Bio

Hace algún tiempo se promulgó una ley en España que prohibía que los alimentos se promocionasen mediante el término “Bio” si no eran originarios – y probablemente al 100% – de cultivos de agricultura biológica.

La medida en sí misma no estaba mal de cara a los consumidores. Para algunas marcas sin embargo supuso un problema porque habían incluido el Bio en el propio nombre de su producto.

El caso más flagrante es el de los yogures de Danone de marca Bio. La misma marca del producto tenía el término prohibido. Danone tuvo que cambiarle el nombre al producto, con el consiguiente perjuicio de cara a los clientes consolidados y la necesaria campaña publicitaria para informar del cambio de nombre. De “Bio” pasaron a llamarlo “Activia”.

Mientras tanto otras empresas cortaban por lo sano y decidían que el bio bien podía convertirse en bi. Este es el caso de Biomanan – famosa por sus productos para dieta. Sin gastarse un duro en marketing de nombres, en campañas de información, pasaron a llamarse Bimanan y aquí no ha pasado nada.

En la misma línea la empresa Biocentury, que tiene un nombre que me evoca un pensamiento del tipo “es tan sano que vas a vivir por lo menos cien años”, pasó a Bicentury, que es un absurdo bicentenario y queda totalmente descentrado de su afán de vender también productos para adelgazar.

La historia de traca es la de Pascual, empresa famosa por sus infrecuente enfoque de las campañas de publicidad, compensados con el buen hacer en el resto de áreas de negocio.

Pascual lanzó al mercado un producto, Biofrutas, de gran éxito de ventas, que combinaba en una bebida leche con zumos de frutas. Ante la prohibición decidieron cambiar el nombre del producto y el nuevo nombre no fue otro que Funciona.

Funciona Pascual aspira a seguir manteniendo el liderazgo de las bebidas funcionales con base de leche, con más de un 80% de cuota de mercado. […] La nueva marca “Funciona” identifica los valores perseguidos por Grupo Leche Pascual: calidad, seguridad y confianza, permitiendo avalar un producto natural con un valor añadido para la salud. Estamos ante el producto de siempre pero modernizado, más dinámico, fresco y juvenil.

Sin embargo algo debió ir mal. Porque cuatro años y un mes después de este cambio, Pascual decidió volver a cambiarle el nombre al producto. Probablemente la causa fuera que a pesar del cambio de nomenclatura, la gente seguía llamándolo Biofrutas. O muy probablemente perdieron ventas de otras marcas más ratoneras pero que habían mantenido el término “frutas” en su nombre. Así, un despistado consumidor, que buscara Biofrutas y se encontrase con dos productos, Funciona y Ratafrutas, es posible que identificara como más similar al segundo que al primero. Perdieron un volumen de cuota de mercado enorme, pasando del 80% a tan solo el 50%.

El caso es que como justificación a la pérdida de ventas Pascual dio por bueno el argumento que culpaba al cambio de nombre y reculó de una forma increíble cambiando el nombre del producto a Bifrutas. Es decir, que pasaron de Biofrutas a Funciona y de Funciona a Bifrutas. O sea, lo mismo que hicieron todas las empresas más modestas, pero tardando años y perdiendo ventas por el camino.

Pero lo divertido es comparar las dos notas de prensa de Pascual, prácticamente idénticas, donde se demuestra que el cambio de nombre es lógico y consecuente con su idea de producto.

Para ello, el nuevo posicionamiento de Bifrutas de Pascual “se basa en un equilibrio entre los motivos para su consumo de salud, nutrición y sabor refrescante. De esta manera”, continúa Terol, “respondemos a las demandas de nuestros dos principales grupos de consumidores: las madres, en su papel de compradoras preocupadas por la salud y nutrición de sus hijos, y los adolescentes, como principales consumidores, que dan más importancia al sabor y a su condición de bebida refrescante”. Para conseguirlo, según la experta de Marketing, “relanzamos la marca con nuevo nombre y diseño, reactivando de nuevo la tradicional palanca de la innovación en Leche Pascual”.

El mejor consejo recibido en toda mi vida

Hace unas semanas en varias páginas estuvieron preguntando a la gente por cuáles eran los mejores consejos que habían recibido de otra persona. Las historias eran normalmente bastante románticas, con un padre en el lecho de muerte dándole a su hijo una recomendación final para superar la vida con menos infortunio. O historias con la presencia de buenos samaritanos, santones y personajes propios de un libro de Paulo Coelho.

No leí muchas pero sí que estuve varias semanas pensando en mí mismo. Aún me queda mucho por vivir. Espero y espero que esperéis. Aún tengo opción a una gran revelación paternal. Pero hasta la fecha, haciendo balance, el que sigue es el mejor consejo que me han dado en toda mi vida.

Cuando era pequeño era una joven promesa del ajedrez. En realidad no era joven, pues ya tenía demasiados años para tener algún futuro en el ajedrez y tampoco era una promesa porque mis resultados eran prometedores sólo vistos desde un ámbito local. Pero el caso es que tenía la etiqueta puesta y en mi entorno había mucha expectación ante la posibilidad de acabar saliendo en televisión, viviendo en una mansión o jugando contra Kasparov.

Como era muy joven no jugaba competiciones en todo el año y todo mi progreso era hipotético, desde el salón de mi casa. Insisto en que mis opciones futuras eran escasas pero la forma de desaprovechar el tiempo era alarmante. Aún así estudiaba mis libros en casa y es por eso que siempre he tenido cierta facilidad para aprender muy bien las cosas por mí mismo.

Así, un hito de mi tierna juventud fue el día que me llevaron a un club de ajedrez, donde podría demostrar mis conocimientos ante adultos. Allí me llevaron y encontré rivales de todos los colores. Algunos mejores que yo, otros netamente inferiores. Entre todos hubo admiración dada mi juventud, de mis enormes posibilidades. Con el paso del tiempo acabaría conociendo a toda esa gente, sintiendo cierta pena por haber experimentado alguna vanidad en ganarle la partida a jugadores de café.

El caso es que al final acabé jugando con un tipo de malas pintas – una constante en el mundillo del ajedrez. Pasados muchos años el tipo desapareció por completo para volver a aparecer posteriormente más negro que un tizón: había estado viviendo varios años en un país del sur de África. Era una de estas personas de vida disoluta y desesperanzada, que se aferran al ajedrez como tabla de salvación para alcanzar algún tipo de normalidad. Este tipo no era muy bueno pero me ganó alguna partida, aunque poco a poco le fui cogiendo el hilo hasta acabar ganándole casi todas las demás.

Al finalizar la sesión mi padre, ansioso por envanecer su ego, pidió el veredicto para su talentoso hijo. El tipo alabó, como todos los demás, mi capacidad de jugar siendo tan joven. Sin embargo, con una falta de tacto que solo una persona poco centrada puede permitirse, nos dijo:
– Puedes ganarme de cien partidas cien. Y ganar a gente que es mucho mejor que yo. Pero eso no significa nada. A pesar de ello nunca llegarás a ser como un Kasparov.

