Traduccion automatica

Cuando se requiere visitar una página en un idioma extraño, tarde o temprano uno se ve forzado a usar los macabros servicios de traducción automática.
Aunque la gente alabe las virtudes del buscador de buscadores y todos sus servicios sean excelentes, en mi opinión este es uno más que añadir a la lista de funciones que apestan pero que apestan menos que las demás.
En un principio, al igual que el buscador por excelencia, el traductor de páginas por defecto era el que ofrecía Altavista. Si alguien piensa en traducción, la palabra es Babelfish.

Origen de Babelfish

Como cuenta la Wikipedia, el término Babelfish proviene de la saga Guía del autoestopista galáctico, de la que hubo una serie radiofónica, otra de televisión, libros y hasta una película. La historia podría calificarse como de comedia de ciencia ficción.
Es sorprendente cómo empresas que con el tiempo han sido tan importantes – Yahoo, Google – toman su nombre de auténticas trivialidades. Babelfish era un pez del futuro que, acoplado en la oreja, permitía la traducción instantánea de cualquier lenguaje del Universo. Para los amantes de los peces o lo bizarro, la categoría de la Wikipedia “Peces de ficción” no tiene desperdicio.
Al igual que con el buscador, la supremacía de Babelfish era indudable para Altavista. Las traducciones eran bastante acceptables y el mecanismo que permite continuar navegando a través de los links, permitiendo que se continue la traducción de las páginas sucesivas, es todo un lujo.
El software bajo el que funciona Babelfish tiene un origen de todo menos trivial. La empresa que lo fabrica es SYSTRAN, la primera empresa del mundo que consiguió hacer un programa de traducción medio decente. Aunque el objetivo de mejorar la comunicación entre todos los seres humanos es muy bello, la realidad es que si alguien se permitía inyectar fondos ingentes de dinero para alimentar una tarea tan compleja como la programación de traductores automáticos era el Ejército de los Estados Unidos de América.
Muchos proyectos se embarcaron en la idea de conseguir buenos traductores. Por supuesto la primera meta era hacer traducciones decentes del ruso al inglés. Además de por la Guerra Fría, en misiones espaciales conjuntas entre Estados Unidos y la URSS se usó el servicio de traducción de SYSTRAN.
Desde los comienzos de la informática se han formulado muchas previsiones que resultan absurdas. Quizás las dos más comunes fueran que un ordenador sería capaz de ganar al Campeón del Mundo de Ajedrez y que se llegaría a un punto en que todos los idiomas tendrían traducciones recíprocas automáticas.

Altavista y Google

Las traducciones de Babelfish siguen siendo bastante deficientes. Aceptables para tener una idea general, lo cual no es poco. Lógicamente uno de los principales enemigos de Babelfish es Google. Google ofrece un servicio de traducción casi tan bueno como el de Babelfish. Quizás el principal defecto sea que su página web no resulta tan accesible.
Altavista desde su página de inicio ofrece, con icono del pescado incluido, un link directo a su traductor. La página de Google, tan austera, no puede permitirse esos lujos. Te obliga a atravesar el incierto camino intermedio de las “herramientas del idioma“.
Si has perdido algo de tiempo en comparar los resultados del motor de traducción de Google y el de Altavista, te habrás dado cuenta de que son muy parecidos. En realidad son prácticamente idénticos. Y es que el servicio de Google funciona con el motor de …SYSTRAN.
Así, la sorpresa está en que no sean exactamente iguales. La gramática es, en mi opinión, totalmente idéntica. Algunos términos tienen traducciones diferentes. Por ejemplo, Google traduce el “Edit” de la Wikipedia como “Corregir”, mientras que Altavista con su pez prefiere “Corrija”. Pero el resto de la traducción de la página de la Wikipedia sobre SYSTRAN es idéntico, palabra por palabra.

