Innovacion histórica

Al final de una entrada anterior, hablando sobre la evolución, surgía una pregunta abierta. ¿Es el hombre de hoy mejor que el de hace 500 años?
Ahora vamos a acotar la pregunta. Voy a indagar sólo por la tecnología. ¿Somos más innovadores que nuestros ancestros?
Antes de continuar, habrá que empezar a eliminar posibles errores de razonamiento. Pensar que hoy, porque tenemos ordenadores, somos más creativos que nuestros tatarabuelos, que tenían sextantes y relojes imprecisos, es una simpleza. Simplemente tenemos más técnica, pero esto no es más que una forma de cultura, adquirida con el paso del tiempo. Sin la elemental pila eléctrica no habría supercomputadoras. Sin inventar la rueda, no se podría haber llegado a la nave espacial. El alcance de la tecnología universal no puede darse ni en la vida de una persona, ni tan siquiera en unos pocos siglos. Son necesarios constantes descubrimientos. Así los nuestros, no son sino corolarios a teoremas descubiertos por nuestros antepasados.
Más mérito tuvo inventar el astrolabio que descubrir Internet. Para valorar la calidad de una creación, como forma de medir la inteligencia de su creador, no se debe pensar en la utilidad de la misma, o la importancia que acabe alcanzando. En mi opinión, y quizás sea un punto discutible, lo importante es la capacidad de innovación. Así, inventar Internet, cuando existían redes más o menos extensas de ordenadores interconectados, apenas si es ir un poco más allá. Pero inventar la lente, cuando antes no existía nada parecido, eso sí que es llegar lejos.
Esta apreciación puede parecer que premia la imaginación sobre la síntesis. Y es que para crear algo totalmente nuevo parece que sólo se exige de esa intangible cualidad, mientras que los inventos actuales suelen ser compendios de descubrimientos ya realizados, a los que se les añade un poco más. Sin embargo, no creo que sea así. Salvo numerosas excepciones, de descubrimientos casi casuales, la mayoría de los descubrimientos asombrosos han sabido beber de las fuentes que ya existían, pero con una capacidad de observación que, la verdad, no existe hoy en día.
La literatura de Shakespeare mucho le debe a la obra de Plutarco. Pero toda la literatura actual, le debe mucho más al autor británico. El salto de una a otra fue mucho más elevado. Es curioso que, las mayores obras de la Literatura Universal pertenezcan a un pasado tan lejano. Nuestro Quijote, los dramas de Shakespeare, la Divina Comedia. Puede argumentarse que, la propia limitación de la mente humana, impide dar mayores saltos. Puede pensarse que el camino hacia la perfección estuviera formado por una escalera de diez peldaños. Homero subió el primero; Plutarco los dos siguientes. Shakespeare subió tres más. Queda tan poco por subir, que no hay forma de superar sus hazañas, si Joyce subió otro escalón más, ya sólo quedan tres hasta el cielo y aún así no podríamos haber subido más que Shakespeare.

Un punto de comparación muy interesante es el de las obras públicas. A pesar del paso del tiempo, la forma en que construimos las casas, salvo por la presencia inevitable de una gigantesca grúa, es la misma que hace miles de años. Se ha agilizado la distribución de materiales, los acabados de hoy en día suelen ser más uniformes, tenemos cascos y hormigoneras, pero para levantar una pared siguen haciendo falta tres o cuatro obreros, aunque algunos sólo estén para mirar.

A pesar del esfuerzo de todo tipo de dirigentes enfermos, por realizar la obra pública más sorprendente e innovadora del planeta, pocos se atreverían a quitarle la medalla de oro a la Gran Pirámide de Keops, construida en el 2560 AC. Casi hay unaminidad en pensar que fue construida en unos 20 años. Lo que suscita continuos debates y polémicas, es la forma en que pudo ser realizada. Y es que resulta increíble que con la absoluta falta de tecnología de la época, se pudiera construir algo así. Esto ha dado via libre a las hipótesis paranormales, pero al margen de estas, el hombre actual tiene problemas para calcular cómo realizar una obra de ese tipo. Las estimaciones más optimistas hablan de que unos 25.000 hombres estuvieron trabajando durante 20 años hasta completar los trabajos. La forma en que esto pudo realizarse – teniendo en cuenta que cada una de las piedras viene de muchos kilómetros de distancia y que no habían descubierto la rueda – es motivo de numerosas investigaciones.

