Libros sobre libros

Una de las cosas que menos me gusta de los escritores es que por su profesión se acaban aislando del mundo real. Y entonces sus personajes se vuelven irreales, pero por necesidad.
No creo que haya escritor contemporáneo de éxito que haya quedado libre de la tentación de escribir una novela en la que el protagonista sea un escritor, o que trate sobre la escritura de un libro, o de la pasión del personaje central por los libros.
Y luego claro está el eterno desafío, mero ejercicio estilístico, de crear una novela circular, que hable sobre otra novela o las siempre temibles cajas chinas de historias concéntricas. Cervantes escribió el inmortal Quijote para que esto no volviera ocurrir. Fue en vano.
Será cierto que uno sólo puede escribir sobre lo que vive, pero para algunos escritores parece que su existencia no fuera más allá de su propio ombligo.
Dos reglas que trato de seguir: evitar leer los libros de este tipo. Dar a los autores por difuntos tras publicar alguno de estos libros. Toda regla tiene sus excepciones.

Diez consejos para ahorrar en tiempos de crisis

Ahora que los periódicos nos bombardean con listas de obviedades para ahorrar (compra marcas blancas en vez de productos publicitados, ve en autobús en vez de ir en taxi) voy a contribuir con una de ellas, pero esta es de un periódico de 1916, del The Times londinense. La crisis en cuestión era la I Guerra Mundial. Estos son sus diez consejos:

  1. Pagarle un 25% menos a los criados
  2. No tener invitados para dormir en casa
  3. Nada de entretenimientos; Ni teatro; ni salidas; ni taxis; sólo viajar en tercera clase.
  4. No tomar ni vino, ni licores, ni fumar.
  5. No debemos comprarnos ni una sola nueva prenda de vestir, por lo menos durante un año.
  6. No comprar periódicos, salvo The Times y una revista para mujeres a la semana.
  7. Si se juega al golf, sin caddie y sólo en el campo de golf que nos pille más cerca.
  8. Nada de regalos de boda, de cumpleaños o por Navidad.
  9. Una estricta economía en los alimentos; nada de sopas, entrantes o dulces (como frutas caramelizadas) o frutas, más allá de lo estrictamente necesario para la salud de los chicos, y salvo lo que tomemos de nuestro propio jardin; piezas menores de carne, purés huérfanos y comida de lo más simple posible.
  10. Ahorro estricto en carbón, gas y luz eléctrica.

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En este caso se trata de un contrato que firmaron marido y mujer, para racanear con el visto bueno de la ley.
Fuente: The Times online.

Vía:
El blog del archivo del Times.

The rest is noise

Dependiendo del gusto personal, la música clásica tiene un punto final. Este puede estar en el barroco, en el romanticismo, en Mahler, en Stravinski o hasta en Bartok. Y el resto de la música compuesta adquiere la categoría de matraca. El resto es puro ruido.
Bajo este punto de vista, lo más normal es abandonar la música contemporánea en algún punto. Y no es algo falto de lógica, es que mucha música es simplemente ruido. He estado en alguno de esos estrenos mundiales y ves al público que no sólo no está disfrutando, sino que está deseando que se acabe. No es que no guste, es que desagrada.
Hay casos en que sin embargo es cuestión de entrenar el oído. Y merece la pena el entrenamiento. Plantarse antes de Bartok es un gravísimo error.
Como preguntaban en los comentarios de otra entrada, hay un desconocimiento sobre autores del siglo XX (digamos posteriores a 1950) que hagan música que se pueda oír. Y que no deje de ser música contemporánea. Porque pirados que sigan haciendo conciertos barrocos, siempre habrá.
Una excelente ayuda puede ser este artículo de Metafilter. No merece la pena que saque los nombres propios en forma de lista.
Si alguien no entiende inglés, puede saber que aquellos pares de palabras que empiecen ambas mayúsculas son nombre y apellidos de compositor. Lo siguiente es buscar ese nombre en Youtube para ver qué hay de ese autor. Y si no suena demasiado mal, pues al Emule con él.
La lista es muy interesante y completa, de algunos no había oído siquiera su existencia. Yo sólo añadiría dos nombres que no mencionan en ese artículo, de mi experiencia propia: Olivier Messiaen y Osvalod Golijov.
En todo autor contemporáneo hay una de cal y otra de arena. Algunas piezas son muy raras y otras muy sencillas, como ocurre con las primeras obras de Gorecki (raras) y las últimas (sencillas).

Nota: The rest is noise (Lo demás es ruido) es el título de un blog y un libro de Alex Ross, el comentarista de música clásica del New Yorker. Ambos son referencias excelentes para aprender más sobre la música clásica del siglo XX y el XXI.