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ß

Al igual que el castellano ha salvado la Ñ de la estandarización del lenguaje, convirtiéndola en nuestra letra singular, los alemanes han hecho lo propio con la Eszett ß (no confundir con la beta griega β ).
Al igual que con nuestro singular caracter – la ñ proviene de una abreviatura de la nn – la ß es una abreviatura de otras dos letras. Sin embargo, una de esas letras ya no existe en los lenguajes modernos, la ſ (que podría verse como una f a la que se le ha quitado un trozo). ſs = ß; ſz = ß.
ß es una letra peculiar donde las haya. En primer lugar, sólo existe en el idioma alemán. Pero no se usa en todos los países de lengua alemana, por cuanto los suizos no la emplean. En su lugar utilizan su sustituto natural: la doble s, ss.
La causa de la muerte de la ß en Suiza es curiosa. Dado que este país es plurilingüe, las máquinas de escribir tienen que recoger varias posibles letras especiales, las alemanas: ü, ä, ö y las francesas: ç, à, é, è. Así, con tanta letra rara no había espacio para meter una más.
El sonido y función de la ß y la ss es prácticamente el mismo. De hecho, con la drástica reforma del lenguaje llevada a cabo en Alemania en 1996, muchas palabras que antes se escribían con ß pasaban a serlo con ss, por ejemplo Rusia, que era Rußland, se convertía en Russland.
El hecho de que los suizos no usen esta letra hace que puedan leer perfectamente el alemán de Alemania y Austria, pero que nunca estén del todo seguros sobre cuando hay que usar una ss o una ß, por cuanto aunque la regla dice que la ß se usa para vocales largas y la ss para cortas, es algo que no es del todo claro en su aplicación práctica.
Dos características especialmente llamativas tiene este caracter. En primer lugar, su orden en el diccionario es el que ocuparía una ss. Así, como muestra la Wikipedia, Ruß < Russe < rußen < Russland. Sigue leyendo ß

Discurso alquilista

Alquilar vivienda o comprarla? Incluyamos al debate una opinión, expresada por Al-Kindi dentro de El libro de los avaros, en el siglo IX, esto es, hace más de 1.200 años.

Alojarse en una vivienda alquilada es más acertado que hacerlo en otra comprada, porque el comprador encierra su inversión, se obliga a cumplir condiciones y queda a merced de adversidades a la par que rehén del precio pagado. Quien adquiere una casa toma un garante que no guarda el pacto o un fiador insolvente. Y si se ausenta de ella la añora, pero si la ocupa le fuerza a gastos y le expone a jaleos: si el vecindario le maltrata; si no recibe el respeto debido; si el sitio donde reza está lejos, así como el lugar de su comercio; o si sus necesidades son desmedidas. Entonces se percata de haber cometido un error eligiendo esa y no otra y desconfía de su buen juicio por haberla preferido. Quien así se ve es esclavo de su casa y siervo del vecino. Por contra, el arrendatario tiene en su mano la elección y todo a su favor, pues cualquier vivienda es para él lugar de esparcimiento si así le place, o tienda de comercio, o residencia si tal es su deseo; no tiene que aguantar la más mínima sujeción, ni el menor agravio, no sabe de vejámenes ni sufre ofensas vergonzosas, no ha de guardarse de envidiosos, ni debe halagar a gentes enredosas. El propietario traga amarguras, se bebe copas de rabia, ha de afanarse en procurar de todo lo necesario para vivir y soportar vilezas por grande que sea su orgullo; si perdona es reprimiéndose y no se le toma sino a guisa de impotencia; si pretende hallar compensación se arriesga a los mayores rechazos. El Enviado – Dios lo bendiga y salve – dejó dicho “El vecino antes que la casa [Pregunta por el vecino antes que por la casa ] y el compañero antes que el camino”.

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Usabilidad


puerta.
(Del lat. porta).
1. f. Vano de forma regular abierto en una pared, una cerca, una verja, etc., desde el suelo hasta una altura conveniente, para poder entrar y salir por él.
Estudio en perfecto estado de 13m2 e incluyendo la participación en la comunidad, cuenta con un total de 20,65 m2. Para entrar a vivir. Se vende amueblado y equipado para la vida moderna. Precio de 90.000 euros.

