Despidos injustos

Como tú comprenderás, yo, a estas alturas del partido, no me voy a poner a aprender [a programar en] .NET.

Frase pronunciada por un varón, de raza blanca, de cuarenta y tres años de edad, casado y con dos hijos, de profesión informático, cuatro años antes de sufrir un Expediente de Regulación de Empleo y lamentarse de que los despidos no se hayan realizado respetando criterios como la antigüedad o lo bien que se lleve uno con los jefes, sino atendiendo a la productividad o el cociente entre sueldo y labor desempeñada.

Los escepticos

No me gusta criticar a un colectivo, primero porque suele ser fácil y gratuito, y segundo porque me se va la pinza. Lo bueno de tener una página personal es que te puedes permitir excesos, como el siguiente:
Bajo la etiqueta de “escépticos” comienzo a ver un colectivo de personas heterogéneo que se autodefinen como abanderados de la lucha contra las patrañas, la religión y las supercherías de la abuela.
Ante esta definición, me atrevo a afirmar que no son unos quijotes salvadores del mundo, sino unos abusones de colegio público. Porque en el siglo XXI, aunque sigue habiendo personas que creen en la lectura de los posos de café, en la quiromancia y en la sábana santa, son pocos y cobardes. Además, la batalla está ya ganada por parte de la ciencia, así que lo único a que se dedican es a hacer leña del árbol caído. Nunca me gustó esta gente sin escrúpulos que pega al más débil, y hoy les echaré un cable a esta panda de perdedores que son los jugadores de guija.
El primer mandamiento de los escépticos es que Dios no existe. Suele ser un punto sobre el que comenzar el derribo de los argumentos de sus rivales. Sin embargo, algunos de estos autodefinidos como escépticos suele olvidar que la existencia o no de Dios es un principio indecidible, a menos que un día aparezca un tipo de barbas blancas de diez metros de alto en el paseo de la Castellana. De lo contrario, la ciencia no puede afirmar nada sobre la no existencia de Dios – sólo puede hablar de que quizás no exista. Ese quizás no debe entenderse en términos probabilísticos, Dios existe sí o no; no puede pensarse siquiera en que es más probable que exista o que no exista.
La punta de la lanza se clava en que los argumentos que esgrimen los amantes de lo paranormal no tienen fundamento científico. Si lo pensamos un poco, es cuanto menos ridículo acusar a tu rival de que no sigue las reglas porque no sigue las reglas. Precisamente lo paranormal no suele seguir las reglas de la ciencia; en su momento las tormentas y los eclipses fueron sucesos paranormales. Cuando la ciencia fagocita un suceso, antes desconocido o inexplicado, deja de entrar en el ámbito de lo paranormal, y se realizan estudios infumables de miles de páginas que no interesan a nadie.

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Motivaciones

Cuando uno va buscando un libro, se nos ocurren todo tipo de explicaciones que justifiquen esa búsqueda: lo necesita para un trabajo, cree que lo necesita para un trabajo, le apetece leer una novela, quiere regalar algo a un amigo. Sin embargo, la experiencia me confirma que las motivaciones pueden ser mucho más oscuras de lo que cabría esperar. Estos son dos casos reales, en que la búsqueda de un libro escapa a cualquier clasificación racional.

I

Tengo un amigo que juega al ajedrez y que guarda meticulosamente todas las planillas (la hoja en que se escriben los movimientos) de sus partidas. El principal problema está en que, la mayoría de las planillas tienen tamaños diferentes, dependiendo de la organización del campeonato.
Mi amigo tuvo la idea de usar un cuaderno escolar usado: pegaba las planillas en las hojas del cuaderno, con lo que podían leerse como en un libro. El sistema era ingenioso, pero fallaba cuando había muchas partidas, el cuaderno se iba haciendo demasiado grueso por la derecha y la parte de la izquierda, la del lomo, está a punto de ceder ante el engorde del cuaderno.
Así, tuvo una idea más ingeniosa:

Decidí que mejor que usar un cuaderno, podía usar un libro. Así que fui por las librerías de segunda mano, buscando un libro que se ajustara a mi propósito: debía ser más o menos alto, por lo menos como uno de los cuadernos. Tenía que tener buena encuadernación, a ser posible pastas duras. Muchas páginas, tantas como fuera posible. Pero sobre todo, ser barato. Así, estuve recorriendo varias tiendas, mirando a los libros como lo que son, un montón de hojas de papel, cosidas o pegadas. No me interesaba la temática, ni la calidad de la obra, sólo que fuera un libro grande y resistente. Acabé comprando una biografía de Wiston Churchill, escrita en inglés, de unas cuatrocientas páginas, encuadernación excelente, por dos euros.

