El viaje del pavo

No hay país que dignifique más la carne de pavo que los Estados Unidos. Y es curioso cómo el animal llegó a los Estados Unidos.
En México, antes de la llegada de los españoles, no había animales de granja, con la única excepción del pavo, que no existía en Europa. El otro animal doméstico que a veces comían los mexicanos era el perro.
Los españoles llevaron sus animales a América y trajeron al pavo a Europa. Desde allí, vía Sevilla, viajó muy pronto a Inglaterra. Los barcos de colonos británicos, en algunos de sus viajes a las costas americanas, empezaron a enviar pavos a Norteamérica, esta vez a los Estados Unidos.
En Estados Unidos existían, al igual que en México, pavos salvajes. Pero la versión doméstica tuvo que recorrer miles de kilómetros para cruzar la frontera entre México y Estados Unidos.
En aquella época era común ese trasiego: los productos americanos viajaban a España y Portugal y desde Sevilla o Lisboa eran exportados a toda Europa. Ingleses y franceses enviaban estos productos de vuelta a Canadá y Estados Unidos.
Se tardó muchos años en realizar trayectos más eficientes. Luego se usaron las islas del Caribe como puertos principales que distribuían los productos de América a todo el mundo. En algún momento del tiempo Inglaterra llegó a valorar mucho más a las islas de las Antillas que a Canadá y Estados Unidos juntos.
Aún hoy en día no se aclaran sobre el origen del famoso pavo en la Cena de Acción de Gracias. Unos opinan que los colonos tomaron pavo por una costumbre Navideña británica. Otros que lo hicieron basados en los pavos salvajes que encontraron en el nuevo territorio. Lo que sí que es cierto es lo que os acabo de contar, que había pavos en México y llegaron a Estados Unidos por tan extraña ruta.

El asiento de autobus

1.
El autobús que tomo por las mañanas para ir al trabajo siempre se llena en la primera estación. Se ocupan todos los asientos y luego algunos pasajeros tienen que ir de pie.
Todos los asientos son dobles salvo dos parejas de asientos que tienen otros tantos enfrentados. Digamos que son para que cuatro personas puedan hablar.
Hay veces que soy de los primeros en subirme al autobús. Y un error muy común que creo sólo puede asociarse con la poca previsión es el sentarse en los asientos cuádruples. Ves el autobús entero a tu disposición, puedes sentarte donde quieras, y eliges el asiento cuádruple. En principio no está mal, porque las otras tres plazas están vacías, pero toda la gente que va en ese autobús sabe que se llenará antes de arrancar. Es decir, aunque no hay personas físicas sentadas sobre los asientos, es como si estuvieran ocupados. Y puestos a elegir, mejor tener algo de espacio para las piernas (en los asientos cuádruples hay que hacer dribbling de rodillas) y mejor no tener a alguien sentado enfrente, por guapa o guapo que sea.
Si el autobús estuviera lleno y sólo quedaran dos sitios libres, uno en los asientos cuádruples (digamos en la parte noble, no los pobres que además van de espaldas a la marcha) y cualquier otro asiento normal, el 100% de la gente se sentaría en ese asiento normal. Pero si está vacío, la gente se sienta en el cuádruple – no siempre pero sí en un porcentaje que desafía a la lógica humana.
Incluso aunque esos asientos se quedaran vacíos (en un arranque de optimismo por parte de los sentados, que pensaran que eso puede ocurrir), estas plazas no tienen ninguna ventaja sobre las otras. Ni una sola, salvo que se quieran dejar pertenencias personales en dichos asientos vacíos.
2.
Otra menos clara: la mayoría de los que vamos en el autobús al trabajo lo hacemos solos. Ante una amplia perspectiva se puede elegir ventanilla o pasillo. En este caso es complejo porque si bien el pasillo es muy molesto, al rozarte con todo el que lo cruza mientras se llena el autobús, la ventanilla también te restringe en el espacio y luego la salida se dificulta un poco. Digamos que en un autobús que sabes que estará lleno tanto ventanilla como pasillo tienen sus ventajas.
Pero hay un punto diferente: cuando te sientas en ventanilla es porque eres el primero en ocupar uno de esos asientos dobles. Si lo haces en pasillo es porque ya hay otra persona en la ventanilla. Mención aparte merece la gente que se sienta en el pasillo dejando vacío el de ventanilla: merecen la muerte.
Una cosa en la que a veces no pensamos es que si nos sentamos en la ventanilla nuestro compañero de asiento puede ser cualquiera. Es cuestión de azar la persona que se nos siente allí. Sin embargo si nos sentamos en pasillo, podemos elegir. Y ahí es donde quizás el pasillo tenga alguna ventaja, porque puedes elegir una persona que sea más o menos delgada, que no huela mal, que no vaya con muchos bártulos. Sentándote en ventanilla estás a expensas de la Ley de Murphy.
En fin, que aunque sea raro, y aunque yo no lo haga, si eres el segundo en subir al autobús, y la primera persona es una chica delgada y aparentemente aseada, la decisión óptima sería sentarse junto a ella, salvo que lo haga en uno de los infames asientos cuádruples.
Lo malo es que para la chica será una pesadilla: “todo el autobús para mi y se me ha tenido que sentar un pirado al lado, que tenía casi todo el autobús para elegir”. Y entonces esa chica el próximo día elegirá, indudablemente, uno de esos asientos cuádruples.