Pedir en el restaurante

Cuando uno va por primera vez a un restaurante indio, ante lo desconocido suele uno dejarse llevar por las recomendaciones del camarero, de quien nos ha llevado al lugar, o acabar optando por el menú degustación. En los tres casos acabará tomando más o menos lo mismo: samosas y pakoras de primero, pollo tandoori con arroz basmati de segundo.
Si el estómago es propicio, uno saldrá contento del restaurante y con la clásica fanfarronería que nos caracteriza pronunciaremos aquello de “me gusta la comida india”.
La segunda vez que vas al restaurante no serás tan pardillo de pedir el menú degustación, habrá que pedir platos distintos a la vez anterior. Y aquí comienza el drama: con la restricción de no poder pedir lo ya probado la carta empieza a empequeñecerse (palabra con seis ‘e’ seguidas, como si nada). La probabilidad de pedir algo que no sepa bien es cada vez más alta.
Cuando vamos a un restaurante casi nunca pedimos lo que realmente nos apetecería comer. Es un absurdo constante. En todos los estudios en que se ha preguntado por los platos favoritos de la gente, los primeros puestos eran para los huevos fritos con patatas, la tortilla, el cocido. Y raro es el restaurante que no los ofrece en su carta. Pero cuando llegamos allí nos sentimos tentados de pedir algo extraño, intrigante. Los huevos fritos con patatas pasan a ser aburridos, el cocido es de paletos y la tortilla de patatas algo que venden en el supermercado, listo para ser descongelado.
De la lista de platos, tras descartar a los sencillos, que seguramente serán los mejores, se tiende a pedir de entre lo que queda. En el caso del indio es muy probable que la segunda visita resulte desencantadora. Entonces se dice aquello de “el otro restaurante indio era mejor”, cuando en realidad simplemente en el otro se pidieron mejores platos.
Otra restricción terrible es cuando se come en grupo. Es frecuente aquello de pedir platos para compartir. En tal caso, se siente uno obligado a probarlo todo. Pero si hay alguien que tiene un plato preferido – por ejemplo las croquetas – no lo quedará sino comer una pequeña cantidad de la que le gustaría. Y es absurdo. Si comen cuatro personas, se pueden pedir cuatro entrantes. Como las listas de entrantes no son infinitas, de los cuatro platos un posiblemente no atraiga a priori a ninguno de los comensales. Otro se pida por el capricho de uno de ellos. Así sólo quedan dos platos sobre los que poder opinar. Precisamente el hecho de pedir en grupo despierta la vena experimental a la hora de pedir, provocando platos más extraños que los que uno pediría para él solo. Uno que podía haber comido muy a gusto sus cinco o seis croquetas se ve obligado a zamparse dos – quedando como el tragón – y picotear de platos que quizás nunca jamás habría querido comer.

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El libro de los avaros

Se acerca la Navidad, tiempo de exprimirse el bolsillo pero también de devanarse los sesos buscando regalos medio decentes. El equipo de Pons Asinorum os ofrece una serie de ideas interesantes para regalar a vuestras personas queridas. Esta recomendación en particular va para esos amigos y familiares indeseables que no se conforman con leer lindezas como El Señor de los Anillos o El código Da Vinci. Esos a los que se acaba comprando una biografía de Savonarola y resulta que ya la habían leído.
Mientras España estaba sometida bajo el yugo de los infieles y el más culto de nuestros compatriotas tenía menos educación que un borrico en el rabo, en el mundo islámico florecía una de las culturas más prósperas que quepa imaginar. Allá por los lejanos Iraq e Irán, antes agrupados bajo un mismo reino escribiría Al-Yahiz su desconocido Libro de los avaros.
Estamos hablando de un libro de la mitad del siglo IX, en pleno tiempo fantasma. Aunque para la literatura árabe es tan importante como el Lazarillo de Tormes para la castellana, para los comunes mortales se trata de un obra desconocida. Es un libro del género adab:

Consiste en una prosa miscelánea, sin principio ni fin, cuyo objetivo es instruir y agradar al lector proporcionándole conocimientos y entreteniéndole.

Así contado, parece un buen blog. Es imposible hablar de este libro sin citar a su traductor al cristiano. Sólo existe una edición en castellano, de Serafín Fanjul. Un flipado del árabe, una de esas personas capaces de llevar a cabo una tarea tan titánica como traducir un libro asín aún sabiendo que el número de lectores interesados en él será de un par de miles, tirando muy por alto. Me quito el sombrero ante él.
El libro consta de una muy interesante y extensa introducción, pero en la que han elegido el absurdo de usar la cursiva de principio a fin. Tras leer diez páginas en cursiva, necesitas matar a alguien. En dicha introducción el autor hace una descripición de una sociedad y una época del todo desconocidas para los occidentales. El Islam de antes de Harun-al-Raschid y el Islam de fuera de la piel de toro.
Después viene el propio libro, que no es más que libro, por cuanto el género adab no admite otra categoría. Intercaladas con historias hilarantes se encuentran algunas descripciones soporíferas de recetas inverosímiles de comidas de la época, disertaciones sin pies ni cabeza justificando de forma burda lo injustificable. Si eres una de esas personas enfermas que acaba teniendo el libro entre sus manos, te recomiendo que te las saltes pues no merecen la pena.
La descripción que se da de la época nos acerca a un mundo árabe envidiable. Un respeto por Dios dentro de lo razonable y hasta de lo deseable. Unas gentes amigas de sus amigos – odio esta expresión – educadas, dispuestas a disfrutar de la vida y sin prejuicios ni pájaros en la cabeza. Algo parecido a lo que se respiraba en la antigua Grecia, con sus esclavos, sus mujeres oprimidas pero cierto aire de libertad de la que ya no existe.
Y bueno, unas historias desternillantes, aún para ser de cuando son. Voy a seleccionar un par de ellas, espero que el señor Serafín Fanjul y editores tengan la suficiente visión de mercado para entender que con esto no pretendo quitarle las habichuelas, antes bien, fomentar la compra masiva de una obra tan interesante.
Según el autor, no hay gente más miserable en el mundo que los de la región del Jurasán y en particular los de Merv.

