Charles Wells

Estadísticamente hablando, la ruleta es el juego más aburrido que existe. Todas las estrategias que puedan emplearse tienen una probabilidad de éxito totalmente similar. Si juegas las tiradas pares apostando al siete y las impares apostando al catorce, si juegas alternativamente al rojo y al negro, si siempre juegas al pasa, si en manos sucesivas apuestas por el número de la mano en que estás jugando, todas estas estrategias ganarán – salvo por el detalle del 0 ó 00 – el mismo dinero en promedio.

I

La única forma racional de aumentar esa probabilidad es teniendo en cuenta el hecho físico de que esa ruleta es un objeto fabricado por el hombre, y por tanto imperfecto. Y es un aparato accionado por otro hombre, el crupiere, y por tanto susceptible de cometer errores.
La aproximación racional hacia el juego tenía mucho más éxito en la antigüedad. En el siglo XIX, Joseph Jagger estudió los patrones que seguían los números en una de las ruletas de Montercalo, encontrando que estaba estaba viciada, haciendo más probable que salieran determinados números. Apostando masivamente sobre ellos tuvo la oportunidad de romper la banca de tan prestigioso casino, ganando una fortuna a lo largo de varios días de juego.
No fue, sin embargo Joseph Jagger la única persona capaz de romper la banca en Montercalo. En primer lugar, porque el concepto romántico de “romper la banca” suena a que el casino se arruinara y no tuviera dinero suficiente para pagar al jugador. En realidad, romper la banca no significa más que dejar sin fichas suficientes para pagar la mesa en que el jugador está apostando. Cuando esto ocurría, había que parar el juego – poniendo un paño negro en el caso de Montercalo – hasta que el crupiere pudiera volver con más fichas. Y entonces, el juego continuaba.

II

Así, una historia más interesante que la de ese jugador, resulta la de Charles Wells, que también rompió la banca de Montecarlo.
Charles Wells consiguió una enorme suma de dinero – 4.000 libras de la época – mediante un esquema fraudulento de venta, sobre algo tan absurdo como una cuerda de saltar a la comba con música. El dinero sucio tiene tendencia a permanecer en lugares poco limpios. Con todo ese dinero conseguido en Inglaterra, Wells se plantó en Montecarlo en 1891, dispuesto a jugar.
Su técnica era no tener técnica alguna. Jugaba a un número, luego pasaba al rojo, o al negro. Pero él fue el hombre que hizo buena la regla de “tienes una probabilidad entre un millón de romper la banca”. Porque ese día Dios se sentó a su lado y casi todo lo que Wells apostaba acababa saliendo, rompiendo la banca varias veces sucesivas (la mesa tenía 100.000 francos en fichas, de ahí que si Wells hubiera apostado a un número sus 4.000 libras y hubiera acertado, habría roto la banca en una sola tirada). El colmo de buena suerte lo tuvo cuando se sentó a la mesa por tercera vez. Apostó al cinco y acertó. Volvió a hacerlo y volvió a salir el cinco. Así, hasta cinco veces sucesivas, rompiendo la banca de la forma más inverosímil de toda la historia.

