El gusano es la base de la cadena alimentaria.
La cita proviene del libro Manual del aventurero, de Rüdiger Nehberg. Uno de mis libros favoritos y de lectura recomendada para todo el mundo. No os estoy hablando de un libro para dárselas de culto o para intentar ligar por encima del 130 C.I.. Es uno de esos libros de poca monta, uno de los pocos que trataría de leer alguien que nunca ha leído un libro. Y que sin embargo, es brillante y posiblemente el libro que más ha excedido jamás mis expectativas iniciales.
La idea del libro es contar métodos empleados por el autor para sobrevivir en las condiciones más adversas de la naturaleza. Algunos capítulos, por lo absurdo de las situaciones que presenta, resultan hilarantes: “reeducación forzada y lavado de cerebro”, “La convención de Ginebra”. Otros presentan escenarios que resultan del todo improbables: “sobrevivir en el desierto”, “curarse de picaduras de serpiente”. Pero muchos otros nos ponen ante situaciones que realmente pueden ocurrir y que, voluntariamente, tratamos de pensar que sólo ocurrirán en caso de muy mala suerte: Cómo afrontar una violación, cómo orientarse por el sol, el viento y las estrellas, cómo comportarse en la cárcel. Curaciones de emergencia.
Rüdiger Nehberg es todo un pionero en el área que presenta. Hoy en día los deportes de aventura son tan comunes que ni llaman la atención, pero en su época, puede decirse que él es uno de los inventores de la idea de buscar la aventura por el placer de la misma. En aquel tiempo, el libro era más propio de un pirado. Sin embargo es un grandísimo libro que ha vendido millones de ejemplares y se ha traducido a varios idiomas. Aunque a veces proponga situaciones que te hacen decir “este tipo está loco”, el libro destila sentido común en cada una de sus páginas y hace reflexionar sobre tantas cosas que, aunque no se recordara ni una palabra de sus enseñanzas, la tarea de habernos despertado del mundo en que vivimos bien que habrá merecido la pena.
Rüdiger Nehberg era – el libro es de 1981 – un panadero alemán que, de vez en cuando, planeaba unos viajes de varios meses a regiones realmente inexploradas. Hoy en día vuelca sus esfuerzos en defender a los Yanomani del Amazonas. En su época, los viajes que emprendía eran de verdadero riesgo, algunas veces a lugares peligrosos donde nunca había ido el hombre blanco. Él mismo cuenta que el sentido común es fundamental a la hora de tratar a gentes de otras culturas. Este consejo que da pensando en peligrosos indígenas de África puede servirnos sin embargo si alguna vez tenemos invitados rusos o japoneses.
La parte que más divertida me parece es la de la comida. El autor la entiende como una forma de tomar nutrientes para mantener el cuerpo con vida y se olvida de cualquier tipo de arraigo cultural. Así, propone un plan para acostumbrarse a la naturaleza donde, a veces, no tendremos platos, cubiertos o incluso alimentos que comer. Me encanta su pragmatismo:
Existen tres reglas fundamentales para comer: No comer nada que no apetezca o que de asco. No comer hasta saciarse, sino pararse antes. Masticar todo durante el mayor tiempo posible.
Hasta aquí todo suena estupendo y aplicable a cuando nos inviten a comer a casa de nuestra suegra. Mucho más adelante en el libro nos plantea la realidad de estar sólo en medio de la nada sin tener qué llevarse a la boca.
Lo que el artista de la supervivencia debe aprender a superar es todo tipo de ascos infundados. Con eso me refiero, por ejemplo, al causado por los insectos, pero no a la repugnancia que provoca la carne en estado de descomposición.
Al principio la superación del asco es algo psíquico. Si sentimos asco de una araña, eso significa que no tenemos suficiente hambre. A quien practica el arte de la supervivencia no debe importarle comer gusanos, pulgas de agua, ratas, serpientes, orugas, mosquitos, hormigas, ranas o moscardas gordas y verdes, ni siquiera con el estómago lleno. Durante el entrenamiento hay que ser capaz de limpiar y comerse a un perro atropellado por un coche.
Es preferible no tocar las orugas de colores, pues por lo general son venenosas. Si tienen pelos hay que quitárselos.
Así, a lo largo del libro el autor va narrando sus experiencias en diferentes lugares inhóspitos. Forzado a comer todo tipo de alimentos difíciles, el gusano se le antoja como el manjar del aventurero: tiene muchos nutrientes, no sabe mal, no hay riesgo en comerlo sin cocinar y abunda en la naturaleza.
De todas formas, el autor puede pasarse mucho tiempo sin comer, de hecho lo practicó como forma de entrenamiento hasta ver a dónde podía llegar. Por ello, en determinadas situaciones aconseja que es mejor ayunar. Cuando vas por el desierto “lo normal es que el viaje no dure más que dos o tres días, así que no hay que preocuparse más que por la bebida”. Si atraviesas la selva “el aire es muy húmedo y abunda el oxígeno, no merece la pena perder tiempo en buscar comida”.
Al finalizar el libro me quedaron dos cosas muy claras: la primera que vivimos alejados de nuestra verdadera realidad animal, en un mundo en el que no podríamos sobrevivir en caso de catástrofe. La otra, más positiva, es que es es bastante sencillo sobrevivir. Necesitamos realmente poco para salir adelante y si alguna vez acabamos viviendo en la calle, o en medio del campo, podríamos tener una vida perfectamente sana con los pocos medios que la naturaleza nos brinda.
El autor nos habla de la necesidad de enfrentarnos, con anticipación, a lo inesperado. Dar lo mejor de nosotros mismos antes de que ocurran los problemas y, si estos ocurren, afrontarlos con serenidad. Actos comunes de supervivencia como no viajar en el vagón de cola de un tren o no cerrar los pestillos del coche por dentro cuando viajamos pueden hacer que nos contemos entre los supervivientes a un accidente de tráfico o de tren. Por supuesto estos sucesos son muy infrecuentes, pero no por ello debemos dejarlos de lado y pensar que nunca nos puede tocar a nosotros.
El libro está lleno de trucos que también pueden aplicarse a viajes civilizados con aerolíneas de bajo coste y hoteluchos. Como por ejemplo el capítulo en que nos habla sobre la elección de compañeros de viaje. También cómo deben comportarse las mujeres en los países árabes. O cómo preparar el equipaje antes de partir.
En fin, un compendio de conocimientos útiles, inútiles, originales y siempre instructivos. Un libro que merece tener una segunda vida y este es mi tributo a Rüdiger Nehberg, que tanto me aportó.
Aquí tenéis un video suyo en que explica cómo hacer fuego.
Aquí tenéis a gente que vende el libro en castellano.
Nota: A diferencia de otras páginas en que se recomiendan películas o libros que hayan gustado (o no), hasta la fecha sólo estoy dando recomendaciones sobre la crème de la crème, libros que remarcaría entre los cientos de libros muy buenos que he leído.