Otros amigos me informaron de que un grupo de jurasaníes compartían una casa y se arreglaron sin alumbrado tanto como fue posible, hasta que hubieron de pagar a escote para el aceite, pero uno se negó a participar entrando en el pago. Así pues, cuando encendían el candil le vendaban los ojos con un pañuelo y de esa guisa quedaba hasta que para dormir apagaban la candela y – una vez hecho esto – le destapaban los ojos.

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La otra loteria

Vuelve la lotería de Navidad y con ella es difícil no escribir una entrada llena de topicazos.

La lotería de Navidad no es la que reparte mayores premios, por ejemplo la misma lotería del Niño tiene un primer premio más elevado. Si te toca el primer premio por mucho que invites a todos tus vecinos del barrio no tendrás para más que algún capricho o tapar los famosos agujeros. Los 200.000 euros del primer premio son muchos euros pero hay abuelos que no están dispuestos a vender su piso del yugo y las flechas por tan irrisoria cantidad.
La lotería de Navidad es una actividad social, en que la gente compra lo mismo que sus amigos y compañeros; tiene un tema de conversación en común y sabe que si tiene suerte esta no le beneficiará sólo a él, sino a todos sus allegados.

Los cuatro gatos que no compran lotería de Navidad son unos amargados que, al final, recuerdan el absurdo de comprarla. Porque comprar lotería de Navidad es participar de una ficción: imaginar en qué se gastaría el dinero, hablar con los compañeros de trabajo, deberle dinero de medio boleto a un amigo, es algo que une pero al fin y al cabo una pérdida de dinero. El que no compra hace de Némesis que nos pone los pies en el suelo.
En bolsa, si crees que un valor va a subir, compras acciones y ganas dinero. Pero si crees que va a bajar puedes operar con futuros, apostando a que la empresa irá mal. Y también ganar dinero.

En los portales de apuestas puedes jugar a que el Atlético de Madrid gana, pero también puedes apostar en su contra. Tener información, no importa el resultado, te puede hacer ganar dinero.

Con la lotería de Navidad parece que no hay opción: o se juega y se pierde dinero – en promedio – o no se juega.

Sin embargo la peculiaridad de este sorteo permite pasarse al lado del enemigo. Uno puede hacer de banca en la lotería de Navidad y asociarse con el Estado. De la recaudación, sólo la mitad va destinada a premios. Esto quiere decir que el beneficio que obtiene el Estado es del 30% de la ventas, un margen escandaloso.

Al igual que se puede apostar porque este año nos lo merecemos y seguro de que sí, uno puede jugar del lado del Estado: apostar a que no le va a tocar el premio…y ganar dinero.

La técnica es sencilla: basta con vender participaciones de un número que no se tiene. Digamos que encargo unos talonarios de participaciones de los décimos 35003 y 60651. No importa al precio al que lo haga, aunque para disimular tendría que obtener un sobrebeneficio. Lo más probable es que me lleve limpio todo el dinero que consiga. Es muchísimo dinero. La probabilidad de que tenga que devolver casi todo el dinero (con dos reintegros) suponiendo que hubiera dos, es bajísima (2%) y la probabilidad de que no de ningún reintegro es del 62%, esto es, muy alta. Pero como en este sorteo sólo hay un reintegro, el beneficio está asegurado.