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Secadores de pelo

Hace unos días estuve mirando las opiniones de los consumidores sobre los secadores de pelo en la página de Amazon. Era la primera vez que leía este tipo de revisiones, antes sólo lo había hecho para las opiniones sobre libros.
He de reconocer que son una lectura provechosa y práctica. La tecnología de los secadores de pelo, silenciada por los i-pods y la telefonía, avanza a una velocidad de vértigo. Sin embargo, lo que más me llamó la atención sobre dichas valoraciones era la vida que había detrás de ellas. Los secadores de pelo habían sido unos regalos brillantes hechos por novios que se convirtieron en el definitivo, habían sido enormes decepciones que se averiaban a los pocos días, fueron un gran paso hacia la felicidad de tener un pelo precioso, o de no tener que perder muchos minutos al día cada mañana. Todas esas historias tenían mucha más pasión que las opiniones sobre libros que se escriben en Amazon.
Triste mundo en el que un secador de pelo puede aportar más a una persona que un libro. Y no es culpa de los secadores, ni que las personas sean muy simples. Es que los libros que hoy en día se leen no nos suponen nada. O casi nada. Leer puede ser un entretenimiento pero esa no es su función primordial. Como la comida, que puede ser divertida y un placer, ante todo el hecho de leer debe entenderse como un aporte de nutrientes, al alma. Hay que leer libros que no sólo llenen el estómago, sino libros que nutran nuestros tejidos, que nos hagan diferentes, aunque estos signifique peores. Hay que leer buenos libros aunque sean difíciles. No importa que edad tengas ni a lo que te dediques. Tu obligación es leer todos los días algo bueno.

Goooooooooooooooooooooogle

La grotesca nueva ciencia de la optimización de páginas de cara a los buscadores, es la ciencia del robo de visitantes que en realidad buscaban otra cosa.
Si estás buscando una hipoteca, y no estás muy suelto en internet, quizás pongas en el recuadro de Google alguna boutade como “estoy vuscando una hipoteca que sea barata”, obteniendo como resultado páginas que poco tienen que ver con las hipotecas y mucho con el Adsense – publicidad en las páginas.
Los bancos y las empresas de financiación sólo consiguen aparecer como resultados patrocinados. Pero eso es lo que realmente andaban buscando los potenciales clientes de una hipoteca, no blogs de pacotilla orientados hacia la publicidad de forma descarada.
Una de las formas más bizarras de engañar al personal y atraer clientes hacia las redes de nuestra publicidad son los dominios parecidos – tiene un nombre en inglés pero me niego a usarlo. Por ejemplo, todo el mundo conoce Amazon, pero a golpe de vista, como en una tienda, una página que sea Amazen puede sonarnos a conocida y provocar la visita distraída. La actitud que indican en este blog de negocios es muy interesante y loable. El idiota es el cliente que verdaderamente interesa. Si has conseguido que un pardillo pinche en tu página, que pone Amazen en vez de Amazon, puedes esperarlo todo de él: que compre productos absurdos, que pinche como un loco en tu publicidad, que te haga una donación, que te de sus datos personales. El pardillo es el que genera dinero no como esas redes sociales, en que participa mucha gente “preparada” que lo único que hacen es consumir ancho de banda.
Así, jugando al despiste del dominio cambiado, hay cientos de ejemplos sobre dominios que se parecen al original. Y de entre todos esos ejemplos, como no podía ser de otro modo, Google se lleva la palma. Inspirados en la imagen del pie de los resultados de búsquedas, se ha creado uno de esos espacios bizarros de internet.

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La leccion del maestro

I
Jean Mouton (1459-1522) fue un compositor francés del Renacimiento. De su obra destacaron especialmente sus motetes.
II
Alumno de Jean Mouton fue el flamenco Adrian Willaert (1490-1562), fundador de la escuela veneciana de música. Willaert fue uno de los músicos más influyentes de su época. De su labor compositiva destaca ante todo su versatilidad, abarcando muy diferentes géneros.
III
Cipriano de Rore (1515-1565) fue otro compositor flamenco, alumno de Jean Mouton. También es un músico fundamental en su época, destacando especialmente por los madrigales.

