Nos fumigan!!

Este graffiti en los baños de un conocido local musical de Madrid – y mejor restaurante a medio día – tiene ya sus años.
La búsqueda que sugiere, tiene los resultados apocalípticos esperados.

El acortador de mensajes, evitando manchar la pared con un texto excesivamente largo, sugiriendo una búsqueda de Google, es total.

Como la fotografía no es de estudio (para los puristas decirles que la hice con una exposición de 1/20 e ISO-59) , y hay lectores ciegos, el texto dice:

Nos fumigan!!
(Búscalo en Goggel)
y ZP lo sabe.

Gavión atlántico

La gaviota del Atlántico es oportunista y consigue la mayoría de su comida de la basura (esta llega a ser más de la mitad de su dieta) y capturando pescado. Sin embargo, a diferencia de la mayoría de las gaviotas, son muy depredadoras y frecuentemente cazan y matan a presas más pequeñas que ellas mismas, comportándose más bien como un ave rapaz más que como una típica gaviota.

No disponiendo de los talones curvados y afilados como cuchillas, capaces de arrancar de una rapaz, el gavión atlántico depende del asalto, fuerza física y resistencia mientras caza, atrapando la presa, reduciéndola a una posición de la que no pueda escapar y sea incapaz de defenderse efectivamente (por ejemplo clavándola en el suelo o manteniéndola en el aire) y dejándola que luche hasta la exhaustación. En ese momento, la gaviota cambia de posición a su captura tratando de partirle el cuello de un bocado o de un fuerte zarandeo, o le reventará el cráneo a picotazos.

El gavión atlántico puede también intentar aprovecharse del entorno en su favor, manteniendo la cabeza de víctima bajo el agua, hasta ahogarla, machacándole el cráneo contra el suelo o una roca, o dejándola caer desde alto contra una superficie dura, seguido de un golpe letal con el pico. Este comportamiento puede verse a menudo en zonas urbanas y en los vertederos, donde estas gaviotas se alimentan de palomas salvajes, ratas y ratones. A menudo roban a otras aves marítimas sus capturas y se las ha visto siguiendo a ballenas jorobadas, marrajos sardineros o atunes rojos tratando de robarles algo de pescado traído por estos animales mucho mayores.

El gavión atlántico es uno de los principales depredadores de aves marinas menores, matando y comiéndose sus huevos, crías y hasta pájaros adultos. Frailecillos del Atlántico, araos comunes, gaviotas de razas menores, golondrinas de mar, charranes rosados, pardelas, somormujos y gaviotas son capturados habitualmente por el gavión atlántico. Generalmente buscan crías porque son fáciles de encontrar, transportar y tragar. Pueden tragarse enteros a frailecillos (los pingüinos del Atlántico norte), gaviotas y patos pequeños.

[…] El águila calva y el águila de cola blanca son las únicas aves capaces de cazar gaviones atlánticos adultos y sanos. Las ballenas asesinas y los tiburones también pueden capturarlos.

La edad máxima que se ha registrado para un gavión atlántico es de 27 años y medio.

Salvo por algunos puntos y aparte, la descripción del comportamiento de este tipo de gaviota, ubicua en el norte de Europa, es más brutal que un episodio de Dexter. Teniendo un rango de alimentos casi infinito, capturando animales de todos los tamaños, tipos y desarrollos. Sin hacerle ascos a basuras. Un animal brutal, fuerte e inteligente (se ha visto a gaviotas usar trozos de pan para pescar peces). Además, es un animal que vive muchos años y sin apenas depredadores. Luego con razón se puede ver el indicativo de “Con el mínimo riesgo de extinguirse”:

En la búsqueda del animal mítico e indestructible estas gaviotas se han ganado un lugar de privilegio.

Formato de baloncesto

El baloncesto en España ya no tiene ninguna esperanza de pelear por el puesto de honor del fútbol. En casi todos los países del mundo ocurre más o menos lo mismo (sí, hay grandes excepciones). Pero ahora que se está jugando el Eurobasket – campeonato europeo de baloncesto masculino – me dan ganas de protestar e indicar que el formato de competición de estas competiciones es sencillamente penoso.

Sólo se explica desde el punto de vista económico. El baloncesto tiene tirón suficiente para que los partidos de los equipos nacionales se retrasmitan en las televisiones y alguna gente los vea. Las entradas de los estadios se venden con cierta facilidad y se hacen buenas taquillas. Los aficionados tienen siempre mono de partidos, cuantos más mejor. Pero de cara a popularizar el juego, elegir estas formas de torneo causa un gran daño a largo plazo. Es como el turismo de vuelo barato, botellón y noche de empalme sin hotel. Da dinero ahora, pero te lo quita del futuro.

En el Eurobasket, y también en el Mundial de baloncesto, la competición tiene el preámbulo de un montón de partidos amistosos, al menos por parte de España. Estos amistosos realmente no tienen ni pies ni cabeza. En este torneo España ha disputado ocho encuentros. Casi todos repitiendo rival (dos contra Australia, dos contra Eslovenia, dos contra Lituania).