Ni mi padre ni yo nos lo tomamos a mal. En realidad se asemejaba a una muestra de rabia, sus derrotas habían sido más amargas de lo que parecía. Incluso nos sentimos, en parte halagados.

Con el paso del tiempo ese comentario tan poco mesurado fue una especie de broma interna dentro de mi casa. Pero al mismo tiempo, el justo transcurrir de los años fue paulatinamente demostrando cuánta razón tenía. Cada vez el trono de Kasparov era un objetivo más fantasioso.

Sin embargo, cuando tenía algo de independencia, me restaba un puñado de talento y un reducto de tiempo libre por delante, me di cuenta de que si echaba un poco el resto tendría alguna opción de ser un profesional del ajedrez. No sería sencillo, pues estaba lejos de los grandes, pero sí que podía arriesgar un poco de mi tiempo y tomar un camino incierto pero posible.

Ante una decisión tan complicada el dinero, o la falta de él, siempre ayuda pues elimina alternativas posibles. Pero para mi desgracia un amigo sin muchos problemas se ofreció a patrocinarme durante un tiempo. Tú juegas los campeonatos importantes, yo te presto el dinero de los gastos.

En esta disyuntiva, tomar el camino que era un sueño de juventud, o seguir una vida más pragmática, todas las voces te recomendarán siempre que sigas el primero. Que hay que creer en los sueños y luchar por hacerlos realidad. Nadie veía ningún peligro en seguir ese camino: Nunca desistas de un sueño. Sólo trata de ver las señales que te lleven a él. La única voz discordante era la de ese perdedor al que apalicé de pequeño, que retumbando en mi conciencia me recordaba que a pesar de todo eso, no llegaría a nada.

Hoy en día puedo hacer balance. Sé que habría pasado si hubiera seguido un camino u otro. Elegí el adecuado que era olvidarme de un sueño que tuve cuando no tenía otra cosa que soñar. Ahora los profesionales del ajedrez sufren para obtener sueldos bajos y las perspectivas son cada vez peores. Un mal profesional, se arrastra para llegar a final de mes viviendo en casa de los padres y viajando de pueblo en pueblo a la espera de una buena racha. El mejor consejo me lo dio un perdedor: No te creas todos los cuentos de color de rosa que te vendan los demás, normalmente no se cumplirán.

Normalmente las grandes historias son las de personas que te sugieren tomar un riesgo, dejarlo todo por una mujer, cambiar de vida por un sueño. Cuando esta decisión acaba siendo acertada, el que aconsejó el tomarla adquiere la talla de un personaje mitológico, que nos guió en el camino de la esperanza. Mi historia es más miserable, pues es la de uno que avisó sobre un riesgo que no merecía la pena correr. No era un gran amigo, ni mi padre. Era un tipo que ni siquiera quiso ayudarme. Pero lo hizo.

En la vida, los que alertan de los riesgos caen en saco roto. El tipo que alertó sobre los riesgos de las inversiones de Bernard Madoff sigue ganando menos dinero que todos los que recomendaban sus inversiones. Y aún menos que los que alertaron de ello sólo cuando se destapó todo el pastel.

Si tuviera que plasmar ese consejo en una frase, buena es la de Ramón J. Sénder:

La conciencia del peligro es ya la mitad de la seguridad y de la salvación.

Kindle. Opinión tras nueve meses de uso

A principio de año escribí una reseña sobre mi casi recién estrenado Kindle. Ahora que llevo nueve meses usándolo creo que la puedo complementar con información complementaria que puede resultar interesante. Normalmente es mejor reseñar algo cuando se conoce muy bien, pero claro está, después de llevar varios meses usando un aparato se pierde la ilusión del principio y las ganas de hablar de él.

  • Materiales del Kindle
  • Al principio tuve mis dudas por la endeblez del Kindle, pensaba que los botones podían llegar a romperse con el uso. Tras nueve meses los veo que no se han deteriorado lo más mínimo y me dan más confianza.
    También tuve mis reparos para llevármelo a sitios donde los libros sufren, como las playas o piscinas. Pero pasado un tiempo me llevé el Kindle y sin mayores problemas. Eso sí, el libro de papel tiene la insuperable ventaja de su sistema antirrobo, mientras que el Kindle es un aparato muy susceptible de ser sustraído.
    La funda del Kindle hay que comprarla. Es algo que no admite discusión posible. Debería venir de serie pero no es así. De hecho, con el paso del tiempo, se ha encarecido. No es del todo descabellado pensar que Amazon gane más dinero (beneficio, no ganar al estilo de Dell Outlet) con las ventas de fundas del Kindle que con el propio aparato. Y es que el Kindle tiene precio muy ajustado mientras que la funda es un robo a mano armada por unos pocos centímetros de plástico símil piel.

  • Comparación con el libro de papel
  • Perdida la novedad, no resulta tan terrible tener que volver a leer libros convencionales. Excepción hecha con los enormes libros de encuadernación pesada, más pensados para lucir bien en las estanterías que para ser objetos de uso.
    Por circunstancias varias, entre las que destaca el hecho de que no todos los libros existen en Kindle, una tercera parte de los libros que he leído este año los he leído en papel.

    El papel es mucho mejor que el Kindle en libros técnicos, en libros en castellano de cierta actualidad (porque sencillamente no existe la versión digital) y en libros que tienen bastantes años y no han sido éxitos de ventas.

    Ahora se da una circunstancia bastante inusual y es que hay libros que solo existen en papel pero también otros que solo se pueden leer en Kindle (libros fuera de impresión o pasados de moda). Por ejemplo en la Casa del Libro y la Fnac de Madrid no hay ni una sola novela de Francisco Umbral. Pero se pueden conseguir varias en formato digital por los métodos habituales.

    Esto sería un buen motivo para criticar las políticas de las editoriales que no digitalizan su catálogo y están perdiendo el pulso tecnológico. La realidad es que antes de comprar un libro virtual en cualquier tienda lo primero que hago es buscar si existe una versión pirateada. Si la hay, ni pensar en pagar por ella. Así que si las editoriales se pusieran a escanear sus libros antiguos – que inevitablemente acabarían en las redes de intercambio gratuito – lo único que acelerarían sería su caída. El futuro de las editoriales con los libros electrónicos de por medio no es sencillo, aunque muchos seguro que tienen recetas infalibles para dar homilías que atraigan enlaces.

  • Catálogo de libros digitales
  • Amazon está superando cualquier atisbo de crisis con una mano izquierda admirable. Aunque se supone que se ha conseguido piratear su sistema anticopia de libros, y que hace meses de esto, no por ello hay un reguero de libros pirateados. Supongo que parte del problema está en que para piratear un libro y liberarlo al resto de usuarios primero algún pardillo tiene que comprarlo. Y aunque este pirateo se realizará para libros muy populares, como los de Stieg Larsson, la inmensa mayoría está librándose de la quema.

