La presentación del anteproyecto de Ley de Economía Sostenible ha desencadenado numerosas protestas virtuales (a la calle sólo se sale a comprar el pan y tirar la basura) especialmente en lo que respecta al apartado de:
la creación de una comisión administrativa dependiente del Ministerio de Cultura que tendrá la potestad de bloquear páginas web de enlaces, sin que sea preciso la intervención judicial.
Tras esta iniciativa, un grupo de personas, llamémosles un grupo de periodistas, blogueros, responsables de páginas web, profesionales y creadores de Internet ha lanzado un manifiesto denominado “En defensa de los derechos fundamentales en Internet” que ha circulado con gran éxito y que parece representar la opinión de mucha gente.
Ese manifiesto alerta sobre una serie de puntos e indicaciones que considera “están en peligro” y que atentan contra los derechos fundamentales. Sin embargo, si tratamos de aplicar los principios del manifiesto a la propia creación del manifiesto, vemos que parece no aplicarse.
Los periodistas, bloggers, usuarios, profesionales y creadores de Internet manifestamos nuestra firme oposición al proyecto
Menuda generalización. Más bien diría un grupo de ellos. El que se me incluya en ese manifiesto sin que yo haya abierto la boca ya es motivo de sobra para tirarlo a la basura.
Un manifiesto tiene que venir firmado por las personas que lo redactan, aunque sea dar los nombres. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos era un texto precioso pero precisamente su valor venía refrendado por la firma de los que lo redactaron y decidieron. Firmándolo, se jugaban la vida, pues pasaban a estar condenados a muerte por Inglaterra. Aquí no hay ningún riesgo por lo que no entiendo porque no está firmado. De nuevo vuelvo al primer punto, si se han juntado un grupo de personas, que digan quienes son o no hablen en nombre de todos.
Luego se mencionan muchos derechos fundamentales. Suena estupendamente. Al vivir en democracia, tengo derecho a votar a mis representantes. Y luego ellos pueden decidir lo que quieren con mi voto. Aunque hayan salido los del bando contrario al que yo voté. O aunque yo les votara y luego opten por tomar medidas que no fueron las que prometían. Da igual, así funciona la democracia.
Pero que en Internet aparezcan de la noche a la mañana unos tipos y se instauren como mi representante. ¿A cuento de qué? ¿De que tienen más lectores que yo? ¿Más seguidores en el Facebook? Pueden decir lo que quieren y les oirá mucha más gente. Pero no me representarán ni serán una figura democrática.
Estos representantes se han entendido en el concepto griego de aristocracia. El gobierno de los mejores. Aunque ahora podría ser más una followcracy, el gobierno de los que tengan más followers (le pego un copyright al término por si acaso).
Y al respecto digo yo, ¿Por qué personas que hasta anuncian cuando se van a dormir no anuncian cuando van a redactar un manifiesto? Tal vez porque no querían que participara todo el mundo, sólo los destinados a tan altas tareas. Los otros que hagan luego el trabajo que tan bien conocen de poner enlaces gratis.
Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta que no sabe adaptarse a este nuevo entorno no es ni justo ni realista.
El propio manifiesto trata de evitar cambios legislativos porque tiene miedo a no saber adaptarse a ese nuevo entorno.
Intentar sostener con cambios legislativos a una industria obsoleta[…]
las industrias culturales necesitan para sobrevivir alternativas modernas[…]
¿En qué quedamos? ¿Son industrias obsoletas o son industrias que pueden sobrevivir? Una industria obsoleta es la de la fabricación de pianolas.
¿Cómo ha podido salvarse una frase tan malsonante como:
se ha democratizado extraordinariamente la creación
?
El mencionar “industria obsoleta” y “obsoleto modelo de negocio”, ¿Era imprescindible? ¿No se podía resumir un poco? Tal vez no si se quería llegar a un decálogo.
10. En democracia las leyes y sus modificaciones deben aprobarse tras el oportuno debate público y habiendo consultado previamente a todas las partes implicadas.
Este 10º punto no se aplica a la creación de Manifiestos. Los Manifiestos se firman o no. O estás a favor de Lolita Flores, o del Manifiesto. Tú eliges. Nunca pensé que sin una pistola en la sien estaría más del lado de Lolita Flores.
No es de recibo que se realicen cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales en una ley no orgánica y que versa sobre otra materia.
Lo que no es de recibo es esa frase. O es legal o no es legal, pero por amor de Dios, la locución no es de recibo no es de recibo.
Exigimos que el Gobierno garantice por ley la neutralidad de la Red en España.
Pensaba que en el resto de puntos del manifiesto se indicaba que la Constitución respalda la neutralidad de la Red y que este texto sólo era para evitar tener que salir a manifestaciones o realizar grotescos ataques contra páginas estatales. Este punto además está en desacuerdo con el anterior que indica que no se deben realizar cambios legislativos que afectan a derechos fundamentales.
En resumen, el texto no me gusta por lo mal redactado, lo innecesariamente extenso, lo redundante y sobre todo porque se ha realizado a espaldas de los propios internautas que, como sólo piensan en el blanco o negro, sabían que estarían de su parte. Más me preocupan esas reuniones de “la élite de Internet” que lo que pueda hacer el Ministerio de Cultura.
Tampoco me gusta que en un país con cuatro millones de parados, con una Universidad que es una pantomima, donde no se toman medidas para salvar la economía a largo plazo, ni jamás se tomarán, donde hay tres millones de funcionarios y otros treinta que matarían por serlo, donde te llaman terrorista y te juzgan como tal de forma arbitraria, haya tantas personas que sólo se preocupen por su Internet. Hay vida ahí fuera. Y si esa vida fuese mejor, tal vez tendríamos un Internet también mucho mejor.
Nota: Una persona que se atreva a escribir algo llamado Manifiesto, relativo a la cultura, y que no haya leído la Declaración de Jefferson y que sobrecogido ante la concisión y elegancia de la misma no haya intentado escribir algo decente – o al menos conciso – no merece representar mi opinión.