Que ocurran premios mayores es algo bastante improbable. Si hay unos 100.000 números y sólo se reparten 1.700 pedreas, la probabilidad de que toque una de estas es de nuevo insignificante. Con los terceros, segundos y primeros premios ocurre lo mismo. Y todos sabemos las probabilidades de estos (una entre cien mil, menor que la probabilidad de que te parta un rayo).

Los inconvenientes están ahí. El miedo a que tocara el premio – con la consiguiente necesidad de empadronarse a más de 5.000 kilómetros de Madrid – hará que más de uno no se atreva. De todas formas, todos los años hay gente que usa este método para ganarse un sobresueldo muy interesante. A algunos los descubren porque acaban vendiendo números que consiguen premio. Ya es tener mala suerte.

De todas formas este procedimiento, que aquí se enuncia de forma teórica, es del todo ilegal y no recomiendo a nadie que lo ponga en práctica, es más, si conoces a alguien que lo haga, deberías denunciarlo en la Comisaría de Policía más cercana.

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Causas de muerte

Una de esas estadísticas que, bien presentadas, hacen que nadie se las cuestione.
Probabilidades de morir, en función de la causa:
Ver gráfico detallado
De enfermedad cardíaca: 1 entre 5
De cáncer: 1 entre 7
De un infarto: 1 entre 24
De accidente de tráfico: 1 entre 84
De suicidio: 1 entre 119
….
En un terremoto: 1 entre 117.127

Asumiendo los datos como ciertos y teniendo en cuenta que se aplican a los Estados Unidos, tendríamos que la tasa de suicidios de ese país es de 1 por cada 119 habitantes, esto es, 840 suicidios por cada 100.000 habitantes.
Si miramos el nº de suicidios por país y año, veremos que los Estados Unidos tendrían una posición “de privilegio” en dicha gráfica, decuplicando al segundo clasificado:
Ver gráfico con los primeros puestos de la clasificación mundial
El índice de suicidios se refiere al número de personas que, respecto del total, se han suicidado en un año dado. Este valor suele estar en torno a las 20-30 por cada 100.000 personas. Sin embargo, cada uno de los 99.980 que se salvan pasan a tener una nueva oportunidad al año siguiente, en que volverán a morir otras 20-30 personas. Con excel se puede realizar el cálculo, que muy a ojo puede parecer que es de unas 20 * 80 / 100.000, pero que cuando se tienen en cuenta los cocientes “ridículos” de 9.998/10.000 y no se simplifican como 1, se llega a la conclusión de que casi hay que dividir por dos. Esto es:
Probabilidad de morir de suicidio en un año dado, para Estados Unidos, 20 de cada 100.000.
Probabilidad de morir de suicidio en toda la vida, para Estados Unidos, 20 * 80 /1,82 = 864 de cada 100.000 = 1 de cada 115, tal y como refleja el gráfico.
Con esto, si pensamos en los países críticos, como Lituania, con 80 muertes de cada 100.000 ciudadanos, por año, el dato es terrorífico:
80*80/1,82 = 3.456 de cada 100.000 = 1 de cada 29 personas.
Esto es, en Lituania, lo más probable, es que alguno de tus compañeros de colegio, alguno de tus compañeros de instituto, alguno de tus compañeros de universidad, alguno de tus compañeros de trabajo y alguno de los miembros de tu familia, se haya suicidado.
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Camus y Granados

Albert Camus, autor de las monumentales novelas El extranjero o La caída, además de la excelente La peste, fue el ganador del premio Nobel de Literatura en 1957, con tan sólo 44 años. A pesar de tan importante premio, Camus sentía que su carrera no había hecho sino empezar. Si embargo murió apenas dos años después, el 4 de enero de 1960, en un accidente de tráfico cerca de Sens.
Sens, en francés, significa sentido, significado, dirección. En 1942, en su obra El mito de Sísifo, Camus diserta sobre el sentido de la propia vida, uno de sus temas fundamentales, y en ese contexto escribiría:

Je ne sais pas si ce monde a un sens qui le dépasse. Mais je sais que je ne connais pas ce sens et qu’il m’est impossible pour le moment de le connaître. Que signifie pour moi signification hors de ma condition?

No sé si este mundo tiene un sentido que le sobrepasa. Pero sé que no conozco ese sentido y que para mí, en este momento, es imposible conocerlo. ¿Qué significa para mí sentido fuera de mi propia condición?