Prácticas de riesgo

A mi el SIDA me resulta muy parecido a los aviones. Cuando se trata de tranquilizar, todo son buenas palabras:
Los aviones son el medio de transporte más seguro que existe. Los pilotos tienen millones de horas de vuelo. Hay decenas de sistemas replicados: si un motor falla quedan otros dos. Apenas ocurren accidentes en vuelos.
Con el SIDA la tranquilidad viene al dignificar a los pacientes: puedes besarlos sin ningún miedo, pues no hay opción alguna de contagio. Hay que tratarlos como a personas sanas porque su enfermedad no supone ningún riesgo. Los niños con SIDA no suponen ningún peligro para sus compañeros de escuela, ni hay la más remota probabilidad de que los contagien. Se puede tener relaciones sexuales con alguien seropositivo, siempre y cuando se use preservativo convenientemente.
Pero cuando hay que ponerse catastrofista, aviones y SIDA parecen peligrosísimos:
Para entrar en un avión te registran exhaustivamente. Todo son prohibiciones, medidas de seguridad extremas, comprobación de la identidad de los pasajeros, de sus equipajes, de sus destinos de vuelo, de sus antecedentes penales. Pero no te preocupes, que todo es muy seguro.
Con el SIDA la frivolidad en las relaciones sexuales se entiende como una absoluta temeridad. Hay que tomar mil precauciones o de lo contrario puedes contraer SIDA. Hay que tener sumo cuidado con las prácticas de riesgo.
La expresión prácticas de riesgo me pone de los nervios. En el ámbito sexual se refiere a aquellos actos que pueden llevar a la transmisión de una enfermedad sexual, sobre todo el tan temido SIDA.
Me molesta la expresión porque no se corresponde en absoluto con la realidad. ¿Viajar en coche es una práctica de riesgo? ¿Y hacerlo en avión? ¿No es arriesgado vivir en Lavapiés? Sin embargo en todos estos casos parece que se trata de peligros pequeños. El accidente de tráfico o la catástrofe aérea, aunque más trágicas, tienen una incidencia insignificante.
Pues lo mismo ocurre con las prácticas sexuales. Lo que pasa es que decirlo parece que fuera de cabeza loca, de temerario, de inútil y palurdo. Pues no señores, lo cierto es todo lo contrario, el pánico ante una relación sin preservativo, que atormenta a muchas personas, es algo patológico e innecesario. Esto claro está no se puede decir al gran público pero afortunadamente esta no es una página para idiotas.
Vamos a calcular la probabilidad de contraer el SIDA en un único encuentro sexual. Sí señor.
En primer lugar, la pareja causante del riesgo. Si esa persona no tiene SIDA el riesgo es cero. 0,00000000. Con lo que dando por bueno el dato de 2008 de que tienen la enfermedad 33 millones de personas, y la población mundial es de 6.700 millones de almas, estamos hablando de que la probabilidad de que una persona dada tenga SIDA es de aproximadamente 1 entre 200. Eso es un 0,5%.
Sin embargo, la gran mayoría de esta población se sitúa en el tercer mundo. En el África subsahariana o Tailandia el porcentaje es mucho mayor. Para España se da el dato de un 0,3%.
Ese dato no es para nada fiable. Es preocupante el uso que se está dando a la ciencia. Según dice la nota:

En España viven entre 120.000 y 150.000 personas bien con infección por VIH, bien con la enfermedad de SIDA, lo que supone un 0,3% de la población, aunque un 25% de ellos no han sido diagnosticados y desconocen su estado serológico.

