Lugares democráticos

Algunos de mis compañeros de colegio acabaron visitando la cárcel con frecuencia. Algunas de mis compañeras fueron prostitutas durante un periodo de tiempo. Gracias a Dios, le perdí la pista a muchos de ellos. También tuve algún compañero que acabó como economista o biólogo o profesor o músico pop de tercera categoría.
El siguiente paso educativo, esta vez por el instituto, me permitió conocer a gente que acabó como ama de casa, alguna modelo, dependientes en tiendas, pero sobre todo muchos futuros universitarios.
En la universidad, conocí sobre todo a gente que estudiaba lo mismo que yo, técnicos que acabaron de profesores, de programadores, trabajando para bancos.
Conforme va uno avanzando en la vida, el círculo se va estrechando. Cuando menos preparado está uno para conocer a personas diferentes – en el colegio – es cuando se tropieza con las personas más difíciles que probablemente encuentre a lo largo de su vida. Según se adquiere experiencia en el trato, se pierde la necesidad de conocer a gentes totalmente diferentes a nosotros. Al final, se encuentra uno con un círculo bastante cerrado, en que casi todo el mundo trabaja en casi lo mismo.
Los amigos que se distancian de mi rutina habitual se acaban difuminando, y el contacto poco a poco se va perdiendo. El que vive lejos se queda en un triste email anual. El que no tiene los mismos horarios, no existe.
Por eso, cuando estoy en según que lugares, me doy cuenta de lo poco democrático que son los lugares que solemos visitar a diario. Como en restaurantes que económicamente puedo permitirme. Por eso no me encuentro a famosos de la televisión, pero tampoco a quinceañeros o a pensionistas. Cuando voy de vacaciones, acabo en destinos de clase media. Ni me degrado en Benidorm, ni me explayo por la costa oeste de Canadá. Incluso mis compañeros de trabajo son, en su mayoría, de la misma clase social que la mía, muchos comparten aficiones, problemas y sueldos.

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Vimy Memorial

Canadá, ese gran país donde nunca ocurre nada, fue en parte territorio francés, desde la “conquista” de América por los europeos hasta la independencia total de dicho país.
Hoy en día, es Canadá quien posee una pequeña parte de Francia. Francia, en agradecimiento a Canadá por su implicación en la I Guerra Mundial, le regaló a perpetuidad un terreno de, aproximadamente un kilómetro cuadrado, en las proximidades de la ciudad de Vimy.
En dicho terreno, Canadá erigió un monumento en memoria a las víctimas de la guerra, el Vimy Memorial.
Aunque la entrada al mismo es gratuita, los beneficios obtenidos por la venta de souvenirs, van exclusivamente a las arcas canadienses. Actualmente, el monumento está en proceso de restauración y no podrá ser visitado hasta Abril de 2007.
La pertenencia de un territorio tan grande, dentro de un país históricamente tan importante como Francia, a otro que fue colonia suya, sin que este haya sido comprado, es quizás una situación única en el mundo actual.

Historia de una moneda

En un bar de carretera, al poco de llegar a Gran Bretaña, me dieron varias monedas en la vuelta.
Al día siguiente, aún no lo suficientemente familiarizado con ellas, me di cuenta de que me habían engañado – deliberadamente o no. Entre una de las monedas, había una de un Gulden de 1980. Al examinarla superficialmente, su parecido con la moneda de 10 peniques es sorprendente. Tienen casi el mismo diámetro, altura y peso. Cualquier máquina dispensadora no distinguiría la diferencia.
Mi primera reacción, como la de cualquiera que se tropieza con la falsa moneda, es la de quitármela de encima lo antes posible. Sin embargo, luego reflexioné sobre dicha moneda y cambién de opinión.
El 1 de enero de 2002, además de desaparecer la peseta de España, en favor del euro, en otros tantos países de la zona Euro se produjo un reemplazo similar. En el caso de Holanda, la moneda que desapareció fue el gulden. Aunque aún puedan canjearse monedas de Gulden en el banco central holandés, dicha moneda ya no es de curso legal.
¿Fue el cambiazo deliberado? Es conocido que hay una moneda tailandesa que tiene tamaño y forma muy similares al euro. Lo mismo ocurre con la nueva lira turca y la de dos euros. En ambos casos, la moneda extranjera es mucho más barata que la española y cualquiera que se muestre habilidoso dando cambiazos puede ganar mucho dinero. No ocurre asín con el gulden. Una moneda de un gulden equivale a unos 0,45 euros. Una moneda de 10 chelines británicos equivale a unos 0,14 euros. Así, puede decirse que salí ganando con el cambio.
¿Cuándo llegó esa moneda a las islas británicas? Cuesta pensar que lo hizo con mucha posterioridad a la desaparición del gulden. En el beneficio de la duda, digamos que lo hizo el mismo enero de 2002. Desde entonces, hace de ello más de cuatro años, la moneda ha estado cambiado de manos, sin cesar. Cuatro años de ininterrumpidos bandazos y viajes. Con una historia tan apasionante, no podía dejar pasar esa moneda. Hoy, tras su ajetreada vida, descansará para siempre en mi casa, en España.