Pocos arquitectos actuales se atreverían a firmar un proyecto para construir una pirámide exactamente igual, con la tecnología actual, y con un plazo de tiempo de 20 años, aún suponiendo unos recursos económicos casi ilimitados.
Sin entrar en mayores detalles, lo interesante es ver cómo al hombre del siglo XXI le cuesta entender cómo pudo el de hace cuarenta siglos, realizar semejante trabajo. Porque en todas estas hipótesis parece olvidarse que durante esos 20 años de construcción, el pueblo de Egipto debió realizar vida normal: sembrar y recoger los campos, tener guerras con sus vecinos y contra las facciones independentistas, la gente siguió casándose y teniendo hijos. Se nos antoja la obra como algo gigantesco y que pudo culminarse casi por un cúmulo de buenos sucesos. Pero la realidad es que, muy probablemente, la pirámide se construyó con facilidad. Que no hiciera falta una conjunción de jefes de obra magníficos, ni unos trabajadores infatigables, ni unos turnos de 24 horas. Quizás, al fin y al cabo, pudieron hacer el trabajo como los que se hacen ahora, sin prisa pero sin pausa. Máxime cuando no podían dar una estimación del tiempo de finalización, pero que debían valorar como de años.

En 1947, un grupo de marineros muy preparados, tratando de demostrar la hipótesis de que los antiguos habitantes de América, bien pudieron colonizar la Polinesia. Para ello crearon un barco, de forma totalmente artesanal y usando los materiales con que se contaba en la América precolombina. El barco, el Kon-tiki, consiguió atravesar el océano Pacífico desde Perú hasta llegar a una de las islas de la Polinesia. Habían partido avituallados con los alimentos tan poco elaborados de aquellos tiempos – patatas, cocos y frutas.
También en este caso, se está tratando de comparar una obra casi perfecta de los hombres de la actualidad – versados en navegación, conocedores de memoria del mapa de la Tierra, con conceptos sobre la duración de los materiales, con un proyecto de lo que podía durar el viaje (y por supuesto con una radio) – con aquellos indios que, si lograron realizar el viaje, quizás lo hicieron a desgana, sin una preparación tan exhaustiva y en una de sus primeras expediciones por el mar. Y es que esperamos que aquellos navegantes fueran unos fuera de serie, equiparables a Magallanes o Elcano, pero quizás no eran más que unos pobres diablos dentro de su país, que decidieron probar suerte en otro lugar precisamente por eso.

En resumen, cuando miramos hacia atrás, nos damos cuenta de que el hombre hacía cosas realmente maravillosas, y a veces cometemos el error de pensar que esas personas eran las mejores de la época, cuando, en muchos casos, quizás no fueran sino personas de inteligencia media en aquellos tiempos.

[Comentario zrubavel: Para los nostálgicos, este es un borrador del 2006, un texto al que le falta un hervor.]

Bajadas en la Costa del Sol

Traduzco el artículo publicado en el Sunday Times del 17 de Septiembre de 2006, por su interés. De él destacaría el siguiente párrafo:

El verdadero secreto de la Costa del Sol es que los precios de las propiedades que ahora están cambiando de manos están cayendo, incluso aunque esto no esté reflejado en las estadísticas del gobierno, que muestran una subida de precios del 10% en la provincia de Málaga en los últimos 12 meses, hasta el final de Junio

Es triste tener que leer prensa extranjera para enterarse de lo que ocurre realmente en tu país. El que caigan X o Y es circunstancial. Lo preocupante es saber que cuando eso ocurra, nadie se dignará a decirlo en los periódicos. Y cuando éstos lo digan, será demasiado tarde.

Una oportunidad para cazar gangas

Con propiedades vendiéndose por un 30% menor al precio de venta inicial, estamos ante un boom para los compradores en la Costa del Sol.