De 120.000 a 150.000 hay una diferencia de un 25% más. Justo ese 25% de personas no diagnosticadas. Curioso eso de que ellos saben que están enfermos pero el propio enfermo lo desconoce. ¡Se lo podrían haber dicho!
Estos porcentajes insignificantes son continua fuente de manipulación. No puedes decir que el 10% de la población tiene SIDA, pero entre un 0,3% y un 0,25% nadie va a protestar. Y por la cara hemos aumentado el porcentaje un 20%. Los únicos que tienen los datos fiables son los que comen de que el SIDA esté ahí. No digo que ellos se alegren de que el porcentaje aumente pero sí afirmo que dan las cifras con cierta exageración, tirando para arriba tanto como pueden.
Esto desde luego no es exclusivo de esta enfermedad. Los grupos de celíacos llevan años exagerando sus cifras hasta límites que ya empiezan a oler. Hay quienes dicen que cerca de un 5% de la población es celíaca. Vamos, que eso es mucha gente. Tengo la impresión que mientras no superes el 5% puedes decir lo que quieras: cerca del 2% de los españoles quisiera vivir en Rotterdam y un 1% de los españoles sabe arameo y turco pero ni inglés ni francés.
No nos distraigamos. Un 0,3% de la población tiene SIDA. Esto es que de cada 1.000 personas, 3 tienen SIDA. Es mala suerte que tu pareja ocasional lo tenga, pero puede ocurrir. No quiero frivolizar. Si tu pareja era una prostituta esa cifra bien puede ser diez veces mayor. Quizás hasta aún más. Lo mismo ocurre con las personas muy promiscuas. Como suele decirse, cuando te acuestas con alguien lo haces con todas sus parejas anteriores.
Ahora bien, lo realmente bestial es la probabilidad de contraer el SIDA en un encuentro sexual. Supongamos que esa persona con la que estuviste está enferma. Pues la probabilidad de que te lo haya contagiado es de menos del 3 por mil. Hay estudios científicos al respecto, pero son estudios que no se airean mucho, para evitar que la gente lance las campanas al vuelo.
De nuevo, esta probabilidad varia. Para los hombres es menor que para las mujeres. Si lo has hecho con una prostituta la probabilidad se dispara. Y si era tailandesa o nigeriana, ni te cuento.
Y depende mucho de lo que se haya hecho. Porque unas prácticas de riesgo son mucho más arriesgadas que otras, pero al final salvo que la cama haya quedado como el mostrador de un carnicero, el porcentaje es de 1,5 por mil. Siendo optimista.
Así, la probabilidad de contraer el SIDA en una relación con una persona anónima es de muy aproximadamente:
0,3% X 0,15% = 4,5 probabilidades entre un millón.
Esto no es una carta blanca para la tranquilidad. Si se eligen parejas sospechosas, o poco fiables, y se aumentan las relaciones, el crecimiento de esa probabilidad de riesgo aumenta de forma exponencial. Es decir, se pasa muy pronto a jugar la ruleta rusa (1 probabilidad entre seis).
Teniendo en cuenta que la probabilidad de morir en un accidente de avión es de una entre 5.000 o de una entre 230 de morir en coche. ¿Tiene sentido hablar de una relación sexual sin preservativo como si de un salto al vacío sin paracaídas se tratase?
Otro asunto sería hablar de la probabilidad de contraer el SIDA con una transfusión de sangre. Podemos reírnos un poco de los Testigos de Jehová, que no aceptan recibir transfusiones. Ellos son raros. Pero si ponemos en la misma mesa la probabilidad de que se nos trasmita SIDA con una transfusión y la de una relación sexual al azar, se nos pondrían los pelos de punta. Sin embargo se dan mensajes de tranquilidad, porque la Sanidad entra dentro del área segura del SIDA: “es muy infrecuente, altamente improbable, casi me atrevería a decir imposible”.
Pues eso mismo digo yo, ¿Una sola vez? Casi imposible.