La otra crisis

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Las búsquedas de Google dan una información visual muy clara sobre conceptos que pueden ser un tanto oscuros o difíciles de explicar. En esta gráfica sobre las búsquedas de métodos de suicidio puede apreciarse una espectacular escalada en las últimas semanas.
Todo esto antes del rally navideño, que como puede apreciarse en años anteriores, es el tiempo favorito para empezar a pensar en quitarse la vida.
Fuente: Freakonomics blog.

Mejores orquestas del mundo

Poco me gustan los rankings y en algunos casos como este me parecen faltos de todo rigor o sentido.
Pero una importante revista de música clásica británica, la Gramophone, ha elaborado una lista de las mejores orquestas del mundo. Y dicen que son estas:

  • 2º: Filarmónica de Berlín
  • 1º: Concertgebouw de Amsterdam
  • 3º: Filarmónica de Viena
  • 4º: Sinfónica de Londres
  • 5º: Sinfónica de Chicago
  • 6º: Orquesta Sinfónica de la Radio Bávara
  • 7º: Cleveland Orchestra
  • 8º: Filarmónica de Los Ángeles
  • 9º: Orchestra de Budapest
  • 10º:Staatskapelle de Dresde

Fuente: El Universal
Via: Radio Clásica

Los fusiles de Morgan

I

En febrero de 1861 comenzó la Guerra Civil Americana. Los Estados del Sur fueron declarando su independencia uno tras otro, hasta que se llegó a un conflicto armado entre los leales al país (el Norte) y los separatistas (el Sur).
Las primeras batallas fueron equilibradas pero más favorables al Sur que al Norte. Así, el entonces presidente del Norte, Abraham Lincoln, hizo una llamada generalizada a las armas: debían movilizarse tantas tropas y armamento como fuera posible.
Muy alejado del campo de batalla, un tal Arthur Eastman había localizado en una isla cercana a Nueva York un arsenal abandonado tras la Guerra de Independencia de Texas (1835-1836). Este consistía en unos 5.000 fusiles, bastante obsoletos para la tecnología militar de entonces.
Eastman, que no tenía profesión alguna aunque se definía como una persona “familiarizada con las armas”, le propuso en mayo de 1861 al responsable de dicho arsenal, el Intendente James W. Ripley, que él sería capaz de adaptar dichas armas a los tiempos modernos, a cambio de algún dinero.
Con buen criterio, James Ripley argumentó que las manipulaciones de armas nunca salían bien y lo normal era que empeoraran las cosas. Y que aquellos fusiles no servían para nada y no saldrían de la isla.
Entonces Eastman propuso comprar la partida de carabinas, al precio de 3,5 dólares cada una de ellas. Total, si iban a ir a ser desechadas. Ripley estuvo de acuerdo.
Pero Eastman tenía un problema: no disponía de los 17.500 dólares necesarios para realizar la transacción.