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Medidas populistas

El Gobierno estudia la posibilidad de que el transporte urbano sea gratuito para los jóvenes y los ancianos.
Por supuesto, muchos lo consideran una medida maravillosa. Pagar menos o incluso no pagar es deseable. No me extenderé al respecto; es de cajón que el dinero no sale de la nada, usualmente lo hace de los bolsillos de la clase media. Una interesante discusión sobre ello en Meneame – de donde tomé la noticia.
Curioso resulta pensar en cómo la mayoría de las medidas que prometen los políticos, como esta, tan populistas, no suelen poder llevarse a cabo. Entre otras cosas, porque son perjudiciales para la sociedad en general. Un transporte gratuito beneficiará a unos pocos, pero derivará en el descontento de los que siguen teniendo que pagar, o en aquellos que soportaran sobre sus espaldas nuevos impuestos indirectos.
La medida de hacer gratuito el transporte se ofrece como una sugerencia para fomentar el uso del transporte público y así disminuir la contaminación y el tráfico de las ciudades. No deja de ser ridículo que a aquellos que casi sólo pueden usar el transporte público – por no poder acceder a un coche o no tener vista y reflejos para conducirlo – se les ayuda a que lo hagan. Con eso quizás les hagamos la vida más cómoda, pero no estamos ayudando al medio ambiente.
Una medida interesante sería dar la vuelta a la tortilla. Hacer precisamente gratuito el transporte a aquellos que pueden elegir otro medio. Digamos que todo el que tenga un coche – del que esté al tanto de seguros y multas – tiene acceso al transporte público gratuito. Esta persona tendría un refuerzo para dejar su coche en casa y dejar que el que contamine sea el humo de todos.
Así, pensándolo bien, casi cualquier medida populista admite una vuelta que, redundaría en el beneficio de todos, aunque tendría una apariencia horrible.
Un gobierno que prometiera recortes en las pensiones estaría ayudando a aumentar la estabilidad del sistema de Seguridad Social. Disminuiría la presión sobre los trabajadores en activo. Fomentaría el uso de medidas de ahorro privadas. Activaría la economía. Y, al fin y al cabo, es cuestión de tiempo el tener que meter la tijera, y mucho.
La Sanidad 100% gratuita fomenta que los abuelos se pasen el día en el médico para tener con quién hablar. Un político que se atreviera a cobrar un euro por consulta, eliminaría muchas de esas visitas innecesarias y mejoraría el funcionamiento del sistema sanitario.
Antes me enfadaba porque los políticos no cumplían lo que prometían. Ahora, en muchos casos, incluso me alegro.

Contando cadaveres

Aunque teóricamente todas las personas tienen el mismo derecho a la vida, resulta evidente que determinadas muertes resultan mucho más dolorosas que otras, aún olvidando los aspectos emocionales.

Los cadáveres de los niños resultan doblemente trágicos. Son personas a las que se les ha retirado del juego de la vida antes de tan siquiera comenzar a vivir. Aunque a efectos legales no deba haber gran diferencia, la muerte de un niño tiene un agravante psicológico. Convierte al criminal en peor persona. Así, podría decirse que la muerte de un niño es más grave que la de un adulto o anciano.

Cuanto más joven es el pequeño, más cruel resulta la muerte. Los accidentes de tráfico en que los bebes fallecen por no estar atados a una silla de protección han despertado todo tipo de medidas legales para obligar a los padres a cuidar de sus hijos. Los nonatos también adquieren un lugar de privilegio.

Matar a una mujer embarazada se entiende como un poco más que un doble crimen. De nuevo el subconsciente añade dolor a la muerte de esta persona, en este caso aún sin nacer. Puede que parte de este dolor tenga relación con aquello del pecado original; pensamos que una persona es pura hasta que nace, a partir de ahí, todo va a peor.

Sin embargo, los niños que no han nacido no cuentan en las listas de muertos. El ejemplo más claro lo tenemos en el atentado del 11-M.

Si no me equivoco, una persona no cuenta como tal hasta que vive, por medios naturales, al menos 24 horas. Así, si el corazón nos hace contar un dos y pico el derecho cuenta uno y sin decimales.

También curioso es ver como el aborto, socialmente aceptado por casi todos, no se entiende como un crimen, pero la muerte de una mujer embarazada sobrecoge en el horror. Estamos ante un caso en que la actitud de los padres convierte a un ser en valioso o inútil.