Franklin D. Roosevelt

En España nos compadecemos de un país como Estados Unidos con tres siglos menos de Historia que los encierros de toros españoles.
Por eso y muchas otras razones, nos reímos de grotescos dirigentes como George Bush y no acabamos de entender la idolatría que profesan los americanos hacia su presidente.
Una de las razones que justifica sobradamente la pasión de los estadounidenses por su presidente es el hecho de que a pesar de su limitada Historia, Estados Unidos ha tenido varios presidentes americanos que han sido mejores que todos los gobernantes que hemos tenido en España a lo largo de nuestra dilatada Historia.
No se trata de simpáticos Jefes de Estado, ni atractivos guaperas para el voto jubilado. Ni de tipos que tuvieron suerte de gobernar en tiempos de bonanza. Simplemente Estados Unidos ha gozado del lujo de tener personalidades extraordinarias que han dispuesto de la posibilidad de gobernar y lo han hecho de forma memorable.
Por supuesto se trata de seres humanos, con sus miserias y defectos. Pero eso no hace sino engrandecerlos más.
Tres presidentes destacan por encima de todos los demás. Tres presidentes que hacen sombra perpetua a cualquiera dispuesto a dedicarse a la política. Tres hombres, cada uno nacido en un siglo diferente. La existencia de estos majestuosos gobernantes alimenta el espíritu de los ciudadanos americanos como otrora las religiones ansiaban la llegada de un Mesías Redentor. Sólo que en el caso de los americanos la esperanza es más cierta.
El primero de todos es indudablemente George Washington. Un hombre tan extraordinario que recomiendo a cualquiera que se lea al menos su reseña de alguna enciclopedia. Quizás la mayor cualidad de Washington – y no era hombre que andara escaso de ellas – era su capacidad para despertar la admiración inmediata. Y no era brujería o una suerte de encanto, sino la conjunción de virtudes en una sola persona, todas evidentes en el trato con él. Nunca tuvo un enemigo y no porque no tomara decisiones comprometidas o porque tratase de agradar a todos. Es el único gobernante de Estados Unidos que ha ganado unas elecciones por unanimidad absoluta: toda la cámara le votó a él. Fue el primer presidente de los Estados Unidos y tras su segunda legislatura se abrió una profunda depresión: jamás podrían tener un gobernante tan bueno como él.
El segundo presidente extraordinario fue Abraham Lincoln. En su caso destaca su forma de tratar uno de los gobiernos más difíciles que quepa imaginar, el de los Estados Unidos instantes antes del cisma entre Norte y Sur. Lincoln era de Kentucky, un estado eminentemente rural y alejado de las élites políticas. Ya el simple hecho de que llegara a Presidente es algo más que suficiente para demostrar su valía.
Supo afrontar la Secesión sudista con mano firme pero no inflexible. Supo ganar una guerra contra el mejor General de los Estados Unidos. Supo coordinar la lucha, supo gobernar un país dividido. Supo hacer la paz, sin castigar al Sur, supo mantener al país unido. Y por encima de todo, luchó por la libertad de los negros aún antes de terminar la guerra, un asunto tan delicado que ningún político anterior había sido capaz de abordar con el coraje suficiente. Sólo su trágica muerte, justo después de terminar la guerra, impidió que esta libertad de los esclavos se convirtiera en una absoluta igualdad.
Si Washington fue el presidente del siglo XVIII y Lincoln el del XIX, no cabe duda que Franklin Delano Roosevelt fue el hombre del siglo XX.
Roosevelt era de una familia muy adinerada. No en vano era primo de un reciente Presidente de los Estados Unidos. Esto desde luego le facilitó mucho la vida política, aunque serían sus cualidades personales las que le harían prosperar de forma tan notable.
En 1920 sería el candidato demócrata para la vicepresidencia de los Estados Unidos, pero perdieron las elecciones ante los republicanos.
Un año después, en 1921, estando de vacaciones con su familia, Roosevelt contrae la polio y sufre una parálisis irrecuperable en sus piernas.
Y aquí la historia se vuelve mucho más compleja que con los anteriores egregios presidentes. No es un hombre del que no haya ni una historia mala, ni un hecho intachable. Ahora tenemos a un personaje de novela contemporánea: el hombre imperfecto que lucha contra su destino.
Roosevelt nunca quiso reconocer su enfermedad, ni ante los demás ni ante sí mismo. Luchó contra ella de una forma despiadada, absolutamente patológica. A partir de entonces se trató de demostrar una y otra vez que la enfermedad no podría con él. Y eso lo convirtió en una especie de superhombre.
Mucho de su éxito se debe indudablemente a la ayuda de su esposa, su mano derecha a lo largo de toda su carrera política. Roosevelt no sólo no se retiró de la vida pública, sino que se lo tomó con mucha mayor pasión. Continuó batallando en la circunscripción más difícil que existía entonces, la de Nueva York. Y entonces, llegó la Gran Depresión.
La Gran Depresión es una historia que todos los hombres deberían conocer. Igual que Blancanieves o La Cenicienta.
Hay mucha gente que cree que la Gran Depresión es que la bolsa cayó en picado y la gente perdió sus ahorros. Es una historia muy compleja, pero en cierto modo lo que aprendieron todos los gobiernos es que hay que soportar la economía, que no se puede dejar libre al Libre Mercado en determinadas situaciones críticas.
Tras las más que justificadas caídas en la bolsa, el gobierno adoptó una postura castigadora: las empresas deben purgar sus males, nosotros no haremos nada. Sin embargo las caídas en bolsa llevaron a otros problemas y al final una cosa por otra las empresas fueron cerrando una tras otra. El desempleo se disparó y la situación empeoraba día tras día en Estados Unidos y en Europa.
Cualquiera podía ganar al maltrecho gobierno saliente en las elecciones de 1932. Lo importante era conseguir la candidatura demócrata. A pesar de no ser el elegido por la directiva del partido, el lisiado de Roosevelt se hizo con la plaza consiguiendo apoyos importantes y mostrando una candidatura independiente.
Llegar a Presidente de Estados Unidos había resultado en cierto modo fácil. La parte más difícil era la siguiente: sacar al país del colapso económico en que se encontraba. Y ese mérito se le debe casi exclusivamente al tesón de Franklin D. Roosevelt.
Para ello dedicó su mandato única y exclusivamente a recuperar la economía. Su objetivo primordial era el sacar a la desaparecida clase media de la absoluta pobreza en que se encontraba. Las medidas de Roosevelt se suelen recoger en lo que se denomina el New Deal. Una forma nueva de hacer las cosas.
Puede parecer que Roosevelt actuó de forma ejemplar en el gobierno, hizo todo lo posible por relanzar la economía de los Estados Unidos. Pero para ello no dudó en aplicar todo tipo de medidas antidemocráticas. Si algo era lo mejor, no esperaba la aprobación de las Cámaras, de los reglamentos, el visto bueno de los jueces. Al día siguiente se empezaba a hacer.
La forma de gobernar de Roosevelt puede que haya sido única en la Historia de la Humanidad. Fue quizás el hombre capaz de aunar lo mejor, o lo único bueno, de los principales sistemas de gobierno: la democracia y la autocracia.
Si la democracia se interpone en el camino de lo correcto, al diablo con la democracia. Pero siempre actuando pensando en los demás, en el pueblo. Si tuviéramos buenos dirigentes a nuestra disposición así se debería gobernar: el pueblo elige, el representante gobierna.
Roosevelt creó cientos de pequeños organismos encargados de tareas concretas. Uno para aliviar el hambre de la gente, para que hubiera comedores públicos y se atendieran las primeras necesidades. Otro para coordinar la política monetaria. Otro para sanear el sistema bancario. Otro para relanzar la industria. A veces estos grupos tenían problemas entre sí al existir espacios comunes en sus jurisdicciones.
Los primeros 100 días de su gobierno fueron una maratón, quizás el mejor gobierno que jamás ha existido. Como unos padres que limpian la casa tras una fiesta organizada por los hijos, de forma urgente Roosevelt se encargó de arreglar una cosa tras otra, como si le faltara tiempo para empezar, como si tuviera tantas ganas de gobernar que no pudiera soportar guardarse ases en la manga para futuras campañas políticas.
Roosevelt recibió la reprobación de los jueces de su país con alguna de sus medidas, por considerar sus decisiones como en contra del Libre Mercado o por no haber cumplido los trámites legales correspondientes. Roosevelt tuvo que rectificar y deshacer algunas de sus decisiones. Pero lo hacía convencido de que hasta que los jueces actuaran aquello tendría efectos beneficiosos para la sociedad. Ningún otro gobernante americano ha tenido que ser reprendido por los jueces, salvo Roosevelt.
Roosevelt, un tipo que trataba de disimular su parálisis con muletas y en posturas forzadas apenas sujetado por los brazos o por su esposa, es uno de los mayores responsables de que tú y yo no vivamos en una Europa tal vez soviética, tal vez nazi, tal vez muy diferente.
Cómo sería este presidente para que los Estados Unidos hicieran la vista gorda a la ley no escrita que prohíbe que un dirigente pueda estar más de ocho años en el cargo. Esta ley existe como forma de respeto y admiración al gobierno de Washington, que no quiso prolongarlo por más tiempo a pesar de que nunca perdió el apoyo de toda la ciudadanía. Cómo sería Roosevelt para que la gente dijera, bueno, por favor, deja que contigo hagamos una excepción ahora que tenemos una Guerra Mundial.
Roosevelt murió en 1945, tras dejar a su país con la II Guerra Mundial medio ganada en ambos frentes. Cualquiera hubiera podido gobernar el país que Roosevelt dejó, ahora convertido en la primera potencia mundial.
Uno de los hechos más sorprendentes de la vida de Roosevelt es su lucha contra la polio, que le dejó paralítico de cintura para abajo. No sólo lucha personal sino en general contra esta enfermedad. Apoyó todo tipo de avances científicos, estudios, tratamientos y hospitales que lucharan contra la enfermedad. Y como no podía ser de otra forma, ante un hombre tan grande, resultó que con el tiempo se supo que la enfermedad que él había padecido no era la polio, sino una más infrecuente, el síndrome de Guillain-Barré. Esta forma de ironía del destino fortalece su imagen aún más: el hombre que luchó contra una enfermedad que ni siquiera era la que tenía.