Habrá equipos en el mundo, la mayoría de los buenos son europeos, dos de los mejores americanos. Pero España tiene que jugar contra equipos europeos, como preparación al europeo. Tal vez porque selecciones como China o Canadá no están interesadas en prepararse para una competición que no tienen. Pero el hecho de que España se enfrente a la favorita del europeo – siendo el equipo español el otro gran aspirante al título – es algo que escapa a toda búsqueda de espectáculo. Los dos mejores equipos, o dos de ellos, se enfrentan en dos fechas de la misma semana, quince días antes de empezar la competición. Eslovenia es otro de los equipos contra los que es muy probable que haya que pelear en la fase de eliminatorias. Pero no hay problema, se organizan dos partidos previos.

Si desde el punto de vista español estos preparativos me parecen cuestionables, para los otros equipos quizás lo sean aún más. La necesidad que tiene Francia de perder contra España antes de un torneo donde, a priori, todo son expectativas.

Lo malo del baloncesto es que todo esto viene ocurriendo desde hace un par de décadas. En fútbol es impensable que haya un España-Argentina dos semanas antes del Mundial. Eso condiciona toda la competición, muchos equipos dejan de sentirse favoritos.

Y si los amistosos no me cuadran, la fórmula del Eurobasket es propia de deporte aficionado, donde algunos torneos te garantizan un número mínimo de encuentros. Que todo el mundo juegue los máximos partidos posibles. Que haya muchos partidos.

Hay 24 equipos clasificados para la fase final del europeo, casi la mitad de los países de Europa. En el torneo de fútbol europeo sólo participan 16 equipos. Estos equipos se reparten en cuatro grupos, de seis equipos cada uno. Esta fase preliminar se eliminan a los tres peores equipos de cada grupo.

En la segunda fase, de grupos, se mezclan los componentes de pares de grupos. Los tres mejores del A, con los tres mejores del B, forman un nuevo grupo, en el que se mantienen los resultados de la fase anterior. Sólo quedan enfrentarse los equipos del A con los del B. De esta fase sólo se descartan a dos equipos por grupo. Pasan cuatro, dos se quedan. De nuevo lo difícil es no clasificarse. Así, en cierto modo, es como si el torneo formase tres grupos de dieciséis equipos, se jugase una especie de liga, de todos contra todos, y se clasificasen los cuatro mejores. El dividir el proceso en dos pasos evita que el número de rondas sea ya exagerado.

Luego, ya por fin, llegan las eliminatorias, con los ocho mejores equipos, desde la fase de cuartos de final. El formato verdaderamente emocionante. Todavía tiene el punto desagradable de que se lucha por los puestos del quinto al octavo. Te eliminan en cuartos de final pero todavía tienes derecho a jugar un par de partidos.

El problema principal es, en mi opinión, que si no estás muy metido en el baloncesto, sino que simplemente te gusta un poco, esta forma organizativa desincentiva por completo el que quieras ver los partidos. A mi me asquea el fútbol pero me encanta ver los partidos de la selección – ojo, no los amistosos – porque sé que son épicos, parte de la historia. Una semifinal de fútbol de España contra Alemania, se gane o se pierda, es algo que se recuerda siempre. Pero, ¿Otro España-Lituania? Sabes que han jugado hace quince días dos partidos, ahora otro. En semifinales, tal vez alguno más. La intrascendencia del resultado de un partido es exasperante. El no saber exactamente cuánto queda para terminar, si es un partido más o el gran partido, eso pierde mucho para el deporte. Hay una parte del público – tal vez tan pequeña que no merezca la pena tenerla en cuenta – que es capaz de ver una final de hockey sobre patines femenino si se le sabe explicar que ese partido es histórico y decisivo. Ese tipo de público se siente frustrado con las competiciones nacionales de baloncesto, por esos formatos tan poco competitivos.

Me parece que el baloncesto es un deporte excelente pero con competiciones aburridas y mal pensadas.

Madrileños por el mundo

Estaba tan convencido de que había escrito algo con este título, que hasta he tenido que recurrir a Google para comprobar que no era asín. En cualquier caso, lo que hubiera escrito en su momento tendría que ser revisado, con este otro.

Al principio, como a tantos otros, me gustaban esos programas del tipo “Madrileños por el mundo”. Esa sensación de viajar sin salir de casa, de ver el mundo en los ojos de otros, que son parecidos a ti porque también han comido bocadillos de calamares en la Plaza Mayor. Son programas muy frescos y desenfadados.

No sé quién inventó el formato, sé que decenas de cadenas lo han copiado, manipulado y estirado hasta la saciedad, hasta que ya comienza a haber cierto hartazgo. Se usa como paradigma de la televisión de calidad, del periodismo urbano, de la televisión para los ciudadanos. Pero no dejan de ser superficiales, una versión de los documentales de la 2 donde no te duermes.

Ya estoy totalmente harto de estos programas, aunque me siga gustando verlos. Lo que más me molesta de ellos es lo mismo que desespera a los expatriados españoles, una población más extensa de lo que muestran estos programas. ¿Qué tienen de malo estos programas? La simplificación de la realidad, no para hacerla comprensible, sino para hacerla bella. Una simplificación que se convierte en tergiversación.

Hace pocas semanas el País dominical publicaba un reportaje, aparentemente interesante, sobre Estados Unidos y España. Entrevistas, fotos, opiniones, de estadounidenses que viven en España y de españoles que viven en América. Como imaginaba, a pesar de la impecable aportación de Antonio Muñoz Molina, era un producto descafeinado, edulcorado y decorado. Pero exageradamente.