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Riqueza

Leyendo una entrevista a Tracey Emin en The Sunday Times, la artista británica da una definición de la riqueza, con la que coincido completamente. No es un pensamiento muy profundo, por eso me gusta su sencillez a la hora de expresarlo:

No tiene nada que ver con las posesiones; es la libertad.[…] Cuando estoy enferma, voy a un médico privado, y si pierdo un vuelo puedo coger el siguiente. Y poder comer la comida que a una le apetece es simplemente maravilloso.

Que inventen otros

Estremece la noticia del Sunday Times de esta semana:
El gobierno británico ha decretado una ley que obliga a las empresas tabaqueras a fabricar cigarrillos que se apaguen solos si, el fumador, no da una calada pasado un determinado tiempo. Con esta medida, se pretende disminuir los 4.200 incencios de casas que cada año provocan los cigarrillos mal apagados.
Lo sorprendente es conocer que las tabacaleras investigaron al respecto hace muchos años. Existen varias decenas de patentes sobre cigarrillos que se apagan solos, algunas datan de 1984. ¿Por qué no los fabricaron entonces?
Por miedo a recibir todo tipo de demandas en los casos – reales o no – en que los cigarrillos no se apagaran correctamente.
Este ejemplo muestra cómo la ley y la tecnología toman a veces caminos totalmente distintos.
Por un lado, la ley obliga a realizar una invención, por otro, el miedo a la ley disuade de llevar a cabo inventos que podrían acarrear más pérdidas – legales – que beneficios – en aumento de ventas.
Además, la figura de las patentes que, en vez de una forma de protección para un posterior desarrollo se crean con ánimo especulativo. Como en la famosa historia de la lata de sardinas , la patente del cigarrillo auto-extinguible puede definirse como una patente de las de no inventar.

Apologia del troll

Suele decirse que un troll de Internet es una persona que escribe dentro de un foro ( ya sea un foro, blog, wiki, periódico ) para dejar opiniones que levanten odio y discordia.
Sin embargo, la definición es un tanto subjetiva. Para algunos, un troll es también el que opina de forma diferente a los demás. Así, si en una página se critica la invasión de Irak por los Estados Unidos, alguien que defendiera la postura de Bush sería calificado de troll. En otros casos, un troll sería el que critique la forma de aproximarse a una noticia, de redactar un post. El que denuncie algo no expresado por lo escrito.
En resumen, aunque mala gente hay mucha en Internet, las críticas nunca son bienvenidas. Cuando en un blog dejamos abiertos los comentarios, lo que esperamos es que nos alaben un poco. Hay quien incluso critica a los que dejan indicaciones sobre las faltas de ortografía ( personalmente, me avergüenza escribir faltas de ortografía y trato de corregirlas siempre ). A éstos se les llama talibanes ortográficos.
En cierto modo, los blogs son como nuestra casa, que la tenemos como a nosotros nos gusta. Pero no queremos que nadie nos diga que la escultura que tenemos en el salón es un adefesio.
El primer defecto de los blogs en español es la falta de humildad. Si no estás preparado para recibir una crítica, no deberías abrir un blog. Hay quienes argumentan: “esto lo hago en mis ratos libres, es normal que se me escape alguna falta de ortografía / que ponga algo sin contrastar / que ponga algo que es mentira”. Desde luego, alabo el hobby de tener un blog, pero eso no excusa para los errores. Agradezco a cada persona que ha corregido algo que he escrito mal. Pero bueno, no me usaré como ejemplo, este, desde luego, no es un blog modélico.
Cuando comento en otros blogs, suelo sentirme como un troll. En mi opinión, es interesante dejar un punto de vista un poco diferente, las historias nunca están cerradas y siempre se puede ampliar el conocimiento si somos capaces de fijarnos en un punto que falta dentro del discurso. No creo que tenga mucho sentido escribir “pienso lo mismo que tú”, con eso lo único que consigues es alimentar el ego del autor, ego que normalmente necesitaría de una severa dieta.
Suele decirse que los blogs son como una conversación; pero una buena charla puede pasar por momentos de discusión, moderada y razonable. Una de las cosas más maravillosas de escribir una página es darse cuenta de que se estaba equivocado. Cerrando el grifo a los trolls, a aquellos que son personas polémicas pero razonables, estamos limitando de forma voluntaria la calidad de nuestro blog.