Enron

Uno de los mejores artículos que he leído en toda mi vida fue este que publicó Malcolm Gladwell sobre Enron.
Enron era una de las principales empresas eléctricas de los Estados Unidos, hasta que de golpe y porrazo, casi de la nada, quebró.
El alcance del fraude y la corrupción de este caso se refleja en una leyenda urbana. Esta dice que el escándalo de Enron provocó que Andersen Consulting cambiara su nombre al de Accenture, para tratar de borrar toda relación con tan oscuro suceso (Andersen Consulting se escindió de la firma auditora de Enron, Arthur Andersen en 1998 y sólo compartía el Andersen del nombre, sin ningún tipo de relación en el caso).
Ya nadie se acuerda de Enron, pero en su momento fue una sensación. El artículo de Gladwell era increíblemente valiente. Salió en defensa de los directivos de Enron, explicando que aunque tal vez no fueran angelitos, ni siquiera ellos eran conscientes de lo que estaba ocurriendo.
Gladwell no tomó una postura. Simplemente investigó sobre la historia tras casi seis años desde el escándalo, que dan perspectiva suficiente. Y se atrevió a indicar que tal vez la culpa no fuera de los directivos, sino del sistema financiero y empresarial que era tan terriblemente complicado que había llegado a un punto en que nadie era capaz de saber lo que se estaba cociendo en su propia cocina.
El caso de Enron se destapó de forma extraña: un periodista, Jonathan Weil, leyó con detalle el informe trimestral de Enron, y tuvo la sospecha de que algo no le cuadraba. Por supuesto no era del Cinco Días o el Expansión, sino de un periódico serio. Pidió tiempo en su trabajo para que le dejaran investigar con más detalle. Y tras casi un mes, fue capaz de discernir que las operaciones que estaban realizándose no eran todo lo correctas que los datos parecían mostrar.
No es un caso como el Watergate en que los periodistas tuvieron que pagar a soplones, poner detectives y seguir pistas. El periodista simplemente se bajó los excel de internet y se puso a trabajar con ellos. Era información pública disponible para cualquiera que la quisiera consultar.
Gladwell hacía una exposición sencilla: si un buen periodista económico, tras consultar a varios de los mayores expertos en contabilidad e inversión de los Estados Unidos, necesitó más de un mes para darse cuenta del problema, ¿Cómo podían en la empresa ser conscientes de lo que estaba sucediendo? Nadie tenía un puesto lo suficientemente alto y unos conocimientos lo suficientemente técnicos (además de una disponibilidad de tiempo) que le permitieran observar la perspectiva global de lo que podía sucederle a la empresa. Los jefes de muy arriba sólo firman las facturas, los de abajo sólo preparan los informes.
Gladwell defendió a unas personas de las que sólo se han dicho cosas negativas: ladrones, estafadores, timadores, tunantes, embaucadores. Por supuesto, recibió numerosas críticas por su artículo. Además, él ni siquiera es un economista.
Gladwell escribió su artículo sobre Enron en enero del 2007, cuando la palabra subprime en Google apenas si registraba unos 500 resultados. El problema de las subprime – y todo lo demás – es ese: todo es tan complicado que al final no sabes ni lo que estás comprando.
Gladwell tiene un blog extraordinario: sólo ha publicado cuatro entradas en su blog en lo que va de año. No harías mal en añadirlo a tus favoritos.

