamiento de los 10 elementales de la Iglesia Católica nos dice que: “No dirás falsos testimonios ni mentirás”.
Sin embargo, la mentira es tan fácil y simple que apenas podremos encontrar a lo largo de la historia personas que nunca hayan mentido. San Pedro, el favorito de los apóstoles, negó conocer a Jesucristo para evitar problemas en determinado episodio de la Biblia.
Mentimos comunmente, con el tiempo las mentiras pasan a ser verdades enmascaradas y maquilladas, matizaciones pero, a fin de cuentas, mentiras.
La mentira también tiene sus consecuencias en el mundo de la ciencia. La ciencia investiga la verdad, y todo lo que no sea verdad, escapa al ámbito científico. La ciencia es incompatible con la mentira. Si se parte de una premisa falsa, se obtendrán conclusiones equivocadas.
En el brillante libro “¿Cómo se llama este libro?” su autor, Raymond Smullyan nos indica que de una mentira puede deducirse cualquier enunciado falso.
Ante la extensión del postulado, una vez fue requerido de demostrar que partiendo de que 1=2 demostrara que él era el Papa.
Sorprendentemente, demostrar esto es realmente sencillo. Si partimos de que el Papa es una persona, y yo soy otra, somos en total dos personas. Pero si 2=1 entonces es que tenemos que ser, por fuerza, la misma persona, así, él era el Papa.