    Amazon está escaneando o consiguiendo que se escaneen libros de hace pocos años. Hace unos días quise comprar un libro del 2003 y me indicaban que estaría disponible a finales de mes. El libro en papel ya vendió lo que tenía que vender pero están preparados para volcar parte del catálogo en digital. Eso está sucediendo ya y gracias a ello van a conseguir por lo menos vender un libro más que si no lo hicieran.

    En Internet hay muchos libros pirateados, sobre todo novelas en castellano. Hay versiones en PDF y en formato Word (más adecuadas para usarlas en el Kindle, conversión de por medio). No sé qué tendremos los hispanohablantes que nos hace tan proclives al pirateo.

    La mayoría de los libros que he leído han sido por la patilla. Hasta ahora sólo he pagado por tres libros en Amazon, hay que tener en cuenta que algunos de los libros que leo son muy extensos y me llevan más de un mes. De dos de los libros que he leído ya he escrito varias veces en la página: Gary Taubes y su polémico Good Calories, Bad Calories, Country Driving de Peter Hessler. Ambos son excelentes libros.

    Mi proporción, hasta el momento, es de cuatro libros gratis por cada libro que pago. En mi descargo decir que la mayoría de los libros por los que no he pagado no existen en versión de pago en la tienda Kindle. En mi cargo, que para los que he comprado primero busqué una versión gratuita, sin éxito.

  • Kindle e Internet.
  • A principios del verano Amazon permitió que desde los Kindle internacionales se pudiera usar internet “sin limitaciones”, es decir, que se pusiera navegar y consultar cualquier página web. Esta noticia hace que el Kindle gane aún más enteros y sea una compra aún mejor. El Kindle pasa a ser un dispositivo que permite usar un internet muy rudimentario en cualquier parte del mundo sin tener que pagar nada por él. Esto es muy útil para quienes necesiten consultar y responder a su correo desde viajes al extranjero. El correo electrónico de Google funciona bajo mínimos y a velocidad de tortuga pero funciona.

    Personalmente no uso apenas el Internet del Kindle porque es desesperante su lentitud y lo penosamente que se ven las páginas en él. Sólo lo uso para consultas muy puntuales y cuando no tengo nada que leer.

    Indicar que si se tiene activada la conexión wireless del Kindle estando en el metro de Madrid, donde la conectividad va y viene constantemente, la batería se esfuma en cuestión de un par de horas. Se supone que la batería del Kindle dura una semana si se deja la conexión activa pero en el metro estos vaivenes son letales y casi se percibir en tiempo real como el indicador de batería va bajando, hasta el agotamiento.

    Las conexiones a la Wikipedia, una gran ventaja que percibía al principio, apenas si me han resultado útiles. He hecho unas pocas, pero cada vez menos. Muchas facetas de los productos tecnológicos nos parecen muy buenas antes de usarlas, incluso decisivas para determinar la compra, y luego con el tiempo vemos que no sirven de nada. Esta es una de ellas.

  • Kindle, siempre mejorando.
  • Lo mejor sin lugar a dudas del Kindle es que es un aparato que compré en diciembre y que ahora es mejor que cuando lo compré. Gracias a las actualizaciones automáticas del software, las versiones del Kindle van incluyendo mejoras continuas que se hacen notar:

    • El bug que tenía al realizar subrayados ya no vuelve a dar. Ni me acuerdo de la última vez que se colgó el Kindle.
    • Me han puesto Internet sin limitaciones sin que haya tenido que pagar nada ni comprar nada.
    • La lectura de ficheros PDF, una de las mayores desventajas que encontré al principio, ha mejorado muchísimo. Simplemente ya no tiene ninguno de los defectos que tenía anteriormente. Leer en PDF pasa a ser perfectamente posible, aunque no la mejor de las opciones.
    • Han incluido pequeñas mejoras que hacen la lectura mucho más agradable. La opción de resaltar párrafos subrayados por otros lectores es interesante aunque fomenta el borreguismo. Casi ninguna de las selecciones de otros me han parecido acertadas.
  • Cosas que no he usado
  • Aunque hablaba al principio de usar las suscripciones temporales gratuitas a periódicos la verdad es que es algo que ni he intentado hacer. No veo al Kindle como un aparato para leer periódicos. El periódico de toda la vida se ha leído en el trabajo. Por eso por más que se desvelen los periódicos en preparar ediciones para ipad, la triste realidad es que la inmensa mayoría de los lectores están viendo su portada desde una navegador con la ventana redimensionada y el ratón posicionado en el botón de minimizar.

    La opción de “lectura de libros por voz” no la he usado ni una sola vez, aparte de para la prueba inicial. Es algo que creo que es medio inútil.

    No he puesto mp3 ni nada para escuchar música con el Kindle. El Kindle es para leer y lo acabas sintiendo, todo lo que no sea leer libros acaba siendo desplazado y descartado.

  • Comprar o no comprar
  • Viendo el ritmo de libros que se encuentran en la red y la brusca bajada de precios de los dispositivos de Amazon, que además ahora se venden con Wifi, ya no me cabe la menor duda: hay que comprarse uno. Si lees muy poco, económicamente no será rentable. Pero aún así es una compra recomendable.

    Por 178 euros, más o menos, se puede comprar un Kindle Wifi (sin la conexión a Internet perpetua) + su funda + envío a España + gastos de aranceles e impuestos.
    La necesidad de comprar un Kindle o no es debatible pero no asi la compra de lectores alternativos. El resto de lectores electrónicos no le llegan ni a la suela de los zapatos al Kindle en estética, precio, calidad y funcionalidad. La única ventaja de algunos lectores que se venden en superficies comerciales es que tiene las teclas escritas en castellano. Pero es triste que por cuatro teclas se llegue a comprar uno de esos ratoneros productos.

@delloutlet

Cuando se habla del éxito – o posible éxito – que pueden alcanzar las empresas en Internet que sepan usar Twitter en su operativa, se emplea como paradigma el caso de Dell, del mismo modo que RadioHead es un supuesto paradigma de “lo que se puede hacer” en el mundo de la música.

La verdad es que su ejemplo suena estupendamente, cuando se lee de algunos blogs tan populares como desaliñados que dieron titulares tales como “Dell ha ganado 6,5 millones de dólares usando Twitter”.

El caso de Dell es el siguiente. Dell creó una cuenta, @delloutlet, con la que promocionaba ventas de saldos de algunos de sus productos. Un outlet por Internet y usando Twitter. Moderno hasta decir basta.

Y ese outlet, a pesar de que muchos se niegan a ver los brillos que se atribuyen a Twitter, ha conseguido vender muchos ordenadores por ese canal.