Crisis de pobres

Vivimos un tiempo para tópicos económicos. El que más se oye ahora es que las crisis siempre las pagan los mismos, los pobres. Que si socializar pérdidas y privatizar beneficios.
Con esta crisis se supone que los que más están perdiendo son los pobres, mientras que a los ricos se les está buscando la forma de condonar las pérdidas. Esta lectura de la situación es en términos generales más propia de un patio de colegio. Es la políticamente correcta y la que defenderé en las conversaciones de café pero no tiene nada que ver con la realidad.
Las familias numerosas que han perdido sus casas, que suele identificarse con un “han perdido todo lo que tenían”, las disparadoras de la crisis de las subprime, eran unas familias con trabajos perentorios, sin perspectivas reales de mejora y que se compraron una casa mucho más allá de sus posibilidades. No tenían casi nada y se comportaron como si tuvieran derecho a tener algo. Quizás sí tuvieran derecho pero eso no les autorizaba a hipotecarse por aquello a lo que creían tener derecho. Los derechos primero se consiguen y luego se paga la factura con ellos. Pero nada de comprar por adelantado.
Estos pobres no han perdido tanto. Nunca tuvieron nada, todo fue una ilusión pasajera. El que ha disfrutado de estos años de bonanza y no tenía un céntimo en el banco y ahora se encuentra en el desempleo, pues tampoco ha perdido casi nada, pues nada tenía.
Los ricos sí que han perdido dinero. Muchísimo dinero. En cantidad desde luego mucho más que los pobres. Pero también de forma cualitativa.
Una persona que se haya quedado sin trabajo ahora cobrará el 70% de su sueldo. Quizás algo menos. El que no tuviera desempleo y haya perdido el trabajo estaba ya en una situación económica muy delicada, la crisis sólo ha destapado su realidad.
Los ricos sin embargo han perdido en muchos casos más de la mitad de su dinero en apenas un par de meses. Sus diversificadas inversiones en carteras equilibradas han bajado un 50% de valor en pocos días. Los ricos son ahora la mitad de ricos. Cierto es que aún están muy lejos de esos pobres, pero el sueño de conseguir un equilibrio en la riqueza, a consta de que los demás regalen lo que tienen, es muy peligroso.
Esta es una crisis que está golpeando mucho más fuerte a los que más tienen. Por eso se reúnen los jefes de Estado de todo el mundo. Por supuesto que hay mucha gente que ha perdido su trabajo y sus ahorros. Gente de clase media ahora se ve rozando la indigencia. Pero en el promedio, los pobres están perdiendo menos que los ricos. Por ahora.
Nota: Como todo hay que explicarlo, yo no soy uno de esos ricos.