II

La guerra se recrudecía y la necesidad de comprar armas aumentaba: En julio de 1861 el General John C. Frémont apareció por Nueva York dispuesto a comprar armas de quien las tuviera. Esto llegó a oídos del abogado Simon Stevens que ningún interés tenía en las armas, pero que había oído hablar de que un tal Arthur Eastman podía contar con 5.000 fusiles.
Así que Simon Stevens se puso en contacto con Arthur Eastman y acordó con él que le compraría los fusiles a 12,5 dólares cada uno, por un total de 62.500 dólares. Y con la noticia telegrafió al General Frémont, ofreciéndole una partida de fusiles adecuados al estándar del Ejército Americano, al precio de 22 dólares cada uno.
Frémont estuvo de acuerdo con el trato e indicó a Simon Stevens que enviara los fusiles de inmediato a Missouri. Entonces Stevens tuvo que puntualizar que los fusiles todavía no estaban de acuerdo a los requerimientos del Ejército. Y el General Frémont le dijo que en cuanto los tuviera preparados, los enviara sin dilación.
La situación era compleja. Eastman compraba por 17.500$ las armas al Intendente de la isla Governors, que actuaba en nombre del Ejército. Eastman realizaba el apaño para que sirvieran para el Ejército y Stevens le compraba las armas a Eastman por 62.500$.
Finalmente Simon Stevens vendería esas armas a Frémont por 110.000$.
Así funciona la economía. Una misma cosa cambia varias veces de mano, todo el mundo gana dinero y todo el mundo queda contento. Pero faltaba una pieza fundamental: el dinero. Tanto Eastman como Stevens estaban ansiosos por cerrar el trato, pero ni uno ni otro tenían dinero para comenzar la operación.

III

Fue entonces cuando apareció el banquero de turno: un jovencísimo J.P. Morgan, el legendario banquero que por aquel entonces sólo contaba 26 años de edad.
Morgan, tras ponerse de acuerdo con Eastman y Stevens, puso en marcha la transacción, prestando 20.000 dólares al primero. Con ese dinero, Morgan compró las armas por 17.500 dólares y le prestó 2.500 dólares a Eastman.
Con los 2.500 dólares, Eastman podría realizar las manipulaciones en el armamento. Hasta entonces las armas quedaron como aval del préstamo de Morgan.
Cuando se terminara de hacer la modificación del armamento, Morgan le prestaría 42.500 dólares a Simon Stevens, siempre y cuanto este empezara a recibir pagos de las armas por parte del Ejército.
Si embargo las dichosas alteraciones de los fusiles requirieron de más tiempo del pensado inicialmente. Y Morgan, que estaba ultimando los detalles de su boda, decidió mantenerse al margen del negocio, que ya estaba muy avanzado.
Morgan cobró del Ejército un adelanto de 55.550 dólares, a cambio de 2.500 de los fusiles, la mitad del total. Con ese dinero Morgan recuperó la inversión inicial de 20.000 dólares, cobró un interés del nueve por ciento (156 dólares) por la transacción y se pagó una comisión de 5.400 dólares, más de un 25% de la inversión inicial.
El resto del dinero y la parte del negocio que quedaba pendiente de cerrar se los trasladó a otro banquero amigo suyo, Morris Ketchum, el 10 de septiembre de 1861.

IV

La jugada maestra de J.P. Morgan es considerada según se mire como una de las más despiadadas de la Historia de la Economía. Hizo dinero vendiendo al Ejército armas compradas al Ejército, todo esto en tiempo de una preocupante Guerra Civil, cobrando una comisión desorbitada aún para la época. Y encima eliminó todo el riesgo del negocio evitándose el desagradable trago de asegurar los pagos por parte del Ejército.
Para aderezar su mala imagen, se argumenta que al tiempo que Morgan realizaba su negocio, se libró de cumplir con la llamada a filas generalizada para todos los hombres con edades comprendidas entre los 20 y 40 años. En la época lo habitual entre la gente adinerada era pagar un dinero, 300 dólares fue el precio fijado para la Guerra Civil Americana, para que otro fuera en tu lugar. Aunque en la Wikipedia lo dan por hecho, con fuente y todo, este dato no es cierto, o al menos no existe ninguna prueba, y mucho se han buscado, al respecto de que así fuera.