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Invertir en el NASDAQ poco dinero

Hace tres meses compré unas pocas acciones de Yahoo, una empresa de Internet de EEUU. Lo hice por los siguientes motivos:
a) Porque me parecía evidente que Yahoo estaba a unos precios ridículos.
b) Porque tenía ganas de ver cómo era eso de invertir en el NASDAQ.
c) Porque me parecía que la bolsa española está a unos niveles que deben ser máximos.
Sabía que si compraba acciones de fuera de España los de Cajamadrid me iban a sajar a comisiones. Para eso no hay que comprar acciones del extranjero, aunque compres acciones de la empresa más normal del IBEX 35 el sablazo está garantizado. Pero bueno, estaba dispuesto a poner la mejilla.
Compré las acciones a unos 27,5 dólares. El primer sablazo llegó con el tipo de cambio. Aunque el euro estaba a 1,30 dólares, Cajamadrid me lo valoró en 1,27 dólares. Entiendo que por ello me cobraran una comisión. Luego me cobraron 18 euros de porque sí, simplemente por comprar acciones de Estados Unidos. Y alguna comisión más que se me escapó. A todas las comisiones se les aplica un iva del 16%, con lo que para unos escasos 1.100 euros en acciones tuve que pagar más de 40 euros de comisiones, un porcentaje del 4% en comisiones, es sangrante.
Siempre he observado que en bolsa hay que comprar cuanto más mejor. La comisión que habría pagado si hubiera comprado 10.000 euros en acciones de Yahoo habría sido casi la misma. En este caso estaba dispuesto a perder dinero y no a jugarme un capital que no tengo, así que se confirmaron mis sospechas de que iba a salir escaldado.
La acción tuvo como todas sus subidas y bajadas, pero llegó el momento dulce y estaba por encima de los 30 dólares. En condiciones normales, habría estado ganando un más que sano 9% de mi dinero, todo un lujo para una inversión en tan poco tiempo. Pero tras el sablazo inicial de Cajamadrid y el que espera en el momento que materializas tu venta, estaba en pérdidas.
Pasó algún tiempo y harto del constante robo de este banco, me pasé a otro, solicitando el traspaso de mi cartera de valores. Tras algunos días se produjo ese traspaso, pero los títulos de Yahoo no se movían de Cajamadrid. Tras dos semanas me hice a la idea de que el estado de “tramitándose” podía durar años. Así, no dispuesto a pasar el mal trago de tratar con un teleoperador/torero, decidí renunciar al traspaso, pero ante la idea de cerrar definitivamente mi cartera con Cajamadrid, opté por vender las Yahooses.
Tras la espera a el traslado de los valores, la acción había seguido subiendo. Ahora estaba cerca de los 32 dólares. Me molestaba tener que vender una acción que iba tan bien, pero lo hice. Según las cuentas, desde mi compra inicial, la acción se había revalorizado un 16%, casi tanto como los pisos en un año (perpetuo 17% desde la época de las pirámides de Egipto). Sin embargo, Cajamadrid pasaba de nuevo la gorra. Hoy me ha llegado la carta de la operación y tengo el sablazo detallado:
Comisión de compra/venta: 18 euros (te cobran 18 euros hagas lo que hagas).
Comisión de cambio de divisa: 3 euros (te cambian la divisa de forma bastante perjudicial para ti y encima te cobran una comisión por eso).
Comisión de transferencia: 6 euros (es una comisión que podría traducirse en “comisión por hacer algo”).
A todo esto se le debe sumar el iva. Y las comisiones pagadas anteriormente, y los gastos de custodia que me tocó pagar en los pocos meses que tuve las Yahooses. En total, he perdido dinero con Yahoo, a pesar de que las acciones se han revalorizado un 16%.
Conclusiones:
a) En bolsa en general, por mucho que hablen sobre que hay que diversificar, una compra de acciones por un importe de menos de 2.000 euros obliga a unas rentabilidades bastante elevadas (> 5% anual) para no acabar perdiendo dinero por las comisiones. El % sobre el importe gastado es secundario comparado los gastos de comisiones fijas.
b) Invertir en el NASDAQ complica aún más la cosa porque hace que el gasto aumente mucho más por las comisiones que arriba he enumerado.
c) Las acciones en divisas tienen menos movilidad; desde que das la orden de venta (o compra) hasta que ves tu dinero ingresado en el banco pasan un par de días. No se traspasan entre carteras con tanta facilidad como se debiera.
d) Intentar especular con inversiones a corto plazo en el NASDAQ es simplemente suicida.
e) El banco se hace de oro con las comisiones de intermediación, pero el Estado ni te cuento. Cobra su 16% sobre comisiones y luego encima, si tienes suerte de que obtienes beneficios, también quiere un porcentaje fijo del 18% del total. Lo único bueno es que las minusvalías se pueden declarar en la Renta y dan mucho juego a la hora de preparar la declaración.
f) Don’t do it!