La economía de la caballa

Las películas americanas insisten en mostrarnos que la economía carcelaria se mueve por paquetes de cigarrillos. Sin embargo, desde el año 2004 en que se prohibió fumar en las cárceles estadounidenses, la economía del tabaco ha desaparecido.
El típico personaje que es capaz de conseguir cualquier cosa a cambio de unos cuantos cigarrillos o las apuestas clandestinas, tuvieron que encontrar un sustituto. Al final el dinero es una necesidad y hasta en un lugar tan poco edificante como las cárceles, surge de forma natural.
El sustituto ha sido bastante extraño: La lata de conservas de caballa. Bueno, no es precisamente una lata (porque no es de metal, dado el riesgo que conllevaría en un lugar tan peligroso) y tampoco el pez es caballa, sino verdel, un pez muy parecido.
La situación es la siguiente: en la cárcel no se puede tener dinero, puesto que está prohibido. La única solución está en que los familiares o amigos desde el exterior compren bienes a los prisioneros. Antes compraban tabaco pero ahora está siendo el verdel envasado el que acapara las compras.
Esto de por sí es curioso, pero más si tenemos en cuenta que nadie compra conservas de verdel fuera de las cárceles, salvo en la India donde es relativamente popular. Los fabricantes se han visto sorprendidos (y encantados) ante tan extraño cliente: el sistema penitenciario. Hay una enorme demanda de este pescado en las cárceles, pero fuera de ellas las ventas son marginales. En las cárceles se vende mucho más que conservas más populares, como el atún.
Y el hecho de que tampoco en las cárceles se suela consumir mucho. La gente consigue la lata y la utiliza como moneda de cambio, pero son pocos los que deciden abrirla para comer el contenido. El valor residual del producto desaparece, se ha convertido en una moneda más.
Esta suerte de caballa no es desde luego la única moneda posible. Cada cárcel tiene su propia economía pero es la del verdel la más popular de todas. En otros lugares se usan sellos como unidad de intercambio. Hay también donde la lata popular es la de atún. La conserva de verdel triunfa precisamente porque nadie se plantea comerla. Y porque su precio tiene una contrapartida casi exacta en un 1$, lo que facilita mucho las transacciones. Una ironía del destino es que en la cárcel texana de “El Atún” se use como moneda la lata de verdel en lugar de la de atún.
La conserva de verdel tiene sus propios problemas como moneda. Por un lado ocupa mucho más espacio que un billete, con lo que para una persona muy rica supone un verdadero problema el almacenaje de tantas latas. Existe hasta la figura de pequeño banco: una persona alquila un espacio en su taquilla para que otra pueda guardan en ella sus latas. Otro problema es la inflación. Cuando un preso tiene próxima su salida se encuentra con decenas de latas de pescado que no tienen valor alguno en el exterior, por lo que trata de deshacerse de ellas, aunque sea a precio de saldo. Esto provoca que los bienes se encarezcan, ante el brusco aumento de liquidez en el sistema (hay más dinero circulando por lo que la gente está dispuesta a pagar más por lo mismo).
Fuente: Uncommonbusiness. Es extraño pero se trata de un blog que se dedica a copiar contenidos íntegros de otras fuentes, sin citarlas. En este caso, la fuente original es este artículo del Wall Street Journal. Sin embargo eso no impide que sea un buen blog pues sabe seleccionar lo mejor de sus fuentes. Otras dos historias aquí expuestas extraídas de él fueron:

El mito de Lewis Carroll

Aquí ya se ha escrito en alguna ocasión sobre cómo solemos equivocarnos al asignar la etiqueta de grande sólo a aquellas personas que destacaron por lo bueno. Y a veces rozando el absurdo tratamos de achacar una absoluta falta de buenas cualidades en aquellos que pasaron a la historia como malos. Del mismo modo, a los buenos se les perdona todo tipo de faltas, todas son veniales y convenientes por cuanto formaron a ese personaje digno de recuerdo.
Lewis Carroll pasó a la historia entre otras cosas por el extraordinario “Alicia en el país de las maravillas”. Ese libro es un hito en la historia de la literatura. Pero eso no quita que Lewis Carroll fuera un pederasta.
Sin embargo existe una inexplicable campaña de limpieza de su nombre. Su pedofilia (ahora volveremos sobre esto) se menciona en el artículo de la Wikipedia italiana, pero no en el muchísimo más extenso en inglés. El artículo español tiene una sección de “controversias e incógnitas” pero tampoco menciona este hecho.
Como le debemos mucho a Carroll no podemos sino preocuparnos de su memoria. Sea o no cierta. No estamos hablando de una guerra con vencedores y vencidos, o de un rumor que no se sostenga en pruebas. Es un hecho conocido del que me ha sorprendido que hubiera tan pocas referencias.
Los fans inundan la red con cientos de miles de datos sobre Lewis Carroll y su magnífica obra, y también se encargan de enterrar el mito de su pedofilia. Hay una página dedicada exclusivamente al llamado mito.
Los hechos, según tengo entendido, con la dificultad de encontrar fuentes veraces son los siguientes:

  • Lewis Carroll escribió su Alicia en el País de las Maravillas pensando en su vecina Alice Liddell. Podía estar o no enamorado de ella, pero es indudable que le gustaba mucho.
  • A Lewis Carroll le encantaba hacer fotografías de niñas desnudas. También vestidas. Sobre todo fotografiar niñas. Y cuando paró con esto, se dedicó a pintarlas, también desnudas.
  • Lewis Carroll tenía una enorme colección personal de fotografías de niñas desnudas. Destruyó la mayoría antes de su muerte.
  • De acuerdo a la legislación española actual, a Lewis Carroll habría que meterlo en la cárcel varios años, tras airearlo un poco por los telediarios.