V

Ketchum se quedó con la patata caliente el 10 de septiembre para el 26 del mismo mes recibir un telegrama que le indicaba que ante la falta de liquidez del Gobierno, se interrumpían temporalmente los pagos.
La oscuridad del negocio no quedó oculta durante mucho tiempo. En octubre se formó una comisión de investigación, encargada de investigar los enriquecimientos indebidos conseguidos con el comercio de suministros militares. Se suspendieron los pagos hasta que todo quedara aclarado.
Hubo un enorme revuelo, pues cuando las cuentas quedaron manifiestas se argumentó que “nadie en su sano juicio compraría por 110.000 dólares algo que costaba 17.500 dólares” y que había existido alguna manipulación.
La realidad económica era que las armas faltas de valor para el inepto Intendente de la isla de Governors tenían mucho valor cerca de los campos de batalla. Que todos los aprovechados de esta cadena habían operado con legalidad.
Pero mientras J.P: Morgan se salió del negocio antes de que las aguas se pusieran turbulentas, Ketchum necesitó de más de dos años y una resolución del Tribunal Supremo para poder cobrar su dinero. El Tribunal falló a su favor y ordenó al Gobierno pagar las deudas contraídas.
Esta historia está estrechamente relacionada con esta otra.
Fuente: Morgan. American Financier.

Zodiacal

El éxito en los deportes también se supone que es una cuestión pura de meritocracia. ¿Pero es de veras así? Tomemos como ejemplo el hockey sobre hielo en Canadá: no importa el equipo que mires, encontrarás un desproporcionado número de jugadores que son Capricornio, Acuario o Piscis.[…] Un patrón similar ocurre en otros deportes.[…]

La cita no es de un curandero ni de una echadora de cartas, sino del prestigioso investigador Malcolm Gladwell, de su nuevo libro Outliers, que trata sobre el éxito y cómo conseguirlo (os romperé el final: es cuestión de esfuerzo).
Lo cierto es que la cita está trucada. Él no habla de signos del Zodíaco, sino que dice “nacidos en los tres primeros meses del año”. Pero al fin y al cabo es la misma cosa.
Es penoso creer en la influencia de los planetas, pero casi tanto es no creer en que el día en que uno nace tiene influencia importante en cómo seremos nosotros y nuestra vida. Los niños que nacen en enero comparten curso con los nacidos en diciembre. Y tienen casi 12 meses más de vida, de tiempo para aprender y de desarrollo muscular. Y eso se nota. De esto ya hablamos en esta entrada.

Becas flacas

Hace quince años rellenabas la Declaración de la Renta y si te salía a devolver podían pasar fácilmente seis meses hasta que el Gobierno te devolvía tu dinero.
Hoy en día, gracias a la excelente informatización del Ministerio de Economía, no sólo hacer la Declaración de la Renta es menos doloroso sino que la devolución es casi instantánea.
Sin embargo este avance tan claro conseguido gracias a la tecnología aún no existe en el Ministerio de Educación y Ciencia. De hecho las becas se siguen concediendo entre noviembre y diciembre, igual que hace quince años (bueno, quizás unas semanas antes) pero el dinero no se adjudica hasta entrado el año siguiente, hacia enero.
Es sencillamente inexplicable que este proceso no se haya optimizado en nada. Es más, carece de explicación racional el que te concedan un dinero y no lo recibas instantáneamente, sino que se tarde un par de meses en realizar el ingreso.
Además, el dinero de las becas nunca se usa para ayudar al estudio. Cuando te dan el dinero ya está todo el pescado vendido y pagado, en cierto modo es como un incentivo a la Zapatero, unos 400 euros para estudiantes que levantan un poco la difícil economía en los meses de enero y febrero.