Once letras

The English language has at least one nine-letter word that remains a word as each of its letters is successively removed, right down to a single letter. That word is “startling”

Citado en Snopes.com y replicado por todo Internet.
El castellano tiene, al menos, tres palabras de once letras que cumplen esta propiedad, cumpliendo la salvedad explicada de no usar plurales ni formas verbales conjugadas.
11. libertadora quitando la a
10. libertador quitando la r final
9. libertado quitando la o
8. libertad quitando la d
7. liberta quitando la t
6. líbera quitando la e
5. libra quitando la b
4. lira quitando la l
3. ira quitando la a
2. ir quitando la r
1. i
11. acuartelado quitando la a inicial (acuartelada también serviría)
10. cuartelado quitando la u
9. cartelado quitando la l
8. carteado quitando la t
7. careado quitando la e (participio del verbo carear)
6. carado quitando la segunda a
5. cardo quitando la r
4. cado quitando la c
3. ado quitando la a
2. do quitando la d
1. o
Curiosamente, ambas palabras tienen connotaciones belicistas. En el segundo caso se ha conseguido que ninguno de los lemas sea acentuado, respetando la grafía del castellano.
[Esta nota se redactó originalmente mal, entendiendo que podían formarse anagramas al quitar una letra, en ese caso se podría formar hasta una palabra de 15 letras, pero no era exactamente el caso de la palabra que se mostraba para el ejemplo inglés.]

Fronteras

El país del mundo que más tiempo lleva sin cambiar sus fronteras – sin perder o ganar colonias, sin aumentar o disminuir de tamaño – es Suiza, que mantiene su tamaño actual desde el Congreso de Viena de 1815.
Curiosamente, la Suiza actual es la más grande de todas las suizas que ha habido a lo largo de la historia, dado que en dicho tratado se le concedieron tres cantones más que nunca antes tuvo.
Pocos países actuales mantienen sus fronteras desde hace menos de 100 años. España perdió su última colonia, Sáhara occidental, en 1975.

Meucci, Bell y Gray

Cuanto más lee uno de la historia del teléfono, más se enfanga. Llega un momento en que se da cuenta de que no entiende nada, y que la historia es tan compleja, que cualquier aproximación debe ser provisional. Sirva este post para que personas más inteligentes se acerquen a tan sensacional historia.
I
Históricamente, el descubrimiento del teléfono es uno de los avances más importantes de la ciencia. Y uno de los más rentables, ya que ha generado ingresos cuantiosos para su descubridor, así como para las primeras empresas que lo pusieron al alcance del público a lo largo del siglo XX.
Así, es todo un orgullo para un país el identificar a ese inventor, Alexander Graham Bell (1847-1922), como ciudadano suyo.
Escocia, y en particular Edimburgo, fueron quienes le vieron nacer. Allí se formó y pasó sus primeros años. Abandonó su país para marchar a Canadá cuando tenía 23 años. Los canadienses no tienen reparos en reconocer a tan importante inventor como ciudadano suyo, aunque sólo pasó unos pocos años en dicho país. En 1882 obtuvo la nacionalidad norteamericana. Para estos, la última opinión es la que cuenta, y les resulta indudable que Graham Bell era estadounidense.
Así, absurdamente es considerado, simultáneamente, uno de los 100 británicos más importantes de la Historia, pero también uno de los 100 norteamericanos más importantes de la historia y uno de los 100 canadienses más importantes. Cada uno de los tres países rinde tributo a tan insigne inventor, con lo que su memoria es una de las ensalzadas del mundo.