Y aprovecho para puntualizar algo, que en otras páginas daría para un artículo independiente. ¿Os habéis fijado en las capturas de pantalla que se muestran en los anuncios de televisión y de prensa sobre los móviles que acceden a Twitter, Tuenti y Facebook? Nunca son capturas reales, porque cualquier pantalla del tablón de una persona o de su Twitter tiene una considerable parte de galimatías y promoción de chorradas. En los anuncios se ven obligados a hacer montajes porque no hay cuenta de Twitter o Facebook que soporte un pantallazo sin que se cuele un mensaje que sobre, algo promocional, un texto que hubiera sido mejor no publicar. Y en ese sentido el que tengan que trucar las pantallas, aparte de porque en la publicidad todo se enmascara, es muestra de que hay algo de falso en lo que se supone que son estas páginas. Se supone que Facebook es para ver lo que están haciendo mis amigos, pero mi tablón está invadido por publicidad de Lexus Spain, o el aviso de que ¡M Carmen ha mejorado tus casas en Millionaire City! – ¡Hay dólares de bonificación disponibles!

En su momento vi la nota sobre Dell y me pareció muy buena para la empresa. Sin embargo hace pocos días me volví a tropezar con el dato y lo comprendí, o creo que lo hice y me di cuenta de que era una suerte de engaño.

Es un engaño en dos vías, y ambas son muy dolorosas. De un lado las ganancias de Dell en millones de dólares. ¿Son ganancias? Leyendo de los originales en inglés veo que hablan de:

Dell Says It Has Earned $3 Million From Twitter. Y ya dentro del artículo:

Dell said Thursday night that the company had earned $3 million in revenue directly through Twitter since 2007, when it started posting coupons and word of new products on the microblogging site. In the last six months, Dell Outlet earned $1 million in sales from customers who came to the site from Twitter, after taking 18 months to earn its first $1 million. Dell has also earned another $1 million from people who click from Twitter to Dell Outlet to Dell.com and make a purchase there.

Aquí noto una diferencia enorme. No es lo mismo ganar un millón de dólares que vender por un millón de dólares. No es que no sea lo mismo, es que la diferencia es enorme, sobre todo si tenemos en cuenta que el margen de beneficio por la venta de un ordenador es bastante ajustado y estará entre el cinco y el diez por ciento. Tratándose de un Outlet, los beneficios serán seguramente de lo más ajustado.

Si Dell vende un ordenador por 500 euros, obtiene un beneficio de, a lo sumo, 50 euros. Es decir, que el titular sobre las ventas de Twitter se puede pintar de dos formas:

Dell vende más de tres millones de dólares en Twitter.
Dell gana más de 300.000 dólares en Twitter.

Y está claro que en ambos casos es un muy buen dinero, pero al mismo tiempo saltan muchas alertas porque el número, fuera de su millonada, se vuelve accesible y como tal, susceptible de ser ninguneado.

Porque si Dell ha ganado 300.000 dólares en Twitter, y no olvidemos se usa como paradigma de caso de éxito en Twitter, estamos hablando de que una de las empresas de más éxito que ha ganado dinero en Twitter gana menos dinero vendiendo ordenadores que el Mediamarkt de Alcorcón, que es un infame pueblo de Madrid. Pero es que seguro que hay muchos bares de Alcorcón, o de otros lugares de España, o del mundo, que han ganado más de 300.000 dólares en un año bueno. Seguro que la Fnac de Callao en el centro de Madrid gana más dinero vendiendo ordenadores que Dell en su Twitter.

Con todo esto veo que ese éxito, que en cierto modo lo es, tiene muchos matices y es un dinero que se ha engordado con la buena voluntad de muchos que quieren creer que Twitter es una forma de negocio enorme.

Y volviendo a las comparativas, si la empresa que mejor lo hace en Twitter no lo hace mejor que un buen bar de Alcorcón, ¿Por qué no se habla más de los bares de Alcorcón? Se podría hablar también por Twitter de ellos. Para muchos resultaría más sencillo y más seguro conseguir capital para obtener un buen traspaso de un bar antes que montar un negocio en Internet amparado en el imparable crecimiento de Twitter.

En realidad Dell ha ganado mucho más dinero gracias a la noticia hablando de lo modernos que son. Pero está claro que si tú consigues vender un millón de dólares en Internet gracias a Twitter nadie va a hablar de ti, porque eso ya lo hizo Dell y mucho antes. Las ventas del outlet Dell han sido una campaña de publicidad gratuita: para Dell pero aún más para Twitter.

Muerte por ahorcamiento

El siempre interesante blog de Mindhacks expone en uno de sus artículos lo poco que conocemos sobre la muerte por ahorcamiento. La más eficaz y una de las más populares formas de suicidio, un habitual de los métodos de ejecución y realmente no se puede precisar con exactitud el proceso que lleva a la muerte del sujeto en la mayoría de los casos.

En los comentarios al artículo se exponen las dificultades para realizar dicho estudio. Obviamente no se pueden realizar experimentos con personas, pero hoy en día el hacerlo con animales también se sostiene como algo carente de toda ética científica. Por lo tanto no hay forma de investigar la cadena de sucesos que desembocan en la muerte. Toda la información científica al respecto es sobre textos del siglo XIX y comienzos del XX.

Ahora bien, aunque no es ético matar animales para realizar estudios, ¿Deja por ello de ser una materia de estudio interesante? Los defensores de los derechos de los animales se muestran excesivamente irracionales en este punto. La verdad es que no es lo suficientemente práctico como para que compensen las muertes (asesinar es un verbo sólo aplicable a personas) pero eso no le resta interés al asunto.

Aún no se ha encontrado el método de ejecución ideal, casi todos son poco confiables, causantes de gran dolor o simplemente atroces. El ahorcamiento era, hasta finales del siglo XIX, el método estrella. Incluso se desarrollaron mejoras, como la caída larga que trataban de optimizar los efectos. Curiosamente cuando se empezó a desarrollar la empatía hacia los ejecutados se consideró que el método no era el más humano posible y se emplearon alternativas poco o nada probadas, como la silla eléctrica. Incluso la injección letal, el método defendido como más indoloro de todos, tiene sus detractores que afirman que no siempre lo será así y en muchos casos causará un dolor horrible. Y todo esto es lógico porque no dejan de ser métodos que no han sido probados de verdad, sobre los que no hay siquiera investigaciones del siglo XIX.

Así, aunque para muchos resulte horrible pensar que se estudia algo “porque sí” en este caso hay razones prácticas de sobra para realizar dichos experimentos. Otra cuestión sería el pensar la forma de realizar dichos experimentos minimizando el número de muertes necesarias. Ahí es donde se ve el talento de los investigadores, obteniendo lo máximo de lo mínimo.

Finalmente, una cuestión ética peliaguda: ¿Qué le importa más a la gente, que los condenados a muerte tengan una muerte digna y poco dolorosa o la muerte de animales “inocentes” en aras de la investigación de lo anterior?

Más información: New Scientist.
Interesante lectura: La muerte por decapitación.