G8

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En estos días en que se hablan de todo tipo de organizaciones de países ricos, que si el G8, que si el G20, que si el G22, que si el G8+5, resulta curioso investigar quién ocupa esa octava posición como potencia económica.
La gráfica de más arriba es la estimada para el 2007, según los datos del Fondo Monetario Internacional. Estos datos son aproximados, hasta el punto de que la Wikipedia muestra en paralelo otras listas no menos prestigiosas (como la del Banco Mundial) encontrando notables divergencias en las cifras para importantes países.
De todos los puestos, quizás el octavo sea el más abierto de todos. Hasta el punto de que en función de los vaivenes actuales, los países pueden turnarse cambiando de puesto incluso varias veces al día.
Por ejemplo, dada la notable apreciación del dólar respecto del euro, es de esperar que México suba muchas posiciones en ese ranking y se acerque paulatinamente al octavo puesto. Si el dólar sube un 3% respecto del euro en un día, algo nada infrecuente, Canadá estará por encima de España, ocupando el octavo puesto. Una bajada del dólar le haría retroceder.
Del mismo modo, las fluctuaciones en el precio del petróleo pueden convertir a Rusia en un octavo clasificado, al menos durante unas horas. Las posiciones están tan ajustadas que en un año cualquiera de los siguientes países podría ser el octavo:
España, Canadá, Brasil, México, Rusia, India o Corea del Sur.
En cualquier caso toda esta discusión no tiene sentido ya que el G8 es un club formado por ocho países, los ocho que eran los más ricos en el momento de la fundación. Lo que cuenta no es tanto la riqueza sino el hecho de haber estado ahí cuando se fraguó la asociación.
Por ello se podría congregar un G’8:
A este nuevo club se le podría llamar el de los países aspirantes al G8 que no están en el G8, más Canadá, menos China.
Una explicación más sencilla sería la de los ocho países que aspiran al puesto de octava economía mundial. En este selecto club estarían los antes citados y tal vez Australia.