Los términos pederastia y pedofilia aunque tienen significados muy diferentes recuerdan a aquel chiste en que un amigo le dice al otro:
– Tío, que soy gay.
– ¿Gay? ¿Tú tienes un ferrari?
– Pues no.
– ¿Y tienes un chalet?
– Pues no.
– ¿Tienes alguna cuenta en un banco suizo?
– Tampoco.
– Tú entonces eres maricón.

Cuando el culpable es el hijo de puta anónimo se trata indudablemente de un pederasta. Si es una persona que merece algún tipo de justificación, entonces es un pedófilo. Como Lewis Carroll.
La defensa a capa y espada de Carroll lleva a veces a párrafos delirantes. Esto viene de los puritanos Estados Unidos:


¿Pero fue Carroll un pedófilo?
Según puede verse en la exposición ”Reflections in a Looking Glass: A Lewis Carroll Centenary Exhibition,” organizada […] en el centenario de su muerte acaecida en 1898 […], la cuestión es irrelevante. Lo más sorprendente y atractivo de sus retratos de niñas no es qué veía él en ellas sino qué veían ellas en él.

”Lewis Carroll . . . vino a nuestra casa de campo para fotografiarnos a los niños,” escribió Dymphna Ellis, una de las niñas que Carroll fotografiara. Y añade: “Estoy segura de que fui su ‘favorita’. Él hacía a cada niño sentirse así. Revelaba las fotografías en el sótano…Recuerdo la mezcla de desorden y misterio…Nos echamos a llorar cuando se marchó…no le teníamos ningún miedo. Sentimos que él era uno de nosotros, que estaba de nuestro lado, no en el de los adultos.”

Estas no parecen las palabras de una víctima de seducción hacia niños. Pero todavía hay algo en ellas que nos parece alarmante: sótano, desorden, misterio, falta de miedo. Estas palabras te hacen pensar que no importa lo que Carroll y sus pequeñas modelos hicieran, era excitante y seductor a todas luces. Ellos eran co-conspiradores.

Cuánto nos recuerda todo esto al buenazo de Polanski.
Por cierto, otro personaje al que se le perdonan sus deslices fue Michelangelo Merisi, Caravaggio. Aquí ya estamos hablando de palabras mayores, por cuanto se trata de un asesino en serie.
Alabados sean sus crímenes que inspiraron tan gratas obras.

Soitu

Cada vez veo más nuevos servicios prometedores que van a ser lo más que tienen nombres impronunciables. Soitu, un periódico digital, es uno de ellos.
Si consultas cualquier listado de dominios cortos aún disponibles verás que casi todos ellos terminan en u, o tienen combinaciones de dos úes. Es lo que queda después de que los registradores profesionales (domainers) hayan comprado todo lo hipotéticamente razonable. Casi cada palabra del diccionario, con todas las extensiones posibles, para casi todos los idiomas importantes, está registrada. Albaricoque.ee (dominio de Estonia) está libre, pero todo llegará.
Los registradores compran los nombres buenos (pets.com, coches.com, zapatos.com) y los que crean páginas no están dispuestos a rascarse el bolsillo, lo que lleva a que los nuevos nombres de webs sean ridículos (mascutus.com, autumuvulus.com, zapatuus.com). Y una muestra de que no han estado dispuestos a pagar por el dominio mucho más de los 5$ anuales.
Lo cual es mala imagen. Hace poco compré unas noches de hotel en hotels.com. Es que ni me preocupé de mirar si era un buen servicio o no. Sé que tuvieron que pagar un dineral por el dominio y que eso es señal de que no se iban a detener en pequeñeces. La página era totalmente profesional. Suficiente para que les diera mi número de tarjeta de crédito.
Pero lo que no voy a hacer es dar mis datos en hoteluus.com o en hutuelu.com, porque la primera señal que tengo de ellos es que son unos ratoneros.
La exuberancia de úes supongo que llegará a su fin alguna vez. Ya no basta con que sean nombres cortos; son imposibles de recordar. Y puesto que nadie querrá pagar decenas de miles de euros por un dominio (por el simple hecho de que cuestan 5$, no porque no tenga algo de lógica que un buen nombre cueste dinero) supongo que está por llegar el tiempo de los nombres compuestos: hotelreservable.com, reservatuhotel.com. Ahora mismo estos nombres suenan mal, como macarras que arañan búsquedas de Google o del Spaces de Messenger, pero su tiempo está por llegar. No puede ser que el futuro sean las palabras abarratodas de úes.
Nota: Releyendo esto parece publicidad encubierta de Hotels.com. No era esa la intención, en cualquier caso la mejor página para reservas creo que es Atrapalo.com, lo que pasa es que a veces no encuentras buenos hoteles para una ciudad y fechas concretas.