Pieza mas dificil para piano

En la película Shine mencionan que la pieza para piano más difícil que existe es el Concierto para piano y orquesta nº3 de Rachmaninov.
Para dilucidar la verdad, he encontrado un hilo de un foro de pianistas en el que justo debaten cuál es la pieza más difícil de todas.
Por un lado, hay que comenzar excluyendo la música rara del siglo XX y XXI. Algunas piezas se han compuesto simplemente por la dificultad, sin pensar en cuestiones estéticas o artísticas. Como alguno menciona, Rude Poem del brasileño Heitor Villa-Lobos es una pieza que dedicó al virtuoso pianista Arthur Rubinstein, pero parece ser que ni el mismo dedicatario llegó jamás a tocarla.
Entre las piezas contemporáneas raras destacan las de Kaikhosru Shapurji Sorabji, un compositor nacido en Inglaterra, cuya obra Opus Clavicembalisticum, de 1930, está considerada por la Wikipedia como la más difícil jamás escrita para el piano. Además, la obra completa tiene una duración de unas cuatro horas y media.
Este tipo de piezas tan complicadas suponen un esfuerzo para el intérprete que, las más de las veces, no merece la pena. Opus Clavicembalisticum fue tocado por primera vez por el propio Sorabji en 1930 y no sería hasta 1982 que el pianista autraliano Geoffrey Douglas Madge la tocó en concierto para posteriormente realizar una grabación de la pieza. Desde entonces hasta ahora la lista de personas que han sido capaces de tocarla ha aumentado hasta llegar a las cinco personas.
Leopold Godowsky, compositor nacido en Polonia, también realizó una obra de dificultad casi insuperable. Sus 53 estudios sobre los estudios de Chopin suponen unas dificultades insolubles para los pianistas. Teniendo en cuenta que los estudios de Chopin ya de por sí eran difíciles (los estudios son piezas musicales como forma de ejercicio, por su dificultad), Godowsky se atrevió a adaptarlos para que algunos de ellos fueran tocados con una sola mano. Sólo cinco personas se han atrevido a grabar estos estudios, entre ellos el antes citado Geoffrey Douglas Madge. También Marc-André Hamelin, pianista francés considerado uno de los mayores virtuosos del instrumento de la actualidad.

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Pajaros

Los que se cuenten como miembros de la generación i-pod no entenderán nada de lo que a continuación detallaré. Pues este texto se refiere a las cintas de casete, ese antepasado de los actuales formatos digitales.
Mucha de la gente de mi edad ha vivido su periodo de educación musical escuchando música de casetes. El poder grabar piezas de la radio o de otras cintas supuso todo un avance en la difusión de la música. Simplemente eran otros tiempos, ahora cualquiera tiene la discografía completa de los Beatles, antes conseguir un buen disco de un autor que nos gustaba era motivo de alegría para un par de semanas.
El proceso de grabación, sin embargo, generaba unos residuos. Si en una cinta tenías un disco de Michael Jackson que duraba 22 minutos, y grababas encima de él el Concierto de Aranjuez, de tan sólo veinte minutos, salvo que te pusieras a limpiar sobrantes – algo que poca gente hacía – te encontrabas al terminar la pieza del maestro Rodrigo, con un estridente grito de Michael Jackson: sonaba la mitad de la penúltima canción del disco anterior.
Los residuos a veces se anidaban y al final del disco de pop seguía un trozo de un programa de radio. Y a éste, un movimiento de una sinfonía de Mahler.
Los finales de cinta, cargados con músicas que se había preferido olvidar, podían conseguir, llegado su momento, mayor protagonismo que la propia música que contenía la cinta. Porque a veces ese fragmento desechado, acababa gustando. Y las más de las veces, al menos a mí, se me despertaba la duda por reconocer al autor o la pieza. Porque muchas veces, ni se recordaba qué era lo que había allí sobregrabado.
Con el tiempo, algunos de los finales de cinta se han convertido en mis piezas musicales favoritas, lo cual no deja de ser paradójico, por cuanto fueron músicas descartadas en un principio.

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