Problema de peso

A finales del siglo XVIII, Luis XVI constituyó una Comisión de Estudio cuyo objetivo era el de estandarizar las unidades de medida. Entre los miembros de esa comisión se encontraba el mismísimo Lavoisier. Fruto de esa Comisión nació el hoy tan extendido Sistema Métrico Decimal.
Las unidades de medida que allí se declararon tomaban como base el metro y el grave . El grave era una nueva unidad de medida de masa, con símbolo G que equivale al actual kilogramo. Grave tomaba su nombre derivado de la palabra gravedad.
La milésima parte del grave recibió un nombre especial. En lugar de llamarse miligrave se popularizó la palabra gramo.
Tras la Revolución Francesa, empezó a cuestionarse el grave como unidad de medida. Se argumentaba que casi todo pesaba menos que un grave, de ahí que resultara una medida demasiado grande para un uso cotidiano. Comenzó a proponerse el uso del gramo como unidad de medida.
La verdadera razón de la caída en desgracia del grave, sin embargo, fue política: Su similitud con la palabra Margrave, un título nobiliario equivalente al de Conde. Y ya sabemos que en aquella época todo lo que oliera a noble tenía los días contados, de ahí que fuera reemplazado por el gramo.
De ahí se llegó a la paradójica situación actual en que la unidad de medida que sirve como base, el kilogramo, tiene en su nombre un prefijo – kilo – propio de una únidad múltiplo de la base.
La propia definición del kilogramo ha evolucionado mucho a lo largo del tiempo. Originalmente no era más que “cien veces el peso absoluto de un volumen de agua pura que cabe dentro de un cubo cuya arista tiene un céntimetro de lado, a la temperatura de 0ºC”.
Posteriormente se afinó en su definición hasta dejarla en “la masa de un litro de agua pura a la presión atmosférica estándar y a la temperatura a la que el agua adquiera su máxima densidad” (que está en los 3,98ºC).
Sin embargo tampoco acabó convenciendo este valor, ya que la densidad del agua depende de la presión y la presión depende en parte de la masa, por lo que obtenemos una referencia circular que no es válida.

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De la imposibilidad de usar los numeros romanos para la numeracion de las paginas de un libro