Si el precio de un libro es la suma del hardware (el libro físico, lo que cueste el papel, la tinta y el cartón y su procesamiento) más software (el valor de las palabras), esa biografía de Churchill es, posiblemente, el software más barato – el peor libro – que jamás se haya publicado en buena encuadernación.

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El sorteo en cricket

En el fútbol, para decidir quien comienza el partido, se lanza una moneda. El bando que acierta el resultado, elige entre sacar la pelota, o elegir el campo donde comenzar a jugar.
Esta parte del juego suele ser intrascendente, un mero trámite al que ninguno de los capitanes presta la menor atención.
Sin embargo, en el cricket, el sorteo adquiere una relevancia que merece ser explicada.

I

Los partidos de cricket antiguos duraban hasta seis días. La presión televisiva ha hecho cada vez más cortos los partidos, pero aún así suelen durar muchas horas, unas seis, y tienen paradas para tomar el té o para comer. El cricket es un juego sin apenas tensión. Es, quizás, el deporte más opuesto que existe al fútbol. Un partido de fútbol puede decidirse en un segundo, en una genialidad de un jugador. En el cricket puedes ignorar la mayoría del partido sin que suponga una gran pérdida.
Me ha parecido fascinante el cricket. Tiene una elegancia formal impropia de un deporte de masas. El fútbol, o el rugby, o el hockey, son deportes que pueden identificarse con una batalla. El cricket, por contra, lo equipararía a una guerra. Numerosas batallas, paradas, descansos para planear la estrategia, ponerla en práctica, cambiarla. Y un resultado final. Salvo que una batalla resultara decisiva – algo inusual entre equipos de fuerzas similares – el final de un partido de cricket es trepidante.
La forma de puntuar ya ha sido indicada: un equipo va sumando puntos, tantos como pueda. Esta parte puede durar varias horas, en las versiones actuales del deporte. En la segunda fase, es el equipo rival el que suma puntos, hasta llegar al final. Es como si en un partido de baloncesto un equipo se limitara a defender durante la primera parte y luego, en la segunda, a intentar anotar.
Muchas virtudes se han asociado al deporte: la fuerza, la resistencia, el trabajo en equipo, la puntería, la velocidad. El cricket es, en mi opinión, el deporte de la paciencia.
El lanzador suelta la pelota unas veinte o treinta veces, pelota que indefectiblemente es bateada por el rival. Cada vez que batea, suma algún punto. El lanzador tiene que perseverar intercalando estrategias de todo tipo, hasta lograr su objetivo, y es que el bateador no consiga darle a la pelota. Del mismo modo, el bateador tiene ante sí una tarea fácil, casi repetitiva, pero ante la que no debe confiarse. Siempre hay un momento en que el bateador comete algún error, y es eliminado.
Por ello, no debe sorprender que sea en el país inventor del yoga y la meditación donde durante mucho tiempo se haya jugado el mejor cricket: la India (y Pakistán).

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Como leo

Volviendo a casa en el metro, tenía a mi derecha a una chica que leía un libro de Dan Brown – presumiblemente El código Da Vinci – y al otro lado a un hombre leyendo algún libro del Capitán Alatriste. En medio de los dos, trataba de entender el ensayo:
Rational Adversaries? Evidence from Randomized Trials in the Game of Cricket.
Nunca he sido amigo de las lecturas fáciles. En parte, porque me gustan temas demasiado variados (eclecticismo). Esto me lleva a cambiar el centro de atención demasiado a menudo. Si por ejemplo, leo una novela como Trópico de Capricornio, de Henry Miller, aún cuando me parezca soberbia, no paso a leer otro libro de Miller, o a buscar autores similares – siempre se le compara con Bukowski. Lo que hago es buscar información sobre Henri Bergson y su libro La evolución creadora, porque son mencionados en el libro de Miller.
Busco en la enciclopedia y me encuentro con que Henri Bergson era un profesor universitario de filosofía en París. Su biografía es impresionante: sus clases estaban siempre abarrotadas, los que no podían ingresar en sus cursos como alumnos, iban como oyentes. Un profesor que podría haber llenado el aforo de un campo de fútbol si le dejaran dar las clases allí. Su capacidad de expresión de ideas complejas en términos comprensibles ha sido, quizás aún no superada. Apenas si publicó cuatro libros en toda su vida, para cada uno de ellos empleo unos diez años. Recibió el premio Nobel de Literatura, en 1927, aún escribiendo filosofía: Tengo que leer La evolución creadora, de Bergson.
El libro supuso un antes y un después en el desarrollo de la teoría de la evolución; es muy denso pero comprensible. Al terminarlo no me apetece leer otro de sus grandes libros, ahora me interesa leer a uno de los detractores de la filosofía de Bergson, y me leo un libro de Wittgenstein, el famoso Tractatus Logico-Philosophicus, que a pesar de todo me resulta un auténtico peñazo y dejo por la mitad.