Trabajos de espabilado

Mi primer contacto con un trabajo de espabilado vino de la mano de un amigo de la familia. Según contaban, se conocía los derechos del trabajador al dedillo y cada año conseguía darse de baja exactamente el máximo número de días posible. Había un número, una especie de constante áurea del escaqueo, a partir de la cual tantas bajas ya implicarían que tuvieran que declararlo inválido o que fuese examinado por un tribunal médico.

Este ocioso trabajador, celador y carente de todo celo, era un funcionario de la vieja escuela, de los que cobraban poco y no trabajaban. Pero con sus bajas fingidas conseguía sacar lo máximo del sistema y, contrariamente a toda lógica basada en principios éticos, era admirado por su habilidad.

Aunque no siempre traspasando lo legal y lo ético, las personas tenemos tendencia a admirar todos esos trabajos que tienen resquicios dentro de sus condiciones que los hacen aparentemente superiores. El de aquel amigo de la familia era un gran trabajo porque era sencillo conseguir las bajas. En otros nos aferramos a la triquiñuela del puesto para considerarlo superior a otros, sin tener una visión de conjunto. Nos aferramos al detalle singular que se pagan en sí mismo.

Los empleados del Corte Inglés, con su capacidad de comprar a crédito sin intereses todo tipo de productos de la propia cadena, son unos enormes privilegiados. Las chicas del Zara, con su tarjeta de descuento. Muchas sólo quieren trabajar en la compañía por conseguir dicho descuento, en una actitud que cuestiona seriamente las ventajas de dicho trabajo.

Y es que cuando alguien cambia de empleo no cuenta a los demás las posibilidades de promoción, las responsabilidades del puesto, las perspectivas de realización personal. Siempre se acaba resaltando el matiz que lo convierte en un trabajo de espabilado, buscando el detalle trapero que lo hace destacar.

Los que trabajan por turnos hablan de que trabajan dos días y libran tres. Eso suena a vivir en un estado perpetuo de vacaciones. Los controladores aéreos con sus sueldos de 200.000 euros, sin que nadie sepa ni quiera saber nada sobre sus trabajos. Algunos funcionarios que se llevan tacos de folios y material de oficina a casa. El informático que se puede pasar el día entero jugando o actualizando el Facebook. El militar que paga menos cuando viaja en tren. El de Iberia que tiene vuelos gratis para él y su familia. El guarda de seguridad que se prepara una oposición mientras se supone que está vigilando. El repartidor que si termina su turno antes trabaja menos horas, el albañil que no trabaja los días de lluvia. El que cobra un sueldo extra sólo por estar de guardia 24 horas. El que termina su trabajo a las 12:00 aunque haya empezado a las 4:00.

No sé si es algo del país o más genérico y de la naturaleza humana. Pero fijaros cuando habléis con los demás y os expongan su trabajo, veréis como de inmediato sale a colación el matiz que lo convierte en un trabajo de espabilado.
¿Y tú, tienes un trabajo de espabilado?

Freemium

Cuánto daño ha hecho a Internet la historia del disco In Rainbows del grupo Radiohead. La banda británica decidió lanzar el disco en Internet y en lugar de venderlo que cada cual pagara por él lo que considerara justo, incluso nada si no quería.

En su momento se movieron muchas cifras de ingresos en torno a esta iniciativa que provocó un inusitado volumen de descargas y especulaciones sobre beneficios de récord. Sin embargo la página de la Wikipedia, en la que uno no cree cuando no le gusta lo que dice, habla de que no hay cifras oficiales sobre el dinero ingresado por la banda y de que se realizó como estrategia comercial para disparar las ventas del formato físico, como así acabó sucediendo.

Para muchos gurús de batín y ADSL de oferta con compromiso de permanencia este caso se presenta en la portada de su carta magna de métodos para revitalizar la industria musical. Se supone que la gente es honrada, dispuesta a donar su dinero por causas que les emocionan.

Sin embargo no deja de ser una excepción que, sin cifras fiables de ningún tipo, se usa como si fuera una norma, algo que otros pueden replicar y que si no lo están consiguiendo es porque algo estarán haciendo mal.

Esto causa mucha desazón en personas que tratan de ganarse la vida en el difícil mundo de Internet. Se supone que regalando tu producto puedes ganar mucho dinero si lo vendes también a otros con algún valor añadido (el llamado modelo freemium). Pero luego muchos se dan cuenta de que la gente no quiere pagar nada si hay algo gratuito, aunque no sea ni remotamente tan bueno.

Los mismos que critican a los que quieren cobrar al estilo antiguo, condenan la actitud de los periódicos que quieren regalar sus editoriales a todo el mundo y algún contenido algo mejor a los que quieran pagar (que luego no son casi nadie).

Sobre la actitud de la gente ante la opción de no pagar, y para que pueda ser usado como contraejemplo del caso Radiohead, transcribo un párrafo de un libro de Bill Bryson:

Una vez hablando con el vicario de la Iglesia de la Universidad de St Mary the Virgin en Oxford – la parroquia más visitada de todo Inglaterra – este me comentó que de los 300.000 visitantes que recibe cada año se consiguen recaudar unas 8.000 libras de las urnas para donativos.

Es decir, que el visitante promedio que acude a una iglesia del siglo XIV, de motu proprio, interesado en verla por dentro, decide pagar 2.6 céntimos de libra, lo que cuesta una bolsa del DIA%.

Números populares

De acuerdo a las sugerencias que hace el buscador Google.es, para los números en castellano las palabras más buscadas son:


  • En Cero gana un sitio de descargas (gratuitas,legales) de películas. Luego se quiere saber qué es el cero absoluto.

  • El Uno es para un banco, Uno-e, la versión de banca electrónica del BBVA. La marca de complementos Uno de 50 viene detrás pegando fuerte. (Y eso que siempre me pareció un nombre pésimo por la mezcla de números expresados con palabras y con cifras).

  • Dos es para dospuntocerovision que a pesar del nombre que asusta y recuerda a gurús no es más que otro exitoso portal de descargas. También se busca mucho a Dos Caras, Jr, un luchador de lucha libre mexicano.

  • Tres es para Tres Cruces, un barrio en Montevideo. Increíble que para un número tan importante lo más buscado sea un barrio.

  • Cuatro es la consabida cadena de televisión.

  • Cinco para Cinco Días, el periódico de actualidad económica.

  • Seis es para Seis Sigma, una metodología de mejora de procesos.

  • Siete para la película de Will Smith Siete almas, incluso antes que los siete pecados capitales o las siete maravillas del mundo.

  • Ocho son las columnas de ocho columnas, un sitio web mexicano que es un portal de noticias y entretenimiento.

  • Nueve es para la película Nueve Reinas, luego parece que la gente está confundida con el título Nueve Reyes pues para esta búsqueda, también muy popular, no hay nada llamativo.

  • Tristemente están antes los Diez Minutos (revista del corazón) que los Diez Mandamientos.

Las 5 K’s

Vivimos un tiempo de aparente tolerancia. Se respetan las religiones que no son propias del lugar en el que vivimos, pero al mismo tiempo detectamos en ellas aspectos que no nos gustan y mientras mostramos la cara amable de la tolerancia, con cara de póker se regula en contra de las religiones exógenas.