Una pesadilla para los maquetadores de otra época eran las notas a pie de página. Dependiendo de dónde se ubique la nota, hay que reservar un espacio al final de la página para que quepa la nota, a ser posible completa y si no continuada en la página siguiente. El colmo de la maldad es cuando la nota llega justo al final de una página. En tal caso la única solución posible es escribir la explicación a la nota en la página siguiente.
Otra cosa muy moderna y actual es la indicación de “véase la página 104”, escrito en la página 24. Como por ejemplo estar en un libro de recetas de pollo e indicar, al que quiera ver recetas de pavo que se vaya a tal página. Esto suele ser sencillo, pero puede dar pie a una situación sin salida.
Imaginad el siguiente libro: la página 45 trata sobre recetas de pollo. La página 99 sobre las recetas de pavo. Y que quiero avisar desde la sección de recetas de pollo sobre las recetas de pavo.
Pensad que si decimos “veáse la página 99”, estamos usando un carácter menos que si decimos “veáse la página 100”. Ese carácter menos puede parecer intrascendente, pero en los libros que tienen el texto formateado para no escribir guiones de separación entre las palabras – la mayoría, este blog es un ejemplo claro – esto puede hacer que al decir véase la página 100 saltemos de línea y sin embargo al decir véase la pagina 99 justo por un carácter no lo hagamos.
El salto de línea de decir véase página 100 puede provocar que justo también provoquemos un salto de página. El salto de página puede provocar que un capítulo que necesite una cara en blanco en las páginas pares acabe teniendo una página más. Entonces puede ocurrir que, según de lo que avisemos, el propio capítulo de las recetas de pavo acabe en la página 99 o puede que incluso más allá de la página 100.
Esto en principio no resulta ningún problema. Podría avisarse de que se trata de la página 101 y, como el número de caracteres no aumenta, acertaríamos.
Si pensamos hacia atrás, avisando desde la página 100 hacia la 45, no hay problema porque puede entenderse la página 45 como perteneciente al pasado, de ahí que la página 100 no pueda influir sobre dónde ni cómo esté la página 45.
Hemos visto que la referencia hacia delante no resulta problemática, pero por un pelo. La causa de ello es que hay una correlación entre el tamaño de un número y el número de caracteres que lo definen. El número 100 es mayor que el 99, pero también el 100 tiene un carácter más que el 99.
Sin embargo, esta correlación no se da entre las cifras en números romanos. El número XV es mayor que el número VIII pero tiene menos caracteres. Si en un libro las páginas se numeran conforme a la nomenclatura romana – algo que suele hacerse para los prólogos y prefacios de los libros – la situación anterior en el límite de la página 99 sería muy complicada e irresoluble. Decir “véase la página IC(99)” puede provocar el nefasto salto de línea y la cascada de terribles coincidencias, hasta desembocar en que la página acaba siendo en realidad la cien, mientras que decir “veáse la pagina C(100)” puede llevarnos a acabar en la página 99.
Es por ello que en los libros nunca deben darse las tres condiciones siguientes:
a) Páginas numeradas con números romanos.
b) Textos que evitan el uso de guiones para separar palabras incompletas.
c) Referencias entre páginas posteriores dentro de un mismo libro.
El caso de los números romanos no es único. También puede ocurrir si enumeramos las páginas con su nombre escrito (once tiene menos caracteres que siete, pero es más grande) o simplemente con cifras de diferente tamaño. 101 ocupa un poco menos de espacio que 100 dentro de una línea y esa insignificante diferencia de tamaño puede hacernos caer en la situación paradójico-irresoluble indicada para los números romanos.

Retirada a tiempo

Cuando me señalaron a Alexander Riazantsev en la sala de juego, me dijeron que era The next big thing. Muchos peces gordos habían hablado de él como un posible futuro campeón del mundo de ajedrez. Kasparov que no prodiga los halagos, estuvo entre ellos.
En aquella época él no tendría más de quince años, y era el favorito en el campeonato del mundo de menores de dieciocho años – existe un campeonato del mundo para menores de dieciséis años pero Riazantsev no quiso jugarlo porque ya lo había ganado el año anterior, teniendo una edad muy inferior a la máxima aceptada para la categoría.
Riazantsev comenzó bien el torneo, pero cuando empezaron los encuentros duros afloraron las tablas y las derrotas, para al final perderse en las profundidades de la clasificación.
Los campeonatos del mundo de ajedrez para jóvenes son un mundillo ignoto. Un jugador con una puntuación de rating muy elevada puede perder ante un perfecto desconocido de Cuba o de India, que en realidad lleva más de diez años estudiando ajedrez sin parar, alquien que por primera vez tiene la oportunidad de jugar un torneo realmente importante.
Cuenta Riazantsev que, con tan sólo 13 años de edad, se retiró del ajedrez serio. Él habla de que se trató de una decisión meditada, de la que no se arrepiente. Si Alexander Riazantsev hubiera sido campeón del mundo de ajedrez se habría hecho millonario. Pero si se hubiera quedado en el camino, como el otro 99,99% de la gente, apenas habría podido ganar un sueldo superior al de un funcionario modesto y con una vida muy estresante y de difícil conciliación con la creación de una familia o el yugo de una hipoteca.
Cuando veo los campeonatos que se celebran en el mundo, frecuentemente me tropiezo con el nombre de Riazantsev, en la parte media-alta de la clasificación. Porque él nunca dejó de jugar al ajedrez, aunque desde luego poco a poco fue perdiendo el tren. Los que antes perdían con él, ahora son jugadores de la superélite. Alguno incluso ya ha sido campeón del mundo. Su caso es el de alguien que estuvo a punto de ser un Dios, pero no quiso serlo.