Entre los españoles a los que entrevistaban estaba la actriz Paz Vega, entre los americanos, el embajador en Madrid. Hay más de 70.000 españoles viviendo en Estados Unidos, pero ellos entrevistaron a una de los cinco personas más famosas. Había otros casos, pero siempre en la misma línea: un médico español que es de los más importantes del mundo, siempre gente de primerísima fila. Entre todas esas opiniones llamaba la atención, como si de un error se tratara, la opinión de una camarera en Nueva York, desencantada y apurada económica y emocionalmente.

En esta línea de sesgo estadístico uno se puede plantear, ¿Por qué no imaginar un madrileños por el mundo, en el propio Madrid?

  • Nuestro primer invitado se llama Iker Casillas y trabaja en un equipo de fútbol. A pesar del tráfico y de la contaminación nos confiesa ser un enamorado de la ciudad. Nos enseñaría un restaurante de comida vasca en que la comida que está realmente buena. Visita al Santiago Bernabeu y la sala de trofeos.
  • El segundo invitado es Esther Koplowitz. Trabaja en una constructura y aunque es una profesión donde las mujeres escasean, en ningún momento se ha sentido marginada. Nos enseñaría, a la salida del trabajo, su casa en las afueras, con jardín, piscina, pista de tenis y algunos caprichos más. Nos cuenta que a los madrileños les gustan mucho los jardines y una prueba de ello son el Retiro y la Casa de Campo.
  • Para cerrar el programa, hemos quedado con Alejandro Sanz, que aunque no es madrileño de nacimiento, lleva en la Comunidad desde los ocho años. Nos tocará algo de música con su guitarra. Es un chico campechano y divertido, algo bohemio como todos los músicos. Nos enseña las discotecas de Madrid, sin colas, sin seguridad, sin garrafón.

Lo que parece una mala broma, en esta perspectiva de madrileños por Madrid falla de la misma manera que lo hacen estos programas. Te muestran a un grupo humano totalmente sesgado que para nada representan el promedio que uno puede encontrar en dicha ciudad o país. Y el sesgo es positivo, siempre gente a la que le va bien o muy bien.

Parte de esta parcialidad lo provoca la propia idea del programa. Si te fuiste a Kansas hace diez años, en busca de una vida mejor, y has acabado como camarera en Hooters, no tienes nada que te haga sentir avergonzada o una perdedora. Eres una persona más que ha luchado en la vida como buenamente ha podido. Pero está claro que no te interesa que alguien haga un análisis de tu vida y lo muestre a todos los españoles que no queremos abandonar el país. Porque la vida de una camarera de Hooters, o la de un contable en Birmingham, o la de un carnicero de 50 años en Burdeos, no tienen nada de interesante y en algunos puntos está plagada de pequeños fracasos. Como las de todos nosotros.

Estos programas son para ganadores, para reyes y reinas del mambo. Lo salvan algunas personas que han tenido vidas inusuales, un tanto bohemias por lo infrecuente, pero no por la vida contemplativa y ociosa. Hay guías turísticos en parques naturales, artesanos en países remotos, médicos sin fronteras de las de verdad.

El paradigma estaría en el directivo de Indra que se marcha a un país latino como El Gran Jefe. Te mueven hasta las alcayatas de tu casa española, que aparece teletransportada en Panamá. Además, te pagan por mudarte. Y te pagan la casa. Y te pagan más sueldo. Y te pagan a un guarda de seguridad. Y el colegio privado de los niños, que ahora es el mejor. Y te regalan vuelos a tu país para cada tres meses. Y antes eras jefe para ahora ser mega-jefe. La realidad es que por cada uno de estos afortunados, hay diez desgraciados que se dan cuenta de que la clausula del contrato donde se firma “disponibilidad para viajar” no era casual. Que tienen compensaciones mediocres, con ultimátum de lo tomas o lo dejas y necesidad de pagar la hipoteca y parte del alquiler en Bogotá. Cuando el programa te muestra el piso del superjefe, uno se siente congraciado con la vida en Panamá. Basta con ir allí para tener garantizado un piso de 190 metros cuadrados.

En el programa que más he visto, que es el de Madrileños por el mundo, hay una serie de preguntas que se repiten siempre y que a veces resultan totalmente fuera de lugar.

La primera es preguntar por el tamaño de las viviendas. Una de las ventajas de vivir en el extranjero es que la vivienda es barata y sobre todo extensa. Como si sorprendiera que las casas en Filipinas fueran mucho mayores que la media del apartamento en Madrid – y de nuevo con el sesgo de la casa de una persona a la que le ha ido bien. Una forma excelente de resaltar que fuera de España atan a los perros con longaniza es esa bonanza inmobiliaria, lo de España con los pisos es algo patológico que tenemos en parte de nuestro ADN .

Otra pregunta continua es el ¿Qué echas de menos de Madrid? Aparte de la familia y los amigos, cada cual tiene sus filias propias. Normalmente se mencionan cosas en las que uno no repara. La vida en las calles, que los bares cierren tarde, la seguridad. Lo que uno no aprecia porque da por hecho, hasta que se marcha y conoce nuevos países donde descubre que no siempre tiene que ser así. Lo cierto es que esta pregunta demuestra muchas veces que estas personas no echan de menos su vida pasada. Con el paso del tiempo han ido adaptándose a la nueva vida y la anterior se queda como una serie de ventajas puntuales que quedaron atrás.