Ante algunos de los aspectos del islamismo que menos gustan, como son los aparentes signos de opresión de la mujer del pañuelo y el burka, en Europa han proliferado normativas que tratan de prohibirlo. Pero en un gesto de desagradable hipocresía se envuelven en leyes genéricas que tratan de ocultar lo concreto de sus objetivos: prohibición de los símbolos religiosos en escuelas o lugares públicos.

Pero no hay cambio que no acabe produciendo sus damnificados. Para algunos es la teórica prohibición de llevar crucifijos, bastante anodina. Sin embargo las religiones son más diversas que la partida de mus entre las grandes religiones. Y con toda esta normativa reguladora hay una religión que, sin culpa alguna, queda herida de muerte: Los sikhs.

De aspecto desaseado pero bonachón, esta religión fundada por Guru Nanak tiene como principios guía la Igualdad, la Libertad, La Justicia y la Verdad. Entre sus oraciones diarias los sikh tienen que rezar por el bienestar de la humanidad.

Alejada de los extremismos, se trata de una de tantas religiones orientales de principios pacíficos y honorables. Y como todas tendrá sus seguidores de almas oscuras, sus fieles convencionales y sus líderes admirables.

El caso es que la religión sikh, fuertemente afincada en la India y en países receptores de emigración hindú, se encuentra, sin comerlo ni beberlo, afectada por una sociedad que querría prohibir el pañuelo y el burka pero que finge prohibiendo los símbolos religiosos.

Y es que para los sikh hay un precepto inquebrantable: les está prohibido cortarse el pelo y tienen la obligación de llevar un turbante que cubra sus cabellos. No se trata de un símbolo que pueda ser entendido como de opresión ni un aspecto accesorio de la religión: es una pilar inquebrantable de la misma y una condición Sine Qua Non.

Así, mientras que para los islamistas se puede argumentar que si el pañuelo es una moda reciente o una visión particular del Islam, los sikh, se encuentran con una ley que no iba con ellos pero ante la que no hay rodeo posible. Su única opción es luchar contra dichas leyes.

La situación de los sikh difiere mucho según los países. En Inglaterra históricamente la población sikh siempre ha sido notable. En Estados Unidos y Canadá también están bastante asentados. Sin embargo en países como España son casi inexistentes. Sorprende encontrar que en Italia están relativamente extendidos, así como en el este de África.

Pero los feudos sikh por excelencia son la India, donde son algo más que una minoría, e Inglaterra-Canadá-Estados Unidos. La situación en estos países es mucho más estable. De un lado los países americanos, publicitados en Europa como opuestos a todo lo extremo, tienen una fama merecida de respeto de culto religioso. En ellos cualquier ley que tratara de prohibir que llevaran el cabello cubierto – como símbolo religioso – quedaría abolida en los tribunales más generales pues atenta contra su libertad religiosa. Insisto, no se trata de que les guste llevar un turbante. Es que es un principio inquebrantable.

En Europa sin embargo hay países que han golpeado duramente a los sikh. Francia ha seguido adelante con su ley a sabiendas de que se dejaban un daño colateral con esta comunidad. Su Primer Ministro se reunión con representantes de las comunidades sikh sin conseguir llegar a un acuerdo convincente para estos.

La situación de los sikh en Inglaterra es mucho más interesante. La absurda prohibición de su turbante se encuentra con una ley mucho más estricta y cotidiana: la obligación llevar casco cuando se circula en motocicleta.

A mediados de los años 70 se implantaron medidas estrictas que obligaban al uso de casco cuando se va en motocicleta. Y esta regla, de cajón en lo que a medidas de seguridad se refiere, supuso un problema cuando se tuvo que pensar en la población sikh. La regla les exige llevar turbante pero al mismo tiempo la regla indica que sólo pueden cubrir sus cabezas con esta prenda, prohibiendo cualquier tipo de casco, ya sea con el turbante o sin él.

La oposición sikh a esta medida fue, como las acciones de Gandhi, inteligentes, pacíficas, meditadas y eficaces. Imaginar una manifestación pacífica de sikhs en Londres, en plena crisis del petróleo, luchando por su derecho a no llevar casco, que era luchar por su derecho a cumplir su religión, es difícil pero así ocurrió.

Ante estos casos la solución frecuente es la de decir “que se vayan a su país”. Como explicaban en un blog, su país es ese. Muchos de esos sikh han nacido en Inglaterra, incluso los hay que son hijos de padres ya nacidos británicos. Para los ingleses, el acumular colonias también ha supuesto un añadido de multiculturalidad que a veces ha tenido su aspecto de carga. Pedir que un sikh se marche a la India, país que tal vez nunca haya visitado, y al que tal vez poco le una, es un error común, un tanto burdo, que relaciona religiones con países.

Al final los sikh ganaron la batalla de las motocicletas en los tribunales y si alguna vez tienes la opción de ver a uno de ellos circulando por la izquierda en alguna carretera británica has de saber que está del lado de la ley.

El empresario de la fotografía de más arriba, Baljinder Badesha, posando en su flamante motocicleta sostuvo un pulso con la justicia canadiense, que le impuso una multa de 110 dólares por no llevar casco. Como en tantos casos, el dinero era lo de menos. Baljinder Badesha impugnó la multa a tribunales tan elevados como pudo, en un afán de obtener legislación de mayor calado y siempre tratando de llamar la atención sobre algo que a los demás nos resulta anecdótico. Al final perdió su caso en el Tribunal Supremo y tuvo que pagar la multa.

El caso sikh resulta ridículo a algunas personas, como esta parodia hablando de un astronauta sikh, que se negara a llevar casco en una nave espacial. Un juicio en Gran Bretaña dio la razón a los policías sikh que tenían que negarse a llevar casco.

Si bien el caso del turbante inspira toda mi simpatía hacia esta religión, no es este el único precepto que han de cumplir los seguidores de esta religión. Cinco principios deben cumplirse a rajatabla, sin discusión posible. Las cinco K, por el nombre de los objetos a que se refieren. Los sikh están obligados a llevar, bajo cualquier circunstancia:

  • Kesh: pelo sin cortar y con turbante.
  • Kanga: una especie de cinta para el pelo.
  • Karha: un brazalete de acero.
  • Kachchha: unos calzoncillos específicos.
  • Kirpan: una daga ceremonial.

Obviamente el turbante puede dar problemas ante ciertas circunstancias de la falta de espiritualidad vida cotidiana. Pero el kirpan supone un problema importante, al tratarse de un cuchillo de hoja curva y afilada que fácilmente puede superar los 30 centímetros. Si la lucha por el turbante es accesible en los tiempos modernos, el kirpan supone todo un reto para la vida en comunidad. Uno encuentra noticia de todo tipo de juicios, a lo largo y ancho del planeta, en los que se luchaba por el derecho de los adolescentes sikh a llevar su daga en los institutos, o simplemente a pasear con ella por la ciudad.