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Caballos de carreras

I
Dándole un margen de confianza a la Iglesia, todos los hombres descendemos de uno mismo: Adán.
La historia de la Biblia es bastante oscura. En ella sólo se menciona que Adán y Eva tuvieran tres hijos: Caín, Abel y Seth. Si esto fuera cierto, la pobre de Eva cayó en un incesto de dimensiones colosales, que deja el pecado de la manzana en casi venial.
Una hipótesis afirma que no se mencionen las hijas de Adán porque la Biblia se limita a narrar lo absolutamente necesario. Lo fantástico de la Biblia es que lo que está escrito admite interpretaciones tanto literales como figuradas, y lo que no está escrito admite infinitas interpretaciones absolutamente libres.
La versión libre es la que más me gusta. Cuando Dios creó a Adán no creó a un hombre concreto, sino “al hombre”, como especie en el Jardín del Edén. Del mismo modo ocurrió con las mujeres. Así, aunque la Biblia luego se centre en la vida de unas pocas personas, se refiere a unos elegidos de entre todos los que había, no a los únicos hombres de la Tierra.
En el segundo siglo después de Cristo, apareció el Libro de los Jubileos. También llamado “pequeño Génesis”, parece que es una extensión a ciertos textos, de aproximadamente cuatro siglos antes, de los míticos manuscritos del Mar Muerto.
El libro tiene como principal objetivo establecer una cronología diferente a la que se indica en el Antiguo Testamento. Para lo que nos interesa, también se centra en algún detalle más sobre la vida de los hijos de Adán y Eva. En ese libro – que no reconoce la Iglesia Católica pero sí la judía – aparecen dos chicas estupendas; Azura, que se casó con Seth (no había mucho donde elegir) y Auán, que no tuvo más opción que hacerlo con Caín.
Aún cuestionando la existencia de Azura y Auán, y dado que el pobre Abel duró demasiado para disfrutarlo, de lo que no cabe duda es de que todos los hombres descendemos de Caín, de Adán y de Seth.

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Pagar por Gmail

La vida de cada uno a lo largo de direcciones de correo no es más que la historia misma de Internet. Empecé usando una cuenta de ole.com antes de que Terra incluso existiera. Luego me pasé a diversas cuentas, y como todo hijo de vecino tuve mis cuentas de hotmail. Hasta que finalmente acabé probando Gmail.
Mis opiniones sobre Google siempre fueron muy desafortunadas. La primera vez que me hablaron de Google como buscador dije “una empesa que haya elegido un nombre tan malo no va a ninguna parte”. Ni siquiera me preocupé de usarlo como buscador. Sería con el tiempo, cuando ya estaba en boca de todos, cuando me di cuenta de que realmente aquello era otra cosa. Mucho mejor que lo existente.
Cuando comencé a usar la cuenta de Gmail pensé “menudo agobio, esto está lleno de links y de botones, no hay quien se entere de nada”. De nuevo les presagié un amargo fracaso, por todo aquello de la usabilidad.
Sin embargo, un coche que tenga más funciones que otro tendrá que tener, por fuerza, más botones y mandos que el otro. Y es lo que ocurre con Gmail. La competencia tiene cuatro o cinco funciones (enviar, recibir, reenviar y borrar), Gmail está de nuevo a otro nivel.
Con el tiempo, de usar una cuenta pasas a tener algo más. De enviar y recibir correos, aquello acaba siendo un gran almacén de tu vida en la red. Cuando quieres guardar algo, aprovechas el espacio “ilimitado” de la cuenta para crearte un borrador de correo. Es una especie de disco duro en la red. También puedes reenviarte correos de otras cuentas a la de Gmail y administrarlos desde allí. Se acabó tener que visitar un reguero de direcciones. Así, llega un momento en que tienes algo más que una cuenta de correo. Tienes algo que te gusta y que necesitas. Y encima es gratis.