Y al hilo de esta siempre llega otra. ¿Cuándo piensas volver a Madrid? Es una pregunta atroz, que presagia algo de sinrazón en el hecho de estar en otro país, como si solo pudiera ser algo temporal. Como si los pisos de allí fueran enormes pero la comparativa siempre fuera para peor. Esta pregunta es absurda porque la mayoría de la gente suele responder que nunca. Algunos de una forma espectacular: he estado veinte años buscándome la vida en una isla del Pacífico como para ahora jubilarme en los alrededores de la M30.

Otro aspecto a indicar de estos programas es su falta de compromiso con la veracidad. Se dicen generalizaciones enormes que simplemente son mentira, se dan datos dudosos o totalmente falsos de atracciones turísticas, hechos históricos y monumentos. El dato lo da el invitado mientras conduce por las calles de Varsovia y no hay edición ni corrección por parte del programa. A mi me parece que todas las húngaras son guapas y el día que emiten ese programa todo España está convencida de que así debe ser. Me suena que la revolución rusa fue en 1812 y gracias a mi gazapo más de uno se quedará con esa idea de un Lenin napoleónico. Fui un lunes a ver el Museo del Prado y digo que los españoles son tan vagos que a veces no abren ni los museos importantes.

En resumen, estos programas despiertan amor y odio, son muy amenos, que duda cabe. No es mi intención criticar por criticar, creo que programas peores que estos son la mayoría, pero que no por ello habría que tratarlos como vacas sagradas.

Más sobre Google

He estado actualizando el artículo sobre “los que pudieron comprar a Google y fueron tan ciegos como para no hacerlo“. Una de las cosas más desesperantes de los blogs es dejar opiniones equivocadas o incompletas, a pesar de que pasado un tiempo se conoce mejor la realidad. Si se puede corregir, se debe mejorar.

Básicamente es incluir una referencia al libro que leí recientemente, In The Plex: How Google Thinks, Works, and Shapes Our Lives. Estamos en el año 2011 y un libro ofrece información mucho más veraz y válida que ninguna página de Internet, sobre Google, del que se ha dicho y escrito todo.

De ese libro, que a veces resulta muy servil, destacaría sobre todo el capítulo de “Google y China”. Una narración sobre cómo fue el desembarco de Google en el complicado mercado chino y cómo fue su salida. No es un periodista que haya investigado por su cuenta. Ha estado hablando con todas las personas importantes que tuvieron algo que ver con esa operación de Google, sobre todo los dos fundadores.

Luego he tenido la oportunidad de leer algún extracto de artículo sobre la salida de Google de China, por supuestos expertos en el tema, y te das cuenta de que han leído parte del artículo de la Wikipedia y las notas de prensa de periódicos, lo que les da una visión tan superficial como desacertada sobre la realidad.

Quien esté interesado en ese capítulo, puede buscar el libro por muchos medios. Y no tengo problema en enviárselo por correo a quien me lo pida.

De la presencia de Google en China y su lucha feroz contra Baidu, el buscador chino, destaca el sorprendente hecho de que Baidu no es un clon de Google. La “genial” idea de crear un buscador basado en links no fue específica de Larry Page (y Sergey Brin siempre en segundo plano) sino que la tuvieron otras dos personas de forma independiente.

Robin Li, el fundador de Baidu, consiguió una patente en Estados Unidos en 1996, sobre RankDex, su sistema de valorar páginas de acuerdo a los enlaces. La primera versión de Google, muy verde, es de agosto de 1996. La patente indica que el desarrollo es muy anterior a la obtención de la misma.

Básicamente se puede decir que Google no inventó el sistema de enlaces, simplemente fue el que se hizo más famoso por él. Y si por el verdadero inventor del teléfono hay una lucha feroz, ¿Por que no reconocer sin más que fue Li quien inventó el PageRank, cuando hay todo tipo de pruebas al respecto?

Li tardó mucho tiempo en aplicar su invención a un producto comercial, y ahí se ve que fue el éxito de Google el que le empujaría a crear un buscador para China.

Cuando Google mostró sus primeras versiones de buscador chino, sus resultados eran claramente peores que los de Baidu. Además llama la atención que era especialmente torpe a la hora de mostrar información reciente.

De lo más interesante de la presencia de Google en China es ver cómo se comportaba la empresa en su papel de “segundones” y lo bien que se estaban adaptando, llegando a acercarse poco a poco al puesto de Baidu, pero sin nunca conseguirlo.

La forma en que Google abandonó el país fue exageradamente histriónica, tratando de ganar puntos y mejorar su imagen de “Don’t Be evil“, cuando era una decisión que ya estaba tomada.

Casi nadie, y el libro tampoco, se ha preocupado de narrar el drama de los ingenieros de Google en China, que se embarcaron en un proyecto complejísimo, y cuando estaban cercanos al éxito, fueron despedidos de la noche a la mañana por una decisión tomada desde Estados Unidos y de la que se enteraron por la prensa.