Parece ser que en Canadá es donde se establecen los debates más interesantes. De un lado es un país famoso por respetar a los extranjeros, de sistema legal complejo y fragmentario. Toda una delicia es este caso, en el que se detalla el juicio de Balbir Singh Nijjar contra Canada 3000 Airlines.

Según se narra en él, con el formal lenguaje judicial, el 11 de abril de 1996, Balbir Singh Nijjar se disponía a tomar un avión de la Canada 3000 Airlines en Brampton y con dirección a Vancouver. Todo esto sucedía mucho antes de que se endurecieran las condiciones de los vuelos, después del infausto 11-S. En lugar de su habitual daga de 30 centímetros, dado que se disponía a volar, Balbir Singh Nijjar optó por una daga sikh de viaje, guardando la cotidiana en su equipaje y portando una de apenas 15 centímetros de hoja.

Sin entrar en muchos detalles, le fue denegado el acceso al avión. Perdió el vuelo y acabó denunciando a la aerolínea. El caso detalla lo complejo de la situación legal al respecto. De un lado Balbir Singh Nijjar había volado en algunas ocasiones anteriores sin ningún problema – y por supuesto sin tener que desprenderse del kirpan- por otro había una especie de normativa tácita de la aerolíneas que permitían hojas de dagas de hasta esa longitud, de ahí el extraño concepto de “kirpan de viaje para llevar en aviones”. Pero al mismo tiempo este objeto puede suponer un riesgo para la seguridad de un avión bastante superior a una botella de agua, actualmente prohibida.

El juicio tuvo que ser interesante porque para estos casos se requiere de expertos en la religión sikh y estos suelen ser muy parciales hacia su propia causa. No obstante en este caso el profesor McLeod, experto en la materia, convino en que es suficiente con que un kirpan tenga una hoja de un centímetro de longitud para cumplir con el precepto. Con lo que al final la justicia acabó fallando del lado de la aerolínea, no sin antes dar un margen de razón al sikh que viajó de acuerdo a lo que hasta entonces estaba considerado legal.

Resulta curioso que el kirpan, que viene a simbolizar la necesidad de los sikh de luchar – en sentido metafórico, jamás empleando la fuerza – en todo momento, contra la injusticia y la mentira, como símbolo de no permanecer inactivo ante la violencia, no permita sino una explicación literal: el kirpan podría servir para hacer daño.

Para más información sobre el mundo sikh, existe la SikhiWiki.

Undercover Boss

Por la recomendación de Seth Roberts, acabé viendo la serie americana de telerealidad Undercover Boss.

El planteamiento suena bien: el Presidente Ejecutivo de una gran empresa se hace pasar por un pardillo que está buscando trabajo y empieza a trabajar de incógnito en su propia empresa, en uno de los puestos más bajos de la misma.

La idea es buena y se ha llevado a cabo muchas veces, pero para poder tener imágenes que mostrar a las cámaras y no recurrir a las siempre difíciles imágenes de cámara oculta, se optó por dar una vuelta de tuerca a la idea. Se suponía que ese empleado nuevo estaba a su vez siendo objeto de grabación para un documental sobre cómo es la vida de una persona que está empezando un trabajo de la escala más básica.

De esa forma se consiguen formar las piezas fundamentales para un programa interesante: tienes a un jefe haciendo trabajos infames y todo con las cámaras por delante y sin que nadie sospeche nada.

Los programas tienen un guión más rectilíneo que una secuela de Karate Kid pero no por ello dejan de ser interesantes y recomendables. Parten del CEO (
Director Ejecutivo) de una gran empresa (como por ejemplo 7-Eleven), le muestran un poco en su ambiente familiar. Los CEO están todos cortados por el mismo sastre: tienen su mujer y sus hijos, su enorme jardín, su casa de varias plantas y el cochazo deportivo o el Mercedes de última gama. Se les muestra en un típico resumen familiar de vida perfecta, de haber llegado en muchos casos al puesto de mayor responsabilidad de una empresa a base de trabajo muy duro.

Este Director decide aceptar el reto de trabajar infiltrado en la empresa porque estamos en tiempos de crisis y hay que mejorar de cualquier forma. Todos dan el mismo discurso pero más bien parece que estas frases se la dan los propios guionistas del programa. Undercover Boss ha sido un enorme éxito de audiencia en los Estados Unidos y mostrar en un horario privilegiado las excelencias del trabajo de una multinacional en concreto vale un dinero que no se puede pagar en el mercado de la publicidad. Para la empresa y para su Director el participar en el programa es una excelente idea, que se presenta ante las cámaras como una necesidad de retomar el contacto con el negocio, dejar de percibirlo filtrado a través de presentaciones y hojas de excel con resultados.

Entonces este Director convoca una reunión de la Junta Directiva y les anuncia que ha decidido infiltrarse de incógnito en la propia empresa durante una semana. En estas Juntas Directivas se ven a personas que son auténticos vegetales humanos, se nota que están ahí sólo para cobrar. Se sientan en la mesa, no parpadean ni abren la boca y se marchan cuando los demás lo hacen. Siempre hay alguno que toma nota de todo lo que dice el Director. Se ve que es el encargado de trasladar las órdenes y sugerencias al mundo real.

Llega una semana, que suele ser de lunes a viernes. El Director se disfraza, de forma burda, de pardillo. Ahí se ve la idea que se tiene de lo que es un trabajador de la escala básica. Casi todos los jefes deciden dejarse una barba de un par de días, se ponen una gorra y ya se sienten un perdedor más. Otro clásico es el usar gafas. La historia del Director es que tenía un trabajo en una inmobiliaria, la empresa ha cerrado y está buscando algo nuevo.

Los jefes infiltrados tienen que vivir la experiencia del trabajador de escala básica. Se registran en un cutre motel, comen comida precocinada y madrugan como cualquier trabajador más.

El Lunes empiezan un trabajo en una de las sedes de la empresa. Allí se presentan ante un empleado, normalmente el típico jefe de lo más elemental que apenas si tiene a uno o dos empleados a su cargo. Este le da un uniforme y le empieza a explicar lo que tiene que hacer en uno de esos trabajos. En poco tiempo el jefe infiltrado está intentando hacer un trabajo de limpiadora, o de camarero, o de lavaplatos, o de repartidor o de basurero.

Mientras el jefe está realizando ese empleo puede ver cómo es el trabajo de campo de la compañía y cuáles son las inquietudes de los empleados que trabajan muchos niveles por debajo de él. Al día siguiente viaja a otro destino totalmente diferente pero dentro también de su empresa y realiza otro trabajo donde conoce a nuevos empleados y a otro área importante de su empresa.

En cada sitio tiene a una persona a su cargo que es la que acaba conociendo mejor. Mientras realizan el trabajo él le va preguntando cosas sobre cómo es su vida con ese trabajo y se va emocionando e impregnando de ideas sobre lo que la gente necesita para que su trabajo no resulte tan frustrante.