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Las cinco comidas

Una de las máximas de toda dieta creíble, es aquella de que hay que comer con frecuencia, pero en poca cantidad. Es mejor no atracarse, comer muchos pocos es mejor que pocas veces mucho.
Lamentablemente, como en tantas otras cosas donde meten la zarpa los médicos, se les olvida ponderar. Cuando tienes problemas de estómago, el médico comenzará con la tijera. Nada de alcohol, ni de tabaco. Ni comidas picantes, ni alcohol. Ni bebidas gaseosas, ni café.
Al menos le dejan a uno el sexo. Sin embargo, el médico, al prohibirnos todo esto, aunque nos esté ayudando, nos está tratando como a idiotas. A un usuario al que acabemos de limpiar el ordenador de spyware y malware, le podemos contar cuál era su problema y la causa. Una solución para que al usuario no vuelva a ocurrirle lo mismo sería contarle: “no vuelvas a instalar nada, no navegues por Internet y no utilices la banca electrónica”. Es demasiado drástico. ¿Para qué tiene el ordenador si no? Pues lo mismo me sucede con el estómago. Si el médico pensara que soy un paciente inteligente, tal vez podría hablarme de forma más razonada: el alcohol es malo porque daña al estómago; el picante porque irrita la mucosa; las bebidas gaseosas dificultan la digestión.
Incluso podría ir más lejos. Podría decirme, de entre todas esas cosas prohibidas, cuales son mejores y peores. Lo peor es el alcohol, luego el café, después el picante. Finalmente el tabaco y las bebidas con gas. Así, si quiero pegarme una alegría para el cuerpo, trataré de hacerlo con la menos gravosa.
Dentro de una dieta, el punto menos importante de todos es el que dice que hay que hacer cinco comidas (desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena). Pero es en el que todo el mundo se fija, porque es el único positivo. El resto son puntos negativos, prohibir y quitar cosas. Pero ahora nos dicen que hay que comer más, Dios sabe que ese sí que lo voy a cumplir.

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Bodyline

Aunque la normativa del juego de cricket resulte un poco oscura para los que no hemos sido colonia inglesa, el juego es, a grandes rasgos, muy similar al béisbol que hemos visto en tantas películas. Un tipo lanza una pelota que un bateador debe intentar detener. En el béisbol, la pelota la debe coger un compañero. En el cricket, la pelota debe tocar en tres palos casi unidos que hay justo detrás del bateador, clavados en el suelo. En el béisbol, la pelota se lanza directa; en el cricket suele lanzarse con un bote previo.
Se realizan numerosos disparos, hasta eliminar al bateador. Lo normal es que este batee a la pelota, pero no tan fuerte como en las películas sobre béisbol de la épica americana. Los palos a los que hay que apuntar están en el suelo y la postura del bateador es bastante artificial para poder recibir la pelota. Así, se batea con mucha frecuencia, pero la pelota no suele ir muy lejos. El bateador es eliminado cuando la pelota toca los tres palos, cuando el bateador golpea la pelota pero un jugador del equipo que lanza la captura antes de que caiga al suelo, o cuando la pelota toca el cuerpo del bateador.
Como ya digo, se tarda mucho en eliminar a un bateador, que consigue puntuar mucho para su equipo. De ahí que cada vez que un bateador es eliminado, el equipo que lanza lo celebra como un gol de un partido de fútbol.

I


Don Bradman fue uno de los mejores deportistas de todos los tiempos. Sus puntuaciones como bateador en el cricket nunca han sido superadas, y como muestra de su superioridad sobre el resto de bateadores en la historia, basta ver la tabla que muestra la Wikipedia, con los resultados de los diez mejores bateadores de todos los tiempos.
La mejor puntuación corresponde a Dan Bradman, con una media de 99.94. El segundo mejor bateador consiguió una media de 60.97, los restantes se mueven en cifras similares, teniendo el décimo una media de 58.22. Simplemente impresionante.
En 1930, la selección de Inglaterra estaba de gira por Australia. Lo hacía cada dos años. Ellos eran la estrella, pero en aquel tour, la selección australiana, gracias sobre todo al impresionante trabajo de Dan Bradman, consiguió una victoria parcial en todos los encuentros. Este bateador consiguió una media de 139.14 por partido, un valor que simplemente pulverizaba todos los registros anteriores.
En su vuelta a Inglaterra, los educados chicos ingleses de la selección de cricket, entre taza y taza de té, y aún escocidos por la derrota, planeaban una forma en que poder afrontar la habilidad de Bradman. Douglas Jardine era el capitán del equipo inglés y fue el artífice de la macabra Bodyline.
Jardine había demostrado un odio casi patológico hacia los australianos en su visita del año 1928. Suya es la frase:

Todos los australianos son maleducados, y una turba de criminales.