El libro en general es recomendable para los que quieran aprender de la historia de Internet. Te das cuenta de que mucho de lo que has leído de páginas supuestamente fiables es muy superficial. Internet cada vez es menos información y más plantar pepinos virtuales en una granja de Facebook.

Copa América

La Copa América de fútbol es una competición futbolística en que toman parte los equipos asociados en la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol). Esta asociación es una de las seis en que la FIFA divide el planeta. A pesar de agrupar a algunos de los mejores equipos del mundo, esta confederación es la que menos equipos tiene, con sólo diez miembros. Incluso la Oceania Football Confederation tiene un asociado más.

Al tener un número tan bajo de afiliados, y ser este tan poco agraciado, todos los equipos que forman parte de la asociación pueden participar en ella y aún así hay que invitar a dos equipos que no forman parte de ella – habitualmente México, Costa Rica o Estados Unidos. Incluso Japón ha tomado parte en la Copa América. Así, al menos hipotéticamente, cualquier equipo del mundo podría participar en la misma, e incluso ganarla.

La confederación de Oceanía daría para muchos mayores quebraderos de cabeza, de no ser porque la mayoría de sus federaciones afiliadas no tiene al fútbol entre los deportes mayoritarios. Con once miembros, cualquier división en grupos resulta muy problemática. Australia, el país oceánico por excelencia, no forma parte de esta asociación, sino de la asiática, con lo que destruye cualquier posibilidad de encontrar el mágico número de doce.

Afortunadamente estos países no organizan una competición similar a la Copa América. Lo más parecido es el torneo clasificatorio para el Campeonato del Mundo, para el que el formato es marcadamente injusto.

En la competición del año 2010, los diez peores equipos formaron dos grupos de cinco equipos, que posteriormente seleccionaron a los dos mejores de cada grupo. Estos se enfrentaron entre sí, determinando los cuatro primeros puestos.

De estos puestos, se escogieron a los tres primeros (!), se incluyó a Nueva Zelanda y a partir de ahí se realizó una liga, de la que el ganador sería el vencedor del torneo. En mi vida he visto sistema de organización más poco justo y favorecedor del equipo favorito. Nueva Caledonia y Fidji, segundo y tercero clasificados, tuvieron que enfrentarse entre sí hasta en cuatro ocasiones.

Estas costumbres oceánicas, de organizar los torneos de cualquier manera, ya existían en la época de Australia. Con doce equipos, el número perfecto, volvían a su formato ortopédico de diez equipos, en que se obtenían a los dos o cuatro mejores y luego estos tenían que jugar contra Nueva Zelanda y Australia, que llegaban en la segunda fase.

Fuentes: Wikipedia

Cosas que he leído

El blog entra en un declive inevitable. No os extrañe que algún día haga un post que hable del Acai Berry (que a pesar del nombre no tiene que ver nada con el euskera).

Algunas de las cosas que he leído recientemente y que me han parecido interesantes, por si alguien se anima a leerlas completas:

The Casino Next Door. En Estados Unidos, unos emprendedores de verdad, se han embarcado en un producto de alto riesgo y gran inventiva: las máquinas tragaperras virtuales. La legislación sobre máquinas tragaperras es muy estricta y cerrada en casi todos los países del mundo. Para operar con ellas son necesarias licencias específicas. Lo mismo sucede con los bingos, que en España son una de las vacas sagradas. Teóricamente no está siquiera permitido organizar un bingo ni en casa, si hay premios en metálico. Hace poco hubo un caso muy sonado, en que se cerró un “bingo clandestino” que organizaban en un hogar del jubilado.

Unos ingeniosos empresarios le han dado la vuelta al concepto: han creado juegos de ordenador que simulan máquinas tragaperras, pero que se amparan en la definición legal de máquina tragaperras en los Estados Unidos, que dice que si los premios no son aleatorios, entonces no es una máquina de juego. En España el concepto también es perfectamente cuestionable, ya que toda la legislación se apoya en la idea de que una máquina de juego es, ante todo, una máquina. Las máquinas virtuales podrían saltarse toda la legislación, hasta que esta se cambiara de urgencia.

El sistema desarrollado en Estados Unidos, emula el aspecto de las tragaperras, pero con un sistema de premios fijo como el del bingo. Todo aderezado con que los locales son, sobre el papel, como cibercafés, que te dan la opción de conectarte a Internet o participar en estos juegos. Los negocios se mueven al borde de la ley, pero al límite de verdad. Dependiendo del juez y el condado de los Estados Unidos, te puede cerrar el local y caerte una multa extraordinaria o tener un negocio exuberante en que los beneficios rozan los millones de euros, sin pagar licencias ni sufrir el estigma del juego.

El primer niño autista. El autismo es una enfermedad tan moderna que hasta se conoce el nombre del primer paciente. Es Donald Gray Triplett y hoy en día tiene 77 años. Tiene una vida un tanto extraña, pero feliz.

Los Traficantes de Armas Stoner: Cómo dos jóvenes americanos se convirtieron en dos importantes empresarios del tráfico de armas. Es un texto que se ha resaltado en muchas partes, con versiones más o menos cortas, pero este artículo detallado es excelente y demuestra que no fue una casualidad, sino el fruto de un muy buen trabajo, eso sí, en un sector no muy honorable.