Los veinte y uno más

Este fin de semana será la cumbre en que se tratará de encontrar soluciones a la crisis financiera mundial en que nos encontramos. El Presidente del gobierno español ha conseguido encontrar una silla en tan importante reunión. La voz de España se hará oír entre la de los principales países del mundo.
¿Y qué tiene España que decir? Eso a nadie le interesa. A lo que va España es a controlar que no se diga nada que pueda perjudicarnos. España, es decir, el equipo del gobierno de España que vaya a dicha cumbre, formado principal, necesaria y vergonzosamente por traductores de inglés, no tiene nada de que hablar. Quizás si lo tuviera, lo habría mencionado ya.
España va a hacerse la foto. Una foto más bonita que la famosa de las Azores, pero una foto al fin y al cabo. España va más que para estar ahí, para decir que ha estado. Eso no importa si lo que se debate es el invadir un país o empezar una guerra. Pero si de lo que se trata es de arreglar el mundo, porque hace falta, porque ya es un poco demasiado tarde, el que un acomplejado presidente insista en ir es más un problema que una ventaja para los españoles.
Porque en esa cumbre no se van a dar medidas que nos puedan perjudicar. Al fin y al cabo nuestros intereses son similares a los de Francia, Italia o Alemania. En muchos aspectos casi idénticos. En lo único que podríamos salir perjudicados es en que nos quitaran territorio, ahí Alemania no abriría la boca. Pero no creo que de la Cumbre saliera la idea de repartir las Islas Canarias entre los principales Bancos Mundiales.
En España se han hecho muchas cosas bien, algunas muy bien, mejor que en el extranjero. A veces las medidas decisivas las han tomado personas que nadie conoce, como la famosa que impidió la creación de extraños derivados que pudieran venderse. Los temibles paquetitos de las subprime. Pero España no puede dárselas de país ejemplar. España no puede ni siquiera pensar en ir a Washington a sacar pecho. Y seguramente lo intente hacer.
Ahora mismo nos estamos desayunando con noticias de que Gazprom, la empresa gasista rusa, está interesada en comprar el 20% de las acciones de Repsol (actualmente en propiedad de Sacyr-Vallermoso, que necesita ese dinero para pagar facturas). Y por supuesto todo el mundo está en contra de que una empresa rusa ponga un pie tan grande en una compañía tan importante. Y así lo dicen.
Lo cierto es que con todo descaro hablan de que se interviene en el hipotético libre mercado, se impide la compra de una parte de una empresa por otra, sólo porque es rusa. En este caso es comprensible que haya cierto miedo. Pero al gobierno le da igual, al gobierno lo que le preocupa es que dejen de existir media decena de sillas donde sentar a amigos, cuñados, primos, sobrinos y donde sentarse ellos mismos cuando se retiren de su mandato. No es una protección ante una empresa peligrosa, es el asegurarse la jubilación para unos cuantos a los que se les deben favores.
Porque lo mismo que pasó con Gazprom pasó hace poco con Eon, una empresa alemana – o lo que es lo mismo, a efectos legales una empresa española. Aquí no queremos empresas extranjeras, que en el Consejo de Administración de Endesa hay 100 sillas. Aquí no hay ley, ni interés público, aquí hay un intervencionismo descarado, de difícil explicación. Pero que aún así, se explica.
Cuando se produzca la Cumbre de Washington hay un enorme miedo que circula en el ambiente: que todo se quede en papel mojado. Como la famosa cumbre de Kioto, de la que se habla mucho pero se hace poco. Al principio se pensó que si iban pocos a la cumbre, los demás países no estarían dispuestos a colaborar o a aceptar decisiones unilaterales. Entonces se amplió a los tuertos en países de pobres. Y ahora también España. Cuantos más países, más difícil es que se vote una medida por unanimidad. Y si hay votos en contra, hay reticencias. Y si hay demasiadas diferencias, a lo mejor ni se llega a nada. Y si llega un retrasado mental que decide hablar de algo que no es realmente prioritario, quita tiempo a que se hable de lo decisivo. Y luego, no se hace nada, y la casa sin barrer.
Por eso casi preferiría los tiempos de Yalta en que se juntaban los cuatro más listos y decidían y aquello iba a misa. Ahora con el empalago democrático, que no se puede aplicar como si fuera una panacea gubernamental, para cualquier pequeña decisión es necesario consenso. Y entonces ocurre una de dos: se vota y lo que elige la mayoría sólo lo hacen los que han votado a favor – como en Kioto – o sencillamente no se llega a ningún acuerdo, no se arregla nada, todo se deja igual.
Y entonces cuando haya mucho paro en el 2009, le echamos la culpa a las empresas – que tendrán su parte, pero no toda. Si la cumbre fuera de Ministros de Economía, tendría alguna esperanza. Siendo de dirigentes, me espero unas estupendas fotografías. Y un Lunes Negro.
Estuve tentado de incluir esta entrada en la categoría de “La frase”, con el excelente refrán español:

El onceno: no estorbar.

Es decir, el 11º mandamiento, del que no habló Moisés, pero quizás porque se sobreentiende: no estorbar. Con los tiempos que corren, esperemos que no se transforme en un El 21º: no estorbar.

Policías y ladrones

Impresionante la historia que he leído hoy en esta página(en inglés):
Un robo de grandísima factura: el ladrón atraca al guarda de seguridad de un camión blindado. Le quita una bolsa repleta de dinero, dejando al guarda atontado por una ráfaga de spray de autodefensa. El hombre sale corriendo con el dinero.
Hay numerosos testigos que describen con detalle el atuendo del criminal: camisa azul, un chaleco amarillo de los que se usan en las obras. Gafas protectoras y una máscara para proteger del polvo.
La policía llega de inmediato pero para su sorpresa se encuentra con que la zona está repleta de gente vestida así o de forma muy similar. El delincuente se quita el disfraz y consigue huir con relativa tranquilidad.
Resulta que el ladrón había puesto un anuncio en Craigslist (la principal página de anuncios clasificados de Internet) diciendo que le daría trabajo a quien llegara a esa hora a ese sitio y vistiera con una camisa azul, chaleco amarillo y máscara de protección.
Cuando ocurren estos robos uno siente pena de que hayan atrapado al criminal. La policía encontró la mascarilla que le cubría la cara, así como parte de su disfraz. De la mascarilla obtuvieron una muestra de ADN. Y de ahí a atraparlo sólo faltó un pequeño paso.
El criminal usó la tecnología más puntera: Internet, como forma de preparar su huida. Y la policía le atrapó gracias a la no menos moderna ciencia del ADN.