El lugar donde moriría se llamaba “Le Grand Fossard”, en el pequeño pueblo de Villeblevin. Volvía a Paris junto con su editor y amigo Michel Gallimard. En el bolsillo interior de su abrigo se le encontró un billete de tren sin usar. Camus planeaba realizar el viaje en tren, porque no le gustaban los coches, pero Gallimard le convenció de lo contrario.
En el coche iban Michel Gallimard al volante, su esposa Janine y su hija Anne detrás, junto con Albert Camus. Rene Char también fue invitado a ir con ellos, pero declinó la oferta para que el coche no fuera demasiado lleno e hizo el viaje en tren. El coche se salió de la carretera y Albert Camus murió inmediatamente. Michel Gallimard lo haría cinco días después en el hospital; las dos mujeres resultaron ilesas.
Paradójicamente, Camus siempre había dicho durante su vida que la forma más absurda de morir era en un accidente de tráfico.
Años después de la muerte de Camus, aún se publicaron dos novelas suyas. La primera, Una muerte feliz, había sido escrita en 1938 y fue publicada póstumamente en 1971. La segunda, El primer hombre, había quedado incompleta a su muerte. El manuscrito de la novela fue encontrado, junto con el famoso billete de tren, en el coche del fatídico accidente.

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La variante Goteborg

Desde que las azafatas de avión no necesariamente tienen bonitas piernas y la bebida hay que pagarla, viajar en avión sólo tiene la ventaja del ahorro de tiempo respecto de otros medios de transporte. A mediados del siglo pasado los desplazamientos aún se solían hacer en barco. Lo que puede parecer un medio romántico de viajar no deja de ser una enorme incomodidad. Los deportistas de élite que tenían que celebrar competiciones mundiales se veían obligados a pedir largos permisos en sus respectivos trabajos, que podían significar estar hasta tres meses fuera de casa.
En el verano de 1955 una expedición de cuatro jugadores argentinos había tomado rumbo a las lejanas tierras de Suecia. Allí participarían en Gotebörg en el Torneo Interzonal. Este tipo de torneos, que estuvieron vigentes hasta casi 1970, servían para elegir al candidato al título mundial. El vencedor del Interzonal tenía la oportunidad de jugar en un encuentro particular a varias partidas contra el vigente Campeón del Mundo. Tras seleccionar a unos ocho jugadores, tras rondas eliminatorias se decidía un aspirante al título que jugaría un match contra el Campeón del Mundo. El vencedor de ese encuentro sería el nuevo Campeón. Así, el Interzonal era el torneo más importante que se celebraba en tres años.
Los cuatro jugadores argentinos eran Miguel Najdorf, Carlos Gimard, Herman Pilnik y Oscar Panno. En el larguísimo viaje hacia Suecia, tuvieron oportunidad de jugar muchas partidas amistosas entre ellos. Pero también se ayudaron mutuamente, preparando variantes de aperturas en común. Se presume que en ese viaje fue donde nació la variante Goteborg.
Los jugadores arribaron al famoso puerto sueco y el 15 de Agosto comenzaron tan importante torneo. Debían ser 24 jugadores, pero los representantes de Canadá (Yanovsky) y dos de los Estados Unidos (Reshevsky y Evans) no se presentaron. De los 21 participantes restantes, había una clara supremacía de soviéticos, con seis jugadores, y argentinos, con cuatro.
Fueron sucediéndose las rondas, hasta llegar a la decimocuarta. En esta ocurrió una increíble coincidencia: los cuatro maestros argentinos tenían que enfrentarse a cuatro maestros rusos. Además, los cuatro jugadores argentinos debían jugar con las piezas negras.
Los encuentros fueron Keres-Najdorf, Spassky-Pilnik, Geller-Panno y Petrosian-Gimard.
Después de cinco jugadas, había surgido otra curiosa coincidencia. Mientras Petrosian había planteado un aburrido gambito de dama, sus compatriotas habían iniciado la partida con el peón de rey. Tres de los tableros ofrecían la misma posición.
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Esta posición recibe hoy en día el nombre de variante Najdorf de la defensa siciliana. El nombre lo recibe de uno de estos jugadores argentinos y da muestra de que no eran estos unos corderitos en manos de los rusos. Los rusos fueron haciendo las mismas jugadas mientras que los argentinos hacían otro tanto. Sin darse cuenta, los rusos se encontraban frente a una de las preparaciones del viaje en barco. Con un avance de peón en el flanco de rey y una posterior retirada de caballo, las negras enfrentaban a sus rivales a una posición del todo desconocida.
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