Los Grandes Ganadores del Poker Online. Un recuento muy interesante sobre los grandes jugadores del poker online. Sin tratar de hundir al juego – que por cierto aborrezco – ni de divinizarlo. Resalta un hecho muy interesante: aquellos que ganan más dinero jugando en Internet no son los mismos que luego arrasan en las series de torneos que se televisan y juegan en casinos. Hay una generación de jugadores que se ha criado con los videojuegos y que arrasan en estas competiciones online.

Tienen dos virtudes que le faltan a los jugadores del mundo real y la mirada de poker: una capacidad para jugar decenas de manos de poker simultáneamente, propia de la generación multitarea. Porque para ganar mucho dinero en poker hay que jugar muchas partidas. Los jóvenes pueden jugar miles de manos diarias, muchas de ellas simultáneamente. La otra virtud es una especie de incapacidad para comprender el dinero. Ven los ingresos de las partidas como puntos de un videojuego. No tienen miedo a jugarse millones de dólares en una mano de poker, y no porque sean ricos, sino porque sólo piensan en el récord, en ganar más que el otro.

Esta generación de videojuego crea un sistema piramidal: todos están dispuestos a jugarse todas sus ganancias, sin racionalizar los beneficios o pérdidas. Así, los que ganan, se lo llevan todo. Un jugador puede ganar 2 millones de euros un año y al siguiente haberlo perdido todo.

Es una visión diferente al habitual tratamiento sobre el poker en los medios de comunicación.

The Falling Man. La historia de una de las fotografías más famosas del 11-S, la de un hombre que cae desde una de las torres. Aquellos que se tiraron desde las Torres Gemelas son, en gran parte, suicidas. La búsqueda desesperada del periodista, que quiso saber quién fue ese hombre y las dificultades con que se encuentra, ante el estigma de la muerte menos honorable. Un artículo digno de premio.

Minnesota, el Sillicon Valley de los fabricantes de juguetes. Cómo una de las regiones menos prósperas de Estados Unidos concentra casi todas las empresas jugueteras del país, y es ahí donde se han inventado casi todas las grandes creaciones de los últimos años.

Digital África. El circo de Internet en África, donde Internet lucha por expandirse gracias a los teléfonos. Facebook, Google o Nokia subvencionan gran parte de estos costes de conexión, con la intención de ampliar su rango de clientes, aunque de momento sea en pérdidas.

Eddie Santana, el camarero que demanda. Un camarero de Florida especializado en demandar a las empresas que le contratan, y a algunas que incluso no lo han llegado a hacer. Vive de eso, cada vez mejor, aunque su futuro cada vez es menos prometedor.

La caída en picado de Gizmondo. Demencial historia, sobre cómo unos delincuentes de la peor calaña fueron capaces de fundar una empresa tecnológica de gran repercusión mediática, que consiguió lanzar un producto que pretendía competir contra Nintendo o Sony. Una historia tan bizarra que sería pésima si fuera de ficción.

Cómo y por qué quiebran los deportistas. Los deportistas suelen ser tan buenos en lo suyo como pésimos a la hora de invertir dinero. Se embarcan en inversiones absurdas que son sumideros por donde desaparece el dinero. Un caso excepcional es el del mítico jugador de los Lakers, Magic Johnson, que ha triunfado más con sus empresas que en el deporte – que ya es triunfar. El artículo detalle muchas de esas delirantes inversiones y lo poco que piensan los deportistas antes de desembolsar mucho dinero.

Esta burbuja tecnológica es diferente. Fuera de las opiniones habituales, expresa el problema de la burbuja del Internet social. Puede perderse mucho dinero. O no. Pero la realidad es que las mentes más brillantes del momento no están inventando nada. Todos están orientados a conseguir que más gente clickee en más anuncios. Esa es la diferencia del Internet social, que no tiene innovación de fondo y ese es otro tipo de burbuja, tal vez más peligrosa que las anteriores. Imagina que Tesla tuviera que esforzarse en el departamento de Adwords. Eso es lo que está sucediendo ahora mismo.

The Lazarus File. Excelente narración de una investigación policial a lo largo de 25 años.

Los Naúfragos. La historia de un grupo de pescadores mexicanos que acabaron a la deriva durante nueve meses, más tiempo del que nadie haya estado nunca. Fueron titulares de todos los periódicos del mundo durante dos días y luego cayeron en el olvido. Una narración de cómo fue su viaje, de principio a fin. Una historia tan inverosímil, que aún hoy se ve con escepticismo. Lo cierto es que los pescadores mexicanos aparecieron cerca de las Islas Marshall nueve meses después, en el pequeño barco de pesca del que habían salido de las costas mexicanas.

Los naúfragos adolescentes. Una versión de esta otra historia aún más trágica: tres adolescentes de Tokelau deciden robar una barca y salir a la aventura. El problema radica en que Tokelau no está en el Mediterráneo y en el momento en que te alejas de la costa, estás a decenas de miles kilómetros de casi cualquier lugar. Si te marchas sin comida, sin agua, sin nada para pescar y en un barco pequeñísimo, tu travesura se convierte en una experiencia infernal.

El libro más caro del mundo

Hace unos días se supo que habían robado el Codex Calixtinus, un libro del siglo XII muy relacionado con el Camino de Santiago.