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1000 comentarios

Hoy estamos de celebración. Este blog ha llegado a sus primeros 1.000 comentarios. Teniendo en cuenta que no hay spam, y que soy bastante crudo en mi política de censura de comentarios, es una marca muy digna.
Como además, el que hace de 1.000 ha sido muy bueno, lo llevamos a portada, no sin antes traducirlo al castellano:

En las dos muertes hay coincidencias numéricas. En la de la carretera hay una constante de 7 sumando y restando los números y en el de los hermanos la referencia es de 5 y 9 ó 59 como quieran verlo y en ese caso la mujer no murió aparte que las edades coincidieron también.

Como creo que los comentarios sacados de contexto tienen un valor surrealista, extraigo algunos para mayor gloria de las mentes enfermas, si cabe:

Yo no creo que haya muerto Dier pero aunque así fuera nos ha dejado sus piezas como hizo el muelle. ¿Qué mejor forma de despedirse del mundo, no?

¡Joder! Pues de enana, cuando me preguntaban que quería ser de mayor, siempre decía, de los que graban risas en las comedias baratas (yo entonces pensaba en Apartamento para tres)o físico nuclear.

Que tonteria de pagina… yo ya me se bestir… [Comentario zrubavel: Pero hescribir…]

La evolucion de la inteligencia

La medida de la inteligencia humana siempre ha estado sujeta a todo tipo de suspicacias. Ha servido para catalogar a los hombres y distinguir a los mejores de los peores, lo cual va en contra de todo principio de igualdad.
A lo largo de la historia, se ha descubierto que los negros eran menos inteligentes que los blancos, o que los extranjeros eran menos listos que los norteamericanos. Todo ello mediante estudios sesgados que utilizaban un sistema de medición muy parcial.
Con el paso del tiempo, el método para medir la inteligencia, a través del Cociente de Inteligencia (CI) se ha ido perfeccionando hasta eliminar posibles errores que permitan que una persona, por su cultura, educación o sexo pueda responder más acertadamente a determinadas preguntas que otras de diferente extracción cultural o social.
Aunque sigue habiendo quienes defiendan la imposibilidad de medir exactamente la inteligencia a través de los test, al menos hay casi unanimidad en afirmar que lo que miden los test de inteligencia es algo independiente de cultura, religión, sexo o posición social.

I

Recientemente se publicaba un estudio que mostraba un resultado estremecedor: los hombres son más inteligentes que las mujeres, en un promedio de cinco puntos (para una media de cien puntos).
Automáticamente surgían protestas por todas partes. Sobre todo, por parte de mujeres. Las mujeres tienen otras habilidades, la famosa inteligencia social, en que superan a los hombres. El estudio no era correcto porque la inteligencia no se puede medir con un test. Un largo etcétera de razones que se reducen a un muy triste razonamiento: la democracia de la inteligencia.
Tenemos tan metido en la cabeza que todas las personas somos iguales (ante la ley) que empezamos a pensar que tenemos que ser iguales en todo. La inteligencia es una forma más en que se exige una igualdad. Los resultados que han mostrado divergencias con esta aserción han sido cuestionados, en la metodología, en la validez de la muestra, o en la misma validez del CI como medida de la inteligencia. Pero mientras se realizan todas estas cuestiones sin dudar, los test de inteligencia se siguen empleando por todo el mundo para medir la capacidad de los estudiantes, de los aspirantes a un puesto de trabajo o de los presidiarios para determinar si pueden ser ejecutados o no.
Hay un acuerdo tácito de que los test funcionan, pero no se permite decir que muestran diferencias a veces alarmantes. El caso de la inteligencia de hombres y mujeres no es más que uno de ellos.
Mi experiencia personal coincide con el resultado que indica la Wikipedia: la media será más o menos similar, pero entre los extremos de la distribución predominan los hombres. Eso es algo que todas las mujeres conocen: hay más idiotas hombres que idiotas mujeres. Pero también es cierto que hay más genios hombres que genios mujeres.
La varianza de la inteligencia de los hombres es muy superior a la de las mujeres. Las deficiencias que generan algún tipo de retraso mental – normalmente de tipo genético – se deben sobre todo al cromosoma Y de los hombres. Pero también hay algo más que el machismo existente en la sociedad para que tantos premios Nobel, y sobre todo tantos artistas excelentes, fueran hombres antes que mujeres.
La realidad a pie de calle confirma la sensación, aunque las mujeres cosechan mejores resultados en las universidades, los estudiantes más geniales con que me he encontrado – eran todos hombres. Precisamente una de las características de la genialidad es su facilidad hacia la pereza; las personas inteligentes consiguen lo mismo que los demás pero con mucho menos esfuerzo. Para obtener buenas calificaciones no hace falta ser muy listo, basta con ser trabajador y persistente. Por supuesto, la inteligencia ayuda y mucho.

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