Hay algunos momentos que se repiten en casi todos los episodios:

  • El hombre de familia. Siempre hay un empleado de los que le inician en su trabajo que resulta tener un hijo minusválido, o hijos adoptados, o una hija que acaba de morir. Al jefe le impacta la historia de ese trabajador, que con un sueldo de miseria tiene que enfrentarse a una vida muy dura.
  • El estudiante. Siempre hay un empleado que está trabajando en lo más bajo de la escala laboral pero que estudia por las noches o está haciendo cursos por correspondiencia. Y la verdad es que es alguien que parece tener mucho talento.
  • La malpagada. Siempre hay alguna mujer que está trabajando como una negra y cobrando como tal. El jefe encubierto se da cuenta de que hay una persona muy minusvalorada en la compañía.
  • El cómico. También es habitual encontrarse con alguien que parece disfrutar con el trabajo, no importa lo miserable que este sea. Siempre bromeando, de buen humor, trasmitiendo todo eso a los clientes y animando un poco el entorno laboral.

En estos trabajos elementales puede verse el sufrimiento de un director intentando servir hamburguesas a la demanda que imponen los clientes. O limpiando mesas para terminar a tiempo. O en una cadena de montaje, incapaz de llevar el ritmo exigido. En algunos casos se percibe como ese jefe es un inútil que no es capaz de aprender ni el más elemental de los empleos. En otros también se ve a personas brillantes que incluso fregando suelos tratan de hacerlo lo mejor posible y mejoran en muy pocas horas delante de un empleo que les resulta del todo desconocido.

Al final de la semana de trabajo el jefe encubierto afirma que ha sido una experiencia no sólo enriquecedora sino transformadora. Ahora ve la empresa con otros ojos. Todo va a cambiar y mucho, él va a trabajar mucho más duro y con mayor eficacia. Se siente más comprometido con los empleados y valora más su trabajo.

Entonces se muestra la nueva reunión con la Junta Directiva diciendo que con lo que ha visto hay que cambiar muchas cosas y que lo quiere para ayer. Normalmente esto es una pamplina televisiva ya que en algunos casos el Director Ejecutivo tiene poderes limitados ante los dueños de la empresa que son los accionistas. Pero siempre se muestra ese corte en el programa que apenas si dura 40 minutos.

El siguiente momento, el mejor de todos, es cuando se convoca a todos los empleados que han ayudado a este jefe encubierto, a las oficinas centrales de la empresa. Normalmente no tienen ni idea de por qué se les llama y están bastante mosqueados. Los dejan en una sala de reuniones y les aparece el Director Ejecutivo, vestido en un flamante traje. La mayoría lo reconocen como el empleado cutre pero hay algunos que ni siquiera lo recuerdan ya y a los que les viene de nuevas todo. Entonces les anuncia quién es: el Director que ha querido trabajar encubierto para ver las cosas de primera mano. La cara de sorpresa que pone la gente es buenísima.

Un momento definitivo donde se ve la naturaleza y valía de cada Director es cuando recuerda el tiempo con esas personas y suele tratar de pagarlas por el esfuerzo y valía que demuestran en su trabajo. Los buenos directivos, en mi opinión, dan ayudas generosas pero razonables y con mesura. Los malos tiran de cheques sin ton ni son, con resultados a veces grotescos.

El Director se acuerda de cada uno de los casos anteriores. El empleado que tenía un hijo minusválido recibe una ayuda para sus gastos médicos. La madre soltera, ayudas de guardería. O un traslado a una sede de la empresa que esté más cerca de sus casas. El estudiante recibe una beca o la promesa de ser mentor en su promoción a lo largo de la empresa. La malpagada recibe un generoso ascenso. El cómico se encargará de dar unos seminarios al resto de empleados sobre cómo estar de tan buen humor con tan mal sueldo.

Finalmente se muestra una reunión masiva de empleados por parte de la empresa en que el Director les explica de primera mano lo que ha hecho y muestra un vídeo divertido de sus peores momentos en el trabajo ante el resto de empleados. Un fin de fiesta feliz, palmaditas en el hombro y la promesa de ser mejores.

No deja de ser una ficción pero tiene sus aspectos atractivos. Consigue que los trabajadores más cutres del mundo se conviertan en protagonistas. Se ven historias personales aburridas, de pobreza y miseria cotidiana. Los trabajadores que a pesar de no tener nada por lo que luchar levantan día a día las empresas americanas. Aunque no sea su propósito, consigue levantar la moral de la economía americana. De un lado jefes que quieren ayudar a sus empleados, de otro empleados que son los verdaderos héroes de la empresa. Y premios para todos como en un cuento de hadas.

Quizás el mejor caso de todos fue el de Igor Finkler (ver vídeo), un repartidor de origen kazajo que trabajaba en el turno nocturno para 7-Eleven. El jefe se maravillaba con el buen humor que mostraba a pesar de tener uno de los peores trabajos del mundo. El repartidor le explicaba que él era de Kazajistán (¿Has visto Borat?) y que llegó al país con 50 dólares en el bolsillo y sin saber ni una palabra de inglés, que para él haber llegado hasta allí era todo un sueño hecho realidad. Que los americanos daban por hecho todo lo que tenían pero que muchas de esas cosas eran un triunfo en sí mismas y que él era feliz porque las valoraba. En un momento dado el repartidor cuenta que sólo ve a su mujer durante el fin de semana (ella tiene un trabajo de día y él de noche). “Mejor, porque así discutimos menos”.

El repartidor insistía en que todo eso era el sueño americano mientras bajaba las cajas de productos que entregar en las distintas franquicias desperdigadas por las carreteras. Cuando días más tarde es llevado a las oficinas y se le explica que ese empleado pardillo resultaba ser el Director Ejecutivo ves al hombre sonreír con camaradería. El Director, Joe DePinto, había quedado maravillado por el optimismo de ese hombre hasta el punto de que le dio el dinero necesario para que iniciara su propia franquicia de 7-Eleven, unos 150.000 dólares, algo totalmente desmesurado y fuera de lugar.

Pues lo sorprendente de todo es que Igor Finkler no parece estar más feliz mientras le dan todo esto que mientras conducía su camión en un día normal. Te das cuenta de que ese hombre llevaba ya algún tiempo viviendo una ilusión tan grande que el que te regalen una franquicia es algo casi natural. Para él es una prolongación lógica del sueño americano y lo acepta con una tranquilidad que resulta inquietante.

Premiar a personas desconocidas con el reconocimiento por hacer bien un trabajo cotidiano. Ese es el gran valor del programa que pretende lanzar una segunda temporada de una idea que es imposible de mantener oculta, por las cuotas de audiencia millonarias. ¿Cómo conseguirán infiltrar a jefes pardillos con las cámaras por delante? Ese es su problema. La primera temporada, que consta de nueve episodios de 40 minutos, es bastante recomendable.