Qué duda cabe que es una pérdida de valor incalculable, pero los periódicos españoles, azuzados por los responsables de no haberlo cuidado, han llegado a enunciar que se trataba del libro más valioso del mundo.

Matemáticamente, tiene lógica. Un libro de valor incalculable, vale infinito. Y no hay nada más grande que infinito. Pero cierto es que, dentro de esas infinitudes, las hay mucho mayores y el dato que frívolamente se publica en la prensa es una exageración intolerable.

Si uno se atiene a transacciones, uno de los manucritos más valiosos que existen es el códice comprado por Bill Gates. El Codex Leicester, obra de Leonardo Da Vinci, que se compró en una subasta por 30.8 millones de dólares.

Ahora bien, si uno se limita al sentido común, ¿Cuál es el libro más valioso del mundo? De entre tanto libro de valor incalculable, ¿Cuál es el más incalculable de todos?

En mi opinión, ha de ser uno de los manuscritos más antiguos de la Biblia, el Codex Sinaiticus. Es un libro tan valioso, que se conserva en cuatro trozos, repartidos entre la British Library de Londres, el monasterio St. Catherine’s de Sinai, La biblioteca de la Universidad de Leipzig, y la Biblioteca Nacional Rusa.

Ahora bien, estamos hablando de los libros conocidos y que aún se conservan. Si tratamos de encontrar al libro más valioso que jamás ha existido, una mención de honor ha de hacerse a la obra del dramaturgo griego Esquilo.

A su muerte, aproximadamente en el año 456 antes de Cristo, la República de Atenas ordenó que se editara un volumen con su obra completa.

Dos siglos después, Ptolomeo III (282 – 222 a. C) rey de Egipto, encargó la mejora de la Biblioteca de Alejandría. Al catalogar los contenidos, los bibliotecarios se dieron cuenta de que había una notable laguna: Esquilo. Por una coincidencia inexplicable, no había ni una sola obra de tan importante autor.

Ptolomeo III mandó embajadores a Grecia, que descubrieron que sólo había una copia de la obra completa de Esquilo, copia guardada con celo en Atenas. Los embajadores negociaron que Atenas entregara en préstamo la obra única, para que se pudiera realizar una copia, que sería depositada en Alejandría.

Los griegos aceptaron el acuerdo, tras solicitar una fianza de quince talentos de plata, una cantidad indeterminable de dinero. Para estimarla, se ha de saber que el impuesto anual que tenía que pagar el Reino de Judea a Egipto era de veinte talentos y que esta cantidad les pareció tan excesiva que provocó el desafío de Onias II, que se negó a pagarlo, arriesgándose a la declaración de guerra.

Atenas era entonces una República de tamaño insignificante comparada con el reino de Egipto y aceptó el préstamo con fianza. Pero una vez el libro llegó a territorio egipcio, se ordenó que no sería devuelto jamás, quedando la única copia en la biblioteca de Alejandría. Además, el rey exigió que estuviera terminantemente prohibida su copia.

La pérdida del libro fue tan dolorosa para Atenas, que incluso estuvo pensando en declarar la guerra a Egipto – hubiera resultado en un suicidio peor que el de los 300. Al final, la fuerza se impuso a la razón y el libro permaneció durante siglos en Alejandría, con la prohibición siempre vigente. Personalidades de todo el mundo tuvieron que desplazarse a dicha ciudad sólo para poder leer la obra de Esquilo.

El libro pereció con la Biblioteca, en el siglo VII después de Cristo. Aunque con la calculadora, costaba 15 talentos de plata, que a 26 kilos el talento, son menos de 500.000 euros, ese era un libro de valor incalculable de verdad.

Fuente: Esquilo, perdido para siempre.
Relacionados: El cuadro más caro del mundo.

Bankero

En televisiones españoles sale una publicidad de un banco que sale a bolsa, Bankia, que dice “Desde 1.000 euros, puedes hacerte banquero”.

Eso quiere decir que, a partir de esa cantidad, se pueden solicitar acciones de esa empresa, antes de que salga a bolsa.

El anuncio es excelente y apunta a personas de un perfil inversor que evoca los estudios de Darwin y los derechos fundamentales de los simios.

Si quieres ser banquero, puedes serlo comprando 1 acción del banco Santander, a 7.86 euros. O 1 acción de ING a 8.57 euros. O 1 acción de Citybank a 42.63 dólares.

Pero si eres tan venado que hasta que no has visto ese anuncio en televisión no has pensado que podías ser banquero, y luego has pensado que ser banquero no estaría mal, mereces comprar esas acciones.

Aclaración: No tengo acciones ni pienso tenerlas, ni aún bajo los efectos de las drogas o de fuertes coacciones, de Bankia.

Buffet

Cuando era un adolescente tuve la suerte de viajar mucho de gorra gracias a las competiciones deportivas. Ganabas el campeonato provincial y te clasificabas para el regional. Quedabas de los primeros del regional e ibas al nacional. Cada competición era un viaje con todos los gastos pagados.