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Patan 2.0

Tres cosas que me han gustado de la página de Nassim Taleb, un personaje asombroso del que puede intuirse una increíble personalidad en este brillante artículo.

Notas y comentarios al Estilo Antiguo (no como en un blog, más bien como hojas sueltas con comentarios relacionados con mis libros).

Por favor, no me escriban ofreciéndome su ayuda para mejorar el diseño de mi página.

Sus emails serán bienvenidos a la dirección gamma [at] fooledbyrandomness [dotcom]. Tengan en cuenta que casi siempre les responderé, si el tiempo me lo permite – incluso a los mensajes ofensivos.

Me gusta la gente de la vieja escuela, aquellos para los que los blogs les han pillado muy mayores. El verdadero Internet 2.0 lo ha construido esa gente, no los patanes 2.0 que se limitan a decir “esto me pareció interesante” y a copiar información ajena, eso sí, con un diseño fantástico y unos plugins que se caga la perra.
Sí, este era un post de patán 2.0.

En el museo

hola x favor necesito saber la contraseña de esta cuenta perreo-356@hotmail.com es k me lo hackearon x faaaa mandenme la contraseña a este correo gangster_prez@hotmail.com

Lo peor de ir a una exposición de arte es tener que oír los comentarios del resto de visitantes. Y peor aún, si cabe, es oír el comentario antes de ver una obra en cuestión. “Me gustan los colorines tan brillantes, se nota que el tío sabía mucho de pintura”. Para ver que se trata de un Mondrian. “Ah!, Pero no sabía que era en blanco y negro”, antes de llegar a El Guernica. “Pues lo he tocado y está suavito” ante un Velázquez del Museo del Prado.

PUES LA NETA QUE PASADOS DE VERGA SON LOS QUE HACEN ESAS MAMADAS Y VAYAN A CHINGAR A SU MADRE LOS HACKEARON LA PAGINA

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Casi peor es tener que oír los comentarios de los que andan pasados de rosca. Los autoproclamados artistas: “Fíjate el trazo grueso para el lomo del caballo y pincel fino fino en el detalle de las patas”. “Esto es de su época azul, la influencia de Picasso es evidente”. “Este es como el que vimos en Nueva York, sólo que más pequeño, más como el que tienen en el Hermitage.”
Afortunadamente las páginas web tienen los comentarios al final del artículo para que, si uno lo desea, no se emponzoñe con las opiniones de los demás. Y, en el peor de los casos, éstas no dejen mal sabor de boca antes de empezar a leer lo que uno realmente quería leer.

alejandro eres el mejor del mundo tienes una voz hermosa y un carizma y una sensualidad fantastica besos alejandro sanz tu fans 1 en peru

Es absurdo que en cualquier película proyectada en un cine, por manida y previsible que resulte, esté prohibido hablar, mientras que en una exposición artística, donde a veces la necesidad de concentración resulta mucho mayor, cualquiera se sienta legitimado para enunciar su veredicto de la obra en voz bien alta.
Si vas a una exposición artística sigue estas tres reglas:
1) Habla poco.
2) Habla bajo.
3) Un buen cuadro habla bien alto un lenguaje sin palabras, que tus palabras no impidan a los demás oír ese mensaje. Nunca hables de un cuadro justo al lado de él.

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