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España – Francia

España se enfrentará a Francia en los octavos de final de la Copa del Mundo de Alemania, en 2006. Los precedentes son terroríficos: nos hemos enfrentado en cinco ocasiones y hemos perdido en cuatro. Y empatado en una. Mal pinta el futuro.
La última ocasión en que nos enfrentamos fue en la Eurocopa del 2000, en que Raúl falló un penalti en el último minuto, lo que desembocó en el definitivo 2-1 que nos eliminó en nuestros habituales cuartos de final.
Quizás sean Raúl y Cañizares, ambos suplentes hoy en día, los únicos jugadores que, tras perder aquel partido, permanecen en el equipo nacional. Muchos de los franceses siguen siendo los mismos, aunque más viejos y cansados. Los entrenadores son otros. En realidad, la única similitud entre aquel partido y el que se jugará ahora son lo gritos con que las aficiones jalearán a sus equipos. Once nuevos jugadores contra otros once totalmente distintos. ¿Qué sentido tiene apelar al histórico de los encuentros entre selecciones?
Si Nadal ha ganado los tres últimos partidos jugados a Federer, se entiende que este tenga algún miedo a volver a jugar contra el español. Se entiende la rabia de Federer en su habitación de hotel con el trofeo al segundo en Roland Garros. Todo eso se acumula en la mente, haciendo que, en la próxima vez en que se enfrenten, parte de la historia siga pesando sobre ellos. Mientras Federer se toma un plátano y se prepara para sacar recuerda los jaboncitos de su habitación en París, y la cena de perdedor que le tocó tomar. Y falla en el primer saque.
Cuando Torres, en el partido contra Francia, pierda su primer balón, no se acodará del que perdió Santillana en los 80. Torres se habrá topado con Santillana en algún acto oficial con futbolistas retirados, pero no lo conoce de nada más. No habrá visto sus partidos, de los que quizás no hay mucho que resaltar. El fallo de Arconada contra Francia es un ejemplo de manual que Casillas, nuestro actual portero, ha debido aprender hace muchos años. Para él, Arconada era un mediocre portero.
La España actual no tiene nada que ver con la de aquellos encuentros. Lo mismo ocurre con Francia. Mirar el pasado de los encuentros anteriores sólo tiene sentido para las mentes fanáticas de las estadísticas pero ajenas al sentido común.

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Beta permanente

Los que hablan de Web 2.0 dicen que las nuevas “páginas” de Internet, las modernas, en vez de ofrecer un contenido ofrecen un servicio. Un contenido es que puedes ver las noticias de tu ciudad, un servicio es que te seleccionan automáticamente las noticias que te interesan. Esto en sí puede ser estupendo. Lo que es una enorme tontería es aquello de que el servicio está en Beta permanente. En informática, un programa beta es aquel que está en periodo de pruebas. Cuando terminan las pruebas, se tiene una versión (1, 2, 3…). Por ejemplo, el famoso navegador Firefox está en la versión 1.
Que un programa siga en pruebas, significa que no está del todo bien, o que el desarrollo no está finalizado. Normalmente, un equipo se encarga de probar que todo funciona correctamente y es entonces cuando se saca una versión al público, que usualmente ha de pagar por ella.
En estos casos de Web 2.0 (el término 2.0 se refiere a su vez a un número de versión) se ha tenido todo el descaro de ahorrarse ese problema liberando un producto no terminado al público y esperando que este lo corrija. Es como si Ford creara un nuevo motor, y en vez de probarlo en sus fábricas, lo lanzara al mercado. Si recibe muchas protestas porque consume mucho, trabaja para mejorar eso. Si la gente se queja porque cuesta arrancar en frío, los técnicos arreglan ese aspecto.
Pensando en Ford parece que esa empresa se cavaría su propia tumba de cara a los clientes. En Internet, la actitud tiene sentido cuando no hay competencia. Sin embargo, muchos lo intentan en mercados que están casi saturados. Con el fracaso asegurado. Por ejemplo, un nuevo navegador, que aún no funciona bien, pero que tiene tres o cuatro utilidades nuevas. Carne de quiebra.
Los usuarios que se las dan de modernos están encantados de la beta permanente. Se sienten importantes al poder corregir algo que funciona mal. Se sienten parte de una comunidad y del proceso de corrección. Le están siguiendo el juego a las empresas.
Lo que se esconde realmente bajo la beta permanente son dos aspectos un tanto sinestros.
Por un lado, es colgar un enorme cartel de “Se vende” en Internet. La mayoría son empresas sin intenciones de ir más allá del producto creado, que apenas tiene utilidad comercial o al menos sus autores no saben dársela. Los creadores quieren que Yahoo, Google, Ebay o Microsoft les compren el invento. Están dando duros a cuatro pesetas, esperando que llegue alguien dispuesto a comprarles todos esos duros por diez o doce pesetas.

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