Tenía menos dinero que el que se estaba bañando y no había ido de vacaciones nunca, por lo que en perspectiva me veo como esos niños del tercer mundo que tienen una oportunidad de acercarse al lujo de la sociedad occidental. Las habitaciones de hotel me parecían enormes, los baños impecables. Las piscinas un lujo obsceno. Que te cambiaran las sábanas del hotel y las toallas a diario exigía la comprobación rutinaria de que semejante maravilla sucedía una y otra vez. La competición era absolutamente lo de menos.

Pero si todo esto era digno de recuerdo y vivir en continuo estado de felicidad, el lugar donde uno perdía la cabeza era el restaurante. Ahí tuve la oportunidad de conocer los buffets. Come todo lo que puedas.

Cuando me acercaba a la puerta de entrada me invadía un hormigueo en el estómago, despertado por ese olor, mezcla de tomate pegado, platos calientes del lavavajillas, verdura cocida y carne asada. Ese olor lo captabas poco antes de entrar y te entraba una turbación excitante, un placer desconocido para los adultos.

La rutina cambiaba cada día. Había veces que iba llenando caprichosamente el plato, conforme veía cosas que me gustaban. Cuando ya estaba lleno, me sentaba a comer. Otras veces hacía una ronda de reconocimiento, tratando de calibrar de entre todas las posibilidades cuáles serían las mejores. Estos paseos los daba con el plato ya en la mano, como queriendo confirmar que todo estaba al alcance de la mano, como cuando jugueteas con las llaves antes de llegar a casa.

Solía tomar tres platos, llenos hasta arriba, sin hablar del postre. Ni que decir tiene que eso tenía luego consecuencias, y no hablo de sobrepeso sino de desagradables visitas al cuarto de baño. Pero no eran tiempos de previsión, sino de disfrute. Era comer sin pensar si eso formaba parte de lo razonable, de lo saludable.

La verdura, ni tocarla. Normalmente tomaba mezclas exóticas, propias de niños pequeños, como huevos fritos con filetes y de guarnición…albóndigas. O tortilla, carne de cocido y lasaña. Nadie te controlaba, la única preocupación de los monitores era que las chicas que también viajaban no se quedaran embarazadas.

Mención especial merece el tema de las bebidas. Hoy en día entiendo que el negocio de los buffets es tener una cuota razonable y luego resarcirse con la bebida. Pero en aquel entonces no pensaba tanto. Era un australopithecus. La comida era gratis y la bebida no, luego no pedía bebida, por muy extraña y violenta que fuera la cara del camarero.

Eran otros tiempos, la gente joven no tenía apenas dinero y muchos estaban igual que yo. Hoy en día la gente que hace eso es de una miseria tercermundista. O tal vez yo también lo fui entonces, qué importa.

Ahora bien, tomarte esos platazos sin agua era una experiencia compleja. Igual los platos están más condimentados a propósito para que tengas más sed y consumas más. Lo normal era no pedir nada y mendigar agua del pardillo – persona normal – que sí la hubiera pedido. Además que se aprovechaba cuando estas personas se levantaban a por más comida para robar unos sorbos de líquido. Miro en perspectiva y tendría que ser como compartir mesa con unos demonios de tasmania.

La evolución natural hacia algo parecido a la ética fue tomar productos que calmen la sed, pero que estén dentro del menú. Recorrer el restaurante mirando los platos en la forma “¿Qué podría usar para calmar la sed, por supuesto sin pagar nada?”. Con el tiempo la rutina fue pillar unas bolas de helado. Te tomas unos bocados de ensaladilla rusa con codillo y cuando la garganta escuece, bocado de helado.

De nuevo he de indicar que ese helado no se consideraba tampoco postre. Era un accesorio. Lo más demencial del asunto es que después de haber comido una cosa así, tres platos pantagruélicos, a lo mejor apetecía tomar tarta con bolas de helado. El helado, tomado en condiciones infames, no desinhibía el deseo de tomar más helado.

Los postres se escogían en platos normales, unas composiciones extravagantes, dos o tres trozacos de tarta, con chorretones de chocolate, bolas de helado a cascoporro y nata. Si no era suficiente, más tarta. Inexplicablemente a veces apetecía tomar varios yogures.

Los horarios estaban analizados previamente. Si entrabas a desayunar a las ocho, y te quedabas hasta el cierre, te daba hambre para hacer dos desayunos. Ni los romanos comían de forma tan bulímica.

Evoco esta época y no recuerdo que durante las comidas se hablara de nada, era comer y disfrutar de la comida. Todos íbamos a comer y era comer. Ni siquiera se hablaba de la comida porque todo sabía delicioso. No hay cocinero ni restaurante lo suficientemente buenos como para conseguir evocar esas sensaciones culinarias. Luego leería a Montesquieu y coincidiría con él:

Se ha de huir de la exquisitez y de la cuidadosa selección del vino. Si basáis el placer en beberlo agradable, os obligáis al dolor de beberlo a veces desagradable. Se ha de tener el gusto más relajado y libre. Para ser buen bebedor no se ha de tener paladar tan delicado. Los alemanes beben indistintamente cualquier vino con placer. Su objetivo es tragarlo más que degustarlo. Sacan mayor provecho. Está su voluptuosidad mucho más rozagante y a mano.

No era comer, era tragar. El placer de tragar es infinitamente superior al de comer. No es sutil, no es elegante. Es rudimentario, pero insuperable.

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